Filósofo y contador público. De esa curiosa combinación de saberes, emerge un escritor y docente dedicado a promover tanto la filosofía de la cotidianidad como el itinerario del pensamiento uruguayo. En entrevista con La Mañana, Horacio Bernardo reflexionó sobre la importancia del aporte de Vaz Ferreira y de José Enrique Rodó, y las claves que conectan con nuestra actualidad.
¿Cuáles fueron sus primeros contactos con la escritura, venía de familia el interés por la cultura?
Mis orígenes son de una familia de clase media-baja de la zona de La Comercial. Tanto mi padre como mi madre eran empleados, luego él tuvo un residencial de ancianos. Ella vendía libros infantiles y posteriormente tuvo su propia empresa de distribución. Los libros siempre estuvieron presentes en mi casa.
Mi padre leía mucho y uno de los que siempre reivindicaba, y yo hoy lo hago también, es Lógica viva de Vaz Ferreira. Ahí enseña a pensar a los uruguayos a partir de situaciones concretas, cotidianas. Diferencia entre lo que es pensar por sistemas, los “ismos”, y pensar por ideas a tener en cuenta, sin recetas, pero con libertad de pensamiento. No negaba los sistemas, pero advertía sobre ellos.
Entonces la clase media leía a Vaz Ferreira, se interesaba por la filosofía. ¿Era más común antes que ahora?
La filosofía, y esto lo dice Ardao, se vuelve más académica en el siglo XX. En el XIX la filosofía era materia de polémicas, no digo que fuera a nivel de toda la gente, pero sí en los periódicos por ejemplo entre positivistas y espiritualistas. No era algo de eruditos. Si uno piensa en la filosofía pura, entonces sí se encorsetó luego con la filosofía analítica o la fenomenología o el existencialismo puro. Pero hay que tener en cuenta también que las corrientes de pensamiento siguen apareciendo a través de las polémicas que se daban en Marcha o Tribuna Católica, las polémicas sobre la laicidad, etc. Involucran filosofía, pero no son filosofía pura.
¿Cómo abordar el pensamiento uruguayo?
Si uno quiere estudiar las corrientes de pensamiento en Uruguay no puede hacerlo como lo haría en Alemania distinguiendo los autores fenomenólogos, existencialistas, analíticos. En Uruguay no. Muchas veces pensamos que el pensamiento uruguayo es de menor calidad porque no existe esa forma pura de filosofía pero debe tenerse en cuenta que la forma propia del pensamiento en el Uruguay y hasta en América Latina es el ensayo, la forma más ensayística. Eso lo rescata Ardao y Leopoldo Zea en México, de la corriente de la historia de las ideas.
Para valorar el pensamiento uruguayo y diría latinoamericano, uno tiene que abandonar ese academicismo puro y entender que las ideas se expresan en vínculo con el mundo de la vida, de lo político, de lo social. Pero no porque no haya una filosofía desligada o no se pueda pensar más allá de eso, se dio así.
Usted es licenciado en Filosofía pero además Contador Público, una mezcla poco frecuente. ¿De qué manera se congenia?
Hasta hace poco trabajaba en el Banco República, pero nunca ejercí liquidando impuestos por ejemplo. La filosofía fue algo puramente vocacional, aunque no me desagrada lo administrativo y lo contable. La filosofía persigue otro fin más vinculado con los ideales, sin desligarse del mundo, de la vida. En algunos momentos de la vida no supe cómo se combinaban y en otros lo vi como una virtud porque ayuda a bajar a tierra, a sistematizar y organizar las ideas.
Muchas veces los estudiantes de carreras científicas o incluso humanísticas desprecian la filosofía por considerarla no práctica para el ejercicio profesional. ¿Qué responde a eso?
Sí, incluso en algunos países sacaron la filosofía. Una vez hice una conferencia que se llamaba “La inutilidad de la filosofía”. Cuando se habla de la inutilidad puede ser entendida de dos modos: uno negativo, que no sirve para nada. Pero también hay una cosa positiva y es que al no servir no es “sierva” de nada. También se puede entender como algo “que no tiene sentido”, en forma negativa. Pero al no tener dirección puede dar herramientas para construir uno mismo esa dirección. Creo que ese saber “inútil” que son las humanidades y la filosofía tiene mucho de positivo justamente porque es inútil.
Hace algunos años comenzó organizando unos ciclos de filosofía sobre lo cotidiano, que desemboca ahora en investigaciones sobre la inquietud y el sentido. ¿Pueden desligarse lo uno de lo otro?
Partí de dos elementos. La inquietud en su sentido más simple es “lo que saca de la quietud”. No es algo negativo en sí mismo, sino que algo que mueve al ser humano como lo más básico. Pero eso está indefinido en un principio, algunos dirán que es el espíritu, otros algo biológico, o mental. No importa, sino qué se hace con eso, en la búsqueda del sentido. Del sentido que puede ser entendido como significado o como dirección. Toda esa búsqueda se da en relación con el mundo cotidiano, en el día a día.
La cotidianidad se puede entender de muchas formas. Muchas veces la literatura sobre ella la demoniza, se toma como algo secundario porque lo que llama la atención son los grandes logros o los grandes desastres. Lo que pasa día a día es lo que se olvida, lo que no importa. En las películas se usa el mecanismo de la elipsis, cortando las escenas de lo cotidiano, obviándolo. Esas elipsis a veces las aplicamos en nuestra vida también. Y la mayor parte de la vida no es lo excepcional, es precisamente lo cotidiano. También se le adjudica a lo cotidiano ser lo gris, lo mediocre. Y esto es muy nocivo porque desmerece la mayor parte de la existencia. Por eso es importante el rescate de lo cotidiano, es la vida misma. Por supuesto que lo extraordinario muchas veces da giros en la vida, con un accidente o ganando la lotería, pero luego volverá a otra cotidianidad.
En sus trabajos usted menciona tres posibles enfoques a las respuestas sobre lo cotidiano, según apunte modificar el interior de las personas, las estructuras de poder o las prácticas concretas. ¿Qué aportan estas visiones?
El mundo ya tiene respuestas para lo anterior. Esas tres categorías de respuestas son, a mi modo de ver, las que apuntan a que la clave está en el interior, en la introspección. La segunda es la social, que frente a un problema apunta a que el problema es la sociedad por ejemplo el sistema capitalista, el patriarcado, etc. La tercera es la de no buscar soluciones en lo interior o en la sociedad sino en tips concretos para solucionar una situación. El asunto es cuando una persona tiene la cabeza demasiado sesgada para una sola de estas soluciones, cerrarse en una de ellas. La clave es poder combinar las tres, tomando conciencia de esos tres polos.
¿Qué reflexión le merece la discusión sobre la libertad responsable?
Lo primero que veo interesante es la expresión. Hay muchos conceptos que aparecieron, como las burbujas, las perillas, etc., un shock de conceptos. Y no son conceptos neutrales, sino que dan un sentido o direccionan en un determinado modo. Libertad responsable es en cierta medida una redundancia porque no hay responsabilidad si no hay un grado de libertad.
Yo soy profesor de argumentación y una regla básica es suponer que el interlocutor tiene buenas intenciones. O mostrar que no las tiene. Una primera capa que hay que despejar es que a veces los interlocutores no creen que haya buenas intenciones. Desde la oposición se supone que el gobierno es insensible o desde el gobierno que la oposición solamente quiere destruirle. Si partimos de esa base, estamos en cero profundidad de análisis y hay un problema.
Lo que hay es dos criterios sobre esa libertad responsable y el gobierno apuesta más, confía más en el ejercicio individual de esa libertad, con el problema de que no todas las personas son responsables o vaya desfasada la responsabilidad con el virus, mientras que la oposición tiene una mayor desconfianza en esa libertad individual, con el riesgo de desencadenar en autoritarismo.
Otra realidad que está afectando la cotidianidad cada vez más es la utilización de big data. Un tema que es abordado por el documental “El dilema de las redes sociales” que tuvo gran repercusión. ¿Cuánto y de qué manera influye?
Cuando yo estudiaba estadística estaban los modelos de estadística. Con el big data pasa que tenemos tanta información que ya se puede trabajar con datos empíricos, no hay que inventar un modelo para determinar cuál podría ser la conducta de un grupo poblacional. Aunque también es muy útil que las redes sociales tengan un filtro de acuerdo a mis intereses, el problema es que si la información está condicionada por los gustos previos se tiende a la polarización. Y en segundo lugar hay otro problema que es la finalidad que es básicamente comercial.
Acá vamos al tema de los ideales, para mí eso no es un ideal de sociedad, que las personas reciban información en función de intereses comerciales. Eso vulnera la libertad de conciencia, de poder elegir. Esa manipulación, el paralelismo con las máquinas tragamonedas, genera una sociedad de adictos. Quizás lo que faltaría es una regulación, que cuidara más a las personas sin limitar tampoco la herramienta.
Es co-autor del libro Introducción al pensamiento uruguayo que comienza su estudio en el año 1811, el de la Revolución Oriental y el Grito de Asencio. ¿Cuánto pesa el artiguismo en el pensamiento uruguayo?
El origen del libro son cursos que hicimos con Lía Berisso desde 2009 en la Biblioteca Nacional. La figura de Artigas nos parece clave como símbolo. No nos metimos desde el punto de vista historiográfico, aunque aparecen analizados algunos documentos muy someramente. Pero sí a lo largo de la historia del Uruguay, Artigas ha sido utilizado de distintas formas y eso no se puede obviar. Mencionamos varias etapas, la leyenda negra con el libelo de Cavia, después cómo Artigas en la época del militarismo es un elemento clave para la construcción de la nacionalidad, como figura bisagra.
Durante el periodo de consolidación del Estado Uruguayo en la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del XX aparecen las figuras de Vaz Ferreira y Rodó. ¿Qué importancia tienen? ¿Son pensadores contrapuestos?
Ardao no los pone como figuras contrapuestas en el sentido de su pensamiento. Ambos están catalogados en la filosofía de la experiencia, pero más allá de los títulos, en los últimos 25 años del siglo XIX hay dos grandes corrientes que son el espiritualismo eclético y el positivismo. Tanto Rodó como Vaz Ferreira representan una superación de esas corrientes.
Si el positivismo venía a defender más la modernización y el papel de la ciencia, y el espiritualismo más los principios y los ideales, lo que vienen a hacer los dos es, sin desmerecer aquello, encontrar una síntesis. Vaz Ferreira dice en uno de sus libros que “la ciencia es metafísica solidificada”, como un iceberg. Un positivista puro y duro no diría eso, por ejemplo. En el caso de Rodó plantea en Ariel que las naciones tienen que modernizarse, aspirar a la riqueza material como Estados Unidos aunque a ese país le faltaba el ideal.
Son dos personas que pensaron libremente. Tanto Rodó como Vaz Ferreira no estuvieron atados a tener que citar ochenta autores, aunque en esa época no pasaba tanto. Por otro lado, son dos personas que estuvieron en el mundo, porque Rodó fue periodista y parlamentario y Vaz Ferreira trabajó en lo educativo y también era consultado por ciertas leyes como la del divorcio por sola voluntad de la mujer. Rescatar esos modelos de intelectuales, de pensamiento libre, es importante.
Algunos politólogos y analistas ubican a Rodó como “conservador”, siguiendo esa dicotomía discutible entre conservadores y progresistas. ¿Qué opina al respecto?
Creo que es un error decir que Rodó era conservador. En primer lugar estaba proponiendo algo para su época que era muy transformador. Le estaba diciendo a la juventud de América que emprendieran una transformación del continente basada en la tradición greco-latina pero también mirando a los Estados Unidos como algo a tener en cuenta. Lo que está mostrando no es conservador, sino nutrirse del pasado pero para construir una América para el porvenir. ¡Si eso es conservador, entonces no se!
En segundo lugar, Rodó no se opuso a Batlle y Ordoñez en el sentido de las leyes sociales. Él formó parte de la Comisión de Trabajo cuando se discutió la ley de ocho horas y estaba tan orgulloso de su trabajo que el propio Rodó lo incluyó en el Mirador de Próspero como uno de los artículos. El problema con Batlle sabemos que fue con el tema del colegiado, una gran diferencia, pero Rodó votó dos veces a Batlle cuando el voto todavía era indirecto. No es justo ponerlo como un opositor a Batlle como si Batlle era progresista y Rodó conservador. Creo que es necesario conjugar a ambos, yo los reivindico a los dos y eso no sería posible si fueran opuestos.
¿Y qué lugar ocupa el Arielismo?
Más que el arielismo como trayectoria me importa el Ariel como símbolo. Es una valorización de lo que son los altos ideales. Integra tanto lo social como lo íntimo de la persona. En Ariel hay una integración muy necesaria entre lo colectivo y lo individual. Es por supuesto una bandera social pero es también una aspiración o búsqueda que está dentro de cada individuo. Es como lo que hablábamos antes de los tres polos. En Ariel hay un excelente símbolo que puede invitarnos a reflexionar y poder conciliar estos elementos en función de pensar cosas concretas de la vida.
Fue designado como Coordinador del Plan Educativo Cultural de la ANEP. ¿De qué se trata esta iniciativa a grandes rasgos?
Tiene que ver con vincular educación y cultura, y con una serie de proyectos que presenté y empezaron a tomar forma en un Plan. Y para ello hay que superar la indefinición de cultura. Si todo es cultura, hay un problema. Un modo de entenderla es como alta cultura y el otro como algo antropológico. La idea es combinar las dos cosas, por un lado, acercar la cultura a personas que están alejadas pero al mismo tiempo dar herramientas para que cada uno sea productor de cultura en el sentido antropológico. En la ANEP hay muchos profesores y especialistas, hay recursos con talentos de gente que quiere hacer cosas y si se articula se puede utilizar bien.
Uno de los ejes es cultura en diálogo presente y pasado. El segundo es el estímulo del pensamiento crítico. Para generar cultura en un marco democrático, ciudadano y republicano hay una condición que es necesaria que es poder dialogar, intercambiar ideas. No como contenidos críticos, sino como herramientas para pensar. El tercer programa es el de descentralización educativa y cultura, llevar la cultura a distintos lugares. Y la cuarta es la que va por el lado de estimular o promocionar la labor intelectual docente como agente intelectual. El docente es un intelectual y es clave, porque está en la vida cotidiana.
Fortalecer el pensamiento uruguayo
Uno de los ejes del Plan Educativo Cultural de la ANEP es el programa de fortalecimiento del pensamiento uruguayo. “Será cometido principal de este programa fortalecer la cultura en la relación pasado-presente, a través de la promoción y divulgación de la trayectoria intelectual en el Uruguay”.
Entre las acciones propuestas se señala el desarrollo de un ciclo de audiovisuales sobre Pensadores Uruguayos, talleres interdisciplinarios sobre pensadores uruguayos en el marco del CFE y promover actividades y talleres en el marco de la conmemoración de los 150 años de José E. Rodó como la publicación de las Parábolas de Rodó adaptadas para niños, un concurso de dibujo infantil en primaria con el fin de ilustrar el libro de las Parábolas y un taller sobre Rodó en el marco del CFE.
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