Fernando es adicto en recuperación y lleva 45 años sin consumir. Después de haberse rehabilitado, a sus 32 años decidió formarse en psiquiatría y especializarse en medicina de la adicción y aplicó en Uruguay los programas de tratamiento que había conocido en el extranjero. Hoy está jubilado y recibió a La Mañana en su casa de Montevideo, donde profundizó sobre el consumo problemático de las drogas y analizó cuáles deberían ser los pasos que seguir desde el Estado para atender este flagelo.
¿Qué lo motivó a especializarse en el tratamiento de las adicciones?
En primer lugar, te marco un error conceptual: no son “las adicciones”, es “la adicción”, porque la adicción es una sola, lo que hay son muchos objetos de consumo. Cerca de la década del 80 fui a Estados Unidos y vi que era muy distinto a lo que estaban haciendo acá. Volví a Montevideo y traté de instalar los mismos programas asistenciales que había visto allí. A principios de la década del 80 fundamos la Fundación Jellinek y el centro asistencial que es la Clínica Crea. En ese momento no existían las comunidades terapéuticas y la tuvimos que abrir como un hogar de ancianos. Yo dirigí un equipo multidisciplinario que pretendía dar respuestas concretas a un problema sanitario y social que después de las enfermedades cardiovasculares es la que mayor morbimortalidad ocasiona en el país. Estuvimos hasta el año 89, cuando decidimos abandonarla porque los recursos no daban. No había apoyo del Estado y no teníamos la posibilidad de seguir adelante. Yo soy médico y especialista en medicina de la adicción, que no existe en Uruguay y por eso fui a formarme a Estados Unidos.
¿Y qué le despertó el interés en esa especialidad?
Que soy adicto. Llevo 45 años sin consumir, pero sigo siéndolo.
¿Cómo pudo salir?
Gracias a Alcohólicos Anónimos, que sigue siendo la mejor herramienta que existe, los grupos de 12 pasos, es decir, hay una comunión entre la medicina y el programa de Alcohólicos Anónimos, que nació en 1935. Antes de ese año el modelo médico era un fracaso, establecía: “tome menos”.
¿Se rehabilitó y luego empezó a formarse?
Exacto.
¿A qué edad?
Tenía 32 años.
¿Y vio que no había respuestas para las personas que tuvieran ese problema?
Exactamente. Me gradué de la Universidad de Rutgers y me afilié a la American Medical Society on Alcoholism and Other Drug Dependencies, que hasta el 85 se llamaba así. Hoy ya no es “alcohol y drogas”, es una sola.
¿Por qué la sociedad no visualiza a la adicción como una enfermedad?
La visualiza como un vicio, una corrupción. La gente dice “este elige hacer daño”, y no es así. A la sociedad le falta mucho por aprender, porque tampoco le hemos enseñado, no hemos hecho prevención primaria. En la década del 80 nosotros íbamos a los liceos privados para dar información, porque a los públicos no nos dejaban ir, y yo creo que es tan importante dar información en la escuela sobre esto como sobre los límites del Uruguay. No decir que la droga hace mal, sino dar verdadera información. Hay una confusión entre lo que es el alcohol y el resto de las drogas, todo el mundo habla de “alcohol y drogas”. ¿Qué diferencia hay? Ninguna. Y todo el mundo habla de las drogas “duras” y nos olvidamos del alcohol, de la nicotina y de tantos otros objetos de consumo que están a la mano. Acá se insiste con construir cárceles, que están llenas y son la escuela del crimen. No son el final de nada, son el inicio de todo, porque es donde la gente aprende.
¿Cuál es la solución a ese problema?
En vez de hacer cárceles hay que hacer centros de tratamiento. Desde la década del 80, el Estado ha provisto ocho camas en total en el Portal Amarillo, todo lo demás lo ha hecho la sociedad civil organizada, es lamentable. El 80% de las personas que delinquen o desarrollan actividades criminales lo hacen bajo la influencia de la droga.
¿Por qué cree que no hay conciencia a nivel de las políticas públicas?
Porque no vende, y decir que hay que luchar contra el narcotráfico es tribunero, cuando todos sabemos que nadie pudo nunca con el narcotráfico.
¿En qué medida incide, justamente, el avance que ha tenido el narcotráfico en Uruguay sobre la adicción?
Es bruto negocio. Más oferta, más demanda. Los uruguayos no elegimos qué es lo que vamos a consumir. Ahora, ¿vos vas a un cumpleaños de 15 sin alcohol? ¿Vas a un casamiento sin alcohol? Pero de eso no se habla, y se muere un uruguayo por día por alcohol, se muere otro por nicotina. Cuando hicimos la ley de tolerancia cero yo era el tipo más odiado de la historia. ¿Cuánta gente se salvó ya? Presentamos el proyecto de ley en el 89, se aprobó en el 94 y lo encajonaron, hasta que vino Tabaré Vázquez, lo sacó y hubo una gran resistencia, que existe todavía, aunque en menor escala.
¿La resistencia responde a los negocios?
No sé si responde a los negocios, pero es un hecho cultural y social que hay que tomar alcohol. En un cumpleaños de 15 no viene el mozo y te ofrece cocaína, marihuana, anfetaminas, Valium, te ofrece whisky. Las fiestas se catalogan de buenas o malas de acuerdo con la calidad del whisky que se sirve, y ahí no hay ningún problema, la percepción del riesgo es mínima.
¿Hace falta una política antidroga más amplia?
Yo creo que en vez de luchar contra la oferta hay que ocuparse de la demanda. ¿Al narcotráfico con qué le damos? Esto no quiere decir que no hagamos represión, pero tenemos que ocuparnos de la demanda.
¿Cómo?
Debe haber una prevención bien clara, honesta, sincera, profunda, intensa, desde la escuela. En el liceo ya está, porque ya todos consumieron.
¿Qué opina de la regularización de las drogas?
Hay que discutirla. Lo que pasó con la marihuana está todavía en experimentación. Yo estoy muy de acuerdo con la ley. Con lo que no estoy de acuerdo es con que haya que identificarse, porque uno va a pedir un whisky a un bar y nadie le pide que se identifique, salvo que sea un gurí de 14 años. Y con las otras habría que ver qué hacemos, pero nos tenemos que poner todos de acuerdo, porque ya sabemos que contra el narcotráfico no podemos, es una utopía. Estados Unidos no ha podido. ¿Nosotros sí vamos a poder?
Más allá de que se ha regulado el consumo de la marihuana, no dejó de haber un mercado negro.
Pero en algún aspecto hemos quitado parte de ese mercado. Hay mucha gente que compra en la farmacia y es importante generar una cultura, no ir a la boca, porque eso implica consumir marihuana más otra cosa. ¿Y de qué calidad? Nada es sencillo.
¿No es contradictorio haber legalizado la marihuana si se quiere prevenir el consumo de las drogas?
La gente va a seguir fumando marihuana, la diferencia es dónde la compra, en la boca o en la farmacia. Son cosas diferentes. No tiene nada que ver con el tratamiento. La gente va a seguir consumiendo. Es una sociedad de consumo. Hay un 80% de la población que consume y no desarrolla la enfermedad. Eso es un consumo social, con control, responsabilidad, mientras que el adicto no puede tener control, ojalá pudiéramos, es el deseo más grande que tiene el adicto.
¿Cuál es el rol que tienen las familias en esto?
Es fundamental. La familia está tan enferma como el adicto, porque cuando la droga entra en el hogar se transforma en algo totalmente disfuncional, está todo el mundo pendiente de lo que hace o deja de hacer el adicto. Es tremendamente desagradable. No es concebible una asistencia del adicto, del enfermo, sin la asistencia del conjunto de la familia que está totalmente alterada afectiva y emocionalmente. Es la enfermedad de la familia.
¿La prevención debería encararse también en el ámbito familiar?
Lo que pasa es que el origen de la adicción no es como todo el mundo piensa, “toma porque tiene problemas”. La familia intenta dar pasos, pero todos fracasan, por eso hay que tratar a toda la familia, hay programas específicos para eso.
¿La adicción es una enfermedad de carácter mental?
Es global. La droga nos transforma y nos lleva a desarrollar conductas totalmente erráticas y muy bizarras que en nuestro sano juicio jamás desarrollaríamos. Es una enfermedad crónica y, como tal, si no la detenemos, es letal. Todo adicto es rehabilitable, algunos directamente no quieren salir de su consumo, pero la inmensa mayoría tiene la posibilidad de salir si tiene una asistencia adecuada. La sociedad no ha tomado conciencia de que la adicción es una enfermedad, mucho menos en el caso de las mujeres.
¿Eso lo atribuye a la falta de información?
Sí. Mucha gente dice: “¿Por qué no deja de tomar este? ¿Por qué no deja de consumir?”. No es tan sencillo. Está enfermo. Hay que ayudarlo.
¿A lo largo de su carrera ha observado cambios en las tendencias de consumo?
En la década del 80, además del alcohol y la nicotina, que siempre se subestiman, la anfetamina era lo que más se consumía. Es un negocio esto. Hoy los gurises empiezan a tomar a los 12 años, vos los ves sentados en el cordón de la vereda con una caja de vino. ¿Por qué no le damos pelota al alcohol? Siempre lo dejamos de lado.
¿Cuál es la razón por la que un joven empieza a consumir? ¿Puede incidir tener una familia disfuncional?
Sin lugar a duda. En un sistema familiar disfuncional lo que predomina es la incertidumbre, lo que no se dice, la imposibilidad de transmitir afecto, lo que se esconde, lo que se tapa, entre otras cosas.
¿Qué recomendaciones les daría a las familias para prevenir el consumo de sus hijos?
Que se informen. Pero siempre llegamos tarde. No en el 100% de los casos, pero en general es así. En ese caso, que la familia vaya a los grupos de familiares, que nacieron en nuestra clínica. Yo fui fundador de Narcóticos Anónimos en noviembre del 90, que junto con Alcohólicos Anónimos son los dos pilares de asistencia más importantes. No hay lugar en la tierra donde no haya un grupo de Alcohólicos Anónimos. ¿Por qué sigue creciendo? Porque por cada adicto que se recupera hay 20 personas que dejan de sufrir.
¿Cuál es la diferencia con un centro de internación?
La calidad de recuperación de un adicto tiene mucho que ver con su concurrencia a los grupos de 12 pasos. La internación puede ser para apagar un incendio, para tratar un síndrome de abstinencia.
¿Por qué en las clínicas psiquiátricas o de rehabilitación se permite el cigarrillo?
Yo no estoy de acuerdo, porque es una droga psicoactiva que genera adicción y daña. No conozco ningún adicto que solamente consuma una droga, por lo menos dos y comúnmente varias. Todos tenemos nuestra droga de preferencia, nuestro objeto de consumo de preferencia, que puede ser juego, pantalla, celular, comida. Por supuesto que cada droga tiene un potencial adictivo diferente, pero lo fundamental es la persona que tiene una enfermedad y debe ser asistida.
¿Cuáles son las principales consecuencias físicas y psicológicas de la adicción?
Todas las áreas del adicto están alteradas, unas más que otras, sobre todo la parte afectiva y emocional. Se pierde la capacidad de amar y se pierde la capacidad de ser amado. El adicto se transforma en un ser mentiroso, inconsciente de sus actos, irresponsable, absolutamente manipulador, porque necesita conseguir su objetivo, que es consumir.
Hablábamos de las políticas antidrogas…
Yo diría a favor del adicto. Es un ser humano, tiene una enfermedad. Es un negocio inmenso, billonario en dólares y que no paga impuestos, y además vende placer y gratificación. Cualquier chiquilín haciendo un mandadito gana más que en las ocho horas.
¿Ve posibilidades a nivel estatal de generar esas políticas a favor del adicto, como decía?
Ojalá. Yo soy el primero en apoyarlas.
¿Ha visto alguna señal?
El único que hizo algo fue Tabaré con la nicotina, y con el alcohol, que canalizó una ley que estaba aprobada y encajonada. Después tuvimos lo de la marihuana, que es relativamente nuevo y se están viendo los resultados, que yo creo que van a ser positivos.
Con el diario del lunes, viendo lo que implicó a nivel cultural y social la medida de Vázquez, ¿cree que es replicable ante otras drogas?
La nicotina y el alcohol tienen una dimensión social totalmente distinta a las otras drogas, habría que conversarlo mucho. Hay que luchar contra la demanda, positivamente, darle a la gente la ayuda que necesita, por eso digo que en vez de cárceles deberían crearse centros de tratamiento. El que entra a la cárcel sabemos que va a salir. ¿Y cómo va a salir? ¿Mejor o peor? Todos sabemos cómo va a salir. ¿Y por qué no hacemos centros de tratamiento? ¿Cuánta plata ahorraríamos? ¿Cuánto cuesta un preso? El hacinamiento que hay es tremendo.
¿Existen modelos de este tipo de políticas de otros países que puedan ser ejemplo para aplicarse en Uruguay?
Que yo conozca, no, pero estoy muy alejado del tema, estoy jubilado. Por mi experiencia, en algunos países hay centros de tratamiento muy importantes, incluso Argentina tenía centros muy buenos, no sé ahora.
Lucía Curbelo Solari, presidenta del Inisa, afirmó a La Mañana que muchos adolescentes delinquen para ingresar al instituto y así tratarse para dejar de consumir.
El tema es que el Estado está ausente. Es una realidad. En mi experiencia, yo no vi específicamente que delinquieran para tratarse. O se internaban en mi clínica o en el Vilardebó, o en hospitales psiquiátricos. Pero salían del hospital psiquiátrico y consumían en la esquina, porque el concepto de enfermedad no estaba tratado.
¿Es un error tratar la adicción como enfermedad psiquiátrica?
Yo creo que sí. Y esto no va en contra de la psiquiatría, todo lo contrario.
¿Qué mensaje le gustaría darle a la sociedad sobre la prevención de la adicción?
Que si queremos ser parte de la solución tenemos que aprender de qué se trata el problema. Si no nos informamos, estamos liquidados.
“Nadie elige ser adicto”
Al ser consultado sobre si hay alguna historia que lo haya marcado en su experiencia en el tratamiento con adictos, Cortinas afirmó que todas le han dejado una huella. “Son seres humanos que están sufriendo, no son ‘hdp’ que asaltan, roban, chocan, matan, es gente que está sufriendo y mucho, que hay que ayudarla, de la misma manera que a un hipertenso o a un diabético”, agregó. El problema aquí radica, según su visión, en que la adicción no es considerada una enfermedad, equivocadamente.
“Nadie elige ser adicto. No es adicto quien quiere, sino quien puede”, argumentó el especialista. En ese sentido, explicó que el 100% de la población consume drogas psicoactivas, pero no todos desarrollan la enfermedad, sino que un 20% tienen los factores de riesgo que posibilitan su desarrollo. Estos tienen que ver, sobre todo, con la vulnerabilidad genética. “Un asmático tiene antecedentes, así como un diabético o un hipertenso, esto es lo mismo”, puntualizó.
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