Sus áreas de investigación van de la historia de la Iglesia en Uruguay y América Latina, hasta la Antropología Religiosa y la Fenomenología de la Religión. Considera que la visita del papa Juan Pablo II a Uruguay marcó una nueva era de despertar religioso en el país y que el abrazo de paz de Jorge Batlle y el arzobispo Cotugno, durante una misa en el año 2000, un nuevo tiempo para las relaciones de la Iglesia y el Estado. En entrevista con La Mañana, el profesor Pedro Gaudiano profundizó en la dimensión religiosa de José Gervasio Artigas, destacó las figuras de Jacinto Vera y Mariano Soler, y habla de algunos desafíos para la Iglesia uruguaya.
¿Cómo fueron sus primeros años de infancia y el entorno familiar?
Me formé en el Colegio Maturana, de allí pasé al Juan XXIII, o sea que me siento parte de la familia salesiana. Siempre tuve una honda inquietud religiosa. Mi infancia fue en Montevideo, en Bulevar Artigas y Agraciada y el colegio era un poco el centro de reuniones, de actividades deportivas y también pastorales, incluso los fines de semana. Mi madre era una mujer muy católica, de una profunda fe. Ella organizaba actividades de diverso tipo para colaborar con los colegios, con sentido de beneficencia. Mi padre no era un hombre de fe, pero acompañaba con mucho respeto.
¿Tuvo siempre una vocación por las letras, la historia y la filosofía?
Mi papá era dentista y trabajaba en casa. Tengo una hermana mayor que es dentista. Estaba eso de que yo también tenía que serlo, no por mandato, pero estaba en el ambiente. Y estuve en la Facultad de Odontología cuatro años, donde me fue muy bien académicamente.
Pero en segundo año sucedió un hecho que me marcó profundamente. A pedido de un sacerdote amigo que me encontré en el ómnibus fui a visitar al Hospital Italiano a un joven que venía del interior y que tenía cáncer de estómago. Tenía 19 años como yo, estaba solo y no conocía a nadie. Fui, pregunté por él, se llamaba Nelson y estaba en sus últimos días prácticamente. Él y su familia eran ajenos a la fe cristiana, pero fui todos los días, le regalé un rosario que era de mi abuela y le enseñé a rezar. Los médicos se sorprendieron de la paz que mostraba en ese momento tan difícil y al momento de su muerte. Para mí fue algo muy fuerte y quedé muy emocionado.
Tiempo atrás, yo había tenido una experiencia en el colegio cuando nos visitó un sacerdote canadiense que había estado en la guerra de Vietnam, que tenía el don de sanación y que mis amigos decían que era un “crack”. En ese seminario vi una persona que irradiaba mucha vida y aunque lo que él decía no era novedoso para mí, era tanto lo que irradiaba que yo decía “lo que este hombre está viviendo es lo que quiero para mi vida”.
Su experiencia lo llevó a estudiar teología, algo poco frecuente para un laico en Uruguay. ¿Sigue siendo así?
Hoy cada vez es más frecuente. Existe ahora una Facultad de Teología, porque en aquel momento en los años ‘0 solo había un Instituto de Teología. Terminé el bachillerato acá e hice la licenciatura en Buenos Aires en la Universidad Católica. Lo que me quedó después fue el doctorado y tuve la posibilidad de ir a Navarra en España. Años muy intensos de estudio y de noviazgo a distancia.
¿Qué opina cuando escucha que Uruguay es el país más laico de América?
Pienso que eso era cierto. Era. Porque para mí hubo un quiebre en la historia de nuestro país con la visita del papa San Juan Pablo II en 1987 y 1988. Quizás hasta esa fecha que se dijera que Uruguay era el país más laicista de América Latina, tal vez era cierto. A partir de ahí hay un cambio de paradigma. Aquellas 400.000 personas que se juntaron en Tres Cruces para la misa del papa, no eran el 100% católicos. Esa visita generó un despertar espiritual en toda la gente. Las últimas palabras que dijo Juan Pablo II antes de subir al avión fueron: “Uruguay, que seas feliz en el camino de tu nueva historia”.
Hace algunos años usted hizo un trabajo sobre “Los Batlle y la Iglesia”. ¿A qué apuntó su reflexión?
Sin duda el linaje de los Batlle en nuestro país, con cuatro presidentes, marca una línea importante. Se me ocurrió estudiar y profundizar desde el primer Batlle que llegó a nuestras tierras en 1800 y después sus descendientes hasta llegar a Jorge Batlle. El siglo XX comenzó con un fuerte conflicto entre la Iglesia y el Estado, representado, sobre todo, por la postura de Batlle y Ordoñez, que tenía un conflicto por motivos personales. Él no es que fuera un ateo, había sido fundador del Club Católico.
Pero si pegamos el salto casi hasta el siglo XXI está ese episodio importante que fue la misa de la Independencia del 22 de setiembre del año 2000, el día previo a que se cumplieran los 150 años de la muerte de Artigas. Se hizo una misa en la plaza Independencia con todos los obispos del Uruguay, incluso se invitó al arzobispo Bergoglio de Buenos Aires que no pudo venir. En esa misa estuvo presente el presidente Jorge Batlle y se dio un abrazo de paz con el entonces arzobispo de Montevideo, Mons. Nicolás Cotugno. Para mí eso simbólicamente marca el inicio de un nuevo relacionamiento entre la Iglesia y el Estado.
Voy a hacerle una pregunta totalmente contrafáctica, con la dificultad que esto tiene. ¿Qué hubiera pasado si el presidente electo en 1893 era Francisco Bauzá? ¿Cambiaba la historia o la fuerza de las corrientes existentes era determinante?
Como tú decís, nunca podremos saberlo, pero de todas maneras no cabe duda que lo que venía sucediendo en Uruguay, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX con la presencia de corrientes como el racionalismo, el positivismo, la influencia de la masonería y las corrientes protestantes, era un caldo de cultivo muy potente. Arturo Ardao llega a decir que el último cuarto de ese siglo fue uno de los momentos más críticos del enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado en Uruguay.
¿La laicidad está mal entendida hoy?
Es un tema donde hay muchísima tela para cortar y suele haber gran confusión. Hay una postura tradicional dentro de la Iglesia católica que distingue entre laicidad y laicismo. Se considera la laicidad como algo positivo, algo bueno, la separación de lo secular de lo religioso, con vidas propias. Pero el laicismo sería el equivalente a lo que se llama laicidad negativa, es decir una actitud de oposición o enfrentamiento. Fuera del ámbito eclesiástico lo que más se desarrolló, y en esto es un especialista Néstor Da Costa, es que hay varias laicidades en el mundo y lo que pasa en Uruguay es muy diferente a lo que pasa en otros países.
Como experto que es usted en religiones y en educación. ¿Considera que el estudio de las religiones es insuficiente o que debería hacerse mayor hincapié en los distintos niveles de enseñanza?
Absolutamente. Lo que pasa es que acá se entendía que el tema del estudio de las religiones se identificaba con el estudio de la doctrina cristiana y la fe católica. Para mí es absurdo que en la escuela pública y en muchos colegios privados no haya desde el punto de vista de la formación un abordaje de la dimensión religiosa.
Se ha hecho un esfuerzo por arrinconar lo religioso al espacio de lo privado. Hoy más que nunca es necesario que haya un diálogo interreligioso, y para eso hay que formarse, no para transmitir una fe particular o catequizar, sino para formarse en el ámbito de las religiones. Ese conocimiento nos va a permitir respetarnos más. En este sentido la Universidad Católica del Uruguay ha dado, desde hace mucho tiempo, una muestra para la sociedad uruguaya, por lo menos a nivel universitario.
¿Qué balance hace sobre el Bicentenario del Ciclo Artiguista que terminó el año pasado? Al inicio en 2011 usted publicó un libro titulado Los valores de José Artigas.
Mi interés por el artiguismo comenzó en el año 2000 con aquella celebración y misa. El arzobispo de Montevideo convocó a un conjunto de historiadores para que aportaran insumos para esa homilía. Estaba convocada gente de mucho peso como Alberto Methol Ferré, Mario Cayota, P. Juan José Villegas, Susana Monreal, y también me convocaron a mí a participar. Para mí fue un descubrimiento, cosas que había oído de Artigas y que pude encontrar el fundamento acerca de la fe católica del prócer. Una faceta que ha sido amputada de nuestra historiografía nacional. Ahí comenzó una investigación muy profunda que dio lugar a un libro llamado Artigas católico, en 2002.
Mons. Cotugno dijo que había dos grandes “leyendas negras” sobre Artigas. Una la del ‘libelo de Cavia’ que describía a Artigas como villano y la otra que era ese cercenamiento de su dimensión religiosa. ¿Va en esa línea?
Exactamente. El libro sobre los valores de Artigas de 2011 es el último aporte que hice sobre esta temática. Sé que hay muchos autores que han trabajado sobre este tema y que se ha ido incorporando en las escuelas, tanto el 19 de junio como el 23 de setiembre. Me lo han dicho algunos directores de centros de enseñanza. Hoy se conoce más sobre esta faceta que hace diez años, aunque no sé si es suficiente, creo que no, porque me sigo encontrando que para mucha gente sigue siendo una enorme novedad, por ejemplo, que las grandes frases de Artigas tienen una base cristiana.
Uno podría remitirse a varios capítulos de su libro, desde la formación franciscana de Artigas, la influencia de la fe en su acción y pensamiento, pero quisiera centrarme en el periodo quizás más desconocido que fueron sus treinta años de exilio en Paraguay, cuando vive más intensamente esa dimensión religiosa. ¿Qué momentos o testimonios destaca?
Si tuviera que hacer una síntesis y elegir momentos previos a la etapa en Paraguay creo que es significativo mencionar que Artigas llamó Purificación a la capital de la Liga Federal en honor a la Purificación de la Santísima Virgen María. Y ese cuartel fue creado el 2 de febrero de 1815. Este dato no estaba antes en la literatura y es una muestra de su devoción mariana. Cuando dijo, además, “que los más infelices sean los más privilegiados” hay una profunda raíz católica franciscana. Pero hay otro hecho importante de Artigas que fue la fundación de Carmelo, cuyo nombre es en honor a la Virgen del Carmen, una devoción muy extendida en aquella época.
Pero sin dudas, la mayor cantidad de información que disponemos acerca de la fe católica de Artigas está sustentada en esa última etapa de su vida entre 1820 a 1850 en Paraguay. Muchos testimonios muy impactantes. Por ejemplo, en Curuguaty, apenas a cuatro meses de llegar era conocido como “el padre de los pobres” por su actitud de desprendimiento. Además, su hijo José María Artigas contó y está escrito que todos los días su padre rezaba el rosario con los indígenas. También enseñaba catequesis. Hay que ver también los testimonios de Juan León Benítez, hijo de Solano López y nieto del presidente.
¿Qué significa para Uruguay tener ahora, por segunda vez en su historia, un representante en el colegio cardenalicio, el cardenal Sturla?
Para todos los uruguayos es un signo sumamente fuerte, pero no solamente pasa en nuestro país, porque el papa Francisco ha ampliado el colegio cardenalicio con personas de distintos países. Antes quizás había una élite más europea, pero hay una mirada de apertura católica, universal. También hay un conocimiento real de Bergoglio de la Iglesia uruguaya, conocía a nuestros obispos y al propio Sturla. Los arzobispos de Montevideo previos eran italianos y dieron muchísimas cosas buenas, pero que se nombre a uno de los propios se siente con mayor identidad.
Sturla tiene además una inclinación por la historia, no olvidemos que su tesis de teología fue “¿Santa o de Turismo?” donde hace un análisis sobre el tiempo de separación entre la Iglesia y el Estado. Con la nueva camada de sacerdotes jóvenes que se vienen ordenando los últimos años hay una perspectiva muy alentadora de cambio y de profundización en lo esencial de la fe, que por un lado tiene que ser sí la unión con Dios, y junto con eso un hondo sentido de solidaridad con el que más sufre. Y con muchos laicos también que tenemos esta inquietud, siguiendo la ola de renovación del papa Francisco en todo el mundo.
Hay dos figuras que señalaron un rumbo en la Iglesia uruguaya y que usted ha estudiado, como el primer obispo Jacinto Vera y el primer arzobispo Mariano Soler. ¿Qué impronta marcaron en cada caso?
Jacinto Vera es el padre y gran pilar de la historia uruguaya. Cuando lo nombran vicario apostólico y, posteriormente, en 1878, primer obispo, se había separado la diócesis uruguaya de la argentina y se creó la llamada diócesis de Montevideo, pero abarcaba todo el país. Jacinto Vera recorrió cuatro veces todo el Uruguay sembrando la fe en el interior, celebrando la eucaristía, bautizando, realizando matrimonios, confirmando. Marcó profundamente la base.
Sobre esa base le echó el ojo a un carolino, Mariano Soler. Lo mandó a estudiar con los jesuitas primero en Santa Fe y después a la Universidad Gregoriana de Roma de donde vino con dos doctorados, en Teología y en Derecho Canónico. Llegó al Uruguay en 1874, una fecha clave. En ese mismo momento se estaba difundiendo La educación del pueblo de José Pedro Varela.
En ese libro estaba condensada la filosofía de Varela, ¿por qué considera que es un año clave?
Entre paréntesis debo decir que me llama poderosamente la atención que no se mencione que el 75% de ese libro de Varela es una traducción literal de una obra de un pastor protestante que se llamaba Ira Mayhew, superintendente de la Instrucción Pública en el estado de Michigan en EE.UU. En 1850 le pidieron que escriba todo lo que tenía sobre la educación y ese libro se repartió del congreso a todo el país.
Varela fue a EE.UU., tuvo contacto con Sarmiento en 1868, vino deslumbrado con la educación norteamericana y por eso trae ese libro y lo traduce. Hay que ver la investigación del P. Juan José Villegas. La originalidad que tiene Varela es eliminar todo lo que se refiere a lo religioso, al cristianismo y la Biblia. Por otro lado, hay un trabajo de Omar Franca sobre la falsedad investigativa en el Uruguay y el primer ejemplo que pone es ese.
Cuando se difunde lo de Varela, fue Soler, que tenía una perspicacia y capacidad de responder con claridad y firmeza a la realidad del momento, quien hizo que entre 1874 y 1875 se genere, dentro del Club Católico, el Liceo de Estudios Universitarios que abrió sus puertas en 1876, la primera universidad privada del país, distinta a la de la República y antecesora de la actual UCUDAL. En ese centro de estudios se daban exámenes de derecho, eso es poco conocido. Soler fue, con sus luces y sombras, la gran figura de fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
En este tiempo se propone que la Iglesia uruguaya sea una iglesia ‘en salida’, en diálogo con la sociedad. Desde la Universidad Católica están promoviendo un ciclo llamado “La mujer en el cristianismo”. ¿A qué apunta este debate?
Creo que hay una buena parte de verdad en esa mirada que muchos sostienen, y que lamentablemente se suele unilateralizar por no poder ver otros aspectos, al decirse que dentro de la Iglesia hay una actitud un poco patriarcal, donde la mujer no tiene un lugar de peso, aunque sí de servicio. Esto ha llevado a que se exacerben las posturas hacia un lado o hacia otro. Un poco en respuesta y en salida a esta situación, la Universidad Católica comienza este año un curso en el marco de una nueva cátedra permanente de cristianismo. Ya existía desde 2003 la cátedra de judaísmo y años después la de islam.
El curso sobre las mujeres va a ser brindado exclusivamente por mujeres académicas, cristianas, católicas y protestantes, de diversos países y denominaciones, con matices. Se va a lanzar el jueves 6 de mayo a las 19 horas, será virtual y tiene el aval del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM); la directora de su centro de formación el CEBITEPAL va a inaugurar el curso. Habrá tres grandes módulos, los aportes femeninos en perspectiva histórica, las mujeres cristianas que cambiaron el mundo y las miradas femeninas sobre encrucijadas actuales.
La promesa cumplida a Francisco
Pedro está casado con Cecilia Maronna y tienen tres hijos. Los estudios de teología en Europa obligaron a posponer los planes de matrimonio y llevar por un tiempo un noviazgo a distancia, que se sostenía y reforzaba a través de cartas, e incluso los primeros emails. Hace algunos años viajaron juntos a Roma y tuvieron la posibilidad de intercambiar unas palabras con el papa Francisco, que se acercó cuando lo llamaron para ofrecerle tomar “un mate uruguayo”, cosa que él hizo con gusto.
Luego Pedro y Cecilia le escribieron una carta a Francisco, que él les respondió dieciéndoles: “Recen y hagan rezar por mí”. Lejos de minimizar esa voluntad, pensaron la mejor manera posible de hacerlo y comenzaron a desarrollar una iniciativa hoy llamada “La Palabra en vos”, a través de la cual hacen llegar diariamente audios por whatsapp con el evangelio del día, una reflexión de un sacerdote y una música afín. Actualmente llega a más de 50 países y en forma directa se envía cada día a 10.000 personas.
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