El economista Alejandro Cid habló sobre las nuevas regularidades en la maternidad que condicionan las tasas de natalidad en Europa y la región.
Según un artículo publicado recientemente por The Economist, en el norte de Europa tienen más hijos que en el sur y que esto se debe, fundamentalmente, al apoyo a la conciliación trabajo-familia. Lo cierto es que en los países ricos las mujeres solían tener menos hijos y esto era una regularidad con la que todos los economistas coincidían.
Sin embargo, hoy sucede al revés. En los sitios donde el apoyo a las mujeres es mayor (como Noruega o Suecia), se tienen tasas de natalidad más altas que en los lugares donde este apoyo no es tan fuerte (países del sur como España, Italia, Grecia).
En base a este dato, La Mañana dialogó con Alejandro Cid, decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad de Montevideo (UM), economista en evaluación de impacto de políticas sociales. El especialista planteó diversas “nuevas regularidades” que marcan que el camino para una mayor tasa de natalidad tiene que ver con las posibilidades de las personas de conciliar su empleo y el tiempo dedicado a la familia.
Según relató como ejemplo, estudios en Europa dan cuenta que, al consultarle a una mujer cuántos hijos quisiera tener, todas afirman querer más de los que tienen. En España, las mujeres tienen 1,19 hijos en promedio, pero les gustaría tener dos.
Otro hecho que se está viendo hoy es que en los países donde hay más oportunidades laborales, es decir, más dinamismo del mercado, las mujeres también quieren tener más hijos, aunque se podría pensar que sería al revés. “En los lugares donde la mujer queda embarazada y después puede volver a un trabajo, tienen más hijos, lo que deriva que a más oportunidades laborales, más hijos”, explicó Cid.
Un siguiente punto de importancia es el involucramiento del padre en las tareas del hogar: acompañar a los niños al médico, estar en la crianza a través de la educación, entre otras cosas. En casos donde esto se da, las familias se agrandan. “Por ejemplo, en Suecia los varones colaboran el doble en la casa que en Japón, y la diferencia de hijos es del doble”, señaló el entrevistado.
Un estudio de investigadores de Northwestern University publicado en la revista Medical Economics Association marca que las familias tendrían más hijos si hubiera más ayuda a la mujer con mejores licencias de maternidad y de paternidad para que el varón se involucre, así como instrumentos que ayuden al cuidado de los niños.
El caso de Uruguay
En nuestro país, los investigadores han notado un problema que tiene que ver con la falta de más centros CAIF para tener una cobertura total de la población. “Si una madre puede mandar un hijo a un prescolar, tendrá más tiempo para hacer compatible el trabajo con la crianza. En la medida en que hay más ayuda en la crianza de los niños, también se puede esperar que tengan más hijos”, expresó Cid.
En la región también preocupa no solo la cobertura de los centros de primera infancia, sino la calidad. Ya que se entiende que no alcanza con sacar a los niños de la calle y que estén en un centro si no se sabe qué pasa allí, si aprende o no.
“En España, por ejemplo, tienen muy pocos hijos por mujer, y el desempleo de los jóvenes está en 35%. Eso habla del poco dinamismo en el mercado laboral y las complicaciones para conseguir empleo”, indicó el entrevistado. Señaló que The Economist cita el caso de una persona española con dos hijos que le gustaría tener tres, pero trabaja en un pequeño negocio familiar, entonces lo que hace es jugar a la lotería todos los años para ganar dinero y poder tener un tercer hijo.
“El tema de la tasa de fecundidad implica mucho más que pagar un bono por cada bebé que nazca. Requiere un sistema de cuidado de la mujer, el involucramiento del padre, la calidad de centros educativos, el dinamismo en el mercado laboral, para que las personas puedan tomar sus propias decisiones”, resumió el economista.
Una pregunta es: ¿cuál sería la cantidad ideal de hijos por mujer para que la población se estabilice? En ese sentido, Cid aseguró que la tasa de reposición marca 2,1 hijos por mujer. España está por abajo, Portugal también (1,4), y Uruguay se suma.
Según datos que provee la comisión de expertos de seguridad social que convocó el gobierno uruguayo, a través de una iniciativa de Oficina de Planeamiento y Presupuesto y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, dice que en Uruguay, en 1996, el número de hijos por mujer era 2,47 –por encima de la tasa de reposición–. Desde 2020, se estima que el número de hijos por mujer es 1,49.
El número de nacimientos en 1996 era de 58.700, hoy son 37.400. Esto preocupa a los economistas porque las personas más viejas, probablemente, vivirán más años debido a las mejoras en la salud, pero las personas que pagan impuestos serán cada vez menos porque no nacen muchos niños.
“La población pide poder conciliar trabajo y familia, lo que pasa es que para eso se necesitan los apoyos nombrados anteriormente. En Corea, la tasa de fertilidad es 0,92; está por debajo de 1 y muy por debajo del 2,1; esto significa que cada generación de coreanos es la mitad que la anterior. A no ser que haya inmigración o que los jóvenes trabajen el triple, están en problemas”, ejemplificó Cid.
El trabajo desde la academia
La UM tiene un departamento de investigación que se enfoca en primera infancia y está dirigido por Ana Balsa, que es investigadora y está especializada en economía de la salud, educación y capital humano.
Desde 2015 ella lidera un equipo de investigadores donde hay ginecólogos, pediatras, psicólogos, psiquiatras y economistas de la salud, que diseñan intervenciones y programas de apoyo a primera infancia y los evalúan científicamente para escalarlos y expandirlos.
Cid es integrante del equipo y en 2015 trabajaron con unos 40 centros CAIF, en un programa llamado “Crianza positiva”, en el que se diseñó una intervención con un taller de ayuda a los padres para ser mejores parejas y trabajar eficientemente en la crianza de los hijos. “Intentamos medir qué efecto tiene eso sobre los padres e hijos, y además de ese taller aplicamos instrumentos de economía del comportamiento”, relató.
El trabajo consistía en mandar por Whatsapp, tres veces por semana, mensajes protocolizados diseñados por especialistas, para reforzar lo que habían aprendido en los talleres que eran temas de lenguaje, seguridad, apego, alimentación. Al año siguiente, vieron que quienes habían participado de estos programas, mejoraron el tema del lenguaje con respecto a quienes no participaron.
“En la pandemia enviamos solo los mensajes sobre crianza con la idea de movilizar todo el capital humano que hay en la casa para que ayudaran con la crianza y mejoraran el ambiente del hogar, hicimos esto durante seis meses”, explicó Cid.
En ese sentido dijo que, muchas veces, en los contextos más vulnerables, los padres, además de preocuparse por los hijos, tienen que atender temas como que se les llueve la casa, la pérdida del trabajo, los cortes de luz y, a eso, sumarle que tiene leerle al hijo cada día.
“Entonces, en vez de decirles ‘tenés que leerle a tu hijo’, le partimos esa tarea en cosas más chicas. Por ejemplo, con mensajes que digan ‘intentá hoy, al llegar a tu casa, leerle cinco minutos de estos cuentos que te envío’. Es decir que trabajábamos los mensajes de texto para ayudarlos a mejorar la crianza”, sostuvo el entrevistado.
Invertir desde el vientre
“Todos los que estamos en la órbita científica sabemos que la mejor inversión es lo que se haga con el niño desde que está en la panza de la madre”, aseguró el entrevistado. Agregó que si los gobiernos tienen US$ 100 para gastar en cada persona, “es indiscutible que donde rinden más es invertirlos cuando el niño está en la panza de la madre o es recién nacido”.
En la UM, en el equipo dirigido por Ana Balsa se está trabajando en desarrollar, junto con entidades públicas y privadas de salud, un programa de embarazo positivo con cientos de madres. Lo que se hace es tratar de ayudar a los padres en temas de crianza, pero desde que el bebé está en la panza, y a través de mensajes o chatbot estar en contacto con ellos para brindar consejos.
“Involucrar al padre en la crianza del niño ayuda a que la madre se libere más temprano y pueda salir a trabajar o estudiar siendo el niño chiquito. La participación de la mujer productiva en el mercado laboral achicará la brecha salarial, porque la puede hacer volver antes al mercado del trabajo. Hoy la mujer quiere desarrollarse profesionalmente y también sacar su familia adelante”, resumió Cid.
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