Fernando Ruiz es profesor de Periodismo y Democracia en la Universidad Austral, miembro de la Academia Nacional de Periodismo de Argentina y expresidente del Foro de Periodismo Argentino. Es autor, entre otros, de los libros Cazadores de noticias. Doscientos años en la vida cotidiana de los periodistas (Ariel, 2018) y Guerras Mediáticas. Las grandes batallas periodísticas desde la Revolución de Mayo hasta la actualidad (Sudamericana, 2014). En el marco de las Jornadas Internacionales sobre Medios, redes y polarización organizadas por la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires, La Mañana conversó con el Lic. Ruiz sobre la relación entre el periodismo y la democracia y sobre todo en los procesos de polarización. Además rememoró su inicio profesional con un viaje por América Latina durante un año y su encuentro en Montevideo con Alberto Methol Ferré, “quizás haya sido mi principal formación, fue una maestría itinerante”, afirmó.
¿Cómo despertó tu vocación por el periodismo?
Estudié Ciencias Políticas y luego hice un doctorado en Comunicación. Siempre me interesó mucho la relación entre el periodismo y la democracia, y para profundizar en ello hay que hacer mucha biblioteca y mucho territorio también, las dos cosas. No alcanza la biblioteca ni alcanza el territorio, hay que combinarlos. Estos años he estado haciendo eso: dando clases e investigando como profesor de tiempo completo de la Universidad Austral y, a su vez, participando activamente en organizaciones de periodistas, escribiendo notas y tratando de estar y conocer el territorio. Lo he hecho, también, recorriendo mucho América Latina. El foco de mi trabajo es entender cómo se relaciona el periodismo con la democracia. De hecho, hay muchísima correlación entre cómo funciona el primero y la situación de la segunda. Cuando el periodismo va para atrás, está mal o se hace con poca calidad, sufre la democracia. Al mismo tiempo, un contexto democrático de baja calidad es un pésimo escenario en el cual hacer periodismo, entonces tienen muchísima relación entre sí.
¿Cuáles son esos indicios de baja calidad del periodismo?
Cuando ves que quienes se consideran periodistas no respetan el método periodístico. No tienen una forma rigurosa de buscar, procesar y difundir información, que es lo más básico. Porque el objetivo fundamental del periodismo es generar información de calidad que pueda ser compartida por la sociedad. Si esa refinería de información que es el periódico no produce buena información, tenés una baja calidad periodística. Y esa mala información que circula socialmente deteriora todo, es como agua o aire de baja calidad, poluciona, arruina todo lo demás. Entonces, viendo la calidad de la información disponible, ves la calidad del periodismo que tenés.
Actualmente estoy trabajando sobre la relación entre periodismo y desigualdad social. Como ocurre en toda América Latina, los países en general tienen unos niveles de desigualdad social muy alta, con amplios sectores de la sociedad en la pobreza y pobreza extrema, durante mucho tiempo de forma persistente y extrema. Cuando pasa eso, es muy probable que las instituciones principales tengan responsabilidad y estoy tratando de analizar si el periodismo tiene alguna responsabilidad en que las sociedades sean tan desiguales. La sociedad en general no considera la desigualdad como un problema por resolver –aunque le encantaría resolverlo– porque le parece insoluble y entonces, al no verlo como un problema por resolver, no se genera la presión para hacerlo: como es un problema insoluble, no nos ocupamos de él. Es un argumento que termina confirmando y cristalizando la desigualdad.
¿Quién tiene responsabilidad, la clase política o el periodismo?
Todos tenemos responsabilidad. El periodismo tiene una cuota de responsabilidad. Hay que empezar a entender los problemas públicos con una visión más inclusiva. Cualquier tema del que se esté hablando tiene que incluir a todos los sectores sociales. No solo a personas de clase media, sino a todas las personas de todas las clases sociales. Generalmente, a las clases populares se les pregunta lo que sienten, pero no lo que piensan. Son vistos más como objetos de otros que como sujetos propios, y ellos mismos muchas veces se sienten así. Entonces, ¿cómo se hace para desnaturalizar una situación en el debate público si tenés en tu familia con seis hijos, de los cuales tres nunca comen en la mesa principal, sino en el suelo? Llega un momento en que las situaciones hay que discutirlas colectivamente. Y esa discusión colectiva no se da porque no se considera que se vaya a solucionar el problema. Sin embargo, la solución pasa por entender que es un problema que se puede resolver.
¿Es posible que los requerimientos contemporáneos del oficio, tendientes a la inmediatez, aceleren los procesos de investigación y periodísticos?
Sí, por supuesto, forma parte del profesionalismo que hoy el periodismo debe tener. Se hace todo mucho más rápido que antes y, entonces, ser profesional significa procesar información más rápidamente. Pero lo que es innegociable es la calidad de la información que se da, ahí no puede haber negociación, no hay excusas para no dar información verídica, veraz. Un periodista no puede escudarse en el poco tiempo que tuvo por dar información falsa.
¿La selección de los temas y enfoques de los medios o periodistas pueden estar sesgados también por razones económicas?
Sin duda, hoy ese es un problema central, que está afectando mucho la calidad de la información porque afecta al propio trabajo periodístico. Los periodistas no pueden dedicarse a su labor, no tienen las horas suficientes para hacer un trabajo profesional y eso afecta a la calidad, porque los ingresos son bajísimos o deben tener muchos trabajos. Son cosas que también han pasado en otros momentos, pero durante mucho tiempo hubo una especie de “isla profesional” del periodismo, en la cual había un sector que sí podía hacer eso. Hoy está en discusión la propia isla de calidad periodística y laboral que había, se está achicando mucho. Los ingresos de las grandes redacciones cayeron muchísimo, los de las empresas también. Eso afecta mucho a la calidad y está pasando en todo el mundo. Estos problemas, a su vez, suelen conducir al multitasking, a que cada periodista deba ocuparse de todo. Pero son las condiciones en que se puede ejercer. Hay muchos medios unipersonales y no les queda otra que hacer esa. En la medida en que puedan ir creciendo los ingresos podrán ser menos multitasking, pero si no, es la única manera de hacerlo.
En ese sentido, ¿cómo debemos entender el periodismo, sin vaciarlo de contenido y rigurosidad, ante las exigencias del entretenimiento y la comunicación?
De la misma forma que un profesor en una clase. Tiene que saber mucho, pero también tiene que comunicarse y si no lo hace no está funcionando como profesor, por más que sea un premio Nobel. La comunicación periodística funciona igual que la del profesor, quien tiene que ser entretenido en clase porque de lo contrario no funciona el proceso pedagógico. Como periodista tenés dos funciones fundamentales, generar la información y comunicarla. La búsqueda del título, todo eso, forma parte de la comunicación. Hay quienes son muy buenas periodistas, pero son muy malos para comunicar y quienes son muy buenos para comunicar, pero son malos periodistas. Hay algo que está fallando. Lo importante es construir información rigurosa y luego tener la capacidad de comunicarla. Las dos cosas forman parte del periodismo. Para comunicar es muy importante el entretenimiento, que generalmente se considera venenoso en el periodismo, sin embargo, es fundamental, porque si la información no es entretenida, no comunica. Necesitás generar entretenimiento.
También hay vacíos temáticos, a veces parece que son siempre los mismos temas que están dando vueltas, mientras que otros no alcanzan suficiente visibilidad.
Eso es cíclico, porque los temas, en gran medida, son pautados por la clase política, que va definiendo los temas que se van hablando, de los que hablan los periodistas, y los que quedan en la sombra o de pronto son muy visibles. Es el proceso histórico del debate público, cómo va conformándose. A veces surgen actores sociales nuevos, que imponen temas nuevos, entonces de pronto se empieza a hablar de un tema del que antes no se hablaba. Es una de las cuestiones claves de la política democrática: la agenda, cómo los temas van entrando y saliendo de la agenda.
¿Qué rol deben jugar los medios de comunicación masiva, que son los que pueden llegar a más territorio?
Lo fundamental es que no entren en los procesos de polarización para que no reduzcan sus niveles de profesionalidad. En la medida en que un medio entra en un proceso de polarización, reduce casi automáticamente sus niveles de profesionalidad y entonces afecta su capacidad de llegar a los distintos sectores de la población porque empieza a llegar a uno solo.
La clave del bien público que ofrece el periodismo es la información compartida. Esto quiere decir información rigurosa que puede ser compartida por personas que piensan distinto. Y eso que parece muy fácil y simple es lo que hoy está en crisis por los procesos de polarización. La gente no comparte la información, lo que es verdad para uno no es verdad para el otro, entonces no hay información compartida. Eso dificulta los procesos de debate, de deliberación, de acuerdo, porque las personas viven lo que se llama “polarización cognitiva”. Cada uno vive en un mundo distinto y entonces es muy difícil poner de acuerdo a dos personas que viven en mundos diferentes. Tiene que haber una base informativa común, si no la hay es muy difícil ponerse de acuerdo en las democracias.
América Latina en los ojos de un periodista
¿Qué podrías decirnos de tu contacto con otros colegas y realidades latinoamericanas?
Veo que en América Latina hay muchas similitudes. Por supuesto, cada país tiene sus particularidades, pero los periodistas viven situaciones bastante parecidas. A veces son más o menos riesgosas, pero la precariedad del trabajo periodístico es similar en todos lados. La dificultad de hacer una vida y mantener una familia siendo periodista es un problema en todos los países, por lo menos en América Latina, en eso hay coincidencias. Algunos gobiernos son más dictatoriales, como Venezuela, Cuba, Nicaragua, países donde el periodismo está completamente perseguido o fuera del país, directamente en el exilio. Otros países tienen amplísimos márgenes de libertades como Uruguay, Argentina, Chile, Brasil. Eso condiciona muchísimo. Otros países tienen diferencias territoriales muy grandes, tenés ciudades en las que hay muy buen periodismo, pero hay otras zonas muy grandes en las que prácticamente no hay periodismo. En Colombia o Brasil desde hace un par de años están saliendo varios trabajos que señalan lo que se llama “desiertos informativos”, y demuestran cómo en muchos territorios de varios países directamente no hay periodismo, hay poblaciones que no tienen periodismo local y eso afecta, obviamente, la calidad democrática: que haya amplísimos territorios en los que no hay periodismo afecta la calidad democrática.
Conocés y has tratado con Alver Metalli, experiodista de laRAI para América Latina, ¿qué te parece su trabajo?
Me gusta mucho. De hecho, Alver me ha presentado a uruguayos muy ilustres como Alberto Methol Ferré, por quien siento mucha simpatía. Tuve la posibilidad de pasar días en su casa en Montevideo hablando con él, porque cuando terminé mi carrera de Ciencia Política hice un viaje por América Latina durante un año y Metalli me recomendó que antes de empezar fuera a Montevideo a hablar con Methol Ferré. Estuve dos días hablando con él. Y a partir de eso arranqué el viaje, así que tengo muchísimo cariño y admiración, tanto por Alver como por Tucho.
¿En cuánto sentís que esos encuentros expandieron tu visión sobre América?
Es muy difícil saberlo ahora, pero sin duda muchísimo. El encuentro tanto con Alver como con Methol Ferré fue muy iluminador, porque yo empecé a seguir caminos que ellos habían hecho hacía décadas. Cuando te subís a los hombros de ellos, crecés muchísimo, crece tu visión. Además, yo recorrí América Latina con cartas de Alver recomendándome. Antes te daban cartas, entonces vos ibas a un lugar con la cartita de Alver en Nicaragua, El Salvador, Uruguay, Bolivia, México, Panamá, hasta en Cuba, recorriendo con personas que también tenían una identificación, muchos de ellos con el mundo cristiano, por ejemplo, y no solamente, porque también entrevisté miembros de la guerrilla menos cristiana de la historia e integrantes del Partido Comunista de varios países. Fue como una red, conocí y pude entrevistar a fondo a muchos referentes gracias a Metalli y Methol Ferré.
¿Cuánto marcó ese año de periodista “ambulante” tu carrera?
Quizás haya sido mi principal formación, fue una maestría itinerante.
¿Lo recomendás a tus alumnos?
Sí, lo recomiendo. Antes lo recomendaba más, pero ahora tengo miedo de empujar a chicos –que quizás son o yo los veo más chicos– a situaciones para las que tal vez no estén preparados. Antes medio que los alentaba, hoy simplemente les digo: “Esto está bueno hacerlo, si les interesa”.
Y en tus clases, ¿tomás conceptos de Methol Ferré o Metalli que tengan que ver con su visión latinoamericana?
Sí, más que nada la cuestión de ver a América Latina como una unidad cultural. Han pasado ya 20 o 30 años de ese viaje, pero sobre eso construí todo, así que se los agradezco a ellos.
El periodismo en el aula
Fernando Ruiz lleva muchos años ejerciendo la docencia en el área del periodismo, sin embargo, dice no encontrar grandes diferencias entre las varias generaciones que ha visto pasar: “Soy muy malo para eso porque los veo siempre iguales. Hablo con mis colegas, profesores y me dicen que cambiaron por esto, por lo otro, pero yo siempre tengo sensaciones bastante parecidas”. Para él, siempre hay alumnos con capacidades de adaptación y aprendizaje extraordinarias, y aquellos a los que hay que motivar de mil formas distintas. Señala que actualmente se lee mucho menos, pero agrega: “Los profesores también leen mucho menos, así que no solo los alumnos”.
En cuanto a las virtudes y valores que un estudiante de periodismo debe desarrollar, Ruiz destaca la honestidad intelectual y la curiosidad. “La rigurosidad es especialmente importante. Hay que ser medio psicópata con eso, con la rigurosidad”, precisa, y agrega una cualidad fundamental: “Ser muy disponible, es lo que siempre hablamos como seres humanos, nuestra capacidad de escuchar al otro. El periodismo debe tener la escucha muy potenciada. No escuchar lo que uno quiere escuchar, sino escuchar lo que efectivamente la persona está diciendo, que no es lo mismo. Muchos periodistas escuchan lo que quieren escuchar y lo que les interesa de lo que les dijo su entrevistado. Esa capacidad de escuchar al otro no es solo parte de ser una buena persona, hay que entrenarla”, concluyó.
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