El gran objetivo de Don Bosco es que los jóvenes sean felices para siempre, y esta es la forma de trascender, poder descubrir a un Dios que quiere lo mejor para las personas y, sobre todo, la construcción de un proyecto sostenido en el tiempo, de vida digna, tener estudios, trabajo, ser personas de bien. Esto se traduce en la propuesta de la obra social Caqueiro.
Caqueiro es un barrio fronterizo de Rivera. Se trata de un cerro por donde pasan los mojones de la línea divisoria Brasil-Uruguay. Una falda del cerro es brasileña y la otra es uruguaya. Su población presenta diversas necesidades, hecho que llevó a que hace más de 20 años estén trabajando allí los salesianos y las hijas de María Auxiliadora (las religiosas salesianas), sobre todo en promoción humana, trabajo social y religioso.
Durante la crisis del 2002, la hermana Arancha, una misionera española, y el padre Mateo Méndez, impulsor de la obra Tacurú en Montevideo, se comprometieron a ayudar en la zona de Caqueiro, donde se habían acentuado algunos temas, como la inseguridad y el enfrentamiento del cerro con un barrio aledaño, quedando muchos niños y jóvenes en el medio.
En aquel entonces, la hermana Arancha y el Padre Mateo comienzaron a generar actividades esporádicas e informales que eran encuentros con niños, adolescentes y jóvenes en zonas baldías, hasta que obtuvieron un terreno y construyeron un edificio para realizar una obra social de promoción educativa, y se creó Caqueiro como obra social.
El Proyecto Social Caqueiro motiva y promueve a los niños, adolescentes y jóvenes a través de la educación, el trabajo y la recreación –al estilo de Don Bosco– para que puedan desarrollarse integralmente en la sociedad. Este trabajo promueve las capacidades, potencialidades y sueños de los más jóvenes, garantizando sus derechos al desarrollo integral, a la inclusión social, a la educación y al trabajo.
Adrián García es sacerdote salesiano y en este momento ejerce sus tareas en la comunidad salesiana de Rivera, donde está a cargo de la obra social Caqueiro. La Mañana tuvo la oportunidad de hablar con él sobre esta organización que cuenta con diversas actividades para que los más chicos y jóvenes se sientan como en su casa.
La obra está funcionando actualmente de lunes a viernes de 8:00 a 22:00 horas. Atiende alrededor de 250 niños, adolescentes y jóvenes en cinco distintas propuestas que construyen la identidad de la casa. Estas se vinculan a ser un espacio de puertas abiertas, apoyar en la educación formal, promover la inserción laboral, el desarrollo de la disciplina deportiva y la promoción de la espiritualidad.
Objetivos uno a uno
El barrio no tiene más que la escuela, un CAIF y la propia obra social; no hay plazas ni clubes. Entonces se buscó generar un espacio de puertas abiertas que durante todo el día permita el acceso de los más jóvenes para que no pasen por el riesgo de estar todo el día en la calle.
“Es por eso que lo primero que debemos hacer es abrir nuestras puertas para que los niños, adolescentes y jóvenes se sientan como en su casa. Muchas veces las expresiones de ellos son de pasarla mejor en Caqueiro que en su propio hogar, ya que hay dificultades en las familias, carencias materiales, desde comida a juguetes”, señaló el padre García.
En esa línea es que se creó un espacio recreativo de construcción de valores, donde saben que todos pueden entrar, jugar, compartir, crecer juntos y contar con el acompañamiento de los educadores.
El segundo objetivo es ser un puente de sostenimiento de la trayectoria educativa, a nivel escolar y liceal. “Sabemos bien las necesidades que tienen los estudiantes para poder sostener la trayectoria educativa; quizás es más fácil en la escuela, pero ya comienzan las primeras dificultades y por eso tenemos un equipo de apoyo escolar para atender temas de escritura y acompañarlos en los deberes”, explicó el entrevistado.
En cuanto a los adolescentes, se trabaja en sostener la motivación que, muchas veces, no lo tienen en la familia. Se los acompaña a responder de manera responsable las tareas del liceo y la UTU. “No tenemos una política de cursos o planes educativos formales dentro de la obra, sino más bien queremos ser el puente que los ayuda a compartir con otros”, dijo García.
El tercer objetivo de la casa es ser un estímulo para la inserción laboral, por eso hay una escuela de hábitos para el trabajo que funciona todos los días desde las 8:00 a las 12:00 horas, Allí, adolescentes y jóvenes que han abandonado la educación formal o aquellos que están vacilando, “a través de practicar el trabajo recuperan su estima, se sienten más motivados porque se consideran útiles y comienzan a recuperar el interés por estudiar, por ejemplo, pero con una conciencia de trabajador”.
Otro objetivo que tiene la casa es el desarrollo de la disciplina a través del deporte, por eso se tiene una escuela de deporte que comienza todos los días a las 17:30 horas, donde los chicos hasta los 24 años tienen básquetbol, fútbol, vóley, artes marciales, capoeira, hip hop y zumba. Es una escuela de arte y deporte donde lo principal es que sea motivante y un medio para educar la disciplina “que los ayudará a salir adelante en la vida y construir valores que los haga ciudadanos honrados”, expresó el entrevistado.
La quinta propuesta es la promoción de la espiritualidad, en un sentido amplio. Es una casa abierta para todas las creencias, teniendo la propuesta de identidad cristiana, Jesús como modelo, cercano, que acompaña. “Por eso es que en todas las demás áreas-proyectos está presente esto y permea toda la obra, para descubrir un Dios cotidiano que los acompaña y que quiere lo mejor para ellos”, aseguró.
Inserción laboral real
En relación al tercer objetivo, vinculado al trabajo, el centro Caqueiro tiene tres áreas educativo-laborales; una está relacionada con el mantenimiento, como auxiliar de servicio, jardinería; la segunda área es la horticultura, que a través del sistema hidropónico producen lechugas que luego se venden para sostener la propuesta y que los participantes tengan una colaboración mensual por sus prácticas educativas. La tercera es la iniciación forestal, ya que el rubro es muy fuerte en el norte del país. Hacen tareas sencillas de forestación y elaboran un producto comercial que son astillas que se venden en atados.
También tienen talleres de capacitación en todo lo que tenga que ver con el mundo laboral. Se divide en tres etapas: iniciación (rotan una vez por mes en cada área); prepasantía (la propuesta es más exigente ya que se preparan para ingresar a una empresa) y la pasantía. Son tres meses de prueba donde los reciben empresas relacionadas a la obra y luego de ese período, acompañados por el equipo educativo y encargados de la empresa, van evaluando al alumno para ver si está capacitado para ser efectivo en la empresa. En caso de que no fuera el caso, este vuelve a la escuela para seguir preparándose en lo que le falta.
La idea es que quienes estén en edad laboral puedan salir del barrio para emplearse. “Sabemos mucho de la autoexclusión; entonces, si nosotros todavía le agregamos cursos o trabajos que impliquen quedarse en la zona, no estamos colaborando a que puedan salir y compartir con otros”, planteó el entrevistado.
Por eso que es que además de las pasantías y el seguimiento para el empleo, reciben apoyo en el sostenimiento económico para salir en un ómnibus, para poder estudiar y tener los materiales. “A veces somos nosotros los que coordinamos con las adscriptas. Somos como los segundos padres y los acompañamos en el camino educativo y luego el laboral”, dijo.
La escuela de hábitos de trabajo nuclea a unos 30 jóvenes al año y comienza a funcionar a partir de febrero. Es la única actividad de la obra que requiere de algunos pasos formales para poder ser parte, como una entrevista para valorar el interés y la situación de la persona. Las inscripciones 2023 están abiertas ya que aún hay cupos disponibles.
Los motores de la obra
Es importante señalar que esta obra pertenece a la congregación salesiana, donde el sostenimiento económico es en base a la colaboración de los riverenses particulares y de empresas.
Se cuenta con la colaboración de numerosos voluntarios que están en todas las propuestas que tiene la casa. Ellos se organizan en una comisión y en cinco subcomisiones: una se encarga de la publicidad de la obra para que sea conocida y tenga visibilidad; otra comisión se encarga de organizar las ayudas y las campañas de bonos. Otra se centra en la prevención de la salud y está integrada por médicos de Rivera que siempre preparan talleres y acompañan cuando algún chico está internado.
Hay una comisión que trabaja en la elaboración de proyectos para presentar en diferentes entidades públicas y privadas, para conseguir oportunidades para los chicos. Y una comisión que está expresamente apoyando a la escuela de trabajo, sobre todo en la conexión con empresas para las pasantías, así como personas que trabajan en recursos humanos para acompañar a los jóvenes.
“Hay una cantidad de personas que están apoyando la obra, donando su tiempo, su dinero y capacidades. También existe un equipo permanente remunerado; ese es el gran desafío de cómo sostener económicamente la obra. Muy pronto vamos a comenzar, por primera vez, un convenio con el Estado, a través de INAU. Se trata de un centro juvenil que enriquecerá la propuesta educativa en calidad, con un equipo técnico, algo que no habíamos podido tener en estos 20 años”, celebró el padre García.
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