Estamos en la finalización de un año y el comienzo de otro y, como siempre sucede en estas fechas, surge el problema de la basura en Montevideo, a veces más y a veces menos, en algunos lugares más y en otros menos, en fin, nada nuevo. ¿Nada nuevo? Bueno, no, o al menos no tan igual, ahora se habla de las papeleras y nada tiene que ver con Botnia, UPM o como se llamen, ni nadie se asuste porque no hay ningún corte de puentes con Argentina, dado que tiempo ha que los entrerrianos se dieron cuenta de que sus niños no nacerán con dos cabezas. No, el asunto son las papeleras en Montevideo y muy especialmente las de la Av. 18 de Julio, que en su oportunidad la Intendencia dispuso sacarlas.
Sí señor, en eso gastamos nuestro tiempo los uruguayos, o al menos los montevideanos que, por supuesto, en mayo próximo le daremos trabajo otra vez a la Corte Electoral, como en todo el país. Mientras que en Kazajistán tratan de averiguar por qué cayó un avión en su territorio causando alrededor de 38 muertos, mientras en Argentina están muy preocupados porque un gendarme de su país ha sido acusado de algún complot extraño en la patria del señor que habla con los pajaritos, mientras que en Europa y en la OTAN se encuentran expectantes de lo que dirá y hará Donald Trump luego del 20 de enero, por aquí polemizamos sobre qué hacer con algún boleto usado de ómnibus, un chicle, la cubierta de un caramelo, una cajita vacía de fósforos, etcétera. y otros temas existenciales por el estilo. ¿Los arrojamos a la vereda en forma subrepticia o los guardamos en algún bolsillo? ¿Buscamos con la vista algún contenedor más o menos limpio para abrir su tapa y los depositamos en él? Y si dentro de dicho contenedor nos encontramos cara a cara con un compatriota durmiendo plácidamente, ¿cuál será nuestra actitud? Preguntárselo a Descartes para que nos conteste “pienso, luego existo” (traducción libre) parece un poco exagerado. Obviamente y de acuerdo con nuestra idiosincrasia, quedaremos casi paralizados y sin hacer nada, igual, poco cambiaría ya que así viene sucediendo desde tiempo inmemorial.
Seguramente debe ser por eso que muchos jubilados del llamado “primer mundo” consultan para venirse a radicar a estas tierras, sabiendo que aquí las cosas ocurren siempre treinta años más tarde que en el resto del mundo, pero están equivocados, pasan cuarenta años después.
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