Fueron acontecimientos de “mucho heroísmo, desde el clásico de los expedicionarios que se jugaban la vida con la muerte inminente y pisándole los talones, hasta el heroísmo de los que contenían sicológicamente a los heridos cuando sabían que ellos se podían morir o se morían”.
El 13 de octubre de 1972, un avión uruguayo se estrelló en la Cordillera de los Andes en un viaje con destino Chile en el que transportaba de Montevideo a Santiago a un equipo de rugby. Este año hicieron 50 años de la tragedia, sobre la cual se han escrito artículos y entrevistas en todo el mundo, incluso libros, se han dictado conferencias, charlas y hecho películas. Sin embargo, la vigencia de aquellos acontecimientos se mantiene como si en nosotros existiera la necesidad de continuar aprendiendo de ellos.
Próximamente la historia llegará al mundo del cine a través de Netflix basada en el libro “La sociedad de la nieve” de Pablo Vierci y dirigida por el reconocido cineasta español Juan Antonio Bayona.
Entrevistado en el programa La voz de La Mañana (radio Oriental) Vierci dijo que “desde hace muchísimo tiempo” tiene “la impresión que lo ocurrido en los Andes, desde la tragedia a la gloria, es un mensaje de Uruguay al mundo”, respecto al cual “no hay episodios similares, lo que diferencia ese hecho de otros en los que hubo personas que vivieron y otras que murieron”. La diferencia está en “la sociedad que ellos (los sobrevivientes) construyeron” a partir de ese momento.
La película nos va a dar la oportunidad de ver las características de esa sociedad, “en primer lugar contraintuitiva, porque cuando la adversidad castiga de forma inclemente durante 72 días lo que surge es lo peor del ser humano, la bestia, la jauría, los saqueadores, todo eso que vemos constantemente, pero en la sociedad de la nieve lo que ocurrió fue lo contrario, la compasión, la misericordia, la generosidad, se agudizaron todas las antenas de la inteligencia, la creatividad, pero particularmente la compasión y la generosidad”, subrayó.
Esa compasión y generosidad se expresaron en el hecho de que “lo prioritario en ese accidente siempre fueron los heridos, que los hubo hasta el 11 de diciembre. Eso, junto a otras aristas, habla de lo mejor de los uruguayos, y para entenderlo hay que entender a Uruguay”, y “no es que somos mejores o peores, es que somos diferentes”.
Vierci destacó también que en el mundo “no volverá a ocurrir nada similar, entre otras cosas porque hay aparatos que permitirían encontrar (a las personas)”.
Otra particularidad fue la diversidad en la homogeneidad: “Es un grupo bastante homogéneo como es Uruguay con la diversidad: uno se desenvuelve mejor en lo físico, otro en la contención sicológica, otro en la inconmensurable fe religiosa, otro en la permanente esperanza, los que se caen se vuelve a levantar porque por esa diversidad los roles van cambiando, no se podía bajar la guardia y para eso fue clave la diversidad dentro de una cierta homogeneidad propia de Uruguay”, explicó.
Fueron acontecimientos donde hubo “mucho heroísmo, desde el clásico de los expedicionarios que se jugaban la vida con la muerte inminente y pisándole los talones, hasta el heroísmo de los que contenían sicológicamente a los heridos cuando sabían que ellos se podían morir o se morían. Muchos de los que murieron hicieron la contención sicológica lógica, se muere Marcelo Pérez del Castillo que era el capitán del equipo y el que organiza la primera etapa de la sociedad de la nieve que es lo más difícil porque es la transición, es muy glorioso lo que logra y pierde la vida en el alud” del 29 de octubre.
Cuidar el contexto
La película en la que trabaja Bayona “no es de ficción, está basada en el libro ‘La sociedad de la nieve’ en el cual son los sobrevivientes que hablan a través de sus páginas”.
Durante horas Vierci entrevistó a los sobrevivientes, y “la diferencia de este libro con otros es que por primera vez los 16 hablan en primera persona”, la tarea del escritor fue “enhebrar todos los relatos, darles uniformidad. La película está basada en lo que ellos mismos contaron”.
El libro como la película deben “cuidar el contexto”. Era el año 1972, “y es muy difícil extrapolar conceptos. Uno de los ejemplos claves de esa situación es el de la necrofagia, que es el acto de alimentarse con cadáveres. Eso en 1972 era muy disruptivo, fue un pacto muy valeroso el decir ‘si yo muero entrego mi cuerpo’, y lo hacen todos los que están vivos al día 6 y se concreta el día 10 cuando escuchan que no los buscan más. Hoy llegar a una decisión así es mucho más sencillo porque uno está acostumbrado a escuchar sobre la donación de órganos y ser donante, la figura que hoy se le llama ‘vivo en el otro’ no existía en 1972”.
Vierci recordó que el primer trasplante renal fue en 1965, y el primer trasplante cardíaco fue en 1967 “con todo el debate ético que hubo en ese momento”, y así como las tragedias permiten que la medicina tenga avances significativos, “ellos hicieron avances significativos con el tema de la donación de órganos, no me cabe la menor duda. Ese es un tema que ahora el mundo lo está empezando a visualizar muy claramente”.
Respecto al pacto de entrega mutua, el escritor dijo que “si faltaba algo” para confirmar ese hecho “hay cuatro cartas que se escribieron en el avión” y que son “documentos de un valor indescriptible, porque no es una lucubración posterior, están escritas en la zozobra de no saber qué va a pasar mañana. Son tres cartas de tres personas que murieron, Arturo Nogueira, Gustavo Nicolich y Viviana Navarro, y la cuarte de un sobreviviente, Carlos Páez. Quien lee las cartas se da cuenta que están escritas en medio de la zozobra, con una frase con esperanzas y a la siguiente se están despidiendo. Gustavo Nicolich lo dice, ‘y si a mí me tocara gustoso lo haría’. En la historia de la humanidad yo no recuerdo algo similar”.
El espejo en el que mirarnos
Consultado sobre la vigencia de lo sucedido, Vierci dijo que la pandemia potencia la necesidad de recordar todo aquel periplo: “A todos, en mayor o menor medida y según cada experiencia de vida, nos sirve mirar ese espejo de la sociedad de la nieve, ese espejo de una adversidad mayúscula, porque cada uno tiene sus propias adversidades y mirar la versión extrema coloca la problemática personal en su justa posición con la ventaja de que uno se puede identificar con uno u otro de los personajes y va armando su propio mosaico con un punto de vista que siempre es nuevo”.
Como le llama Roberto Canessa, “nos permite dar una mirada nueva a nuestra propia peripecia”.
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