¿Cómo surgió tu vocación?
Desde bastante temprano, ya en mis años como liceal, estuve bastante interesado en la política. Creo que venir de familias muy politizadas, en la que las discusiones políticas eran constantes, y en particular de una familia directamente vinculada a la política partidaria por parte de madre, fue lo que dio lugar a ese interés en un principio.
Una vez que descubrí ese interés creo que lo fui alimentando con base en lecturas, videos, películas y otras cosas, y una vez en la carrera fue todo bastante claro.
¿Cómo fueron tus primeros pasos en este camino?
Mi camino siempre lo he canalizado en gran medida con base en mis estudios. No tengo una gran experiencia transformadora o algo así que digas: “En ese momento me di cuenta de todo”. Simplemente, a medida que fui adquiriendo conocimiento de lo que hoy por hoy es mi campo de estudio y será mi campo de profesión, me fui dando cuenta de en qué quería especializarme o por dónde quería ir.
De esa forma y de a poco me he dado cuenta de cuáles son mis intereses y de por dónde quiero ir, dejándome claras ciertas decisiones como la de irme a estudiar una maestría en Desarrollo, entre otras. Hoy sé que me gustaría dedicarme al área de promoción de la democracia y desarrollo político como una culminación de lo que han sido mis distintos intereses a lo largo de la carrera.
Un consejo o sugerencia para alguien que está empezando y quiere hacer lo mismo que tú.
Como reciente egresado de Ciencias Políticas mi principal consejo es que uno tiene que tratar de encontrar cómo diferenciarse. La salida laboral de la licenciatura es bastante limitada y dudo de que cambie en el corte plazo. Al mismo tiempo, la cantidad de politólogos sigue y seguirá creciendo. La clave, entonces, pasa por tratar de diferenciarse, por ejemplo, aprendiendo a usar softwares de análisis de datos, vinculándose a la política partidaria y (casi que obligatoriamente en mi opinión) realizando estudios de posgrado. Creo que es fundamental para alguien iniciando la Licenciatura en Ciencias Políticas que entienda que sus estudios no terminan con la licenciatura y que hay un camino mucho más largo que recorrer por ese lado. El cómo va en cada uno.
Para quienes se identifican más con mi experiencia como estudiante en el exterior, mi consejo es mucho más simple: anímense. Sí, moverse a un país distinto es todo un desafío, aprender a convivir y a vivir en una cultura que no es la tuya puede no ser sencillo, y distanciarte de familia y amigos siempre es algo difícil de hacer. Cosas así pueden enumerarse mil, ahora bien, en mi opinión, todo eso no es nada comparado a lo que ganas. Estudiar o trabajar en otro país es una experiencia única que te abre las puertas a aprendizajes que son muy difíciles de conseguir de otra manera. Si se tiene esa oportunidad y si se puede tomarla, es una de esas cosas en la vida que seguramente con el paso del tiempo vas a mirar atrás y decir “qué buena decisión”.
¿Qué te inspira?
La chance o la posibilidad de generar un cambio que mejore la calidad de vida de las personas. Poder ver eso como fruto de mi trabajo es lo que me mueve.
¿Cuáles son los desafíos que has tenido que sortear?
Creo que entre los más destacados, sin duda, tienen que estar aquellas veces en que tuve que adaptarme a un ambiente completamente distinto. Ya sea cuando me mudé de Treinta y Tres a Montevideo a los dieciséis años y a vivir solo, o ahora más recientemente cuando me fui a estudiar a Países Bajos. Cambios así implican adaptarse a un lugar totalmente distinto, con actividades y tiempos distintos y, capaz que es lo más importante, implica hacerte de un grupo de gente totalmente nuevo. Cambios así suelen ser grandes desafíos, pero como todo desafío, también son oportunidades para crecer y desarrollarse. Me gusta verlos más de esa manera.
¿Tu lugar en el mundo?
Esa es una pregunta que, en lo personal, no le he encontrado una respuesta clara. Hace ya un tiempo en mi vida que me encuentro en constante movimiento. Me crie en Treinta y Tres, yendo y viniendo entre el campo y la ciudad, me mudé solo a Montevideo y hace ya casi dos años que vivo en Países Bajos. Entre medio, pase unos meses trabajando en Roma y otros en Estados Unidos y hoy estoy buscando pasantías fuera de Países Bajos.
El punto es que me es bastante difícil encontrar un lugar físico con el cual identificarme. Sin embargo, si tengo que decir algo, diría que mi lugar en el mundo es aquel en el que encuentro un propósito en ese momento, ya sea seguir mis estudios, mi carrera profesional, los objetivos que me planteo, la familia u otras cosas. Si tengo algo que deba hacer en un lugar X, entonces ese es mi lugar en el mundo. El propósito es el determinante del lugar.
¿Un referente en tu vida o alguien que confió en ti?
Sinceramente no tengo un referente claro. Aun así, podría nombrarte a Daniel Chasquetti y a Fito Garcé a nivel académico, o a Ignacio Munyo, quien me dio un lugar en Ceres por un proyecto y fue mi primera experiencia laboral propiamente como politólogo.
¿Una asignatura pendiente o proyecto por realizar?
Hay muchas, pero en el corto plazo diría aprender un nuevo idioma. Arranque francés y por esas vueltas de la vida también manejo un poquito de polaco, pero los abandoné a los dos. Tengo que retomarlos.
¿Qué valores fundamentales buscas transmitir al desarrollar tu actividad?
Diría que, en particular, la paciencia y la resiliencia. En mi área de actividad las acciones que uno puede hacer tienen un impacto muy limitado y los esfuerzos tienen vistas a largo plazo. En ese sentido, uno puede desmotivarse fácilmente, los procesos de cambio político, institucional e incluso económicos son procesos sumamente largos. A su vez, los cambios en estas áreas son generalmente bastantes difíciles de introducir y el status quo tiende también a defenderse. Mi corta experiencia me dice que la mayoría de las veces, al promover ciertas iniciativas o desarrollar ciertos proyectos en el área del desarrollo, los planes no van a salir perfectamente bien e incluso van a fracasar totalmente.
¿Qué es la felicidad para ti?
Es una pregunta muy interesante y pertinente en la actualidad. Hoy se habla mucho de que uno debe vivir en busca de la felicidad o que ese debería ser el objetivo de la vida. Es la historia de la maestra preguntando a sus alumnos qué quieren ser de grandes y el alumno más “inteligente” le responde: “Ser feliz”. Esa perspectiva ha ganado mucho peso en los últimos tiempos y creo que hay cierto consenso en mirar a ese alumno como un iluminado.
En lo personal, me encuentro totalmente en contra de esa perspectiva. A mi entender, la felicidad no es ningún fin en sí mismo y tampoco debería serlo. La vida, en ese caso, pasa a ser una constante búsqueda del placer inmediato, en la cual lo que dirige nuestras acciones es la satisfacción personal. Así, somos más como un barco a la deriva, persiguiendo las lluvias por el agua dulce, pero sin ningún destino en particular.
Para mí la felicidad es simplemente un subproducto del propósito y la búsqueda de este. Una cosa que uno se encuentra en el camino hacia lo que cada uno considere como su “objetivo” o su “misión” en la vida. Mucho más podría desarrollarse de esto, pero esa sería mi idea general y “bruta” de la felicidad.
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