En lo profundo del Lunarejo en el departamento de Rivera, se encuentra la Escuela Rural N°29, donde el maestro Samuel Costa encabeza un proyecto educativo que fue el ganador del Premio ReachingU al docente uruguayo. La Mañana visitó el lugar para conocerlo en primera persona.
Para llegar a su lugar de trabajo, donde desarrolla su actividad docente, Samuel viaja de lunes a viernes de Rivera hasta Tranqueras en ómnibus y ahí sube a su moto que guarda en la casa de una amiga. La escuela queda a unos 30 minutos por camino de tierra.
El día que a mí me tocó visitar la escuela, ese camino no estaba en su mejor estado ya que había llovido. Pero el paisaje hizo que el trayecto fuera muy llevadero. Al principio el camino está bordeado por pinos y eucaliptos, que se van disipando a medida que uno se acerca al Lunarejo, uno de los principales atractivos turísticos naturales del país. Al llegar Samuel estaba en el salón con seis alumnos, mientras les señalaba en la pantalla que hace las de pizarra un dibujo y algunas palabras en inglés. Entré, saludé, y uno de los chicos me respondió con un simpático ‘bonjour’.
Fue una de las primeras señales de que la educación rural está completamente aggiornada a los tiempos que corren, a pesar de las dificultades. La escuela 29 cuenta hoy con una matrícula de ocho alumnos, que es la mayor de las escuelas de la zona, aunque la misma supo recibir a cerca de cien alumnos en el pasado.
La despoblación del campo es una realidad ineludible, que reconoce el docente: “Hace parte del histórico social, y probablemente continúe. Por ahora tenemos alumnos, aunque también es una realidad que hay gente que por la falta de trabajo en la ciudad está optando por venirse para acá, me ha pasado con alguna familia”.
Las dinámicas de la educación rural
La primera experiencia de Samuel, que tiene 26 años, en una escuela rural, fue en 2016, en la localidad riverense de Chircas de Mazangano, a unos 180 kilómetros de la capital departamental. Costa contó que antes del magisterio pensó estudiar audiovisual, pero no tuvo la posibilidad de concretarlo y según expresa, “terminé por descubrir mi vocación en la docencia”. En 2018 eligió la escuela 29, y así comenzó una nueva etapa. “Hoy podría haber elegido otro lugar más cerca de Rivera, pero me acostumbré al Lunarejo”.
Hoy Samuel da clase de primero, segundo, tercero, cuarto y quinto año a sus alumnos, y aunque admite que “es complicado planificar, para trabajar es muy bueno, porque se trata un tema entre todos, y luego solamente vas llevándolo a los diferentes niveles. Lo bueno es que todos van aprendiendo un poco de todo”.
No obstante, su labor nunca estuvo exenta de dificultades. Los alumnos entran al mediodía y almuerzan en la escuela, y aun cuando no tenía auxiliar les cocinaba y se encargaba de la limpieza, además de llevar el surtido en la moto. Costa aclaró que la realidad de que en escuelas unidocentes los maestros realicen limpieza y cocina no es algo que se deba festejar. Al respecto señala: “Porque la escuela tiene un objetivo que es enseñar, y cuando yo tengo que hacerlo todo pierdo horas de trabajo con los gurises”. La conexión de internet la colocaron hace una semana. Desde hacía dos años, cuando se cayó la antena, usaban la que Samuel compartía de su teléfono, sentado en su escritorio, el único lugar con señal telefónica.
“Los padres acá son fantásticos, y es lo principal, porque sin ellos no lograría sacar adelante a la escuela. Todos los años hacemos un beneficio, siempre con donaciones de las familias, y eso nos permitió comprar muchas cosas para los gurises”, destacó.
Respecto al impacto del desarrollo turístico en la zona, Samuel aseguró que “la escuela trata de ayudar, pero no en lo económico, sino en lo social, por ejemplo ahora que estamos con un programa para aprender inglés y francés. Por acá nos cruzamos con europeos que vienen a visitar el Lunarejo, y es importante que tengan al menos una base para comunicarse”. Ambos se enmarcan en proyectos lingüísticos para escuelas rurales, donde la única manera de que lleguen los idiomas es que los maestros asuman esas tareas.
Youtubers en el Lunarejo
“En el 2018, cuando empecé en la escuela encontré varios problemas, por ejemplo, la falta en la comunicación de los estudiantes. Cuando venía gente se escondían, bajaban la cabeza, entonces me propuse hacer algo, y justo teníamos una feria de huerta donde teníamos que exponer porque habíamos hecho un trabajo muy lindo. Entonces me surgió la idea de filmarlos y les propuse exponer los videos sin que tuvieran que hablar, y durante la feria algunos se empezaron a soltar. Seguimos con el proyecto, y el año pasado hicimos un trabajo importante que fue una serie en cuatro capítulos, y ahora que ya agarraron confianza y motivación espero poder seguir trabajando así”, contó.
Con el premio obtenido recientemente la idea es seguir ampliando el canal. “Después que nos cambien el techo, la idea es hacer como un pequeño estudio para seguir grabando y comprar equipamiento”, contó.
“A todos los alumnos trato de acompañarlos, incluso cuando terminan la escuela. Seguramente el hecho de ser pocos me da la posibilidad de tener un seguimiento más personalizado, pero también va por el lado humano, conozco las situaciones que se viven y es imposible no ponerme a las órdenes. En localidades rurales la escuela es muchas veces la única representación del Estado, y yo a esto lo hago con gusto”, culminó.
Salí del salón y Samuel se quedó trabajando con sus alumnos sobre gramática en inglés. Gracias a su labor, el Lunarejo hoy también es reconocido por su desarrollo educativo innovador, y su vocación por el audiovisual se volcó a un proyecto que probablemente sus estudiantes atesorarán por el resto de sus vidas.
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