Forman un equipo sacerdotal como párrocos en Guadalupe y Possolo, en los barrios Borro y Las Acacias. Los sacerdotes Pablo Coimbra y Luis Ferrés recibieron a La Mañana para dialogar sobre la misión pastoral en una zona marcada por la vulnerabilidad y la violencia, donde la Iglesia Católica identificó una menor presencia de fieles respecto al promedio, a pesar de la presencia permanente de obras y testimonios como el del Padre Cacho.
¿Qué huellas marcaron sus primeros años?
Pablo Coimbra: Nací en Salto, en una familia de trabajo. Me eduqué en el Colegio Salesiano y desde temprano nació el llamado vocacional, al que no le di tanta importancia, sino que resurgió después de muchos años. Tuve una vida normal de cualquier muchacho del interior, vine a Montevideo y me recibí de Contador Público. Siempre estuve vinculado a la Iglesia, nunca dejé de formar parte de los grupos parroquiales.
Junto con otros iniciamos una obra de trabajo con niños y jóvenes con problemática social en la zona de Villa Muñoz, más conocido como barrio de los judíos, que en su momento tenía un panorama complejo, con mucha delincuencia y prostitución, en el medio de la ciudad. Se fundó una obra que hasta ahora sigue vigente, el proyecto Gurisaes en convenio con el INAU que atiende como 200 jóvenes. A partir de ese vínculo me resurgió la vocación y la historia que culmina con mi ordenación hace 13 años.
Luis Ferrés: Yo nací en Montevideo en 1990, tengo 31 años, soy de los sacerdotes jóvenes. Mis padres ambos católicos practicantes y mis abuelos también. Fui al Colegio Lamennais. A los 19 años tuve el llamado vocacional mientras iba a la parroquia de Belén con el padre Elizaga, muy conocido por las misas carismáticas, y cuyo testimonio me marcó mucho. Luego entré al seminario y me ordené en el 2018. La primera parroquia en la que estuve fue esta de Guadalupe como vicario, después un año volví a Belén hasta que comencé en Possolo.
Por otro lado, desde niño mi sueño siempre fue ser cantante, viene muy arraigado de muchos integrantes de la familia. Era muy común aprender instrumentos y participar en cumpleaños y festejos. Cuando surgió esto de la vocación empecé a integrar la música en lo que es normal en las misas, campamentos, pero recién me largué a componer en 2015 cuando inicié mi trabajo en el Liceo Jubilar, donde estuve seis años. Hoy en día tengo las canciones en Youtube y Spotify.
¿Qué importancia tiene la comunicación para la Iglesia?
Coimbra: La Iglesia históricamente siempre estuvo a la cabeza de los tiempos en cuanto a las comunicaciones. En su momento fue experta. Por supuesto que el avance tecnológico hizo que quedara replegada al punto tal que no se aggiornó en los medios a utilizar y mucho menos en el lenguaje. Cuando el Cardenal Sturla me pide que asuma la dirección del Departamento de Comunicación de la Arquidiócesis, me propuse un plan ambicioso, porque tenía la convicción que esto era el cerno mismo y el sentido natural que la Iglesia tiene, es decir, el de anunciar.
Se empezó a armar un proyecto con un sinnúmero de aportes profesionales, no solo locales sino también internacionales. Después el tema era llevarlo a la práctica, conseguir recursos para la infraestructura, contratar profesionales de distintas áreas, modernizar los medios gráficos, con la Radio Oriental, el canal web, se montó un estudio y se revitalizó un teatro del Club Católico -que en su medida es uno de los mejores de Montevideo-. También se hizo mucho hincapié en la oficina de prensa y nuestro propósito era ser fuente de información para los medios en lo referido a la Iglesia.
¿Existe un alto grado de desinformación sobre la Iglesia?
Coimbra: La hay a nivel mundial y en Uruguay particularmente es mayor. Más ignorancia, por la secularización temprana que hace que el fenómeno religioso no esté presente en la gente, en la cultura, en la educación. A veces, por prejuicio, de un lado y del otro, del nuestro también, creemos que hay malas intenciones. Pero generalmente no es más que ignorancia. Eso descubrí en el trato y la relación con la prensa y los periodistas. Eso se subsanó tendiendo puentes, generando nosotros la información, aportándoles datos. Lo que hizo que, notablemente, aparezca la presencia positiva de la Iglesia en los medios de comunicación locales.
Una presencia con un mensaje positivo porque se trabajó mucho el lenguaje a utilizar. Veíamos que la Iglesia salía con un discurso marcadamente moralista y por eso era arrinconada y llevada a ese terreno, perdiendo de anunciar lo que tiene que anunciar en primer lugar, que es el amor de Dios.
Una campaña que tuvo impacto fue “Navidad con Jesús” y las balconeras.
Coimbra: No fue casual que se eligió la Navidad porque vimos que la fecha se había salvado de la corriente secularista. Se pretendió en su momento llamarla “día de la familia”, pero a nivel popular siguió siendo la Navidad. Vimos una gran ocasión para recuperar su sentido y que no lo comiera Papá Noel, sino significar el verdadero acontecimiento que es el nacimiento de Cristo, Dios encarnado. La campaña tuvo relativo éxito y fue bastante extensa en la cobertura de los medios.
¿Qué significado profundo tiene el 2 de noviembre, Día de los Difuntos?
Coimbra: Si en estos momentos la Iglesia no tiene nada para decir, no lo tiene nadie. Recién venimos con Luis de un entierro y es cuando el sacerdote se siente más escuchado, porque ante el misterio de la muerte lo que puede hacerse desde lo humano es nada. Hasta el más ateo o anticlerical calla y te escucha. La Iglesia es portadora de un mensaje de esperanza para eso, cuando se encuentra el límite insoslayable de la muerte. Y es una ocasión para nosotros para anunciar el Evangelio de la vida, a Jesús como aquel que nos salva, justamente del pecado y de la muerte. Ningún sabio o poderoso en la historia se atrevió a decir, como Jesús, que es “la resurrección y la vida” y eso es determinante.
Ferrés: Desde hace unos años se hace lo que se llama la “Misión de la Esperanza” en un día que la gente está muy sensible y tocada. En esta fecha, por ejemplo, se acercan -cada vez más- madres que perdieron hijos asesinados. Desde la Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis se organiza e intenta que sea un ámbito donde misionan los jóvenes, para que vayan a todos los cementerios, donde también hay misas. Se reza y se ofrece al que quiere tener una oración. Hay gente que dice que sí y otros que no. En estos barrios se vive mucho el drama de la muerte, sobre todo por la cantidad de asesinatos de gente joven.
¿Cuánto condiciona a la tarea pastoral esa situación de violencia y la propia inseguridad?
Coimbra: En estos barrios el dolor y el sufrimiento están más a flor de piel. Si bien es parte de nuestra vida, acá se hace más explícito y se hace más consciente. El sacerdote entre otras cosas intenta llevar consuelo al alma y la paz que viene de Dios. La cercanía, el estar presente, es importante. Las parroquias son verdaderos puntos de referencia y las personas capaz que no vienen a misa, pero cuando pasan estos acontecimientos, acuden. Por eso tenemos que estar siempre dispuestos y preparados, porque es algo que repercute en esas familias y en todo el barrio.
Ferrés: En cuanto a la inseguridad, es una limitante a la hora de hacer un encuentro o una actividad. En general en estos barrios el horario no se puede ir hasta muy tarde. En invierno cuando oscurece temprano limita mucho.
¿Cómo surge la iniciativa de los equipos sacerdotales en estos barrios?
Coimbra: Surge como una inquietud de por parte del Cardenal Sturla a raíz de una encuesta que pidió él en Montevideo. En realidad no se necesitaba la encuesta para saber las conclusiones, que eran casi evidentes, pero tenerla es una base muy importante. De allí surgió que en Montevideo el 40% se dice católico, aunque bastante mal distribuido: en la costa es el 60% y en la periferia apenas el 20%. Esto llamó mucho la atención porque no es que la Iglesia no haya estado presente, lo está hace años y trabajando de manera comprometida con un sinnúmero de obras. Pero algo lo hacía no tan eficaz.
Por eso el Cardenal pasó a considerar las zonas de periferia como una prioridad pastoral para la Arquidiócesis, a través de una cantidad de medidas y propuestas que se toman. Se hizo un llamado abierto a todos los sacerdotes para ofrecerse a asumir esta tarea distribuida en prácticamente nueve parroquias. Al padre Luis en Possolo y yo en Guadalupe nos proponen formar un equipo sacerdotal, una de las propuestas del Cardenal, que trae muchos beneficios para el apoyo en la acción, codo a codo. Con el propósito principal de evangelizar, que es la verdadera liberación humana.
¿Cómo se despliega ese trabajo?
Coimbra: Los desafíos son muchos, las manos son pocas, pero eso ya está en el Evangelio. Se necesitan más manos porque tenemos la atención de las dos parroquias, prácticamente seis capillas, dos colegios y dos obras sociales grandes que son la Obra Banneux y la de las Hermanas de Calcuta que tienen un hogar de ancianos. Todo eso requiere de atención pastoral y somos dos sacerdotes. A eso hay que sumarle toda la misión que hay que hacer en el barrio, porque acá hay que salir mucho, hay que caminar, visitar las casas, a los vecinos.
¿Cuáles son las principales demandas espirituales en estos barrios?
Coimbra: No hay grandes diferencias porque la sed y el hambre humana de Dios y de entrar en comunión con él es común a todos. Acá noto más apertura a lo espiritual, a lo trascendente. Lo que también tiene sus riesgos, porque la “oferta religiosa” -llamémosle así- es un abanico muy amplio y las personas están muy permisivas a cualquier propuesta que se les haga de “salvación”. Ahí también para nosotros desde el punto de vista pastoral es un desafío muy grande que tenemos en estas zonas particularmente.
¿Y demandas materiales?
Ferrés: Diría que concretamente comida y trabajo. Es muy común que gente se acerque a pedir alimentos y también -aunque en menor cantidad- pidiendo trabajo. A veces ropa.
Coimbra: También hay un tema de educación en el sentido amplio. Antes que se fundara el Liceo Jubilar el reclamo que había era que hubiera un liceo. A raíz de ello la Arquidiócesis tomó la iniciativa y el Jubilar fue un modelo para otros parecidos.
Mencionaba recién la educación, también hay un hincapié en la formación en oficios y el desarrollo de los jóvenes. ¿Cómo es aquí?
Coimbra: La parroquia como tal no desarrollo ningún proyecto social propiamente dicho, la Iglesia por supuesto que sí. Y la parroquia tiene contacto y derivación con aquellos. Acá cerca está Los Pinos, el CADI, Tacurú, la Escuela de Oficios Don Bosco y un sinnúmero de presencias que tienen particularmente ese carisma, que tiene que ver con la formación de los jóvenes, con un oficio, la inserción laboral o apoyo a la educación formal.
¿El Estado se apoya en estas obras? ¿Hay una presencia real?
Ferrés: En Possolo tenemos en una de las capillas funcionando “El Achique Casavalle” que es un convenio con la Junta Nacional de Drogas, a través de un centro diurno para adictos. Y en la parroquia trabaja en uno de los edificios el Ministerio de Educación y Cultura haciendo talleres para niños, de arte, de juegos, en vacaciones sobre todo. Los principales desafíos son la calle y las drogas.
Coimbra: Yo no hace mucho que estoy acá, apenas desde febrero de este año. Creo que hay una presencia relativa del Estado, con este tipo de proyectos, pero no hay una presencia estable. La ventaja que tenemos nosotros es que vivimos acá. Las obras de la Iglesia están todo el tiempo. Recuerdo que hace unos años hubo una asonada acá en Marconi y prácticamente se cerró todo, las escuelas, servicios, y solo la policía se mantuvo en pie, pero el Estado se replegó. Lo único que se mantuvo abierto y sin cerrar fueron las obras de la Iglesia. Acá palpitamos con el barrio, hay un tema vocacional en el fondo, y la gente lo percibe.
El Padre Cacho realizó una gran actividad en esta zona, ¿en qué se aprecia su legado?
Ferrés: Se ve el legado del Padre Cacho en la gente, la de una cierta generación, porque los jóvenes capaz no tienen mucha idea salvo lo que escuchan. Pero otros quedaron muy marcados. El año que viene van a ser treinta años que falleció, pero sigue estando muy vivo y se lo recuerda mucho con anécdotas personales. Algunos expresan que para ellos Cacho fue “Jesús en la Tierra” o que era “buenísimo”, pero siempre con un reconocimiento muy grande, y se lo recuerda sobre todo por sus gestos. También en las obras sociales como San Vicente que tiene un CAIF y tantas otras que se deben a él.
¿El trabajo permite una salida económica para la gente?
Coimbra: Esta demostrado, con distintos testimonios, que gente de estos barrios habiéndoles dado las oportunidades suficientes, no solamente han desarrollado su vida profesional sino que se han destacado. Hay experiencias concretas, con nombre y apellido.
¿Qué sucede respecto a los liberados de las cárceles?
Ferrés: Es muy difícil. No los toman de muchos lados, a veces agarran algún plan del Estado o changas. El tema del trabajo es uno de los grandes desafíos para estas personas. Y la droga es un obstáculo grande. En general si estuvieron en la cárcel llegan con adicción o propensión a la adicción. No cortaría diciendo que todos los casos, pero se da mucha reincidencia por la falta de oportunidades. Por eso lo único que salva en este contexto es la fe.
¿Qué hay respecto a luchar contra los prejuicios que existen?
Coimbra: Por supuesto que estos barrios están estigmatizados por muchas cosas. Cuando digo que estoy en el Borro a la gente al principio le resulta como que es difícil llegar a verme, hasta que vienen y se sorprenden porque no es tanto como imaginan. Quiero rescatar los signos positivos, las cosas buenas que tienen estos barrios y esta gente, que es mucho. Cuando nos planteamos el proyecto pastoral y se hizo un análisis de la realidad, claro que saltó lo malo que todos saben, pero resultó que la lista de cosas buenas era mucho más larga.
Ferrés: Hay una mayor vida comunitaria, la gente puede llegar a ser más solidaria. No hay un vínculo tan reservado.
Coimbra: Te abren la puerta como si nada y son sumamente solidarios. Se preocupan el uno por el otro, no son mezquinos. Hoy escuché un testimonio de una persona en situación de calle que estuvo durmiendo donde siempre desde hace 25 años y se apareció una mujer, también en situación de calle, que le habían robado todo, casi desnuda, y él le dio toda la ropa que tenía, fue a buscar comida para ella y nos decía “y yo no la conozco”. ¿Quién hace eso en tal situación? Es el óbolo de la viuda del Evangelio en la que Jesús fija su mirada por dar todo lo que tenía.
Las empresas y el trabajo del futuro
El Padre Pablo Coimbra, contador público, ejerció durante varios años la profesión y trabajó en el Banco de Previsión Social. Además, fue asesor de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE). En su cuenta de Twitter, Coimbra escribió: “En tiempos de la robótica si te transformás en una máquina pronto serás sustituible. Solo el misterio de lo humano te hará imprescindible”. La reflexión la hizo a propósito de un panel al que fue invitado sobre la visión del trabajo desde el punto de vista de la fe.
Consultado sobre la frase, Coimbra explicó: “¿Cómo uno puede competir con una máquina? Creo que la salida es por profundizar lo propio que da lo humano, que no da ninguna máquina. Tiene que ver con el misterio de lo humano, con la imaginación y la inventiva. Eso va a resultar más productivo que una máquina, en un ambiente de compromiso mucho mayor con la organización”.
“Que los empresarios tomen en cuenta que no pueden tratar a sus empleados como máquinas. Es la mirada de la empresa como una comunidad de personas en la que todos tienen que ganar. El empresario ganar su justa renta, el trabajador su justo salario, el proveedor cobrar un justo precio, el Estado cobrar impuestos justos y el consumidor consumir con calidad y a buen precio. Esto genera una riqueza humana que es un valor para la sociedad”, sostuvo.
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