En diálogo con La Mañana, la jefa de misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Uruguay, Tanja Pacifico, destacó la apertura del país tanto a nivel político como social, dado que no se percibe la migración como algo ajeno a nuestras raíces.
Si bien desde las últimas décadas Uruguay se caracterizaba por ser un país expulsor de población, reduciéndose la inmigración a los movimientos fronterizos desde Brasil y Argentina, a partir de los datos del censo de población de 2011 inició un cambio en el perfil de los extranjeros.
Estos datos dieron cuenta de un cambio en el origen de los flujos migratorios (tradicionalmente de argentinos y brasileños), consolidándose una tendencia desde 2013 con un aumento de migrantes cubanos, dominicanos y venezolanos, siendo estos últimos los que representaron la mayor magnitud entre los latinoamericanos no limítrofes.
Desde 2018, la oficina especializada en migraciones de las Naciones Unidas realiza un seguimiento de la población migrante, principalmente venezolana, con un trabajo coordinado en las ciudades fronterizas para atender las necesidades de las familias que llegan al país, enfocándose ahora en la reapertura de fronteras del próximo 1º de noviembre.
Según la jefa de misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Uruguay, Tanja Pacifico, la comunidad cubana, que tiene un flujo migratorio desde hace más tiempo, es mucho más compleja de cuantificar porque “hubo unas salidas importantes del país de personas que se fueron hacia EE.UU. de forma regular o irregular últimamente”, por lo que, según datos históricos, se puede estimar que en la actualidad hay entre 19 y 25 mil personas provenientes de Cuba, en tanto se calcula que los migrantes provenientes de República Dominicana no superan los 10 mil.
De los 5,5 millones de ciudadanos venezolanos que han salido de su país para radicarse en el extranjero, 4,6 millones están en América Latina y el Caribe, y se estima que en Uruguay hay entre 16 y 17 mil personas originarias de Venezuela, aunque en muchos casos antes de llegar a Uruguay pasaron por otros países sudamericanos, principalmente Argentina y Brasil, aunque también llegaron de Ecuador y Perú.
El aumento del flujo de ciudadanos venezolanos a Uruguay fue lo que demandó una urgente y necesaria implementación de la Matriz de Seguimiento de Desplazamiento de la OIM, que tuvo su primera ronda en octubre de 2018, la segunda en diciembre de 2019, la tercera entre diciembre de 2020 y enero de 2021; mientras que la última ronda fue realizada en los departamentos de Rocha y Rivera entre el 6 de julio y 13 de agosto de 2021 y tuvo como principal objetivo conocer la situación general actual respecto al acceso a servicios, inclusión, necesidades e impactos de la covid-19 en la población migrante, con énfasis en la población venezolana niñez y adolescencia migrante.
Para este último estudio migratorio que fue presentado el pasado 19 de octubre en la Comisión Especial de Derechos Humanos de la Cámara de Senadores, se realizaron 15 entrevistas en profundidad con actores claves del territorio en cuestión, sobre temas como el acceso a los servicios, la distribución demográfica, el impacto de la covid-19, la relación de la población migrante con la comunidad, las características y el acceso a los servicios de salud y el acceso a los servicios de educación.
La jefa de misión de la OIM en Uruguay señaló que el aspecto más importante es que en comparación con otros años en los que llegaban profesionales solos o parejas casadas, ahora están llegado más familias y mujeres solas con menores a cargo. Esta situación motivó a que el último trabajo fuera junto con Unicef, “porque nos interesaba medir e investigar el impacto para niños y adolescentes, porque la respuesta de autoridades y también nuestra asistencia se enfoca en los adultos”.
“Ahora vemos un perfil más vulnerable –que no quiere decir que las personas no estén calificadas, en el sentido de que puedan ser profesionales– pero llegan con un recorrido migratorio mucho más complejo”, explicó Pacifico.
“La mayoría que vemos no está llegando ahora desde Venezuela, sino que pasaron meses, inclusive años, en el resto del continente. Quizás meses cruzando Brasil de forma irregular, otros que estuvieron antes un tiempo en Ecuador, en Perú y luego deciden llegar a Uruguay. Entonces tienen un recorrido distinto en comparación con las personas que llegaban directamente volando hacia Carrasco”. Estos últimos ingresos, apunta la especialista, “se dan o por los puentes internacionales o por tierra en la frontera seca, y el perfil de vulnerabilidad en general es mucho más alto que anteriormente”.
Respecto al impacto de la pandemia en la comunidad migrante indicó que el resultado no sorprende. “Si le preguntáramos a las familias uruguayas seguro nos estarían diciendo los mismo, en el sentido de que las áreas más impactadas fueron vivienda y trabajo, ingresos en general, lo cual enseguida tuvo un impacto y consecuencias en la calidad de vida”, señaló.
Sí remarcó que el efecto fue más negativo para las mujeres, “particularmente para mujeres solas y mujeres jefas de hogar con familias a cargo”, que va de la mano con el hecho de que estén llegando más personas con ese perfil, lo que repercute en un “aumento de la vulnerabilidad, con todo lo que quiere decir, en el sentido de la posibilidad de endeudarse, de encontrarse en situaciones donde se puedan dar situaciones de violencia hacia los niños, o entre la pareja. Entonces, al aumentar la vulnerabilidad hay muchos efectos que se dan cuando las personas se encuentran en situaciones de desesperación”, sostuvo Pacifico.
Trabajo coordinado en departamentos de frontera
En marzo, la OIM inauguró una suboficina en el Chuy y está por abrir otra en Rivera, “que son los departamentos donde tenemos una presencia más fuerte”, pero en general “estamos hablando con todos los departamentos de frontera”, porque, según advirtió, “ya no es un tema de Montevideo”.
“Anteriormente la población migrante se encontraba sobre todo en Montevideo y Canelones por oportunidades de trabajo, pero ahora ya lo vemos mucho más a nivel territorial”, con excepción de Tacuarembó, Flores y Florida, “que son más de tránsito”. “Pero en otros departamentos que anteriormente eran de tránsito, ahora se da la situación que la gente va a Montevideo y luego vuelve al departamento de ingreso, o que simplemente se queden allí desde el principio”, apuntó Pacifico. Tal es el caso de los departamentos del litoral fronterizos con Argentina, aunque mucho más incipiente y menor en comparación con Rivera y el Chuy, “donde ya tradicionalmente hay más comunidades de migrantes”, señaló.
La gira realizada a principios de octubre con autoridades de Río Negro, Salto, Paysandú, Cerro Largo, Rivera y Rocha se enfocó principalmente en la apertura de fronteras prevista para el próximo 1º de noviembre.
“Los ejes de trabajo van por la línea de capacitar a funcionarios para que estén bien formados, para identificar varios delitos como la trata, el tráfico, etc.; y también saber qué hacer cuando se da esa situación, y con quién tengo que hablar”, explicó. En definitiva, para “armar una respuesta a nivel de protocolo del departamento”, y coordinar una “asistencia directa” para las familias que llegan al país, con equipos de psicólogos y trabajadores sociales que tiene la OIM; y además la posibilidad de armar centros de contingencia “donde la persona pueda quedarse los primeros días, esperando el resultado del hisopado”.
La jefa de la misión de la OIM en Uruguay planteó la posibilidad de que en esta reapertura se podría dar un aumento en el ingreso de personas de nacionalidades que no venían entrando hasta este momento al país. Sin embargo, dejó en claro que “no prevemos una situación dramática o algo que el país no pueda manejar”.
Los uruguayos y los migrantes
El último estudio de Latinobarómetro destacó a Uruguay como el país de la región en que la opinión pública tiene una mirada más positiva sobre el arribo de extranjeros: tres de cada cuatro ve positivo o muy positivo su llegada, mientras que en países como Colombia, Guatemala o Perú solo un tercio se manifestó receptivo con ellos.
“En Uruguay no hemos visto expresiones violentas de xenofobia, y eso seguramente tiene que ver con la apertura del país tanto a nivel político como a nivel social. Porque la mayoría de los uruguayos tiene raíces migrantes. Por lo cual no es un tema que le sea ajeno”, resaltó Pacifico y destacó también que Uruguay tiene una tradición de respeto de Derechos Humanos con las personas migrantes y tiene un enfoque también en su política migratoria, algo que nosotros celebramos”.
También Uruguay ofrece para los migrantes la facilidad de “la inserción y el acceso a la educación, a sistemas de salud y al trabajo; son temas muy positivos y atractivos”. De hecho, pudieron vacunarse, cuando en otros países ni los propios ciudadanos pudieron, subrayó.
Según se desprende del mismo estudio, el 52% de los uruguayos sostienen que los migrantes “vienen a competir por nuestros puestos de trabajo”. Sobre este aspecto, Pacifico manifestó que no se puede culpar al migrante de que trabaje por menos plata, sino pensar el hecho de que existe un mercado informal.
“No es bueno y no ayuda a la economía que haya un mercado informal donde hay personas que cobran mucho menos y trabajan mucho más”. “El punto es que tenemos que ver quién los está empleando y quién está ganando a raíz de esta situación”, agregó.
Sobre casos de explotación laboral, indicó: “Existen, sin dudas, y colaboramos mucho con el Ministerio de Trabajo y sabemos también que hay algunas zonas de frontera donde hay una prevalencia de mercado informal más grande que por ejemplo en la capital”.
TE PUEDE INTERESAR