Una reciente investigación del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres) concluye que previo a la aparición del covid-19 había 500.000 habitantes que vivían en condiciones de pobreza y vulnerabilidad. Desde la Iglesia católica además se advierte sobre la paulatina pérdida del país de cercanías.
Desde que la pandemia del covid-19 arribó al Uruguay, se observó un importante incremento de las ollas populares a lo largo de todo el territorio nacional. Dado que los niveles de pobreza de los últimos años venían siendo bajos, sobre todo al compararlos con los datos de los años posteriores a la crisis del 2002, esa señal de vulnerabilidad social llamó la atención y motivó la realización de un estudio más profundo por parte de Ceres.
Fue así que se buscó confeccionar una medición complementaria a la que propone el Instituto Nacional de Estadística (INE), que es el método de ingreso, y se creó un nuevo indicador que analizó cinco dimensiones: educación, empleo, vivienda, confort y conectividad.
Este informe dejó al descubierto la existencia de miles de personas que no son consideradas pobres mediante el método estándar porque el ingreso que perciben está por encima de la línea de pobreza, pero, sin embargo, viven en condiciones muy similares a las de los individuos que se encuentran en situación de pobreza, en lo que respecta a las cinco áreas antes mencionadas.
De esa forma se llegó a la conclusión de que, previo a la aparición del covid-19, más precisamente, en 2019, 500.000 uruguayos vivían en condiciones de pobreza y vulnerabilidad social, tal como explicó el economista e investigador senior asociado de Ceres en conversación con La Mañana.
Esa cifra contempla los 300.000 que se obtienen por método de ingreso, más 200.000 a través del índice que se focaliza en la similitud por carencias. Al llegar al cálculo final, la magnitud observada causó sorpresa puesto que se esperaba que ambos indicadores fueran similares, añadió.
La fragmentación que divide al país y también a Montevideo
Al analizar la situación de la pobreza según la distribución geográfica, quedó de manifiesto la gran fragmentación territorial y social que persiste en el país al día de hoy. Esto refleja lo que se esperaba, de acuerdo con el especialista, ya que es una realidad que Uruguay arrastra históricamente.
Del estudio se desprende que en 2019 había claramente una mayor incidencia de pobreza al norte del Río Negro. En concreto, la tasa de pobreza total más alta se registró en el noreste (Rivera, Tacuarembó y Cerro Largo) con 20,6%, seguido del litoral norte (Artigas, Salto y Paysandú) con 16,5%, el este (Treinta y Tres, Lavalleja, Rocha y Maldonado) con 9,7%, y con la misma tasa de 9,4% las zonas litoral sur (Río Negro, Soriano y Colonia) y metropolitana y centro (Canelones, San José, Flores, Florida y Durazno).
En lo que respecta a Montevideo, se presentan realidades muy dispares. En este caso, en cuyo análisis se trabajó a nivel de los municipios, la incidencia más grande se da al norte de Avenida Italia.
Según se detalla en el informe, en la zona costera las tasas no superan el 7,5%. El Municipio CH (Punta Carretas, Pocitos, Buceo y Parque Batlle) corresponde al valor mínimo, con 1,3% de pobreza, seguido del B (Colón, Palermo, Ciudad Vieja y Centro) con 4,5% y el E (Carrasco, Punta Gorda, Malvín y Malvín Norte) con un promedio del 7,5%.
En contraste, al adentrarse en el interior (A, G, D y F) la pobreza ampliada no baja de 24,2%. En el Municipio F (Manga, Maroñas, Piedras Blancas y Punta de Rieles) se observó la mayor tasa con 34,3%, seguido del D (Casavalle, La Unión, Villa Española y Cerrito) con 31,7%, el A (Cerro y La Teja) con 30,9% y el G (Colón, Melilla, Peñarol, Región Oeste y Prado Chico) con 24,2%.
Las diferencias que se pueden percibir entre las distintas regiones del país o los diversos municipios de Montevideo, son representativas de los resultados que se obtienen al calcular la pobreza únicamente por método de ingreso.
Una visión alternativa que no implica evaluar políticas públicas
Díaz dejó en claro que con este análisis se intenta brindar una visión alternativa. “Nosotros calculamos estas cifras a partir de datos del INE. Lo único que queremos es aportar una mirada complementaria, tratar de echar luz a un problema muy complejo que tiene muchas dimensiones y ayudar a entender mejor la realidad. Ni cerca estamos de pensar que el INE propone un análisis incompleto”, remarcó.
El informe indica lo que sucedía en 2019 y todavía no se cuenta con estimaciones sobre cómo afectó la pandemia en materia socioeconómica. Para realizar el estudio en cuestión, Ceres se basó en la Encuesta Continua de Hogares 2019 que es la última disponible. Por tanto, para conocer lo que está pasando ahora será necesario replicar lo mismo a partir de los datos de la encuesta de 2020.
Por último, el economista señaló que esta investigación se pudo hacer gracias a la calidad de las estadísticas del INE y no implica una evaluación de políticas públicas, sino que busca describir estrictamente la realidad.
Construir puentes en una sociedad fragmentada
En abril de 2018, la Iglesia católica presentó el documento “Construyamos puentes de fraternidad en una sociedad fragmentada”, en el que manifestaba su preocupación por la vulnerabilidad social que existe en muchas partes del territorio uruguayo.
El objetivo fue generar un diálogo con la sociedad civil acerca de esa problemática, aportando una mirada pastoral, más allá de los partidos políticos, pensando en políticas de Estado que ayuden a alcanzar una mejor calidad de vida para la población.
“A pesar de las mejoras de los últimos años en los indicadores económicos y del impulso dado a políticas redistributivas, que crearon las condiciones para disminuir el número de familias en situación de pobreza, aún subsisten sectores que no han podido acceder a niveles de vida digna”, expresaron los obispos en el escrito.
El presidente de la Conferencia Episcopal del Uruguay, monseñor Arturo Fajardo, que participó en la redacción del documento, recordó a La Mañana que en esa instancia sostuvieron que “aquello que decía Real de Azúa de que Uruguay es un país de cercanías, está de alguna manera desapareciendo”.
El diagnóstico de la Iglesia “coincide” con el de Ceres en relación a la “marcada” fragmentación territorial. “Siempre ha sido así. Se ha avanzado en descentralización en materia universitaria y de salud; ha habido un esfuerzo hacia el interior, pero parece que nunca es suficiente, que el interior queda más olvidado”, comentó Fajardo, actual obispo de Salto.
Agregó que la Iglesia hoy está presente en los barrios y nota esa realidad, a la que se ha referido también el papa Francisco, sobre que hay mucha gente que ha sido “descartada” de la sociedad. La integración, en este contexto, implica un gran desafío.
Durante la pandemia, en muchas parroquias se han hecho ollas populares, se han distribuido alimentos y atendido merenderos. “Uno cuando recorre zonas rurales y suburbanas ve la presencia de la comunidad cristiana que, desde su fe, intenta responder a las necesidades más perentorias”, aseveró.
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