En un mensaje escrito los obispos de Uruguay expresaron que “esta noticia nos llena de alegría”.
La Conferencia Episcopal Uruguaya (CEU) informó que el 6 de mayo, en Montevideo, “Mons. Jacinto Vera será beatificado”.
El 17 de diciembre pasado el papa Francisco “aprobó un milagro obtenido por la intercesión de Don Jacinto”, expresaron los obispo. Comprobar la realización de un milagro es condición necesaria para llegar a la beatificación.
La Santa Sede “nos comunica la fecha de la beatificación que habíamos solicitado los obispos del Uruguay, por ser el 6 de mayo el día en que recordamos su muerte (su dies natalis para el Cielo), acaecida en Pan de Azúcar en plena misión apostólica”.
La CEU señala a Mons. Vera como “guía de nuestra Iglesia en tiempos difíciles, llevó la frescura de vida y de gracia del Evangelio a todos sin distinción. Al final de sus días, Don Jacinto cosechó una admiración unánime de la sociedad de su época, aún de sus mismos adversarios, como quedó plasmado en los homenajes tributados a su muerte”, agregan los obispos que llaman a todos los ciudadanos a prepararse “para su beatificación, ya que será un acontecimiento memorable en la historia de nuestra Iglesia”.
Las cuatro etapas hacia la santidad
La beatificación forma parte del proceso de canonización que implica reconocer y proclamar a la persona en cuestión como practicante heroica de las virtudes (santo) y como tal modelo e intercesor.
Según la doctrina católica, la canonización definitiva requiere de cuatro etapas previas. Cada una implica el estudio y conocimiento de la vida de la persona, con la participación religiosos y expertos en diversos asuntos como teólogos e incluso científicos.
En la primera, la más sencilla de las cuatro, la persona es declara “siervo de Dios”. El obispo diocesano y el postulador de la causa piden iniciar el proceso de canonización. Y presentan a la Santa Sede un informe sobre la vida y las virtudes de la persona. La Santa Sede recibe el pedido para iniciar el proceso de canonización y por medio de la Congregación para las Causas de los Santos dicta un decreto señalando que nada impide iniciar el estudio para la canonización.
En la segunda etapa la persona en consideración es declarada “venerable”, situación en la que ahora se encuentra Mons. Jacinto Vera. Para llegar a ser venerable un tribunal recibe, previamente, testimonios de quienes conocieron al siervo de Dios, y se analizan sus escritos para corroborar que en su comportamiento y documentos no huya desviaciones de la fe. Con los datos recabados se elabora un documento que es estudiado por una comisión de teólogos quienes expresan su parecer y lo transmiten a cardenales y obispos que profundizan la discusión. De no surgir discrepancias el papa decreta a la persona como venerable.
Para alcanzar la declaración de beato las exigencias son mayores. Se estudian las gracias y favores pedidos a Dios por los fieles por intermedio del venerable; se requiere la realización de un milagro, el cual necesita de la existencia de testigos e incluso científicos que lo corroboren. Superada esa etapa el papa aprueba la beatificación y determina la fecha de la ceremonia.
Para el catolicismo, la santidad es la situación más elevada que el ser humano puede alcanzar. Se requiere la existencia de un segundo milagro posterior a la beatificación, el cual también es analizado con rigurosidad teológica y científica. Finalmente se decreta la canonización siendo el papa el encargado de su aprobación.
Reseña biografía de Mons. Jacinto Vera
Don Jacinto Vera nació el 3 de julio de 1813 en un barco, en el océano Atlántico cuando su familia se dirigía a Uruguay desde las Islas Canarias. De joven trabajó en el campo con los suyos, en Maldonado y en Toledo.
A los 19 años descubrió su vocación. A falta de formación en Uruguay, se trasladó a Buenos Aires para estudiar. Celebró allí su primera misa, el 6 de junio de 1841.
Teniente cura y luego párroco de la Villa de Guadalupe de Canelones durante 17 años. Fue nombrado vicario apostólico del Uruguay el 4 de octubre de 1859; consagrado obispo en la Iglesia Matriz de Montevideo el 16 de julio de 1865. Participó del Concilio Vaticano I en 1870.
El 13 de julio de 1878 se convirtió en el primer obispo de Montevideo.
En la reseña biográfica aportada por la CEU se destaca que tuvo una vida austera y que se prodigó a los pobres, a los presos y a los enfermos. Siempre fiel a su sacerdocio fue instrumento de paz y reconciliación entre los orientales. Su espíritu misionero lo llevó a todos los rincones de la república para anunciar la salvación de Cristo.
Murió durante una misión que realizaba en Pan de Azúcar, el 6 de mayo de 1881.
En su sepelio un joven Juan Zorrilla de San Martín resumió el sentir de muchos: “Las lágrimas en este momento inundan mi alma y el alma del pueblo uruguayo, enlutado y consternado. ¡Padre! ¡Maestro! ¡Amigo! Señores, hermanos, pueblo uruguayo: el santo ha muerto”.
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