A comienzos del siglo XX una joven proveniente de una población conservadora y lejana de 9 mil habitantes al sur de Ecuador, desafió su tiempo y circunstancias convirtiéndose en la primera doctora de Ecuador y la primera mujer en votar de América Latina. La Mañana dialogó con su nieta Jackeline Procel de Carvajal quien visitó recientemente nuestro país y también conversó con Jenny Estrada, periodista, escritora e historiadora ecuatoriana, autora de “Una mujer total, Matilde Hidalgo de Procel: biografía”.
Matilde provenía de un hogar de modesta condición, pero muy apegado al estudio. Fue hija póstuma, su padre falleció accidentalmente cayéndose de un caballo cuando su madre estaba embarazada. Ésta leía mucho y su hermano Antonio, que le llevaba 15 años, era un músico y compositor de ideas liberales que ocupó el rol paterno. Él fue quien le enseñó a Matilde a leer y a escribir antes de que ella cumpliera los cuatro años y la formó sobre arte, cultura, historia y poesía.
Al terminar la enseñanza primaria, Matilde trabajó algunos años de preceptora, como maestra de primeras letras y también ayudando a las monjas en el dispensario que tenían en la escuela. En esa época las niñas completaban su formación a los once años, pero ella quiso continuar sus estudios y hacer la secundaria. Finalmente entró al bachillerato cuando tenía 17. “Fue la primera bachiller de su provincia y oficialmente la primera del país, según los registros documentales”, señaló Jenny Estrada a La Mañana.
Apoyada por su hermano, fue a la capital de la república en un viaje azaroso de dos días en burro y luego en tren, con el objetivo de matricularse en la Universidad Central. Llegó con su título de bachiller solo para escuchar que el rector le negaba el ingreso aduciendo que la medicina era una ciencia para hombres y que si quería cursar enfermería, obstetricia o farmacia ya había mujeres estudiando esas carreras. “Luego de eso se desanimó, tuvo un lapso de confusiones y pensó que abandonaría todo, hasta se metió en un convento porque no hallaba objetivos”, contó la historiadora ecuatoriana.
Afortunadamente, su hermano la fue a buscar y la llevó a Cuenca, donde él trabajaba. El rector de la universidad de esta localidad era un gran intelectual que comprendió su anhelo y la aceptó. Aunque Matilde finalmente había logrado su cometido de estudiar medicina, sufrió horribles destratos y continuas burlas.
A pesar de todo persistió, “se refugió espiritual e intelectualmente en la poesía y todo lo iba escribiendo. Tenía un diario de sus angustias, de sus ideas y de sus sentimientos que ayudó mucho a escribir la biografía”, señaló la autora. Gracias a la poesía Matilde obtuvo un pequeño reconocimiento. Escribió un poema a la ciudad de Cuenca, que declamó en vísperas de las fiestas de su fundación y a partir del cual fue ovacionada y ciertamente favorecida por la crítica literaria.
Primera siempre
Luego de obtener la licenciatura en medicina regresó a Quito en un segundo intento de ingresar en la Universidad Central, único lugar donde se podía doctorar. Para ese entonces las cosas habían cambiado y ya no encontró ninguna dificultad en inscribirse en esta carrera, recibiéndose en 1921 como la primera médica del Ecuador.
Según relató la historiadora, Matilde conoció al único amor de su vida cuando aún estaba en el bachillerato en Loja. Él era un compañero huérfano llamado Fernando Procel, quien luego se convirtió en abogado y fue un gran admirador suyo e impulsor de su trabajo. Él la asesoró jurídicamente cuando en 1924 se abrieron registros electorales en todo el país para la elección de funcionarios seccionales y nacionales y ella decidió que quería votar.
Cuando la nobel médica se apersonó en la mesa electoral le dijeron que la votación era solo para hombres. “En ese momento Matilde se apoyó en la Constitución y dijo: ‘aquí dice que todo ciudadano mayor de 21 años que sepa leer y escribir puede votar, aquí está mi título de doctor. Yo puedo votar’”, contó la escritora, quien destacó el hecho de que para ese entonces la joven pionera ya estaba en el octavo mes de embarazo de su primer hijo.
Este suceso generó un impacto tal que la prensa lo reseñó a nivel nacional, obligando a los juristas y notables de la época a convenir, según constata Jenny Estrada en los documentos que cita en su libro, “que no había ningún impedimento y que la Dra. Matilde Hidalgo Navarro de Procel podía hacer uso de su derecho al voto”. Así, en julio de 1924, se convirtió en la primera sufragista del Ecuador y de América Latina.
Al año siguiente de su votación fue nombrada primera concejal del cantón Machala, ciudad donde vivía con su esposo. Su desempeño fue tan brillante que en los comicios oficiales siguientes se candidateó para concejal y fue electa vicepresidente del Consejo Cantonal de esa localidad.
El gobierno ecuatoriano reconoció los logros de Matilde premiándola con la Medalla al Mérito y la Medalla de Salud Pública, y en su Loja nativa construyeron un museo en su honor. Finalmente recibió el reconocimiento de la gente que fue testigo de su lucha y fue homenajeada en vida con las más altas condecoraciones del Estado.
El feminismo de Matilde
¿Podría considerarse a Matilde Hidalgo una feminista? Al respecto, Jackeline Procel de Carvajal, la nieta de Matilde, dijo a La Mañana: “Si recordamos que se considera a la francesa Hubertine Auclert, la primera sufragista de Francia, como la pionera del movimiento ‘feminista’ que nació en 1882 en busca de la conquista de derechos para la mujer con igualdad política y social, entonces podríamos decir que sí, que fue una ‘feminista’ innata”.
Jenny Estrada explicó que lo que logró esta valiente mujer fue producto de su lucha individual. “En nuestro país no había agrupaciones femeninas todavía. Ella abrió el camino político para posteriores intervenciones de mujeres”, dijo.
Según considera la periodista, en ese momento histórico el feminismo era diferente a lo que actualmente se entiende como tal. Estrada apuntó a que este movimiento ha sufrido una evolución por etapas. En la generación de Matilde, “la mujer feminista era muy consciente de las urgencias sociales pero muy femenina, orgullosa de su condición de esposa, de madre, tanto que ella firmaba: Matilde Hidalgo de Procel. Su concepto de feminismo estaba en la lucha por sus derechos como ser humano. Matilde buscaba integrarse a la sociedad en igualdad de derechos y obligaciones, y trabajar con el hombre en pos de construir una sociedad más equitativa para todos, sin diferencia de sexo y origen”.
“En la segunda etapa del feminismo tenemos a Betty Friedan con la liberación de la mujer”, continuó. “La píldora y el control de la natalidad les permite a las mujeres diferenciar su rol de maternidad de su rol individual. Tienen control sobre su cuerpo y pueden emprender otras acciones”. Estrada señaló que “allí surgió una dicotomía entre el grupo de mujeres que abogan por una integración con el varón en las mismas condiciones de igualdad de derechos y deberes, y el grupo que propugna: ‘vivan las mujeres, mueran los hombres’”.
De acuerdo al análisis de esta escritora, actualmente asistimos a otra etapa del feminismo, “de aborrecer, de renegar de la maternidad, proaborto, pro matrimonio igualitario. Ahora se trabaja por el género”, indicó.
Jackeline Procel señaló que, si estuviera viva, su abuela “sin duda se asombraría de la presencia de tanta protesta inundada de odio y agresividad”. “Pues su personalidad y el carácter que desarrolló, aunque fuerte y férreo, tenía, a mi percepción, más un espíritu de enseñanza”, señaló. Digamos que, de alguna manera, fue una educadora de la sociedad. Nos enseñó, con mucho esfuerzo, sacrificio y con el apoyo de sus seres queridos que le daban sostén, que somos capaces de conquistar nuestras metas; sean estas grandes hazañas históricas o simples logros personales”.
Las Matilde Hidalgo de Uruguay
Paulina Luisi fue la primera doctora de Uruguay, graduada en 1908, que también luchó por el sufragio femenino desde 1916. Sin embargo, aquí este derecho no se conquistó sino hasta 1927, oficializado en 1932. Por otro lado, a diferencia de su homóloga ecuatoriana, sí formó agrupaciones femeninas.
La primera uruguaya en votar fue Sofía Álvarez Vignoli, una abogada y política quien, junto a Isabel Pinto de Vidal, Julia Arévalo de Roche y Magdalena Antonelli Moreno, fueron las primeras en ingresar al Parlamento. Álvarez también fue promotora de los derechos del niño, impulsando su inclusión en nuestra legislación. En 1946 escribió un libro sobre los derechos civiles de la mujer.
“Lo grandioso que ellas hicieron, tanto las de allá como la de acá, fue servir a su patria y abrir el camino para las mujeres. Matilde Hidalgo predicó con el ejemplo sin prepotencia ni ego. Esta doctora nunca hizo alarde de sus capacidades ni de sus conquistas. Al contrario, vivió como una persona normal, pero con un afán de servicio indesmayable. Ella erigió la salud pública en la provincia El Oro, fundó hospitales, siguió en la cátedra, se mantuvo siempre en actividad. Cuando fue la invasión de la Guerra contra el Perú, ella estaba en Quito en un cargo público y organizó un refugio para los emigrantes de la guerra que estaban en éxodo, huyendo de las provincias y creó un programa de radio donde exhortaba a su gente a ser valiente, y pedía que les dieran trabajo y apoyo”, recordó Jenny Estrada.
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