Dónde nació y cómo recuerda su niñez?
Yo pertenezco al Prado. Cuando nací, mis padres vivían en Carrasco, y después de las inundaciones de 1959 se asustaron porque quedaron aislados, se fueron al centro y luego terminaron viviendo en el Prado. Yo viví toda mi infancia ahí y unos años más tarde nos mudamos a Pocitos. Mi niñez la recuerdo feliz, jugando al fútbol, andando en bicicleta, libre, corriendo por el Prado, por el Rosedal, por la cancha de River (en 19 de Abril casi Lucas Obes), lleno de amigos. Éramos una banda muy grande de chicos que corríamos y no teníamos ni celulares, no había peligro, había felicidad.
Su padre, Mario Heber, fue un reconocido político del PN y muy cercano a Luis Alberto de Herrera. ¿Él fue quien le inculcó a usted la vocación por la política?
Mi casa era un comité, mi padre traía siempre gente a almorzar a la casa del Prado. Cuando estábamos de vacaciones nos íbamos a Rivera con él, que era diputado por ese departamento. Nunca tuvimos un arraigo ni en Montevideo ni en Florida, de donde somos originarios nosotros y donde toda nuestra familia tiene campo hace mucho tiempo. Herrera lo mandó a trabajar a Rivera porque los Damboriarena querían tener una suerte de embajador.
No había ruta 5, imaginate ese país… te estoy hablando de la década del 50 y del 60. Recién en aquel ministerio de Giannattasio, que fue un gran ministro de Transporte y Obras Públicas de la época, se hizo la ruta 5, y después con el ministerio de Vejo Rodríguez se hicieron otras rutas transversales que fueron las que comunicaron al departamento de Rivera, que estaba prácticamente incomunicado. Por tanto para nosotros Rivera es nuestra casa también, hemos vivido mucho tiempo allí.
¿En ese entonces se tuvo que ir para Rivera toda la familia?
Íbamos y veníamos, teníamos el colegio acá. Yo iba al Elbio Fernández, así que terminábamos el liceo y nos íbamos con nuestro padre, que muchas veces después de la labor parlamentaria tenía que sacar meses de licencia para poder recorrer, porque en algunos casos no había rutas y tenía que hacerlo a caballo. Era otra época, algo impensable el día de hoy. Yo me vinculé personalmente en el plebiscito del año 80 al departamento de Rivera. Fui a trabajar allá procurando generar la apertura democrática y tuve una militancia clandestina durante la juventud. En realidad siempre estuve vinculado, pero decidí pasar a la actividad política después del año 80. En ese momento estudiaba en la Facultad de Medicina y en mi tiempo libre fuera de los estudios me iba al departamento a militar por el PN. Ya mi padre había fallecido y entonces me dediqué a trabajar y a luchar por la libertad, que era una forma de continuar lo que había sido su tarea.
¿Qué pasó con la carrera de Medicina?
Empecé a estudiar, pero cuando murió mi padre no pude mantener los estudios porque tenía que administrar el campo y algunas empresas que tenía mi familia, y eso me absorbía el tiempo. Seguí estudiando un año más con mucho esfuerzo, pero cuando empecé a cursar cuarto tenía que estar en el Hospital de Clínicas y ahí ya hice aguas por todos lados. La tarea de administrar los bienes de mis cuatro hermanos y los míos me absorbía, porque además existían dificultades económicas en aquel momento y tuve que abandonar los estudios. Mantuve mi tarea política pero no pude mantener el ritmo y la exigencia de estudio que implica la Facultad de Medicina.
¿Cuáles son sus primeros recuerdos de la militancia?
El primer recuerdo fue una reunión clandestina que tuve en el Club Durazno en el año 77, que fui a escondidas incluso de mis padres. Mi padre hacía actividad política clandestina pero mi madre tenía mucho miedo de que termináramos presos, de que él terminara preso, algo que ya había sucedido en el 76. Por eso en forma oculta hasta de mi propia familia empecé a militar con las juventudes del PN. Ahí conocí a una generación de la cual muchos hoy están aquí en el Parlamento. Otros lamentablemente fallecieron, como es el caso de Jaime Trobo, que es un amigo del alma y que lo perdimos hace poco. Pero son varios actores para los que fue muy formativa esa lucha por la libertad.
Siendo el legislador con el récord histórico en el Parlamento, ¿cuál fue su período más significativo?
El primer período para mí fue el más deslumbrante en todos los sentidos, los buenos y los malos. ¿Por qué lo digo? Porque era la salida democrática, en el Parlamento no había orden, estaba lleno de gente en los pasillos, en los salones, en las comisiones. Había un entusiasmo diferente por el retorno a la democracia. En el Salón de los Pasos Perdidos había permanentemente delegaciones en la etapa presupuestal que pedían reivindicaciones, casi no se podía cruzar por la cantidad de gente que había.
Hubo mucho trabajo y eso implicó realmente descubrir lo que era el Parlamento. Hubo leyes que fueron problemáticas, como las de amnistía a los presos políticos, la de caducidad, la de restitución de los empleados públicos perseguidos. Fueron momentos donde se generó toda una energía positiva pero también de mucho reclamo, de mucho radicalismo, porque si no se conseguía lo que se buscaba, se rodeaba el Palacio y era difícil salir. Había presión de la gente adentro del Parlamento, en el propio ambulatorio, o sea, se tuvo que poner un poco de orden a todo eso que fue el retorno de la democracia con mucha ansiedad.
¿Es una cuenta pendiente resolver el caso de la muerte de su madre? ¿Se ha podido avanzar?
Obviamente que sí. Estamos en una instancia donde vamos a hablar con un fiscal para poder ver si hay probabilidad de reabrir el asunto.
¿Cómo recibió la noticia que le dio Lacalle Pou en 2014, de que sería candidato del herrerismo, cuando usted era uno de los que se perfilaba como posible líder del sector?
Me pareció un dato de la realidad, pero después vimos que la misma gente lo quería a él como candidato.
¿Le sorprendió?
No, no me puede sorprender que un Lacalle quiera ser candidato a la Presidencia. No fue sorpresa. Quizás en su momento pensé que no era su tiempo, pero la verdad es que los tiempos los pone la gente. Luis no ganó por llamarse como se llama, ganó por su propio trabajo y fue la misma gente del herrerismo la que lo quiso como candidato. Es legítimo que la gente sea quien determine eso. Cuando las cosas se hacen bien, quedan bien. Yo hice una gira en aquel entonces por todo el país y muchos dirigentes que me acompañaban en la posibilidad de disputar la candidatura me decían que la gente del barrio, del lugar, de la localidad, hablaban de Luis Lacalle, entonces, me parece que era reconocer una realidad.
¿A usted le hubiera gustado ser candidato a presidente?
Claro que me hubiera gustado. Vos a la Quiniela no apostás a los cinco o a los 10, primero apostás a la cabeza.
¿Y le costó dar ese paso al costado?
Siempre cuesta, pero cuando las cosas son legítimas, se aceptan. Uno es demócrata cuando gana y cuando pierde.
¿Qué significó para usted haber presidido el Directorio del PN por siete años?
Para mí fue de las tareas más lindas que tuve en la actividad política partidaria, por la posibilidad de gobernar un partido con la historia que tiene el PN, de sentarme en el mismo asiento en el que se sentaron Lacalle, Larrañaga, Wilson Ferreira, Herrera y tantos otros presidentes. Para mí fue un gran honor. Yo quiero mucho al instrumento PN y pude dedicar siete años de mi vida a tratar de cambiar, y creo que hice bastantes cosas como para que se valore el cariño y la admiración que le tengo. Es un partido que está lleno de hombres que dieron su vida por él, por la libertad. El PN para mí sigue siendo el mejor instrumento que tiene el país para ser gobernado.
¿Qué aprendizajes se llevó de esa experiencia?
Primero, tuve la posibilidad de que el partido se modernizara, se adecuara a estos tiempos, dando lugar a la participación de mucha gente que no se sentía incluida en la toma de decisiones. Pude poner en marcha lo que para mí era necesario, es decir, que los órganos que establecía nuestra Carta Orgánica realmente funcionaran, que se debatiera, que se entendiera que el debate no era pelea sino que era intercambiar opiniones, que se generara una cultura de discusión y se tomaran las decisiones en colectivo.
¿Se sintió acompañado en esa dirección?
No fue una presidencia unipersonal, sino con un Directorio que me acompañó en esos cambios. Se generó mayor compromiso, se mejoró la formación de cuadros políticos, más sabedores de lo que es el compromiso histórico y sobre todo de la realidad actual y futura de un partido que pretende gobernar el país. Se logró utilizar los métodos modernos de comunicación, acercar al partido con una comunicación interna que era necesaria. La tarea era muy estimulante. Producto de que ingresé a la arena política nuevamente para ser reelecto senador tuve que renunciar, pero fue de las tareas más lindas que tuve en mi vida política.
“En la década del 50 y 60 con el Ing. Luis Giannattasio, que fue un gran ministro de Transporte y Obras Públicas de la época, se hizo la ruta 5”
¿Se fue conforme de esa responsabilidad?
Sí, porque he tenido muchos reconocimientos de los compañeros. Uno no tiene que mirar la gestión en base a su óptica, sino a la que los compañeros de todos los sectores políticos le transmiten a lo largo de la gestión. Creo que hay un amplio reconocimiento de que pusimos todo nuestro esfuerzo y nuestra poca o mucha capacidad como para hacer los cambios que eran necesarios. Eso preparó al partido, a mi juicio, para el triunfo que tuvo después.
¿En qué sentido?
El partido acompañó a un candidato moderno y fue preparado como para tener la impronta de saber que, llegado el momento, tenía que coalicionar con otros, tener apertura, no tener ese sentido partidario que a veces nos tapa la visión. Como decía Lacalle padre, “la vincha partidaria la usamos en la frente, no para que nos tape los ojos”. Como estamos seguros de lo que creemos, pudimos avanzar en la búsqueda de acuerdos extrapartidarios porque no teníamos temor a desdibujarnos en los mismos. Creo que eso es parte integrante de un activo que se fue formando culturalmente dentro del partido y que se aprontó a lo nuevo, que vino como un viento que removió mucho en el PN, que fue “el viento Lacalle Pou”.
Va a participar de un Ejecutivo con la particularidad de que serán cinco los partidos que integrarán este gobierno de coalición. ¿Cómo se imagina articulando con el resto de los sectores?
No nos asusta, estamos acostumbrados a articular; ha sido nuestra forma de actuar permanentemente a lo largo de 35 años. Tenemos excelente relación con los partidos, a veces hay naturalmente visiones diferentes, pero también hemos aprendido que la coalición tiene que permitir que cada uno pueda, sin comprometer lo esencial, manifestar sus opiniones. Yo le tengo mucha fe porque además al gobierno le tiene que ir bien, y si le va bien, hay posibilidades para que todos los partidos puedan competir en el futuro. Si no nos va bien, no creo que nadie tenga chances de poder disputar, si hay una aspiración de poder presidir el país en los cinco años siguientes.
¿Cómo vivió su última asunción como senador el pasado sábado 15, sabiendo que debía abandonar el Parlamento para integrar el Ejecutivo?
Como un reconocimiento. Mucha gente podría haber dicho: “ya son 35 años, ya está”. A mí me gusta la tarea parlamentaria, la confrontación de ideas, la discusión, pero creo que después de 35 años es bueno también tener la oportunidad de estar del otro lado del mostrador y ejecutar. Muchas veces yo cuestionaba a los ministros, ahora estoy del otro lado y puedo ser cuestionado, o poner a prueba si es factible o no hacer muchas de las cosas que yo decía en el Parlamento que debían hacerse. Como yo creo que era factible, tengo ese desafío personal.
Jurar fue otro reconocimiento más que el pueblo me generó, porque no olvidemos que el herrerismo fue con lista propia, no fue en una lista “ómnibus”, donde teníamos una determinada posición. Hicimos alianzas electorales que llevaron a que nuestro sector político, en este caso Unidos, que tiene al herrerismo y al sector de los intendentes, sacara tres senadores. Para mí más que nada fue un reconocimiento al trabajo hecho, o sea, yo lo sentí como una instancia donde era emocionante ver que había llegado al Parlamento por octava vez.
Blanco desde los orígenes
Nació en Montevideo, pero su actividad política activa la comenzó en Rivera, durante su juventud. Fue electo diputado por primera vez en representación de ese departamento en el año 1985, cuando empezaba la restauración democrática.
Su padre, Mario Heber Usher, fue un reconocido político perteneciente al herrerismo, quien tenía además un vínculo muy cercano con Luis Alberto de Herrera. Inclusive, la abuela paterna de Heber Usher, Margarita Uriarte Olas
Su madre, María Cecilia Fontana, falleció en el año 1978, en plena dictadura, al probar un vino envenenado que había sido enviado a los principales dirigentes blancos de la época. Ahora el senador herrerista espera que la investigación en torno a la muerte de su mamá sea reabierta y se pueda avanzar para encontrar al culpable.
Luis Alberto tiene cuatro hermanos: Mario, Alejandra, Fernando y Cecilia.
Con su primera esposa, Beatrice Dominice, que falleció en 1998, tuvo dos hijas: Victoria Blanca, que es ingeniera química, y Emilia, que es bióloga marina.
Hoy está casado con Adriana Currás, que enseña inglés y tiene un hijo producto de una relación anterior.
Con dos legislaturas como diputado y cinco como senador de la República, el nacionalista se prepara para asumir como ministro de Transporte y Obras Públicas del gobierno “multicolor” que comenzará sus funciones el próximo 1º de marzo.