Leandro nació el 29 de enero de 1962, en Paysandú capital por circunstancias inesperadas, pero se declara guichonense por haberse criado allí hasta su adolescencia. Es el más chico de seis hermanos. Hizo la escuela y el liceo público, y se dirigió a Montevideo en el año 1980 con el propósito de estudiar y seguir haciendo deporte. Pero sus planes tuvieron un giro y finalmente comenzó a trabajar en La Mañana y El Diario. Su vínculo con los diarios data desde su nacimiento. Hoy es director de una agencia de comunicación y relaciones públicas que lleva su nombre.
El señor bondadoso, el del escritorio gigante y que tantas horas charlaba amistosamente con un Leandro de menos de 10 años y su padre, era Alberto Manini Ríos, responsable de las páginas “verdes” e hijo de Pedro, fundador de La Mañana. “Para entretenerme me daba hojas y lápices para que dibujara. Tenía un buen vínculo con mi padre, recuerdo que a mi entender se pasaban horas charlando”.
José Alem aplicaba otra técnica para que Leandro lo acompañe, y era la promesa de que a la salida de la redacción, le compraría unos autos de colección de los que el chico era fanático, “y cumplía con eso cada vez. Salíamos y me llevaba a una farmacia de 18 de Julio que vendía autos miniatura como los de mi colección”.
Lo que Leandro no imaginaba en ese momento, es que esa redacción que visitaba y analizaba con ojos de niño, algunos años más tarde sería su lugar de trabajo, su casa y su escuela periodística que tanto lo marcaría para su futuro vinculado a la comunicación.
Al fallecer su padre, la madre de Leandro, Lilcia Pereyra, tomó el lugar de corresponsal que le perteneció a José. “En esa época conocí un montón de gente, porque cuando empezó mi madre las personas seguían siendo las mismas”, recordó.
Para el entrevistado, vivir entre diarios era una cuestión familiar, porque su padre, además de ser corresponsal, era distribuidor, “entonces en mi casa me crié con dos diarios que llegaban juntos por cuestiones de logística y distancia. Llegaba de mañana La Mañana, junto con El Diario de la noche del día anterior”, explicó.
Del micrófono al papel
A los 15 años Leandro empezó a trabajar en la radio de Guichón, primero en lo que se llamaba la escudería deportiva, y después tomando algunas tareas de la programación de la radio, por ejemplo de los informativos. Simultáneamente con eso cursaba en el liceo.
Su vínculo con la radio se dio porque toda su vida gustó de leer mucho y, siendo niño, leía de deportes. Rememoró que el entonces dueño de la radio de Guichón, Alberto Luces, cada vez que se lo encontraba le realizaba alguna pregunta de deportes y generalmente Leandro tenía la respuesta. “No me daba cuenta pero me estaba probando. Y cuando tenía 15 años quedó una vacante en la escudería deportiva y Bertil Bentos, quien era el director, me probó y contrató”.
Luego Leandro emprendió su viaje a Montevideo con el propósito de terminar sexto de liceo y continuar haciendo deporte. Se inscribió en la facultad de Derecho pero nunca llegó a asistir. Comentó que en aquella época había un curso que se llamaba Técnica en Comunicación, pero el problema era que no había una formación universitaria en periodismo. “El periodista se hacía en las redacciones, al lado de otros periodistas y los diarios eran las grandes escuelas, yo soy hijo de esa realidad”, explicó.
El 14 de julio de 1980 entró en La Mañana. “Recuerdo perfectamente la fecha. El trabajo me fue absorbiendo y gustando cada vez más, no lo tenía previsto pero en el año 81 ya no estudié más”, dijo.
Contó que cuando entró a trabajar se encontró con gente que conocía de nombre desde muy pequeño debido al vínculo de sus padres con el diario. “Me acuerdo mucho de los hermanos Gavioli, de Julián Safi, que además fue jefe de corresponsales, había un montón de personas que me dieron una mano impresionante y fueron quienes me enseñaron el oficio de periodista”, dijo.
Aseguró que todos eran maestros, “porque cuando sos un poco despierto y querés aprender, si estás rodeado de periodistas tomás de todos un poco”, declaró. Recordó además, que en el año que entró empezaron con la utilización de las primeras computadoras “y los primeros en incorporarlas fueron La Mañana y El Diario. Eran una especie de televisores gigantes con un aparato donde ponerle un disquete”, dijo con una sonrisa.
Sostuvo que al principio trabajaba como eventual, es decir que le pagaban por nota. Esto implicaba que tuviera dos trabajos dentro del diario: por un lado trabajaba en la sección de ventas y publicaciones, que era un trabajo administrativo durante el día, y al terminar su jornada en el sector, se iba a la redacción y oficiaba de periodista.
“La Mañana fue la fuente de aprendizaje más importante que tuve en mi vida profesional, fueron dos años y algo muy fermentales y de mucho aprendizaje. Conocí Montevideo gracias al trabajo, yo era un canario de Guichón, que si bien venía de niño con mi padre, no conocía mucho”, comentó. Leandro trabajaba cubriendo partidos de básquetbol de lunes a viernes, e iba y volvía a todas las canchas de Montevideo en ómnibus.
Leandro afirma que en la actividad periodística “tenés la suerte de aprender todos los días de mucha gente. Me gusta juntarme con quien me va enseñar. La Mañana fue el primer fogonazo que tuve, conocí la ciudad, maduré como persona y pasé por muchos cambios, todo eso es inolvidable y lo viví dentro del diario”.
La fuerza del interior
Pauletti recuerda los congresos de periodistas en el interior, “eran varios y se hacían anuales”, aseguró. “La Mañana le daba mucha fuerza al interior, tenía una fuerte sección rural. Guichón, por ejemplo, era una zona ganadera donde se hacían tres o cuatros remates mensuales grandes de ganado, entonces se comercializaba mucha hacienda, surgían muchos avisos del rubro agropecuario y había que mandar los informes porque era un polo de negocios agropecuarios”, explicó.
Dijo que La Mañana tenía un corresponsal en cada pueblo prácticamente. “En mi lectura, con los años, veo que La Mañana era un diario del interior y El Diario de la noche era más montevideano. Eran un éxito total, lo recuerdo. Llegó a tener un tiraje limitado porque era tan importante la cantidad de ejemplares que vendía que si seguían imprimiendo se les iba demasiado dinero en tinta y papel”, añadió.
“Me acuerdo de cosas que, si hoy estuvieran en la mesa de redacción de un diario, podría decirse que la noticia no tiene relevancia, pero en aquel momento sí la tenía, y La Mañana sabía, estaba atento a lo que los pueblos les importaba. Por ejemplo, se hacían homenajes a grandes personales de los pueblos, cada figura tenía su espacio”, puntualizó.
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