Un grupo de alumnos del liceo de Guichón realiza investigaciones arqueológicas en las ruinas de la casa que José Gervasio Artigas compartió con Melchora Cuenca, como forma de involucramiento entre los jóvenes y la historia del territorio, pero también como parte de la formación en valores. La labor le ganó el reconocimiento de la Unesco hace diez años en el marco de la celebración por el bicentenario de la Constitución española.
En el oeste de Paysandú, en una zona donde la vegetación nativa reina y en los márgenes de uno de los ríos más caudalosos del país, se encuentra un área virgen, silvestre, protegida y agreste: los Montes del Queguay. Al llegar al ingreso uno se encuentra con el Centro de Visitantes, una moderna edificación recientemente inaugurada como parte de un proyecto del Ministerio de Turismo con el Banco Interamericano de Desarrollo, que brinda asistencia y orientación a los visitantes. Pero también se encuentra con una estructura alta, elaborada con viejos rieles, que conserva el contorno de Uruguay y Paraguay, y en el espacio central deja una abertura a través de la cual, si se mira derecho y con un poco de esfuerzo, se enmarca a lo lejos una loma verde; allí, rodeada de abundante vegetación, hay más historia de lo que uno puede imaginar.
Un guía local explica entonces que este es el acceso al Paso de Andrés Pérez, un sitio que guarda relación con José Gervasio Artigas, Melchora Cuenca, indígenas guaraníes, guenoas minuanes, charrúas, portugueses y españoles. Tanta historia en un solo punto. Dicen que es imposible adentrarse fortuitamente en el monte si no se conoce el lugar y que esta característica fue lo que hizo de este enclave un lugar perfecto de refugio, a los márgenes de un río que, en lengua nativa significa, “donde confluyen los ensueños”.
“Hurgando en el Archivo Artigas encontramos varios datos que hacen referencia al paso de Artigas por aquí, como que en el año 1814 llegó con cuatro mil personas a este mismo lugar, dejó acampadas a las mujeres y se fue a Belén a enfrentarse al Mayor Santos”, dijo Carlos Urruty –docente de historia y baqueano de naturaleza– a La Mañana, pero agrega que el paso de prócer por estos lares data de mucho antes.
Y esa misma historia rescata el historiador Álvaro Suánez. Oriundo de Guichón, realizó algunas investigaciones en la Facultad de Ciencias y hoy se encuentra orientado a la docencia con liceales de la zona, donde los impulsa a redescubrir el pasado de primera mano, ingresando a los mismos montes donde estuvo el prócer, atizando pistas tras las ruinas, introduciéndose en la tierra para despertar la curiosidad –siempre intrínseca al adolescente– por su propio territorio.
Un sitio de refugio
Suánez contó a La Mañana que la zona de Andrés Pérez debe su nombre en honor al hijo de un inmigrante vasco llegado a estas tierras en 1760, cuyos 13 hermanos –las mujeres no están en ningún registro– fallecieron en distintas batallas junto a Artigas.
Por ese paso circulaba todo el ganado, el ejército, el armamento y la diligencia, y en esas tierras el mismo Artigas heredó una estancia la cual fue el hogar en el que vivió con Melchora Cuenca y donde vivieron también sus hijos Santiago y María.
“No es fácil ver la casa donde estuvieron. Si bien hoy los caminos actuales facilitan el acceso al cerro, es difícil encontrarla porque está escondida en la ladera de la loma, algo muy típico de las construcciones de las épocas, para que puedas ver sin que te vean”, explicó Suánez. Además, apuntó a que Artigas trajo a Melchora a este lugar ante el peligro inminente de las invasiones portuguesas. “Los portugueses sabían que tener a la familia de Artigas era un elemento de hacer presión, entonces mandó una partida para acá, pero Melchora se enteró unos días antes y se escondió con sus dos hijos en los montes del Queguay, en el lugar más imponente del país”, relata. Melchora se quedó en este sitio hasta que pudo conseguir un salvoconducto a través de Bernardina Fragoso, pero para poder salir con María tuvo que entregar a Santiago a Fructuoso Rivera.
En la década de 1840, Melchora partió a Paraguay y la finca quedó abandonada. “En el año 1956 el Municipio de Guichón mandó a demoler la casa porque necesitaba piedras, ya que se trataba de una construcción jesuítica que perteneció a las misiones, elaborada en base a este elemento”, relata el historiador.
Esta acción se ejecutó y es por eso que lo que hoy se encuentra en el lugar son solo ruinas.
La etapa de investigación
Actualmente la Facultad de Ciencias realiza un estudio de exploración, donde la hipótesis más fuerte que se maneja es la doble construcción de la casa, ya que la misma estaba edificada de dos formas distintas, lo que da a suponer que antes de la llegada de Melchora hubo un reacondicionamiento de la finca.
“En este lugar hemos encontrado muchas cosas. Podemos decir que luego de una década de investigación todavía estamos con conclusiones preliminares abiertas, pero hemos encontrado botellas y frascos de perfume o remedios de la época, armas de fuego, platos y jarrones que apuntan a la vida que había en el lugar”, dijo el historiador.
Además, en el año 2011 se comenzaron a estudiar las ruinas arqueológicamente de la mano de estudiantes de los terceros años de Ciclo Básico del Liceo de Guichón. “Vamos al lugar, acampamos con ellos y enseñamos arqueología e historia allí”, ilustró Suánez. Añadió que hoy cuentan con el apoyo de la Facultad de Ciencias, de la arqueóloga Carmen Curbelo y de arqueólogos del exterior que han aportado imágenes y objetos que ayudan a dar una mirada diferente.
En tanto, la Escuela Técnica de Guichón tiene desde hace más de una década un proyecto denominado “Naturaleza en el Aula” que permite que los alumnos de primer año tomen clases de biología e historia en los Montes del Queguay.
“Ser mejores gurises”
Este tipo de instancias no solo sirven para que los estudiantes aprendan las materias de la currícula, sino también para que tomen contacto de primera mano con el ecosistema, aprendan a cocinar un guiso, manejen una canoa y se integren con el grupo. “Terminamos enseñándoles muchísimas herramientas que les van a servir en su vida y se llevan recuerdos muy lindos. Son edades complicadas y estar en un ambiente, en ronda a un fogón, en el medio del campo, a veces permite conversar de otra forma. Hemos comprobado que los grupos cambian rotundamente luego de eso. El ambiente en el aula, el diálogo y el compañerismo mejora muchísimo”, aseguró Suánez.
Por último, señaló que es una forma más de motivarlos para que tengan buenas calificaciones, sean buenas personas “y lo más importante: que sean buenos gurises”, subrayó.
Al tiempo, uno de sus exalumnos, Diego Torres, confesó que los alumnos del liceo consideran a Suánez como uno de los mejores docentes que han tenido debido al tipo de actividades que realizaban para acercarse más a la historia, como bicicleteadas y campamentos. “De hecho, yo soy apasionado de la historia por él, y por eso estudié turismo”, expresó Torres. El hoy joven licenciado en Turismo, coordina los proyectos turísticos de la zona y brinda asesoramiento a los visitantes pintando de historia y cultura los paisajes que se ven al transitar por las tierras que alguna vez pisó el prócer.
Reconocidos en el mundo
En el año 2012, en el marco por las celebraciones del Bicentenario de la Constitución Española, Unesco eligió al mejor proyecto educativo de América para viajar a España. “Nuestro proyecto educativo, que era la casa de Artigas –quien tomó muchas ideas de la constitución española– fue elegido y pudimos viajar con los alumnos de la Escuela Técnica de Guichón a exponer. Fue un orgullo que las importantes personalidades nos escucharan a nosotros, que veníamos desde Guichón”, recordó.
TE PUEDE INTERESAR