El capítulo sobre educación es uno de los principales en la ley de urgente consideración sometida a referéndum. El director nacional de Educación, Gonzalo Baroni, está convencido que con los cambios se está “en el camino correcto” para transformar la gestión y apuntar a resolver los serios problemas de deserción e inequidad. En conversación con La Mañana, el economista y experto en desarrollo también hace un repaso de su intensa trayectoria por distintos ámbitos de la enseñanza.
Estudiaste en el Liceo Militar, ¿qué representó esa etapa en tu vida?
Este es un año muy especial porque se cumplen 75 años del Liceo Militar. El otro día tuve el orgullo y el honor de estar en la fiesta que se realizó con el ministro de Defensa, la mayoría de los generales, docentes, el cuerpo de alumnos de ahora y mucha gente que conozco. Me sentí emocionado porque hace veinte años estuve por ahí, hice el bachillerato y me sirvió muchísimo para entrar con muy buen nivel en muchísimas áreas a la universidad.
En ese lugar nos encontramos estratos medios, como mi caso de hijo de empleados públicos que con mucho esfuerzo invirtieron en mi educación privada durante un tiempo y optaron por esta educación pública de muy buena calidad. En el Liceo Militar hay una visión transversal de la sociedad. Viví la época de la crisis de 2001 al 2003 y convivía por ejemplo con gente del interior que realmente tenía problemas serios para mantenerse y culminar sus estudios si no hubiese sido por el Liceo Militar. Muchas veces los que vivíamos en Montevideo los invitábamos a pasar el fin de semana en nuestras casas, se colaboraba y apoyaba mucho. Hay un sentimiento de comunidad, de espíritu de cuerpo.
Luego con el ingreso a la universidad comenzaste a participar de la militancia estudiantil e incluso integrando órganos de cogobierno. ¿Qué balance hacés?
Salté de la educación pública del Liceo Militar con un perfil de mucho seguimiento personalizado a la Universidad de la República que es un modelo bastante liberal en su concepción en el sentido que uno entra y está solo, se desarrolla solo, sin apoyo específico de la institución. Yo hice la carrera de economista, arrancamos unos mil y pocos y nos recibimos algunos cientos. Tenía la necesidad de pertenecer y me sumé a la Corriente Gremial Universitaria (CGU), fui consejero universitario cinco años, asambleísta general, claustrista, estuve en todos los niveles, en negociaciones para elegir decanos, rectores. También en un proceso de reunificación de las distintas CGU que estaban fragmentadas en cada facultad. Había bastantes colorados, algún que otro frenteamplista, pero se me arrimaron los blancos y me dijeron que tenía perfil wilsonista. Participé en una serie de charlas con varios referentes como Lincoln Maiztegui, Luis Alemañy y Alberto Methol Ferré, que fueron convocados a la casa del Partido Nacional. Me sumé a la secretaría de Asuntos Sociales y luego derivé en distintas agrupaciones.
El cogobierno fue un modelo interesante, que en muchos niveles hay que seguir manteniéndolo, pero hay que repensarlo de cara a la investigación internacional, la inserción internacional y evitar ciertos corporativismos que son naturales. Se entiende que fue pensado con la reforma de Córdoba, pero hoy en día habría que darle una vueltita y recuerdo que participamos muchos con el proceso de reforma que estaba llevando adelante Rodrigo Arocena, que fue bastante interesante, que escuchó a la CGU a pesar de las profundas discrepancias en varios aspectos y creo yo que la inercia interna no lo permitió avanzar. La izquierda romántica conservadora no le permitió avanzar y pensar en una universidad del siglo XXI.
Egresado como economista, luego hiciste un máster en Desarrollo en Birmingham (Reino Unido). ¿En qué dirección orientaste tu formación concretamente?
Terminé la carrera cuando yo ya era presidente de la Juventud del Partido Nacional y trabajando muchas horas, como le sucede a la mayoría. Amigos me sugirieron seguir estudiando y especializándome como economista en temas con visión más local, que aporten desde el mundo hacia Uruguay. Siempre me motivaron los temas de desarrollo y me iba formando de manera autodidacta. Encontré esa oportunidad en Inglaterra, me presenté a la beca y fue una experiencia única, también para reafirmar lo que uno es. Yo decía ‘me voy para volver’, quería aportar al país lo que iba a estudiar. Las materias tenían que ver con pobreza urbana, local y rural, políticas económicas y sociales, y reforma del sector público, y dentro de ello me metí en educación, porque dos años antes estaba en una ONG llamada Enseña Uruguay que convoca a jóvenes egresados para dar clases en los lugares más vulnerables. Di clases en el barrio en Marconi, en Casavalle, de matemáticas en secundaria y así me fui enganchando con los temas de desarrollo.
Eso incluyó también la docencia en escuelas de oficios.
Uno de los lugares que me tocó fue la Escuela de Oficios Don Bosco en Marconi que básicamente trabajábamos con un perfil de centro juvenil, pero con una profundización en la continuidad educativa. Es un proceso que viene de varias décadas, con una comunidad educativa muy linda trabajando con el barrio. Son gurises que abandonaron el sistema educativo, que están muy por debajo de la media de lo esperado, y se los reincorpora a través de talleres, muy asociado a los oficios, con acompañamiento emocional, familiar, alimentación, rutinas, tareas que realmente apoyan muy fuerte. Me ha tocado visitar a los docentes durante la pandemia y realmente es un equipo bárbaro, que tiene mucha rotación porque también va cansando al trabajar con mucha vulnerabilidad, con violencia, pero hay gurises que lo necesitan muchísimo y donde el Estado por muchos años estuvo ausente. Es difícil pensar en un Uruguay y en particular en Montevideo en que estás en 18 y Ejido, te tomás un ómnibus y en 25 minutos estás en lugares que tienen niveles menores a los de países del África subsahariana. Ese no es el Uruguay batllista, integrador, dejó de serlo hace tiempo y está fragmentado.
¿Hay un antes y después en la educación con la pandemia?
Sí, totalmente. La pandemia lo primero que hizo fue que todo el mundo hablara de educación y se preocupara porque se cerraban las escuelas. Cuando nos tocó estar en la oposición y ahora en el gobierno siempre nos preocupó cada vez que hay un paro y se cierran escuelas, que no hay comedores que funcionan o escuelas que reciben a gurises, que los padres y madres no pueden quedarse tranquilos al ir a trabajar. Con la pandemia todo el mundo pasó a hablar de esto, se jerarquizó nuevamente el rol de las maestras y profesores, el ir a clase.
Nosotros fuimos de los pocos países en el mundo que durante el 2020 medimos qué fue lo que pasó y el INEED concluyó que en promedio no se perdieron aprendizajes comparado con años anteriores, lo que habla bien del país. El dato más importante es que los que fueron más días a clases les fue mejor y los que fueron menos fue peor. Y que el dato estaba totalmente relacionado a los estratos sociales: nivel socio-económico más bajo, menos días de clases; nivel más alto, más días de clases. Sin embargo, sigue sin estar la educación entre los primeros dos o tres temas que la población más discute que son economía, trabajo y seguridad. Pero es un tema que se habla y preocupa.
¿Cuál era el estado de situación de la educación cuando recibieron el gobierno y tuvieron que enfrentar la pandemia?
Creo que está sobre diagnosticado que Uruguay tiene en comparación con la región buenos niveles educativos, pero en comparación con el mundo más desarrollado estancados o a la cola. El problema es con quién nos queremos comparar. Lo segundo es que tenemos un sistema con bajo egreso y además con mucha inequidad, o sea, una situación casi de tormenta perfecta, porque no solo no retenemos, sino que aprenden más los que más tienen. Entonces esa escuela igualitaria e integradora perdió su efecto, porque aparte hay un indicador que es lapidario y es que importa más donde naciste que a qué institución fuiste. Hay algunas iniciativas público-privadas, de gestión privada, que han logrado romper un poco esa tendencia, también liceos y escuelas públicos de algunas zonas en departamentos que también lo hacen. Pero terminan siendo oasis en el desierto, porque tienen muchos docentes muy comprometidos, pero no alcanza para hacer un cambio sistémico de todo.
También encontramos mucha desorganización en el sistema educativo en general. La ANEP es un organismo bastante grande que además tiene su autonomía con sus vicios propios y sus muy buenas cosas históricas, pero funciona en muchos aspectos inercialmente. Las autoridades actuales con Robert Silva, Juan Gabito y Dora Graziano, hacen un esfuerzo cotidiano de estar en todos lados y alinear posturas, con una conducción clara y por primera vez el presidente del CODICEN conversa cotidianamente con el ministro de Educación, porque antes la desconexión era de todos los días. El Plan Ceibal en un inicio dependía de Presidencia, lo cual a mi modo de ver fue bastante sabio porque justamente no se lo quiso poner en todo el paquete del sistema educativo y evitar que se tergiversara, ya que muchos sindicatos, docentes y actores políticos se opusieron. Pero con el correr del tiempo se ha demostrado que es una política de Estado, en sus distintas etapas, ahora como agencia de innovación educativa. En definitiva, lo bueno mantenerlo y lo malo ir a un proceso de reforma profunda, que lleva más tiempo de lo previsto por la pandemia, pero convencidos de que estamos en el camino correcto.
¿Cuál es la esencia de los artículos sobre educación de la LUC?
El capítulo de educación es el segundo más grande de la ley de urgente consideración y el que tiene más artículos cuestionados en este proceso de referéndum. 34 de los 135 son de educación y eso habla bien de nosotros. ¿Por qué? Porque justamente habla de que fuimos realmente por un cambio y no queremos hacer lo mismo que se hacía antes. Entendemos que algunos dirigentes sindicales y del Frente Amplio se opongan profundamente a estos cambios porque pensamos distinto.
Uno de los ejes tiene que ver con cambiar la gobernanza…
Hay cuatro grandes ejes. Una parte sobre gobernanza porque creemos que estaba muy burocratizada, que tenía algunos procesos bastante corporativos en algunos aspectos. Entendemos que la voz de los docentes tiene que estar, pero ya en el proceso de discusión por ejemplo del CODICEN.
¿No se resiente la autonomía?
No, hay una mayor coordinación. Además, se crea un plan de política educativa nacional que transparenta, por ejemplo, los objetivos, metas e indicadores y el Parlamento lo recibió. La ciudadanía nos va a poder evaluar según cuántas cosas cumplimos, cuántas no.
¿Y la libertad de cátedra?
La redacción vigente de la LUC mejora el artículo, pero el que estaba antes le daba libertad absoluta al docente, más allá de que dependen de las inspecciones de asignaturas y regionales que controlan los programas. Lo que agregamos es que además le tiene que asegurar ecuanimidad de miradas al educando, porque la relación docente es asimétrica, a diferencia de lo que sucede en la universidad donde se supone que hay un nivel intelectual que permite discrepar con el docente. Pero en el liceo, la UTU o primaria, es una relación totalmente asimétrica, con menores que están en proceso de desarrollo.
Un tercer eje es el de la carrera docente, porque queremos que empiece a pesar más la capacitación, el haber hecho el esfuerzo de ir a lugares más complejos, haberse profesionalizado y formado continuamente, más que la antiguedad, que entiendo que es importante porque da mucha experiencia, pero no es lo único. Queremos darles carreras universitarias a los docentes. El Frente Amplio lo intentó en tres oportunidades. Una de manera inconstitucional metiendo un instituto de formación en educación en la ley general de educación de 2008, que no lo aplicaron porque sus asesores legales avisaron que la ANEP no puede emitir títulos universitarios porque en la Constitución no se le da ese cometido. Después dos veces intentaron negociar con el sistema político, pero fracasaron rotundamente porque no cedieron ni un momento ninguna posición en temas de cogobierno y cómo crear esa nueva institucionalidad. Por eso nosotros creamos este nuevo camino que va a dar a partir de 2023 títulos universitarios.
¿Cuál es el cuarto eje?
Por último, sobre autonomía de gestión en los centros educativos se le da más poder de decisión a las directoras y no siempre estar dependiendo del centralismo montevideano, de la estructura burocrática de inspecciones, sino que la personas que están en la primera línea de las comunidades educativas puedan tomar decisiones todos los días.
La campaña del SI en algún momento insinuó que tendía a la privatización de la educación, aunque luego ningún dirigente lo sostuvo de esa forma. ¿Qué opinión te merece?
Hubo una secuencia por la que una semana se decía que se quita la obligatoriedad, luego que no era tan así. La semana siguiente que hay privatización y luego que no es tan así. Después que se saca la libertad de cátedra, y tampoco era así. Y todas las semanas algún relato, entonces con esas mentiras de a poco se trata de ir llegando a alguna gente. Creo que hay un proceso de equivocaciones de muchos dirigentes del FA y del PIT-CNT y después hay algunos que fueron más por ‘viveza’. El tema de la privatización además de ser una mentira, luego dijeron que era una ‘visión privatizadora’. En comisiones departamentales, que ya existen hace mucho tiempo, y una comisión coordinadora nacional se incluye a todo el sistema educativo nacional, no solamente a uno o máximo dos representantes de instituciones privadas, sino que incluyen a los que antes no estaban: la educación militar, policial, Inefop, los gobiernos departamentales. Pero hablar de privatización porque hay una o dos voces en una mesa de doce o trece, es justamente tener un poco de mala fe.
Desde tu visión de la integración regional, ¿qué obstáculos existen para avanzar en programas de intercambio similares al Erasmus de Europa?
Hoy en día con el Mercosur Educativo existe un programa que es muy incipiente, un programa marca que hay en movilidad de académicos, estudiantes, etc. Uruguay tímidamente se ha incorporado a esos procesos de discusión. Argentina ha sido de los que más ha intentado impulsar eso. Sin embargo, el resto de los países del Mercosur y asociados no han puesto el pie en el acelerador. Lamentablemente no estamos generando un proceso de integración regional que sería ideal. Sin idealizar lo que sucede con Erasmus en Europa, lo que termina haciendo es una integración mucho más profunda de lo que es la misma Unión Europea. Porque tenés gente que en su etapa de desarrollo intelectual vive no solamente en otra cultura, sino también estudiando en otro sistema educativo, en contacto con toda la región o continente. Y terminan siendo embajadores de esos países donde estuvieron.
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