La industria gráfica en Uruguay, así como en el resto del mundo, enfrenta desafíos tecnológicos y de competitividad. La pandemia aceleró la transición digital, lo que derivó en el cierre de muchas imprentas. Guillermo Castelgrande, vocal de la Asociación de Industriales Gráficos del Uruguay (AIGU), conversó con La Mañana sobre la necesidad de políticas para acompañar la reconversión de este sector y evitar la pérdida de empleos. Además, remarcó el valor del material impreso, que sigue teniendo un rol importante en la sociedad.
¿Cuál es la misión de AIGU?
AIGU es una asociación de empresarios gráficos que fue fundada el 10 de diciembre de 1929. Históricamente, cumplió dos roles, la defensa de la industria gráfica en su conjunto y la capacitación del empresario gráfico para enfrentar los desafíos que cada época trajo. La gráfica ha pasado, como toda industria, por distintos cambios tecnológicos a los que nos hemos tenido que ir adaptando, así como por problemas de competitividad. Desde la década del 80 hacia acá, también representamos a los industriales gráficos en los consejos de salarios y en los órganos tripartitos. Actualmente nuestro presidente es Rafael Carrocio, un impresor que hace muchos años está en la directiva. Y los que estamos al frente de forma honoraria somos un grupo de empresarios gráficos que trabajamos buscando la permanencia de la industria y el fortalecimiento en momentos en que el barco enfrenta tormentas importantes.
¿Cómo es la situación actual del sector en Uruguay?
La industria gráfica transitó por varios cambios, en primer lugar, un cambio tecnológico muy importante que fue la introducción de los sistemas de impresión digital. Un segundo cambio trascendente fue la eliminación de la factura física, que llevó al cierre de muchísimas imprentas. La asociación históricamente se opuso, no al cambio tecnológico de pasar a la factura digital, porque eso no sería lógico, pero sí respaldamos –y no tuvimos eco de parte de las autoridades de los distintos gobiernos– que se obtuviera la factura digital para dar rapidez y mejorar los controles, pero que por otro lado se mantuviera la factura física como complemento por un tema de seguridad, de control, y porque hoy las personas reciben un ticket que se evapora por los sistemas de impresión térmicos que se utilizan. Ninguno de los distintos gobiernos tomó una acción para apoyar o reconvertir a esta industria o para buscarle nuevos nichos de negocio. Eso ha llevado a que en los últimos 10 años se hayan perdido miles de puestos de trabajo y se hayan cerrado muchas imprentas, con el agravante de que en el interior la imprenta es también librería, papelería, editorial de semanarios y mensuarios, o sea, cumplen un rol social muy importante. Eso es un golpe muy fuerte, no solo desde el punto de vista industrial, sino desde el punto de vista democrático, porque realmente impactó en la prensa del interior y en los puestos de trabajo.
¿Qué efectos tuvo particularmente la pandemia sobre la industria gráfica?
Tuvimos una tormenta perfecta en la pandemia: el cierre de los últimos sectores que tenían factura física, el cierre de gran parte de la comunicación publicitaria, porque no había gente en la calle, entonces no se imprimían afiches ni material publicitario. Y la reconversión de una industria que era analógica a una industria digital de forma abrupta. No hubo un proceso lento de pasaje de lo analógico a lo digital. Muchos colegas no pudieron seguir el ritmo de esta reconversión porque no tenían cómo invertir en los nuevos equipos o por la necesaria capacitación que debían tener el empresario y los trabajadores para manejar estas nuevas tecnologías.
Ante esta situación tan desafiante, ¿qué iniciativas podrían impulsarse para fortalecer a la industria?
Nosotros hemos tenido reuniones con las autoridades anteriores, pero todavía no hemos tenido la posibilidad de tener instancias con el nuevo gobierno. Lo que planteamos, por un lado, es una serie de créditos en condiciones no reembolsables o muy favorables para la industria gráfica, que le permita a aquellas empresas que tomen la decisión de reconvertirse, hacerlo rápidamente. Segundo, que Inefop trabaje en la capacitación de trabajadores y empresarios para las nuevas tecnologías. Tercero, tener una relación más fluida con UTU, que lo hemos logrado. UTU tenía toda una educación pensada para una industria que ya no existe, y desde hace unos años ha ido reconvirtiendo sus procesos educativos, enfocándolos en las nuevas tecnologías de impresión digital, de troquelado digital, de plotter. O sea, está encaminándose a lograr un cambio en la formación de los futuros trabajadores de la industria gráfica. Eso realmente nos fortalece.
¿Cómo se ha adaptado esta industria a las nuevas tendencias como la sostenibilidad?
Ese es un aspecto muy importante. Nuestros clientes nos están exigiendo cada vez más la utilización de materiales sustentables, y los proveedores han adoptado prácticas para ofrecer en el mercado materiales sustentables, reciclados, o políticas de reciclaje activas para que la industria sea cada vez más limpia, más ecológica. Hay un mito muy fuerte asociado a que, al no consumir papel, salvás un árbol, pero, en realidad, el papel que se produce en el mundo se hace con bosques sustentables. No se corta un árbol en el Amazonas para hacer papel para una revista, sino que se plantan bosques sustentables en Uruguay y en otros países del mundo para lograr papel, nuestra materia prima sustentable.
¿Cómo ve el futuro de esta industria?
Lo gráfico va a seguir existiendo y va a tener un valor de muchos tipos, en primer lugar, un valor emotivo. Pasamos de sacar fotos y tenerlas impresas a tenerlas digitalmente, y ahora se está volviendo a la foto impresa, porque son recuerdos tangibles y emotivos. Seguramente, muchos de los lectores del semanario tengan guardada su tarjeta de casamiento, su tarjeta de bautismo, sus tarjetas personales, y eso no queda en un soporte digital. La gente guarda los soportes impresos porque lo físico es lo que tiene más durabilidad. Sucede inclusive con los libros. Se dijo que cuando surgiera el libro digital se iban a acabar los libros impresos, y hoy estamos viendo que los libros impresos viven y luchan de una manera espectacular. Lo mismo sucede con los catálogos, con todo lo que es cartelería. El público está un poco cansado de esas pantallas que abruman permanentemente con comunicación. Por eso el impreso va a tener una larga vida, y nosotros apostamos a eso. El cambio más importante es la segmentación, es el marketing uno a uno, o sea, no hacer algo masivo, sino algo específico para cada grupo de consumidores. Los empresarios gráficos estamos trabajando para adaptarnos a esa segmentación y producir materiales asociados a esa necesidad que tiene el mercado de productos personalizados.
¿Qué esperan de las nuevas autoridades?
La industria gráfica se compone de dos patas, los trabajadores y los empresarios. En la medida que haya imprentas, habrá fuentes de trabajo. Muchas veces, cuando se toman decisiones en lugares importantes, no se tiene en cuenta el impacto que eso tiene en la fuente de trabajo. Cuando se decidió pasar de la factura física a la digital, nadie consideró que se iban a perder miles de puestos de trabajo y que se iban a cerrar muchísimas imprentas. O sea, no solo afectó a empresarios, sino también a trabajadores. Por lo tanto, esperamos que los gobiernos, sean del signo político que sean, tengan presente que cualquier decisión que afecte a la industria gráfica implicará un impacto sobre miles de trabajadores. Ese daño hay que tenerlo en cuenta.