El coronavirus ha llevado a que los adultos mayores sufran las consecuencias del aislamiento voluntario, aunque no todos son afectados por igual, según explicó el psicólogo David Karp, máster en Gerontología Social.
En diálogo con La Mañana, Karp sostuvo que no es fácil generalizar una situación común para toda la población de la tercera edad en estos tiempos de pandemia. Señaló que a medida que se envejece se pierden las capacidades cognitivas que son las que permiten tomar decisiones adaptativas, lo cual significa que naturalmente es más difícil adaptarse a una nueva situación que se genera.
“No es lo mismo para una persona que es consciente de que está pasando los días sin poder salir de su casa, a alguien que ni se da cuenta, u otras que ya por propias patologías de la edad (por ejemplo, en la capacidad de caminar) hace meses que no sale a la calle”, acotó.
En el caso de los ancianos, por lo tanto, es muy difícil realizar un diagnóstico general de cómo los está afectando la pandemia actual.
Sobre las personas que a pesar de la edad tenían una vida social activa, Karp opinó que el confinamiento los afecta como a una persona adulta o a un niño. “Se vive entonces como una pérdida. La única ventaja hipotética que puede tener un adulto mayor es que a medida que vamos creciendo vamos aprendiendo a superar las pérdidas con más frecuencia. Para un niño es la primera vez que pierde la libertad de poder moverse, pero para un adulto mayor no será la primera vez que se tiene que quedar guardando reposo por otros motivos”, dijo.
En el caso de los ancianos, es muy difícil realizar un diagnóstico general de cómo los está afectando la pandemia actual.
El psicólogo también hizo referencia a diferentes situaciones que se ven amplificadas por el confinamiento que exige este coronavirus. Uno de los casos que son más comunes que lo pensado es el de los padres que no dejan que sus hijos vean a los abuelos. “Si eso sucedía antes, ahora es impensable que le lleven un teléfono para que estos adultos mayores puedan hablar con sus nietos”, consideró, lo que agrava aún más la situación de aislamiento que se puede dar.
Casas de salud
David Karp se mostró crítico a cómo funcionan muchas casas de ancianos en Uruguay. Para este psicólogo especializado en gerontología, en ciertas casas de salud se violan varios derechos de las personas. “Las leyes han cambiado con los años, pero no la situación” que se registra en este tipo de hogares. “Es una situación en que estamos ante muchos grises. Por ejemplo, nunca hemos escuchado a un movimiento de equidad de género preocupándose por las mujeres institucionalizadas en asilos de ancianos que no cumplen con las funciones que tienen que cumplir”, afirmó.
Las leyes exigen para estos establecimientos una serie de normas como metros cuadrados, cantidad de baños por persona, técnicos por personas internadas, historias clínicas del interno, entre otras. “Acá se acepta que un hijo interne a su padre en una casa de salud, pero no hay un consentimiento por parte del padre a que esa acción sea hecha. Esto determina una privación de determinadas libertades del ser humano, que son alteradas porque un hijo decide institucionalizar a su padre”, señaló. En muchos casos los hijos internan a sus padres en una casa de salud, aunque la persona esté cognitivamente capacitada.
Cuestionó que las personas de la tercera edad internadas en una casa de salud no puedan salir libremente, aunque no hayan sido declaradas por la justicia como una persona incapaz y en muchos casos tampoco tengan la libertad para comunicarse vía telefónica con el exterior. “Hay normas que regulan este tipo de casas de salud, pero ninguna dice que el anciano tiene que tener libre acceso a un teléfono. Si la ley no dice que tengo que dar esto, no lo tengo por qué dar, por lo cual algo tan simple como un teléfono para comunicarse con el exterior no es obligatorio”, opinó.
Se estima que en Uruguay hay 139 mil adultos mayores (de 65 años hacia arriba) que deberían ser considerados portadores de un deterioro cognitivo irreversible.
También aclaró que todo geriátrico debe tener un director técnico y que debe ser un médico. “Yo pregunto si un pediatra puede ser el director técnico de un asilo de ancianos y la respuesta es sí y se da, aunque debo aclarar que tampoco se puede pretender que con los pocos geriatras que hay en Uruguay, la norma establezca que estos deben ser los directores técnicos de este tipo de instituciones. Por otro lado dentro del feudo médico no se va a dejar que un sector quede con la exclusividad de algo”, sostuvo.
Asimismo señaló la existencia de asilos de ancianos que se consideran “subterráneos” porque no están registrados. Karp dijo que “la manera más fácil de localizarlos es con el censo poblacional de hogares del INE: si se tiene en un hogar más de cuatro mayores de 65 años, seguramente es un asilo. El Estado entonces no puede decir que no sabía que este tipo de hogares no declarados no existían, porque los datos los tiene”.
Para el especialista, en algunos países se busca que el adulto mayor permanezca en su hogar con programas de tipo estatal que acondicionan la vivienda para que este pueda seguir habitándola. De esta manera, si debe moverse en una silla de ruedas se eliminan escalones, adaptando elementos como las piletas o electrodomésticos a una altura que sean accesibles.
Las funciones cognitivas
La policlínica de psicogerontología funciona desde hace once años en el Hospital Militar y es dirigida por David Karp. Según explicó el especialista hay dos tipos de envejecimiento: el patológico y el cognitivo. El patológico es por ejemplo el Alzheimer, mientras que los cognitivos son procesos lentos, que empiezan cinco años antes de que sean evidentes. “Si se pueden agarrar a tiempo se le pueden dar al anciano alternativas para que conserve mejor sus capacidades cognitivas. Un paciente con deterioro cognitivo no diagnosticado cuesta miles de dólares en los sistemas sanitarios internacionales”. Por eso considera necesario incrementar este tipo de diagnóstico a nivel general.
Eso es lo que se hace en esta policlínica donde la mayoría de los pacientes llega a ella por iniciativa propia. Se estima que en Uruguay hay 139 mil adultos mayores (de 65 años hacia arriba) que deberían ser considerados portadores de un deterioro cognitivo irreversible.
No obstante, se entiende que hay procesos reversibles, en los que una vez eliminada la causa, el anciano recupera su capacidad. Una de las más comunes es la acción de medicamentos (como ser antidepresivos) indicados en dosis mayores a las necesarias para los ancianos. Una vez que se normalizan las dosis, el anciano recupera su estado cognitivo intelectual y afectivo anterior.