Su afán por el trabajo en equipo se explica en buena medida por su larga trayectoria como deportista, que incluso la llevaron a vestir la camiseta celeste de la selección de voleyball. Como socióloga y comunicadora, la presidenta del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (Inisa) no se limita solamente a reforzar la gestión y profesionalización de la institución, sino que apunta a desplegar un vínculo más activo con la sociedad. En entrevista con La Mañana, Rosanna De Olivera dialogó sobre el trabajo que se lleva adelante desde este organismo creado en 2015.
¿Qué experiencias la marcaron en sus primeros años de vida y juventud?
Nací en Montevideo y me crie en Carrasco Norte que en aquel momento era muy parecido a El Pinar con mucho contacto con la naturaleza, muchos árboles, andar en bicicleta. Mi papá trabajaba como empleado público, mi mamá ama de casa y tengo dos hermanos menores. Iba a la Escuela “Pedro Campbell”, luego al Liceo 15 “Ibiray” y un año al Liceo 10 porque quería ser profesora de educación física, aunque luego seguí con la orientación humanística. Soy deportista y he sido deportista siempre.
Soy un producto de la educación pública de este país, pero también tuve una experiencia en Estados Unidos justamente por el deporte. Fui becada a jugar al volleyball en un colegio en Idaho. Eso me marcó, yo tenía 19 años. Conocí otra cultura, otra forma de funcionar. Cuando volví me decidí a estudiar sociología.
Siempre tuve mucho vínculo con las familias rurales, mi padre tenía una chacrita y estábamos en contacto con las familias del entorno, los cultivadores, las familias de productores de alimentos. No hace mucho tiempo atrás, hace veinte años, en esa zona de Canelones no tenían baño en las casas, no tenían luz, la realidad de una población muy vulnerable. Y recuerdo a mi padre que siempre estaba tratando de aportar. Algunos niños no conocían el mar y él los llevaba hasta Atlántida a que lo vean. Ese tipo de experiencias a mí me sensibilizaron mucho.
Egresó de la carrera de Sociología en la Universidad de la República, ¿desde entonces ya fue perfilándose para un área en particular?
Mi tesis final de sociología en el año 2003 se tituló “Red de Mujeres Rurales del Uruguay. Una instancia para el desarrollo”. Estas mujeres son unas guerreras, como muchas otras, que se encargan de la familia, de mandar los nenes a la escuela, de proveer el alimento, pero además muchas veces atienden el predio en la parte productiva, muchas veces hasta más que el hombre que está yendo y viniendo encargándose de otros asuntos. Ellas son las que conocen cuánto se gastó en semillas, cuánto se invirtió en el nylon para el invernáculo, el acarreo de la leña y el agua, etcétera. Durante el año de investigación estuve muy cercana a ellas y a sus asociaciones. Hoy muchas de ellas son muy exitosas y hasta tienen marcas que se venden en cadenas de supermercados. Luego trabajé en proyectos como Uruguay Rural, con asociaciones de productores de leche en San José o apícolas en Lavalleja y desde 2012 en adelante fui jefa de proyectos de la Asociación Nacional de Micro y Pequeñas Empresas (Anmype).
En 2020 asumiste como presidenta de Inisa. ¿Qué fue lo que más te impactó, cuáles las primeras impresiones?
Lo que más me impactó al comienzo fue la situación edilicia, no puedo dejar de decirlo, porque no en todos, pero en algunos lugares estaba muy mal. Ya hoy tenemos cuatro o cinco obras en camino, la más grande en el centro Ciam, que es de cautelares, donde está trabajando el MTOP y esperemos que este invierno no se inunde como pasó el año pasado, cuando también colapsó la parte eléctrica. Ni bien asumí desde ese Ministerio me dijeron que Inisa iba a ser una de las prioridades y eso me alegró mucho, porque de verdad que lo necesitamos. Como tenemos que hacer obras en varios lugares al mismo tiempo también contamos con la Dinali que está haciendo trabajos en el centro femenino, entre otras iniciativas que también tenemos.
Más allá que se arreglen los edificios tiene que haber un trabajo socio-educativo. Porque si los jóvenes lo vuelven a romper al otro día, de nada sirve que dejemos todo impecable. Son varias líneas de trabajo que tienen que actuar en simultáneo y para eso estamos capacitando al personal, no solo el de trato directo sino también a las gerencias. La capacitación es fundamental.
¿Cómo es el ida y vuelta del directorio con el sindicato?
El diálogo es bueno, desde que asumí ellos pidieron reunirse conmigo y a los dos días tuvimos la reunión. Creo que en promedio nos hemos reunido tres o cuatro veces por mes, así que entiendo que esa es una buena señal.
En línea con la preocupación por los funcionarios iniciamos un programa de capacitación interno llamado “Cuidar a los que cuidan” con aquellos de trato directo, con quienes los jóvenes comparten lo cotidiano. Poder darles más herramientas a esas personas va a hacer que el sistema funcione mucho mejor. Además, se subió varios grados a una población de unos 400 funcionarios que había quedado pendiente y se otorgó porque entendimos que correspondía.
Lo otro importante es que en Inisa estamos conformando la Academia Penitenciaria. Hay un proyecto con cooperación internacional, con “El PAcCTO” Programa de Asistencia contra el Crimen Transnacional Organizado y vamos a formar parte de la red que existe en el mundo, apostando a que los funcionarios de trato directo sean profesionales en la materia, haciendo una carrera.
¿Cómo viene el “divorcio” con el Inau?
El Inisa es una institución muy nueva, estamos en una etapa casi fundacional por desprenderse del Inau hace solo cinco años, estamos elaborando los procedimientos, los perfiles de cargos propio, éste año comenzamos a armarlos. Ahora atravesamos una etapa difícil con la pandemia y seguro hay cosas en las que no pudimos avanzar lo que hubiéramos deseado.
Por primera vez Inisa tiene su presupuesto propio y eso también ha sido producto de un trabajo exhaustivo.
Estamos llevando adelante varios cambios, pero no es mágico, hay que trabajar y poner mucho compromiso y responsabilidad. Son procesos que quizás el año que se viene se empiezan a visualizar.
¿Cuál es el panorama general en el Inisa?
Es una institución que tiene 1700 funcionarios, 13 centros que se reparten siete en Colonia Berro, cinco en Montevideo y uno en Minas. Allí están jóvenes en conflicto con la ley penal, de los cuales hay 277 con medidas privativas de libertad, un número bajo, y 250 con medidas no privativas. Hoy en día solo 5 son mujeres.
Inisa tiene que tomar las medidas no privativas en todo el país, que hoy las sigue manejando Inau. Por ahora manejamos solo una parte con algunas organizaciones sociales que han sido de gran apoyo y también a través de una dependencia propia del Instituto. Es un enorme desafío que tenemos en nuestra gestión, nos importa mucho y queremos hacerlo.
¿Qué se conoce sobre el perfil de los adolescentes que ingresan a la institución? Algo que se conoce poco es que no todos son menores de edad.
Tenemos jóvenes de hasta 23 años y podemos llegar a tener hasta de 27. Cuando el juez le impone la medida a cumplir, si tiene 17 y le dieran diez años, tiene que cumplirla dentro de Inisa. A veces eso la gente no lo tiene claro y piensa que a los 18 va a la cárcel de adultos. No es así. La mayor parte que ingresa al Inisa además tienen en promedio entre 16 y 17 años. Y el principal delito por el que ingresan es la rapiña.
Aprovecho para anunciar que estamos trabajando con el Ministerio del Interior que muy gentilmente nos está brindando el sistema de gestión carcelaria (SGC) que nos dará la posibilidad de gestionar la información de los adolescentes y saber exactamente quién ingresa al sistema. Nos permitirá registrar la información completa, de qué familia proviene, el barrio, nivel de estudios, orientación sexual, nivel de consumo, si hizo o no deportes, etcétera. Esto nos va a ayudar mucho a ordenarnos, será un antes y un después.
¿Cómo es el vínculo de los jóvenes con sus familias?
Esta es otra cosa muy importante. Tenemos en cada centro una subdirección programática que se encarga de toda la parte del vínculo con la familia. Nosotros entendemos que es importante desde que ingresa hasta que se va. Nos pasa por ejemplo con las chicas que las familias en algunos casos se desvinculan y lo que nosotros queremos hacer es ir a buscar esas familias. Con los varones las mamás, las abuelas y las novias en general están presentes. Ese joven va a salir y esa relación tiene que estar fortalecida.
Por otra parte, el tema de la salud mental es fundamental. Nos ha costado mucho conseguir psiquiatras de adolescentes, que están muy demandados en el mercado. Incluso lo hemos hablado con ASSE y ellos tienen el mismo problema.
¿Cuánto impacta el consumo problemático de drogas?
El 70% de los jóvenes ingresan con consumo de drogas. Acá también hay una novedad en la gestión de esta administración y es que antes se atendía solo a los jóvenes de Montevideo con una OSC, pero Colonia Berro estaba sin trabajar el consumo problemático. Incluso se veía interrumpido el tratamiento a los que entraban como cautelares al pasar luego al centro de permanencia. Esto no era ecuánime. Acabamos de inaugurar Unicop que es la unidad de consumo problemático con una psicóloga nombrada para liderar ese equipo y estamos iniciando un llamado interno para operadores terapéuticos. Va a tener su oficina en Colonia Berro.
No podemos desconocer que hay mucha violencia que corta transversalmente toda la institución. A veces entran jóvenes que no pueden cruzarse con otros porque agredieron a un familiar suyo o porque son de bandas opuestas. Esto complica mucho las cosas, a veces son perfiles complejos.
La propia sigla de la institución apunta a la inclusión social. ¿Cómo llevar eso adelante en esas condiciones?
Mientras los jóvenes permanecen en los centros cumpliendo las medidas lo que siempre les digo es que lo aprovechen como una oportunidad, porque más allá de que están privados de libertad, tienen solucionado el alimento, salud, posibilidad de estudiar lo que quieran, porque pueden terminar primaria y hacer liceo hasta sexto. Ahora incluso tenemos un joven que está entrando a la universidad y va a hacer ciencias de la comunicación. Otro está trabajando en Aebu y lo van a contratar como efectivo cuando salga porque hizo un muy buen trabajo.
La UTU nunca había estado y se incorpora por primera vez al Inisa. Nos parece muy importante porque es una educación técnica, salen con un diploma. Hay cursos cortos vinculados a los agropecuario. En Berro hay un tambo y van a empezar a trabajar en un plan piloto con los cursos de alambrador, inseminación artificial y todo lo del rubro. Tenemos también los proyectos de huertas, el poder cosechar lo que uno sembró tiene todo un mensaje de dedicación, de cuidado, que nos parece que son las medidas socio-educativas que queremos.
También hay convenios con organizaciones públicas y con algunos gremios. Quiero mencionar en especial a Ceconeu, el gremio de las gomerías, que han tenido una muy buena empatía y un compromiso con Inisa. Ellos invierten en nuestros jóvenes, les dan tablets, equipamiento y uniforme. Los preparan, los capacitan y salen con trabajo en las gomerías de todos los departamentos del país. Este año sumamos otro convenio con Talleres Don Bosco que además de prepararlos en lo técnico hacen un trabajo integral desde los valores y los hábitos que es fundamental con nuestros adolescentes. Además en Inisa hay muchos talleres, de peluquería, con barberías dentro de los centros, percusión, cocina etc. En algunos casos los jóvenes tienen hijos, saben que los está esperando una familia y tienen que salir a trabajar. Darles esas herramientas les seduce mucho. Cuando vuelvan a la comunidad es importante que entiendan que el delito no es un camino válido, porque a veces no tuvieron ni la oportunidad de saber que hay otro mundo.
Se puede ver también un énfasis en lo que es la actividad deportiva en los centros. ¿De qué manera lo llevan adelante?
Es algo que hemos incrementado y potenciado designando un profesor de educación física en cada centro como referente y la idea es que dentro de cotidiano de los jóvenes tengan un espacio de deportes. Hemos conseguido a través del vínculo con diferentes empresas varias donaciones y beneficios, a través de la responsabilidad social empresarial. Clubes deportivos que nos han donado aros de basketball, pelotas, la Asociación de Atletas del Uruguay con championes y varias marcas deportivas que regalaron camisetas.
El ex Centro de Máxima Contención fue cerrado al final de la administración anterior en febrero de 2020 luego de reiteradas denuncias de instituciones de derechos humanos. Ahora se abrió en el mismo edificio el Espacio de Tratamiento Transitorio Integral. ¿Qué responde a ciertas críticas que se han lanzado contra ello?
En ese edificio funcionó el centro en la administración anterior. Pero ahora se arregló todo a nuevo, se pintó, se impermeabilizó y debe ser uno de los mejores lugares edilicios que tenemos. Si el edificio tiene un estigma, no podemos quedarnos sin usarlo por ello, es ilógico.
Es todo lo contrario a lo que se ha dicho en algún medio, en todo caso antes sería así, no lo sé. Y es importante señalar que solo pueden estar hasta tres meses en éste Espacio, que está liderado por un equipo multidisciplinario dirigido por una psicóloga con un proyecto muy interesante. No puede haber más de 6 o 7 jóvenes y se hace un trabajo de convivencia y vínculo intensivo y personalizado. Tienen actividades todo el día, deportes, talleres de música. Ya hemos tenido buenos resultados, porque la idea es que vuelvan a su centro después de un buen proceso, como está sucedido actualmente.
Cuando hay jóvenes que no logran sostener las actividades, generan conflictos repetidamente o incluso corren riesgo de vida se evalúa que su proceso en ETTI se concrete, siempre a través de la participación de la Junta de Traslado. Si por ejemplo cuando salen a hacer una actividad se pelean con los otros y se debe suspender, nos parece que estamos vulnerando los derechos de los que querían realizar determinada actividad y no pudieron. Es en esos casos que se apunta a un abordaje más personalizado, por el propio joven que necesita una atención más intensiva y cercana y por el resto de los compañeros del centro.
¿Cuál es la relación del directorio del Inisa?
Es un directorio colegiado, las decisiones se toman allí con las tres directoras, siempre por mayoría. Yo soy una presidenta de puertas abiertas. Me gusta jugar en equipo y me parece que es la única forma de avanzar y potenciarnos, dando el espacio a cada una. En Inisa hay muchísimas cosas por hacer y siempre digo si nos repartiéramos diez o quince asuntos cada una quedarían otros tantos afuera, porque es mucho. Y eso está bueno, es un gran desafío y me gusta porque soy bastante proactiva y muy inquieta.
Somos tres mujeres además. ONU Mujeres nos destaca como la única institución que tiene 100% mujeres en cargos de dirección y eso me enorgullece como presidenta de este directorio. Me parece que es muy importante que podamos acceder a ellos con nuestra mirada. Hay estudios que destacan que en los países liderados por mujeres las crisis del covid se han resuelto de mejor forma.
Sos comunicadora social, tenés un marcado perfil hacia la comunicación. ¿Qué crees que es importante que la sociedad entienda sobre el trabajo de Inisa?
Me encanta la pregunta. Porque siempre a Inisa se le conoce por las cosas malas, cuando hay una fuga, un motín, cuando sale lastimado un funcionario. Lamentablemente es así. Pero yo quiero que la gente sepa las cosas buenas que hay en el Inisa, que son muchas. Tenemos jóvenes jugando al rugby, en la universidad, trabajando.
Uno de los puntos del convenio que hicimos con Unicef es hacer una campaña de sensibilización. Porque estos jóvenes en algún momento van a volver a la sociedad, entonces tenemos que prepararlos para que vuelvan como ciudadanos de bien. Esta es una de las funciones más importantes que tiene el Inisa.
Y la inter-institucionalidad es algo que me parece fundamental. Solos no vamos a ningún lado, necesitamos trabajar en red con los otros organismos, empresas públicas y privadas, con organizaciones sociales, para poder potenciarnos y hacer sinergia. Creo que es una de las instituciones más sensibles y complejas de la administración. Me parece que salimos todos juntos.
La selección de volleyball y la Ciudad de Tango
Durante su juventud nadaba en los veranos en las competencias de piscinas abiertas con Luis Lacalle Pou, con el que tenían un equipo de competición del Montevideo Cricket Club. “Hace poco cuando estuve reunida con el presidente se lo recordé y estuvimos hablando del entrenador Jorge Gnazzo y todo el equipo con los que viajábamos al interior”, relató.
Integró la selección uruguaya de volleyball a la que aportó su estatura de 1.87 desde los 15 hasta los 38 años. “Lo que pasa es que con mi altura no hay nadie, me paraba en la red y ya está”, dice entre risas. Recuerda a la armadora de toda la vida, Marianela Cardellino, la hija del ex árbitro de fútbol, con la que jugaban de memoria. “Los deportes menores nunca tuvieron mucho apoyo. Nosotros vendíamos rifas para viajar, siempre era una lucha”, señaló.
Tiene dos hijos, Rodrigo y Ramiro. Sus gustos musicales incluyen la música brasilera y el tango, en especial de Adriana Varela y de Cacho Castaña. Incluso llegó a conducir un programa en Canal 5 llamado “Ciudad de Tango”. “Con los años vas entendiendo el tango y te empieza a apasionar”, aseguró De Olivera.
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