Este año se cumple el primer cincuentenario del accidente de los Andes que cobró la vida de 29 personas y dejó para la historia una hazaña de superación personal y fe en la vida. En la Ciudad Vieja el Museo Andes 1972 rescata los valores de esta tragedia y del milagro, y los vuelca en una muestra permanente visitada en su mayoría por el público extranjero.
Sobre la calle Rincón al llegar al número 619 un grupo de extranjeros se detiene para tomar una fotografía. Posan para la imagen, señalan el cartel que reza “Museo Andes 1972” y siguen su camino. La escena se repetirá en el día con otros viajeros. El lugar convoca a personas de todo el mundo. Muchos de ellos han arribado exclusivamente a nuestro país con el motivo de conocer en profundidad la historia que alberga en su interior.
El 13 de octubre del año 1972, un avión que partió desde Carrasco con destino a Santiago de Chile en el que viajaban 45 pasajeros más la tripulación, entre ellos 19 jóvenes jugadores del equipo de rugby Old Christians, se estrelló en Los Andes. En total 29 personas fallecieron en la tragedia y solo 16 encarnaron el milagro: sobrevivir a lo imposible. Detrás de este evento hay un dolor inimaginable, pero también hay valores relacionados a la fe, la motivación, el ingenio, la persistencia y el compañerismo; valores que se podría decir fueron (y son) la fórmula de la vida. Aquello que hizo que fuera posible aferrarse a esta experiencia en el mundo.
Este año se cumple el primer cincuentenario de este evento que pasó a la historia, pero en el museo que rescata su memoria cada día parece ser 1972. El fundador de este memorial es Jörg Thomsen, un empresario que trabajando fuera de Uruguay detectó la necesidad de ubicar a nuestro país en el mapa. “Vi que esta historia era mucho más conocida y aceptada afuera que localmente”, manifestó en diálogo con La Mañana. Pero más allá de esta necesidad, Thomsen conoce lo que es estar del otro lado del mostrador. Los primeros fallecidos en su vida fueron sus padrinos en un accidente aéreo en Chile. De alguna forma, sabía lo que se sentía esa espera interminable de incertidumbre y el peligro que significaban los Andes. Luego de haber estado en El Valle de Las Lágrimas en el año 2010, en compañía de uno de los sobrevivientes de la tragedia, comenzó a darle forma a la idea de realizar un memorial.
Fue así que una década atrás decidió ponerse al hombro el emprendimiento de realizar un museo que recordara la historia y honrara por igual a los supervivientes y los fallecidos. Comenzó primero con una muestra en El Tajamar, seguida por otras en el Conrad y Solanas, hasta que perseveró hasta lograr reunir el acervo que hoy hace a Andes 1972. “Esta historia es un monumento a la generación de objetivos. Es también una herramienta pedagógica que sirve a muchas personas”, resaltó.
El 98% de sus visitantes son extranjeros. “Para nosotros significa un enorme orgullo y responsabilidad, porque hay personas que vienen exclusivamente a Uruguay por el museo. Estamos en el ranking 5 de atractivos de Uruguay”, indicó Thomsen. Dentro de esta responsabilidad, está mantener las puertas abiertas, aun cuando los números se hacen cuesta arriba tras dos años de pandemia y fronteras cerradas.
“Es una historia que el uruguayo no la siente tanto como propia. La conoce, pero cuesta imaginarla, porque no hay montañas ni nieve”, observó. Es por eso que proyectó realizar un documental que narra la historia, una introducción en 27 lenguas distintas, una línea de tiempo que recorre día a día lo vivido en la cordillera, Uruguay y el mundo, durante el tiempo en el que duró la tragedia, e información que profundiza en las claves de la supervivencia como el aislamiento térmico. Es que una vez que los sobrevivientes encontraron la cola del avión entre la nieve pudieron armar mantas y sobres de dormir cocidos con los cables de cobre del sistema eléctrico para poder sobrevivir una noche fuera del fuselaje, tal como lo hicieron durante la expedición final que tuvo éxito. Estas mismas mantas que les salvaron la vida son las que se pueden ver en la exposición.
Símbolos de la fe en la vida
Dentro del museo se encuentra el cinto utilizado por Roberto Canessa con tres agujeros nuevos realizados con tal exactitud que cuesta diferenciarlos de los originales, como si su autor no hubiese querido dañarlo porque, de alguna forma, sabría que lo seguiría utilizando.
También se exponen lentes de plástico realizados con materiales de la cabina del avión para evitar quedarse ciegos en la nieve, e incluso agendas donde los sobrevivientes escribían los números de teléfono de los restaurantes a los que irían, así como de sus compañeros para continuar en contacto una vez salvados, pues estaban seguros que había un después.
Se hallan objetos que sobrevivieron a la incineración realizada en el año 1973 y que fueron encontrados recientemente, como la botella con la que recogían el agua derretida de nieve o una zapatilla. Figura también el saco del piloto, encontrado 33 años después del accidente con su billetera y el pasaporte en su interior. Tras los deshielos la montaña continúa manifestándose.
Pero hay asimismo una sección de gran solemnidad dedicada a todos aquellos que se quedaron en la cordillera. “Estoy muy agradecido por la confianza que han depositado en mí los familiares al donar, en muchos casos, lo que son las únicas piezas que conservan de ellos. Es muy importante para nosotros”, expresó Thomsen.
El compromiso con un memorial permanente
Valentina Calero y Lucía Gordillo son dos de las jóvenes que trabajan en el museo guiando a los visitantes. Ambas pertenecen a la nueva generación de uruguayos que no conocieron esta tragedia de primera mano, como lo pueden haber sido todos aquellos que la siguieron a través de la prensa en las décadas pasadas. Sin embargo, profundizar en la historia generó en ellas “sentimientos fuertes” y en este sentido mencionaron que “están convencidas de que se debe estar constantemente divulgando los valores que este evento dejó, como la superación personal, la búsqueda de soluciones y el no rendirse jamás”. De esta forma, se mostraron orgullosas de su trabajo y señalaron: “Esta historia nos enseñó que cuando uno no puede más, siempre hay que darle un poquito más para adelante”.
La Mañana testigo del “Milagro de los Andes”
Cuando ocurrió el accidente de la Cordillera de los Andes, desde La Mañana se realizó una cobertura total de los hechos. La primera noticia del 14 de octubre titulaba: “Desapareció avión con 45 jóvenes uruguayos”. En la nota se hacía referencia al promedio de edades de los chicos, lo cuales rondaban los 20 años. Se listaban los nombres de los viajeros y tripulantes, así como se detallaba el caso de tres personas que por diferentes razones no viajaron junto al resto de la delegación. Se añadía también un esquema del mapa con un recuadro que indicaba la zona donde desapareciera el avión.
El 24 de diciembre de 1972 la noticia fue: “En Chile viven milagrosa Navidad los 16 salvados”. Viajaron de La Mañana y El Diario a San Fernando el subsecretario de redacción Víctor López Reboledo, el periodista Omar Piva junto al fotógrafo Cesagués Hernández, sitio a donde fueron llevados los rescatados. “Nos salvaron la fe en Dios y las ganas de vivir”, relataron Parrado y Canessa.
TE PUEDE INTERESAR