En 2010 la Universidad de Montevideo abrió la carrera de magisterio y desde entonces prepara docentes con formación bilingüe que se integran tanto a la educación pública como a la privada, con experiencia previa en escuelas de contexto crítico. Desde la universidad destacan que las autoridades gubernamentales siempre tuvieron buena disposición a la hora de las habilitaciones administrativas.
La Mañana dialogó con dos referentes de la Universidad de Montevideo, Laura Parente, directora de Magisterio y Magisterio Bilingüe y Fernando Otero, coordinador del Área de Formación Docente de la Facultad de Humanidad y Educación.
¿Cómo ha sido el proceso del desarrollo de la carrera dentro de la Universidad?
Laura Parente: La carrera comenzó por una inquietud de las autoridades de la Universidad de colaborar con la formación de los docentes en el país con la idea de jerarquizar la función docente y preparar maestros que estuvieran comprometidos con la tarea. Que descubrieran que es una tarea de servicio a la sociedad, a las escuelas públicas y privadas, y a los alumnos. Empezamos con la idea de colaborar con la educación del país, formando maestros bilingües, que a través del plan de formación docente oficial del año 2008 además complementaran su formación con un diploma en educación en inglés que les permitiera enseñar en todos los niveles.
Nuestros alumnos colaboran con el Plan Ceibal dando clases y haciendo prácticas por videoconferencia con alumnos del interior del país. A medida que empezamos con la carrera muchos alumnos no tenían el nivel de inglés suficiente para obtener el diploma y algunas que sí lo tenían no querían seguir estudiando inglés, pero sí querían estudiar magisterio. Si bien se aplica el Plan Nacional de Formación Docente y el título es expedido por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), está complementada por otros aspectos humanos, que son propios de nuestra universidad y que están acorde con la misión que la UM tiene de hacer un servicio a nuestro país.
Fernando Otero: Nosotros antes teníamos los profesorados de educación media y en el 2008 se comenzó a estudiar la posibilidad de agregar magisterio. Hicimos los trámites ante la ANEP y nos otorgaron la habilitación, y la carrera empezó en 2010. Este año es la novena generación en la que se graduaron unos 80 estudiantes. Nuestro plan de estudio, si bien toma el Plan Nacional como dijo Laura, tiene unos pilares fuertes como la formación cultural humanística en un ámbito universitario que implica investigación, extensión, docencia y, a su vez, actualización en lo que tiene que ver con tecnología, entre otras cosas
Poco a poco la carrera fue creciendo; las primeras generaciones fueron de cuatro o cinco alumnos, y ahora estamos en grupos de 15, a medida que se va conociendo más al igual que nuestro plan de becas llamado “Educadores para el cambio”. Algunas fundaciones colaboran con la universidad, de manera que los costos son accesibles en comparación con lo que es el mercado.
¿Cuál es la importancia de la existencia de una carrera como ésta dentro de la UM?
Laura Parente: El nombre de la beca habla de “educadores para el cambio”, y siempre pensamos en que tenía que existir un cambio de mentalidad en el docente respecto a la relación de su tarea con lo que realmente significa estar al frente de su clase, y trabajar todos los aspectos más allá del contenido del programa: trabajar las emociones, la empatía, la asertividad, la buena relación con las familias. Pensamos que todos estos elementos pueden producir un cambio en la relación docente-familia-alumno, que significa un aprendizaje verdadero.
Los alumnos hacen todas las prácticas en escuelas públicas, las primeras en escuelas brindadas especialmente para prácticas y el último año en una escuela de contexto crítico, con niños que tienen necesidades básicas insatisfechas. Pasan por todas las experiencias, desde segundo año y hacen pasantías laborales no remuneradas.
Lo bueno es que antes de salir de la universidad ya consiguen trabajo, de hecho a medida que se ha conocido la forma de trabajar de las alumnas y la carrera, muchos colegios nos piden docentes, sobre todo bilingües. Este tipo de colegios tienen dificultad para conseguir docentes preparados.
Fernando Otero: Estamos convencidos de que hay que jerarquizar la carrera, todos los estudios dicen que mejorando al docente se mejora la calidad educativa, incluso el prestigio social del docente. Por eso es que nuestros alumnos de magisterio comparten el aula con estudiantes de licenciaturas. En la universidad tenemos la ventaja de que vienen alumnos extranjeros y eso enriquece mucho también. Nuestra misión es formar profesionales de la educación, tal es así que los hacemos conocer todos los contextos.
La vocación docente es “me interesan las personas, me interesa la educación”. Quizá no puedas cambiar todo el país pero ese grupo de alumnos que les toca sí lo podés cambiar o podés influir para que tengan oportunidades.
¿Se tuvo algún tipo de conflicto con el sector público al lanzar la carrera a nivel privado?
Laura Parente: No, enseguida obtuvimos la habilitación, había un antecedente que era el Instituto María Auxiliadora que funcionaba hacía 40 años en Las Piedras. Las autoridades siempre tuvieron buena disposición para que la carrera salga adelante, en el otorgamiento de las escuelas, en la atención. Siempre fueron muy amables y colaboradores. A veces se da en alguna escuela algún docente que tiene cierto reparo de tener alumnos de la carrera privada porque apoyan mucho lo público, pero al terminar el año muchos les han pedido disculpas y dicho que se daban cuenta que estaban yendo por buen camino y la Universidad estaba haciendo un buen trabajo. En lo privado también se hacen esfuerzos para pelear por lo mismo, no somos competencia del Instituto Normal, ellos son quienes nuclean a la mayoría de los alumnos de magisterio del país.
Fernando Otero: Más de una tercera parte de nuestros alumnos egresados concursan para las escuelas públicas. Es preciso aclarar que no somos una universidad de educación, nuestra carrera es un título habilitante, igual que cualquier maestro del país. Que esté dentro de un ámbito universitario le da esa impronta de cabeza abierta y discusión intelectual que se requiere para innovar. Al mismo tiempo nos gustaría que el título de maestro sea universitario, es más, estamos de acuerdo con el Consejo de Formación en Educación para tratar de buscar crear una universidad pedagógica. Evidentemente apoyaremos esa línea que profesionalizaría y jerarquizaría al educador.
Es cierto que a veces se dan -por la novedad de que la carrera exista en lo público y en lo privado- unas ideas preconcebidas, pero una vez que se conoce al alumno y se trabaja mano a mano, esa idea suele esfumarse.
¿Cómo fue, este año, adaptarse a los nuevos tiempos de pandemia dentro de la educación?
Laura Parente: Los alumnos que están trabajando con el Plan Ceibal y que ya conocían las plataformas, hicieron un pasaje instantáneo; estaban contentos de poder aplicar lo que habían aprendido. Nosotros reforzamos las clases de tecnología y elaboramos un taller de apoyo para el uso de las computadoras del Plan Ceibal y pasamos a trabajar con todas las plataformas, explicando todos los recursos que tienen para trabajar. El pasaje fue muy favorecedor por todas las experiencias y herramientas previas. Eso ayudó a que todo fuera más fácil.
Fernando Otero: Lo tecnológico es algo que las personas jóvenes aprenden bien y rápido, el asunto está en lo pedagógico, ver cómo utilizar esos recursos, y cómo se le da el uso adecuado dependiendo del tipo de niño. Este año hicimos un curso sobre educación emocional con 95 maestras y directoras porque el vínculo humano distanciado repercute mucho en lo emocional. El equilibrio que tenemos que manejar es tecnología por un lado y recursos pedagógicos sólidos por el otro.
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