Desde la Asociación de Feriantes del Uruguay (AFU), comentaron a La Mañana cómo viven la emergencia sanitaria y las formas que encontraron para adaptarse a ella. Asimismo, recordaron el camino que debieron atravesar hasta convertirse en un gremio unido, lo que permite hoy contar con ferias organizadas en toda la ciudad.
El surgimiento de la AFU se remonta a los años 50. Previamente, en el año 1947, la antigua Comisión Nacional de Subsistencias, que fue un organismo del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) cuya función era propiciar el control de precios, creó ferias alimentarias en todo el país. Como consecuencia, un grupo de feriantes organizados fundaron la AFU en 1951.
Es una asociación civil sin fines de lucro, que tiene el cometido de defender los intereses gremiales y los puestos de trabajo, con la limitación de que solamente nuclea a ferias vendedoras de alimentos.
El órgano de Subsistencias tenía puestos testigos en todo el país. Eran carros ambulantes con mercadería que el propio Estado compraba y vendía, y alrededor de ellos se armaba la feria. Funcionaba de esa manera, hasta que esa institución no tuvo más objeto y quitó todos sus puestos.
En Montevideo las ferias siguieron siendo administradas por el MEF, por el Área de Defensa del Consumidor (Adeco), pero en el interior pasaron a ser gestionadas por las respectivas intendencias.
Con el tiempo, en la capital del país se mantuvieron estas ferias alimentarias y se fueron generando otras más heterogéneas, cuya administración le compete a la Intendencia de Montevideo (IM). Un claro ejemplo es la de Tristán Narvaja, que vende productos muy variados.
También existen las mixtas, como la de Villa Biarritz, donde la parte de alimentos la maneja Adeco, pero lo que respecta a indumentaria y artesanías, es competencia de la IM.
A través de AFU, los propios feriantes han tenido una participación muy activa, que les ha permitido mantener a las ferias organizadas y reguladas, a diferencia de lo que sucede con las que se encuentran bajo la órbita municipal, que carecen de ciertos controles, de acuerdo a lo que la asociación sostiene en su sitio web.
Hoy la organización nuclea a unos 660 feriantes y cubre, en promedio, 22 ferias por día, de martes a domingo (el lunes es el día de descanso) en todo Montevideo. Las más concurridas son las de los fines de semana.
La adecuación de los feriantes a los nuevos tiempos y sus complejidades
El actual presidente de la AFU, Julio Díaz, asumió hace tres años como directivo, con el propósito de formar un gremio fuerte, algo que hasta entonces no se había logrado, según afirmó en diálogo con La Mañana.
A Díaz, feriante de toda la vida al igual que sus padres, hace algunos años le preocupaban las condiciones en las que muchos de ellos debían trabajar, estando obligados a cumplir cualquier horario y sin controles de higiene.
Como la ciudad cambió, creció el número de habitantes, se construyeron más edificios y se congestionó el tránsito, el comerciante entendía que las ferias debían adaptarse a esa nueva realidad.
A la necesidad de adecuar a los feriantes a los nuevos tiempos, se sumaba la molestia que generaban las ferias a los vecinos. Es por esto que se buscó mantener una buena relación con ellos y mejorar la calidad de las ferias, la limpieza, solucionar los problemas que causaban en el tránsito y regular su horario de funcionamiento.
“Nuestro objetivo fue tratar de convencer al feriante de todo eso, porque las ferias tendían a desaparecer. Con tantas quejas de los vecinos, se instalaban en lugares cada vez más escondidos para no molestar, pero no vendían nada. Ya no eran redituables y empezaron a abandonar”, recordó.
Con el cometido de prestigiarlas y adecuarlas a la nueva ciudad, acudieron a las autoridades. Fueron al MEF y solicitaron un instrumento fundamental para no seguir perdiendo clientes: el débito. De esa manera comenzaron a atraer público. También se llevaron adelante otros cambios importantes: se acortó el horario, se instalaron baños y se aseguró la limpieza de los establecimientos.
Es por ello que desde hace pocos años, “ha cambiado la venta”, es decir, la gente exige mercadería buena y puede comprar con medios electrónicos.
Pese a las épocas complicadas que han atravesado, las ferias se han mantenido como las grandes reguladoras de precios durante todas las administraciones. Aunque generan algunas molestias que se han tratado de solucionar, la gente sigue yendo por la calidad, la variedad y los precios de los productos, señaló el presidente de la asociación.
Agregó que, insólitamente, en los momentos de crisis es cuando funcionan mejor, porque las personas dejan la comodidad del supermercado para ir a buscar precios, sobre todo, porque en las grandes cadenas las diferencias de precios en determinados productos son abismales. Eso ha hecho que las ferias sigan siendo un elemento económico fundamental y es por eso que se mantienen.
El efecto de la pandemia: una oportunidad para expandir los servicios
Por esa misma razón es que las ferias no han sido afectadas por la pandemia del COVID-19. De hecho, en este momento se trabaja mejor que en otros, indicó Díaz. Al estar al aire libre, eso permite mantener las distancias, y se han tomado todas las medidas necesarias como el uso de tapabocas, guantes y alcohol en gel. Además, el cliente no tiene prácticamente contacto físico con el feriante, excepto al efectuar el pago de su compra.
La gente tomó tanta conciencia que no se ven aglomeraciones, al menos en estas ferias alimentarias, sostuvo el vocero de la asociación. Al mismo tiempo, la AFU proporciona guardias de seguridad (de una empresa privada tercerizada) que son quienes controlan que no se amontonen varias personas en un mismo lugar.
La cantidad de concurrentes a la feria descendió, pero esto hizo que aumentaran los pedidos a domicilio. Para acompañar esta nueva realidad, se creó el sitio “ferias.uy”, a través del cual se pueden realizar compras online. La semana en la que se hizo la página, entraron 70.000 personas.
Esta situación hizo que muchos feriantes triplicaran la cantidad de pedidos habituales que reciben, dado que las personas prefieren permanecer en sus casas para minimizar el riesgo de contagio del virus. O sea, aunque hayan mermado las ventas “en las tablas”, no disminuyeron a nivel general.
Inclusive, la creación de la plataforma sirvió para sumar nuevos consumidores que nunca habían ido a la feria, por ejemplo, aquellos que trabajan durante su horario de funcionamiento.
Además, este nuevo canal fue vital para las personas mayores, que por recomendación médica deben hacer cuarentena y por ello han optado por hacer el pedido a domicilio.
Los mismos feriantes se encargan de la entrega y concurren a las casas con el POS para quien abona con débito, de forma tal que no sea necesario ir a un cajero. También está la posibilidad de pagar en efectivo, y en ese caso acuden con una bolsita con el cambio, para evitar el contacto físico.
Este es el modo que ha encontrado la AFU de servir a la población en esta situación de emergencia nacional, para que los ciudadanos no salgan de sus casas. Asimismo, en coordinación con la IM, desde el lunes 4 de mayo, la organización está entregando canastas con alimentos para trabajadores de bajos recursos vinculados a las ferias, como personal de servicio y guardias de seguridad, que han sufrido un importante impacto en sus ingresos.
“La feria es una donación permanente, porque la gente se arrima a que uno colabore. Siempre hay algo para dar. Hay cosas que para vender no están tan lindas, pero se pueden consumir perfectamente”, expresó Díaz.
Por último, destacó la colaboración de la IM en la emergencia sanitaria, sobre todo, del director de Desarrollo Económico, Óscar Curutchet, que ha provisto a los feriantes nucleados en la AFU de alcohol en gel, guantes y tapabocas.