Con más de 50 años de trayectoria política y académica, Barceló fue designado embajador mexicano en Uruguay en 2019. Además de diplomático, es maestro, economista y escritor. Una de sus áreas de interés a lo largo de su extensa carrera ha sido la integración económica latinoamericana, sobre lo cual profundizó en conversación con La Mañana. Al respecto, afirmó que si los países de la región no se unen, América Latina no tendrá “ni voz ni voto”. Por otra parte, destacó la influencia que tuvo Rodó en México y habló sobre la importancia de fortalecer las relaciones entre ambos países.
A lo largo de su carrera ha escrito libros de diversas temáticas donde se destaca por ejemplo la integración latinoamericana. ¿Cuándo empezó a escribir y por qué el interés en este tema?
Empecé a escribir a los 10-12 años, estaba en primaria todavía. Un maestro me puso incluso: “Me gustaría leer tus cosas dentro de 20 años”. No sé si las leyó, pero lo cierto es que publiqué sobre cuestiones de economía, educación, procesos políticos latinoamericanos, porque siempre he tenido interés en el proceso latinoamericanista.
Creo que hemos avanzado un poco pero no lo suficiente. Los egoísmos al interior de nuestros países nos impiden buscar la unidad para ir hacia la integración, y mientras seamos la región más difícil del mundo en cuanto al reparto del ingreso, donde la pobreza es muy amplia, y no seamos capaces de estar unidos para pelear ante el mundo nuestras posiciones, situaciones e intereses, vamos a seguir igual. No es posible hacer cosas de cambio profundo si no tenemos el conocimiento y la habilidad para poder interiorizarnos de los problemas de nuestros pueblos y tratar de encontrarles soluciones definitivas.
México está ahorita en un proceso que busca precisamente eso, encontrar caminos que den posibilidades de desarrollo al país, pero de los que menos tienen, para poder terminar con la pobreza e ir avanzando en los estratos no precisamente sociales, sino económicos, que nos permitan mejorar el nivel de vida de nuestra gente.
¿Qué hace falta para encaminar esa integración regional? ¿Es un tema de voluntad política de los gobiernos?
Es un tema de voluntad política, pero más que eso de comprensión de los pueblos de lo que se está haciendo, de que en el proceso educativo desde pequeños sintamos el interés y la necesidad primero de estar unidos al interior de nuestros países y después de ir buscando la unidad latinoamericana. Europa ha crecido y ha resuelto muchos problemas porque ha estado unida, porque ha enfrentado al mundo unida, a veces para bien y a veces para mal, pero lo ha enfrentado siempre unida.
¿Eso es lo que le falta a América Latina?
Es lo que nos falta, y no por imitación, sino por requerimientos de vida.
¿Cómo inició su carrera diplomática?
En los años 60 se llamó a un concurso para incorporarse al área diplomática que en ese tiempo también cubría el área comercial y de inversiones. Yo participé como economista y salí favorecido y me enviaron a la Argentina. Estuve allí seis años, ya casado, y nos nació una bebé, que dice ahora que no es argentina, sino del Río de la Plata, y la razón es que nació en Buenos Aires y fue bautizada en Montevideo.
Un poco después, en los años 70, tuve el honor de representar a mi gobierno y a mi país en Colombia, e hicimos una tarea realmente interesante. Mi esposa, que es profesora de preescolar, se dedicó a tareas de colaboración para mejorar condiciones de vida de niños.
De allí me llamaron a México y estuve un tiempo encargado de una sección muy importante de la Secretaría de Industria y Comercio. Enseguida me llamó el presidente y me envió como embajador ante Naciones Unidas (ONU), por lo cual estuve tres años en Nueva York y tres en Ginebra. Fue muy interesante, ahí te enteras de cómo está evolucionando el mundo en materia política y social y te permite avanzar en otros terrenos muy importantes. Fueron seis años y de ahí yo salí para incorporarme un buen tiempo a la vida política del país.
¿Le gustaba la tarea política?
Sí, claro. Es parte de la política internacional.
¿A qué atribuye que la figura de Rodó haya tenido tanta relevancia en México?
Desafortunadamente, no se ha mantenido ese respeto, ese cariño a José Enrique Rodó, que sin duda es uno de los grandes escritores latinoamericanos. Nosotros en Escuela de Maestros lo utilizamos mucho, lo leíamos, lo conocíamos, lo profundizábamos, y a quienes nos interesaba y nos gustaba la oratoria lo utilizábamos para eso; párrafos completos de su “Ariel” nos servían para nuestras participaciones, al igual que el libro de José Ingenieros, que también es uno de los grandes de la literatura universal.
¿A qué cree que se debe esa influencia que tuvo Rodó en México?
A que impactó en la juventud. No creo que lo haya buscado él, porque en ese tiempo las comunicaciones entre nuestros países eran muy complejas.
¿Cuál cree que fue su legado?
Hay un libro muy reciente, “Rodó y los jóvenes”, yo creo que ahí se plasma con mucha precisión la figura de Rodó, la importancia que tuvo para la formación de la juventud. En los años 60, que estuve en Argentina como consejero, yo venía al Uruguay cada año dos meses completos —noviembre y diciembre— a las reuniones de la Alalc (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio), y allí teníamos relaciones muy intensas con nuestros colegas de otros países porque la delegación de cada país estaba formada por varios miembros. Nosotros teníamos una delegación de cinco o seis miembros que la encabezaba un embajador. Por otro lado, estaban todas las delegaciones de los países que integraban la Alalc, que eran en ese momento todo Sudamérica y México. Después se integraron otros hasta llegar a 13 para la Aladi (Asociación Latinoamericana de Integración).
Nos dedicamos a desarrollar una intensa integración comercial, financiera y de inversiones, que desafortunadamente les dio posibilidades de desarrollo a empresas transnacionales. Por eso hay tanta movilidad ahora a través del comercio de automóviles completos, de máquinas, herramientas y ese tipo de cosas que requieren un proceso de producción muy avanzado que no tenemos todavía en nuestros países. Esto se mantuvo durante 20 años. La Alalc nació en 1960 y la Aladi en 1980, entonces, esos 20 años fueron para el desarrollo de las grandes empresas, para que se interrelacionaran en Latinoamérica, pero en realidad no lo necesitaban, pues los grandes imperios comerciales productivos no precisan apoyo de nadie para poder avanzar. Sin embargo, se les daban apoyos extraordinarios.
Luego, a partir de 1980, el estatuto de la Aladi cambió y desde ahí se dedica al desarrollo de las mipymes, que sí sirven para el crecimiento de la economía regional porque son, al final de cuentas, a pesar de que sus inversiones sean mucho menores que las de las grandes transnacionales, las que ofrecen el mayor número de empleos de América Latina: entre el 70% y el 90% son de las mipymes, mientras que las grandes empresas ofrecen el 10% o el 20%, según cada país.
El presidente de la Sociedad Rodoniana, Ramiro Podetti, dijo entrevistado por La Mañana: “América Latina es invisible en el mundo actual y no hay forma de que logremos tener voz si no nos vemos como región. Todo el mundo nos ve como región menos nosotros mismos”. ¿Qué opinión le merece?
Es así. Si no nos unimos, no tendremos ni voz ni voto, que es más importante todavía. En la ONU es muy relevante la unidad. Existe un grupo allí que representa la voz de los países menos desarrollados, el Grupo de los 77, que ha tenido liderazgos muy significativos, pero que desde hace algunos años ha perdido fuerza y, a pesar de que están unidos 77 países del mundo, no son la voz que se necesita para América Latina. Este es el continente más desigual del mundo, lo cual es injusto, porque tiene todas las riquezas: aquí está concentrada la producción agropecuaria más importante, tenemos lo mejor en muchos sentidos en cuanto a minerales y a otro tipo de productos, pero siempre productos primarios. La colocación en el mundo de productos desarrollados de América Latina es muy pequeña.
¿Cuál es la importancia de la integración latinoamericana para México?
Total. El presidente (Andrés Manuel López Obrador) la ha estado impulsando mucho desde la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). De hecho, por el trabajo realizado el primer año (2020), todos los países de América Latina hicieron que México volviera a ser presidente pro témpore el año siguiente (2021). A pesar de la pandemia se avanzó en muchos terrenos, por ejemplo, en la compra de vacunas, medicamentos y ese tipo de cosas que le dieron a México preeminencia frente a los demás.
En 1909 se fundó en la Ciudad de México el Ateneo de la Juventud, que tuvo figuras muy importantes como Alfonso Reyes, José Vasconcelos, entre otros. ¿Qué implicó para la educación mexicana?
Fue muy importante. Primero lo integraron jóvenes como Alfonso Reyes, pero después eran ya hombres maduros, y siguió adelante con ellos como disertantes de conferencias que se daban en ese lugar. Luego se formó una agrupación, Tribuna Libre de México, donde nos reuníamos a discutir sobre temas nacionales e internacionales. Yo era muy joven, tenía 14-15 años, y nos llevaba un maestro. Ahí estuvo participando Fidel Castro cuando estuvo exiliado en México, “Che” Guevara, Raúl Castro, gente de primer nivel en el ámbito internacional en pocos años posteriores.
¿Cómo encontró al Uruguay cuando llegó?
Hermoso, como siempre, y con una fortaleza increíble. Uruguay es un país que debe atraernos muchísimo por su capacidad para poder mantener condiciones de democracia en las peores situaciones. Es maravilloso que pueda haber un cambio de gobierno y de tendencia ideológica sin conflicto, y que el que llega, sea de la tendencia que sea, respete en lo máximo posible lo que hizo el gobierno anterior. Eso es democracia y eso es realmente muy reconocible e importante para América Latina. Es el país que muestra por dónde debemos caminar en la región.
¿Cómo define la relación entre Uruguay y México?
Tenemos una relación perfecta desde que ambos iniciamos nuestra vida independiente. México la inició en 1821, Uruguay en 1825, y por ahí empezamos a tener representantes; a veces eran muy esporádicos, hasta que en 1900 se inició una relación clara de embajadores. Estuvo por acá Alfonso Reyes, que fue embajador en Argentina y en Uruguay, y sobre todo Amado Nervo, que murió acá y que fue tratado de manera extraordinaria. Viajó a México en una goleta uruguaya con todos los honores. Al salir de aquí había una multitud en el puerto despidiéndolo, llegó a México acompañado por goletas de Brasil, de Cuba y de otros países que fue recorriendo, y fue recibido en Veracruz, México, con una barbaridad de gente esperándolo. Fue algo extraordinario que un poeta, diplomático también, pudiera ser recibido de esa manera al llegar a su país tras su muerte.
¿Cómo son las relaciones actuales entre ambos países?
Extraordinarias. Tenemos además un Tratado de Libre Comercio que se firmó en 2004, que ha abierto una puerta muy importante porque está permitiendo que compremos en Uruguay productos que ni soñábamos poder llevarnos desde acá, como arroz, cueros, pieles ya tratadas, esencias naturales para alimentos y cosas de esa naturaleza, y estamos exportando lo que se logró desde la Alalc, es decir, automóviles y otro tipo de productos de alta envergadura.
¿Hay margen para fortalecer los lazos?
Sí, claro, y estamos trabajando en eso, para darle al tratado una fortaleza mayor; pero sobre todo a través de la Aladi, donde soy representante permanente de México, estamos haciendo un trabajo muy intenso para poder tener los mejores resultados de nuestra relación.
México y Uruguay comparten posiciones afines en múltiples temas, entre ellos, el combate al narcotráfico. ¿Qué puede decir al respecto?
El combate al narcotráfico es un problema prácticamente planetario, pero en América Latina tiene una importancia mayúscula. México está en una etapa muy compleja en este asunto, pero se está haciendo lo posible para evitar que siga siendo un factor de muerte y que pueda ir resolviéndose sin necesidad de que haya ataques. No creemos en el combate al narcotráfico a través del ejército, creemos que debe hacerse de manera cordial y cuidadosa, respetando los derechos humanos, pero a la vez presionando fuertemente para que estos derechos sean respetados por la gente que se dedica a esta actividad ilícita en el mundo.
¿Cuáles son los principales objetivos de la embajada en nuestro país?
El principal objetivo es establecer una relación todavía más intensa con Uruguay, y hemos tenido tareas muy importantes en materia cultural a través de nuestra galería y también participando en otras partes. Por ejemplo, pusimos un altar de muertos en la Feria Internacional del Libro de la Intendencia de Montevideo, que luego lo llevamos al Mercado Ferrando. Hemos estado muy relacionados con el pueblo uruguayo, que es lo que nos interesa. En la Intendencia fue visitado por cientos de personas y pudieron degustar un pedacito de pan de muerto, que una parte se hizo en la residencia de México y otra la donó Bimbo.
¿Cuáles son las perspectivas a futuro para la embajada?
Mantener este ritmo, que no lo hemos frenado desde hace tres años, acentuando nuestra relación con determinados grupos de uruguayos organizados, y poder dar una presencia muy clara y sólida de lo que es México en Uruguay.
La diversa formación académica y una faceta poco conocida
Barceló proviene de una familia de clase media-baja y decidió estudiar magisterio para mejorar sus condiciones de vida. Fue así que se recibió de profesor normalista de la Escuela Nacional de Maestros de México.
Tras trabajar como maestro, hizo la licenciatura en Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México. “En aquellos años era muy importante conocer qué estaba pasando en la vida económica y política. Economía no son solamente números y resultados, sino también procesos políticos que tienen que ver con la vida de los países, y eso me interesaba mucho”, explicó.
Además de su reconocida trayectoria como diplomático, se destaca su faceta como escritor. Ha publicado libros de distintas temáticas y, si bien también ha escrito poesía toda su vida, nunca había publicado un libro de ese género hasta este año, que lo hizo en Montevideo con el título “La vigilia de las horas”.
“Habían salido cosas en los periódicos estudiantiles, pero procuré no dar a conocer mucho mi veta poética porque, desafortunadamente, para iniciar determinados procesos no es muy atractivo un poeta, entonces lo dejé para estas fechas, donde ya no hay mucho de qué preocuparse porque ya hay una carrera hecha”, contó.
El embajador está casado y tiene cuatro hijos y 10 nietos. Sus pasatiempos son leer y escribir. “Yo sigo escribiendo, no paro en ningún momento”, dijo a La Mañana.
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