“Para mí el caballo ha sido sanador y la combinación del animal con el arte resultó muy positivo”, dijo la artista que ha descubierto una nueva forma de hacer arte. Sus cuadros se han expuesto también en el exterior y el caballo tiene la ventaja de la universalidad.
Olga Arman Ugon nació en Montevideo, pero su apellido es de los que traslada a sus interlocutores a otro lugar, a uno de los departamentos más encantadores de nuestro país, Colonia. “Aunque yo nací en Montevideo todos mis ancestros son de Colonia”, contó, donde se emplaza, como si fuera un símbolo, el liceo Daniel Armand Ugón, el primero del interior del país, que no está en la ciudad capital sino en Colonia Valdense, lo que refleja el empuje y la visión de una comunidad con identidad propia.
“Soy artista plástica”, dijo a La Mañana al ser consultada sobre su condición artística, y si se entra en la página web que lleva su nombre, además de poder observar el carácter y la sensibilidad de su obra, se la presenta como “versátil” que “explora todos los rincones desde la abstracción, la figura humana hasta su pasión por los caballos”.
Precisamente, son los caballos lo que nos llevó a convocarla para una entrevista que se convirtió en un diálogo, buscando desentrañar el vínculo de la artista con un animal que inspira tanta libertad.
Una pasión truncada redescubierta en la actualidad
“Mi vínculo con el caballo se inició cuando yo era niña, gracias al pequeño tambo que mi padre tenía en Colonia. Me fascinaban desde que yo era chiquita y todos mis planes a futuro tenían que ver con el caballo”, recordó. “Pero mi padre murió cuando yo tenía diez años y desde entonces todo ese encanto del campo se me acabó, e increíblemente terminé dedicándome al arte que era lo que siempre le gustó a mi madre”, para la cual “el arte era un pasatiempo, siempre pintó, le encantaba el ballet, cuando salíamos de viaje nos llevaba a los museos. Hay una influencia artística muy fuerte de parte de ella, aunque su pintura no trata la temática rural”.
Por tanto, cuando era niña y ante el fallecimiento de su padre “se paró para mí el tema del campo y nunca más fui”, comenzando a hacer una vida más montevideana y dedicada al arte. Sin embargo, “hace poco comencé a hacer terapia y comencé a revivir todo ese lado rural, me di cuenta de que tengo una gran pasión por esas cosas y tal vez, si mi padre hubiera seguido vivo, yo hubiera continuado trabajando en el campo que era mi pasión de chiquita”.
Ese renacer del campo la aproximó nuevamente al caballo: “Comencé a acercarme y empecé a hacer doma racional”, y a partir de ahí “nacieron esas ganas de comenzar a pintar caballos, y a pesar de que hace muy poco que los pinto, es como que los llevo en el alma, como una experiencia que quedó truncada”.
Respecto a la doma racional aclaró que solo hizo cursos y que no se dedica a esa actividad, sin embargo, destacó que aquellos que se introducen en ese mundo “logran formar una relación con el animal, y cuando uno comienza a practicarla no se puede creer la respuesta del caballo y las similitudes en las reacciones con el ser humano”.
Una de las similitudes que mencionó es la reacción ante el miedo, y la tarea del domador racional “es darle confianza”. Lo increíble es que la doma racional bien hecha logra, “a los pocos minutos, tranquilizar al animal, aunque sea un potro salvaje” y eso se logra “cuando el caballo ve que esa persona que tiene enfrente es confiable”.
“Eso tiene mucho que ver con la forma en que las personas nos relacionamos entre nosotros, y la reacción humana ante el miedo. A veces alguien te habla mal o reacciona de determinada manera que no esperamos y no es que esté enojado, sin que está asustado”, precisó. Armand Ugon no continuó con los cursos de doma racional “pero fue un acercamiento que tuve con el caballo”.
“El caballo tiene un componente especial”
En cuanto a la relación del caballo con el arte, señaló que para el artista, hacer su arte “es muy liberador cualquiera sea el tema” que aborde. “Cada artista trabaja el arte con el tema que lo mueve desde adentro. Eso explica mis obras con los caballos, que era una pasión que estuvo ahí, como oculta, hasta ahora. Por tanto, desde ese lado el caballo tiene para mí un componente especial”.
Lo mismo se puede decir desde quien se acerca y observa la obra: “Cuando alguien hace arte trata de generar y mover algo en quien lo mira, y generalmente cuando se transmite algo que es muy del artista, eso se siente por parte del espectador que en este caso es un sentimiento de mucha libertad”.
“A mí, por lo general, me gusta hacer los caballos sueltos, corriendo, libres, como si fueran animales salvajes con mucho vigor, mucho movimiento y fuerza”.
La abstracción
Como ella mismo lo dice, Olga Armand Ugon no siempre se dedicó a pintar caballos. “Antes me dedicaba a la abstracción que es todo lo que no es figuración. Cuando pinto caballos es una figuración, se ve lo que es, en tanto que la abstracción es un mundo más imaginario, un mundo irreal”, explicó.
Cuando se observa una pintura abstracta “no hay que buscar nada, todo el mundo trata de encontrar algo como si necesita ver una realidad escondida, pero la verdad es que puede no haber nada detrás de la abstracción”, enfatizó.
Eso no sucede con la figuración en la que se ve el caballo por más que los trazos “estén medio desarmados; no es una foto, sino que son trazos abiertos ante los cuales el cerebro se encarga de cerrarlos y ve que se trata de un caballo”.
Otra característica de la obra de Armand Ugon es, salvo algunas excepciones donde se ve la presencia humana practicando algún deporte como el polo o una carrera, el protagonismo absoluto del caballo, lo que explicó así: “Cuando pinto no pienso en las costumbres rurales, solo pienso en el caballo, y de ahí que no haya un paisaje rural ni otro contexto” que de una ubicación determinada. “Me gusta el animal y no importa donde esté, es el animal por el animal mismo”.
Lograr la conformidad personal
“Con el caballo logro una conformidad (personal) que no siempre encontraba con mi otra obra. Los caballos sí me encantan, y ese sentimiento para mí es raro porque hasta que empecé a hacerlos yo era como una eterna desconforme”, comentó.
Para ayudar a entender el porqué de ese sentimiento hay que recurrir a sus palabras casi que de agradecimiento con el caballo como animal en permanente actitud de compañerismo y apoyo para con el ser humano: “Los caballos también se utilizan como terapia, es un tema del que yo no sé mucho pero si observamos podemos ver el bien que un caballo puede hacer a las personas y a los niños a través de la equinoterapia”, algo que nuestra entrevistada vio personalmente: “Tengo la experiencia de un niño muy nervioso que el caballo logró tranquilizarlo”, sostuvo.
Tal vez por eso “a la gente le encantan” las pinturas de caballos, “desde que empecé a pintarlos las personas me lo dicen y comentan. El caballo tiene mucha llegada, mucha más de lo que pensé, aun con las características con que yo hago mis pinturas que son líneas y no del estilo fotografía. Me impresiona lo que le gusta a la gente”, subrayó.
El caballo es universal
La pintora tiene pendiente “hacer una muestra solo de caballos”, la que seguramente llegará en el momento oportuno. Ahora el proyecto más inmediato es una feria de arte en Miami “y la obra que llevo son los caballos” para mostrar “algo distinto” a lo que suele verse en esa ciudad. No es la primera vez que Estados Unidos recibirá el trabajo de Armand Ugon: “Ya fui a Nueva York con los caballos y me recibieron muy bien, me fue muy bien”.
Sobre ese éxito en tierras lejanas y que era inesperado se explica solo “porque el caballo es universal”, y como es un animal tan versátil atrae a varios tipos de personas sin que haya ninguna limitación. “Al que le gusta los caballos, muere por ellos”, graficó, y ese concepto lo entiende y aplica a sus cuadros porque ella misma lo ha vivido en carne propia: “En lo personal el vínculo es emocional, cosa que no he notado con otros animales, ni siquiera con los perros que me encantan”.
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