Darío Grenni es maestro y director desde hace más de 20 años y siempre ha trabajado en escuelas rurales. Hoy le toca organizar un centro estudiantil de Canelones con la particularidad de la “nueva normalidad” de por medio. En entrevista con La Mañana relata cómo lleva adelante su labor en este contexto y resalta la importancia del trabajo conjunto para mantener intacta la esencia de la escuela, sin perder de vista las obligaciones sanitarias.
Si se piensa en
cualquier escuela del Uruguay, es muy difícil que no vengan imágenes a la mente
como un patio con niños jugando, un salón de clases con bibliotecas, diferentes
grupos de chicos trabajando en equipo. Muchos pensarán también en la hora del
vaso de leche e, incluso, en el momento del almuerzo dentro de la escuela, las
meriendas compartidas, y las reuniones de padres.
Lo que cada uno imagine
forma parte de la esencia de una escuela. Son elementos que se han dado a lo
largo de la historia de la educación primaria. Ahora bien, esas situaciones, en
su mayoría, se dieron con normalidad este año pero tuvieron una fecha límite:
el 13 de marzo de 2020. Ese día, por última vez antes de la llegada del covid-19
al país, las escuelas abrieron como siempre lo habían hecho.
Llegó la pandemia a través
de una puerta abierta, y la forma de controlarla fue cerrándole todas las demás
posibles, entre las que están las puertas de los centros escolares. Los meses
transcurrieron, las medidas sanitarias fueron -y vienen- mostrando que el
compromiso, la paciencia y el respeto son de los elementos fundamentales para
amortiguar los contagios. Fue entonces que el 22 abril el gobierno habilitó que
comenzaran de clases presenciales voluntarias en las primeras escuelas rurales
del territorio.
“Diez días antes del
anuncio del comienzo paulatino de las clases presenciales, ya veníamos hablando
con nuestra inspectora de zona sobre cómo implementaríamos un posible
reingreso. Siempre se nos dejó presente que podríamos organizar nuestros
espacios, tiempos y horarios en la escuela. Se nos dio autonomía para que el
regreso no fuera algo negativo o impuesto, sino que lo trabajáramos según el
caso”, relató Darío Grenni, quien abrió las puertas de su centro el pasado
lunes 1º de junio.
Grenni es director y
maestro de 6º año en la escuela rural Nº 88 “Alfredo Nobel” de Las
Violetas, Canelones, y fue entrevistado recientemente por La Mañana. Aseguró que ya hay un trayecto recorrido con quienes
comenzaron el 22 de abril. “Tenemos directores de otros departamentos a
los cuales les hemos ido preguntando cómo fue el reingreso, la cantidad de
niños que van, cómo se organizan, temas más allá del protocolo, y eso ya nos
dio una visión anticipada”, aseguró.
Añadió que debido a las
medidas que debieron tomar, “parece que estuviéramos en la escuela del ‘no’,
pero hay cosas que son el ‘sí’: sí nos vemos, sí estamos juntos, sí
compartimos, sí jugamos, y está en los docentes generar las estrategias de
trabajo para que la esencia de la escuela siga estando presente. Es fundamental
y un gran desafío”
Modus operandi
de la vuelta a clase
La nueva normalidad obligó
a que el equipo de la escuela (director, maestros y auxiliar de servicio) generaran
un documento institucional de organización referidos a la limpieza, la
organización del edificio, los horarios de entrada, de salida y la división de
los grupos, entre otras cosas. “A partir de tener el documento finalizado
comenzamos con reuniones con los padres vía Zoom, explicándoles cómo sería esta
nueva manera de ser de las jornadas escolares”, explicó Grenni.
Se les da 10 minutos de
ventana a cada niño para llegar a la escuela así no se genera aglomeración,
hecho que los padres respetan mucho, según Grenni. “Si vemos que hay un
niño con algún síntoma, tenemos un termómetro para tomarle la temperatura. Como
la maestra de inicial aún no tiene niños presenciales, está todos los días
junto al director registrando qué niño asiste a cada jornada. Hasta el momento
ha asistido el 66% de los alumnos que estaban en la lista.
De 1º a 5º año se
subdividió cada grupo en dos para que asistan dos días a la semana –uno, el lunes
y jueves, y el otro, martes y viernes-. Los miércoles son para planificar
y rever prácticas (un espacio que antes de la pandemia no era posible tener).
La escuela física no es la misma, se tuvo que dejar todos los espacios con la
menor cantidad de objetos posibles, guardar libros, cubrir mobiliarios.
“No es lo mismo, pero tratamos de mantener la esencia del lugar, así como
el trato con los chiquilines cuando llegan, decirles algún chiste, que se
sientan cómodos”, dijo el director.
Una cuestión que se
plantearon era cómo los niños los verían cuando volvieran a la escuela.
“Muchos de ellos han visto a pocos adultos por estar en sus casas, y
volver a la escuela, encontrarnos con los barbijos, el lugar cambiado, los
salones casi vacíos y bibliotecas protegidas podría ser chocante para ellos,
como lo fue para mí”, agregó Grenni.
Pero a partir de la segunda vez que asistieron ya estaban acostumbrados. Llegan al portón, los padres los dejan, y cada uno ya sabe por cuál puerta ingresar. El entrevistado dijo que “la dinámica escolar nos va a llevar a que esos hábitos se adquieran. Son modos nuevos y es el único respaldo que tenemos para que los padres vean que la escuela es segura, y lograr que todos los niños asistan. Es una gran responsabilidad”.
Frente a las dudas que se presentan “es necesario ir a paso lento, firme y seguro”
El entrevistado comentó que se han presentado algunos casos en que los padres dudan de si llevar a los niños a la escuela o no. Muchos le han consultado al director qué hacer, pero él aseguró que no puede darles esa respuesta. “Es algo que debe resolverse en familia”, aclaró. “Cuando los padres estén seguros y el niño listo, que lo manden. No hay que forzar nada. Algunos padres prefieren estar al pendiente de si la escuela funciona o no para ver si mandan al niño. Ha pasado que cuando los niños ven que otros empezaron a concurrir, los motiva para hacerlo y eso también ayuda a los padres”, añadió.
Comentó que algunos padres estaban preocupados por el tema del barbijo, pensando que tal vez los niños podrían sacárselo. Pero eso no ha generado un problema. “Los padres entienden que es un desafío que se va a estar construyendo en base a las prácticas de todos los días. No estábamos preparados para esto, no sabemos cómo seguirá, pero es necesario ir a paso lento, firme y seguro”, aseguró Grenni.
La escuela tuvo una visita de una técnica prevencionista que fue cedida unas horas por una empresa de la zona de Joanicó. Ella los guio en el trabajo de reestructurar la escuela. Como el grupo de 6º son 12 niños y el salón es amplio, es el único grupo que puede ir completo y lo hace los martes, jueves y viernes.
Se cambió el vaso de leche por la limpieza
Antes la escuela proporcionaba un vaso de leche pero ese servicio ya no se da más. La persona que se encargaba de eso -María- ahora está pura y exclusivamente dedicada a la limpieza. Asea cada vez que un niño sale del baño, y a los niños se les pide que traten de no hacer tanto contacto con elementos. Cuando empiezan a irse en etapas, María ingresa al primer salón del que se fueron y comienza a lavar el poco mobiliario de cada salón, mesas, sillas, bibliotecas. Se lava cada objeto dos veces, luego todos los pisos. Los miércoles, como no hay alumnos, se hace una limpieza más exhaustiva.
TE PUEDE INTERESAR