Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936. Luego de trabajar como técnico químico y profesor, entró al seminario. Fue ordenado sacerdote en 1969, para luego en 1998 ser designado arzobispo de Buenos Aires y en 2001 cardenal, por lo cual luego de la muerte de Juan Pablo II en 2005 fue uno de los candidatos a sucederle en el cargo. Finalmente Joseph Ratzinger sería elegido como sucesor de Pedro, y no sería hasta su dimisión en 2013 que Bergoglio ocuparía el cargo como el 226° papa de la Iglesia Católica. Caracterizado por su austeridad y preferencia por los más desfavorecidos, generó una auténtica nueva era para los tiempos actuales en la Iglesia, lo cual le valió apoyos y también críticas desde dentro y fuera de la misma.
El 13 de marzo de 2013, en la quinta votación efectuada en el segundo día del cónclave, Bergoglio fue nombrado Sumo Pontífice. Desde entonces, cada 13 de marzo se celebra como Fiesta Nacional de la Santa Sede en aniversario del Pontificado.
Con motivo de tal celebración el pasado viernes 13, sobre las doce del mediodía, comenzaron a llegar los invitados a la casona de Bulevar Artigas y Ponce, a la “casa del Papa en Uruguay”, como lo define el Nuncio Mons. Martín Krebs, con motivo de la celebración un nuevo aniversario del Pontificado de Su Santidad el Papa Francisco.
Una de las autoridades presentes fue el Arzobispo de Montevideo el Cardenal Daniel Sturla. En diálogo con La Mañana, Sturla destacó la importancia de tener al primer Papa latinoamericano, y la cercanía que siente por el hecho de que sea rioplatense. A su vez destacó el impacto de estos siete años de Francisco: “Creo que lo más importante en un Papa no son los cambios que hace sino cómo anuncia el Evangelio de siempre en las circunstancias que le toca vivir, y en ese sentido el Papa Francisco ha subrayado algunos elementos clave para el como lo son la evangelización (propia de la iglesia), hecha como una Iglesia en salida”.
Sturla: “el Papa Francisco ha subrayado algunos elementos clave para el como lo son la evangelización (propia de la iglesia), hecha como una Iglesia en salida”.
Por su parte, el Nuncio Martin Krebs habló de la casa como símbolo de encuentro, de seguridad y estabilidad. “En nuestros tiempos actuales, inseguros por causa del coronavirus, los encuentros directos entre personas en muchos lugares se hacen difíciles, y esto nos lleva a tomar conciencia una vez más de los preciso que es el encuentro entre personas. Nadie lo sabe mejor que el papa Francisco, es un hombre de muchas facetas, pero su capacidad de encuentro es particularmente visible”.
En referencia a tal capacidad, recordó una de las primeras entrevistas de Francisco después de su elección hace siete años, donde le preguntaron porque se negaba a vivir en el Palacio Apostólico, a lo que respondió: “No puedo vivir sin gente, debo vivir mi vida con los demás”.
También destacó su virtud en el intercambio con culturas que le son ajenas, y sus viajes a países pobres y con poca población católica.
“En Marruecos reafirmó la importancia del diálogo interreligioso, en Mozambique, Madagascar y Mauricio, alzó su voz con fuerza en defensa de los pobres y de la creación. En Bulgaria, Macedonia del Norte y Rumania habló de la unidad de los cristianos, en Tailandia pidió que se promovieran los derechos de las mujeres y de los niños, y en Japón repitió que el uso y posesión de armas nucleares es inmoral”.
Krebs mencionó la designación del sacerdote uruguayo Gonzalo Aemilius como secretario privado del Papa como un gesto de cercanía, aunque no haya habido viajes a nuestro país en estos años. Además, tuvo en cuenta los pasos hacia una transformación de la Iglesia en misión permanente, un “caminar juntos”, y la llamada a una conversión sinodal, cultural, ecológica y pastoral.
Krebs sobre Francisco: “Es un hombre de muchas facetas pero su capacidad de encuentro es particularmente visible”.
Finalmente, se realizó un brindis por las buenas relaciones entre la Santa Sede y el Uruguay, y por la salud del Papa Francisco.
Crisis del coronavirus y momento de oración
Dos días después de los festejos por el aniversario de su pontificado, durante la tarde del pasado 15 de marzo, el obispo de Roma salió a recorrer las calles desiertas de la ciudad para rezar por el fin de las muertes y sufrimiento causados por el brote del covid-19, popularmente conocido como coronavirus, e imploró por la curación de los miles de enfermos y consuelo para sus familias. Su oración también fue dirigida a los trabajadores de la salud implicados en la difícil situación que enfrenta Italia y muchos otros países alrededor del mundo.
Visitó específicamente la Basílica de Santa María la Mayor, para rezar ante la Virgen, Salus Populi Romani, protectora de Roma y la iglesia de San Marcello al Corso, donde se detuvo para rezar frente al milagroso crucifijo que en 1522 fue llevado en procesión por los barrios romanos para acabar con la “Gran Peste” que azotó a la ciudad a principios del siglo XVI.