Es hijo de una maestra y un productor rural. Se recibió de abogado por sugerencia de su padre, pero su familia materna le inculcó su verdadera vocación, a la que tuvo la suerte de poder dedicarse: la docencia. Desde niño Robert Silva militó en el Partido Colorado (PC) y en 2019 aceptó ser candidato a vicepresidente porque entendía que se necesitaba un cambio de gobierno para poder transformar la educación. Tras una larga carrera en el Codicen llegó, en este período, a la más alta jerarquía, donde tiene enormes desafíos y el compromiso de lograr una reforma educativa.
¿Ser hijo de una maestra influyó en su elección por la docencia?
Mi madre me inculcó la vocación. Yo nací en Tacuarembó, pero enseguida me fui a vivir a San Gregorio de Polanco porque mamá era maestra de la escuela nº 3. Vivíamos allí de lunes a viernes y el fin de semana nos íbamos a la ciudad. A los cinco años volvimos a vivir a Tacuarembó, donde teníamos nuestra casa. Mamá trabajaba en una escuela rural e iba y venía en moto todos los días.
Mi padre era trabajador rural y luego tuvo un restorán, cuando se fue a la ciudad, hasta que falleció y lo tuvimos que cerrar. Pasó por una enfermedad con un proceso complejo en 2016, y con mi hermano íbamos un fin de semana cada uno a atender el bar y hacíamos de mozos, atendíamos la parrilla.
¿Por qué se recibió de abogado si quería dedicarse a la enseñanza?
Mi vocación siempre fue la docencia. Yo quise ser docente, pero dadas las circunstancias de que mis padres querían hacer el esfuerzo para que me viniera a estudiar a Montevideo, mi padre me sugirió que hiciera una carrera universitaria, y de chico siempre me gustó el derecho. En esa época se veían mucho los juicios al estilo anglosajón, y con mis amigos jugábamos a que uno hacía del abogado que acusaba, el otro defendía, había un tribunal.
Hice la carrera y después comencé a cursar el IPA, pero dejé porque tuve que empezar a trabajar. Tuve la suerte de que por el 2001 se generara un plan, en el marco de la reforma de Rama, para que los egresados universitarios pudiéramos formarnos en Ciencias de la Educación y en Didáctica, y así obtener un título de docente. Entonces, yo tengo un título de profesor técnico en Administración y Servicios.
¿En qué etapa de su vida comenzó la militancia en el PC?
Yo me crie en la dictadura, y en 1984, cuando fueron las elecciones, mi padre, colorado de toda la vida, me llevaba a las caravanas y yo juntaba gente en mi casa. Primero fui colorado por tradición y luego me transformé en un colorado batllista por convicción. Tuve esa influencia familiar y milité desde los 13 años.
¿Cómo empezó su larga trayectoria en el Codicen?
Empezó a los 25 años, en noviembre de 1996, cuando me designaron secretario general del Consejo de Educación Secundaria. Luego, en diciembre de 1998, invitado por el profesor Germán Rama, fui nombrado secretario general del Codicen. En julio del 2000 el gobierno de Batlle me ratificó y me volvió a designar secretario general.
En 2005, cuando asumió el Frente Amplio (FA), puse el cargo a disposición. Yo en 2002 había empezado a ejercer la docencia, entonces siempre me quedé como docente de aula y luego fui director del Ineed en 2015, y consejero del Codicen, de 2016 a 2019.
¿De qué manera eso lo influenció para seguir este camino?
Logré ver cómo el convencimiento, el profesionalismo, el trabajo articulado y coordinado, más allá de los partidos políticos, tras un determinado proyecto, puede transformar la vida de la gente, generar oportunidades para los que no las tienen. Eso lo vi con los centros regionales de profesores, los bachilleratos tecnológicos, las escuelas de tiempo completo, la alimentación escolar, el sistema de distribución de ropa a los niños más vulnerables, la apertura de muchas más plazas y el acercamiento del liceo a los que no tenían posibilidades.
Lo viví con mucha pasión y también con una maduración rápida porque tuve que intervenir en los conflictos que se generaban con ocupaciones de centros educativos. Esas fueron situaciones de tensión, pero las recuerdo como un proceso en el cual el convencimiento y el compromiso lograron avanzar, a pesar de los obstáculos que una y otra vez nos ponían.
En 2016 asumió como consejero electo por los docentes, en un período en el cual el FA había decidido no poner representantes de la oposición y conociéndose públicamente su afiliación colorada. ¿Cómo fue para usted recibir ese reconocimiento en ese contexto?
Muchos me dijeron: “estás loco, ni se te ocurra presentarte a las elecciones”, porque incluso había habido una manifestación por la declaración de esencialidad, con miles de docentes en la calle y los sindicatos empoderados con ese tema. Me decían: “te vas a presentar sin ser representante de los sindicatos y compitiendo con listas que tienen todo un aparato sindical que las respalda”, como pasó en los hechos.
En las elecciones del 2015 nosotros fuimos la única alternativa no sindicalizada. No quiere decir que estuviéramos en contra de los sindicatos, de hecho, teníamos docentes sindicalizados en nuestras listas. Sí era una opción muy plural que les abrió las puertas a todos.
En los gobiernos del FA “se retrocedió, en muchos casos, por una concepción filosófica que estaba contra los procesos de transformación iniciados en la etapa del 95 en adelante”
Prácticamente la mitad de los votos fueron en blanco y anulados, y del resto, 12.000 votaron al sindicato y 7.000 a nosotros, con un mes de campaña, sin plata y sin nada. Recorríamos el país en ómnibus, hablando con la gente y llevando en una valijita las poquitas listas y folletos que podíamos entregar, a diferencia de las otras opciones, que tenían tapizados los centros educativos de propaganda, folletos, miles de listas.
Fue muy bueno estar más de tres años acá adentro, ratificando el compromiso por la educación. Eso me hizo darme cuenta, cuando vi cómo funcionaba todo, que había que cambiar el gobierno para tratar de cambiar la educación. Por eso luego acepté un desafío que para mí fue trascendental, que fue ser candidato a vicepresidente por el PC.
¿En qué lo cambió haber sido candidato a vicepresidente?
Logré salir de lo que a muchos de nosotros nos pasa, que es vivir en el mundo de nuestros intereses, conocimientos y perspectivas. Al ser candidato de un partido político recorrí todo el país, comencé a conocer otras realidades, charlé con miles de personas, me recibieron en cientos de hogares.
Yo aprendí de muchísima gente que generosamente volcó su esfuerzo, su compromiso y su saber en esa etapa. Aprendí también del ciudadano de a pie, de aquel que me contaba su experiencia, sus necesidades. Me di cuenta de que Uruguay tiene inmensos desafíos y que hay un interior del país olvidado al cual tenemos que acudir y vamos a tratar de hacerlo.
Fue designado presidente del Codicen con la pandemia ya empezada. El gobierno se había planteado muchas metas en materia educativa en cuanto a los egresos, la atención en zonas vulnerables, entre otras cosas. ¿En qué medida el covid-19 afectó esos planes?
Nosotros venimos de atrás, es cierto, tendríamos que haber dedicado un tiempo mucho más grande a la preparación. Asumimos el 19 de marzo, pero los consejos de educación asumieron en mayo y el Codicen se terminó de integrar en julio. La propia atención prioritaria a la emergencia sanitaria nos distrajo mucho de lo que debió ser la etapa preparatoria para la presentación de nuestro proyecto de presupuesto y plan de desarrollo.
Sin perjuicio de esto, todas nuestras propuestas están plasmadas en lo que presentamos al Parlamento el 31 de agosto. Allí establecemos lineamientos estratégicos con objetivos enmarcados en determinadas políticas. Ojalá podamos hacer todo lo que decimos, pero sin duda que el 2021 va a estar impactado porque el trabajo preparatorio que tendríamos que haber hecho ha sido relegado por el tema sanitario.
Para 2021 tenemos varios compromisos asumidos, entre ellos, tener 10 centros educativos distintos, de tiempo extendido, con un modelo pedagógico diferente, con permanencia de docentes y estabilidad de equipos directivos. Esperamos generar una evaluación a partir de ellos y proyectar más en 2022, y así sucesivamente, impactando en la mejora del aprendizaje de los estudiantes.
¿Cuál es el punto de partida de este gobierno en el área educativa?
Nosotros siempre criticamos a los gobiernos anteriores que llegaron con mentes fundacionales, que partieron de la premisa de que prácticamente todo lo que se estaba haciendo estaba mal. Si no hubiese sido por algunos colectivos que se resistieron, incluso la propia sociedad organizada, se habrían eliminado propuestas educativas que hasta ahora existen, como los bachilleratos tecnológicos.
Se enlentecieron las escuelas de tiempo completo, se rompió con la reformulación del bachillerato y volvimos al viejo, al del año 40; se eliminó el plan 96. Todo eso generó un trancazo educativo porque se retrocedió, en muchos casos, por una concepción filosófica que estaba contra los procesos de transformación iniciados en la etapa del 95 en adelante.
Acá hay muchísimas cosas que están bien y nosotros venimos a reconocerlo. No partimos de la premisa de que todo está mal, porque tras las acciones que decreta un gobierno hay gente y comunidades educativas que las desarrollan, entonces es un atrevimiento llegar y borrar todo de un plumazo porque llegué yo, que me las sé todas, o porque cambió el partido de gobierno.
Hoy hablaba de la importancia de atender a las poblaciones más vulnerables. ¿Cuáles van a ser los pilares a considerar para lograrlo?
Tenemos muchísimos desafíos en los aprendizajes porque hay una inequidad muy importante en el sistema educativo. Es necesario desarrollar acciones diferenciadas en los quintiles más vulnerables para tratar de achicar la brecha que existe. Para eso vamos a crear centros educativos con una propuesta pedagógica y funcional distinta para la educación media, con tiempo extendido, con permanencia docente. Vamos a desarrollar planes focalizados en UTU, liceos y escuelas, en lengua, matemática, ciudadanía digital y habilidades socioemocionales, para dotar de herramientas útiles a los niños y jóvenes.
¿Por dónde pasan las políticas universales?
Las políticas universales pasan por el fortalecimiento de los centros educativos y un mejoramiento de su gestión institucional en relación con la estructura de gobernanza de la educación, pero también, por darles mucha autonomía. Ya lo hicimos en esta pandemia y nos lo han agradecido. Por ejemplo, ellos pudieron resolver la presencialidad y adecuar cómo, cuándo, en qué horario, cómo era la propuesta, qué docentes intervenían, todo.
A su vez, necesitamos una reforma curricular que implica no solo el qué enseñar y para qué, sino también cambiar la evaluación, las prácticas. Ha cambiado el mundo: no podemos tener el mismo modelo del profesor que llega, se para, explicita grandilocuentemente sus saberes adquiridos y los estudiantes toman nota y luego lo repiten de memoria, sin trabajo por proyectos ni criterio interdisciplinario.
“Yo no me creo el discurso de que hablar de competencias es tener una educación sometida al mercado, no es así”
Lo otro que tenemos que hacer es una Política Nacional Docente. Es fundamental la formación inicial, el desarrollo profesional y la carrera, en un marco de mejoramiento de las condiciones de trabajo. Tenemos un Consejo de Formación en Educación que está trabajando mucho en ese tema.
La actualización curricular es algo que se viene planteando desde hace décadas.
Sí. El último cambio que se hizo de contenidos y de modelo pedagógico fue en la reforma del 96 en el ciclo básico, y en 2003 en el bachillerato. En 2006 el FA dejó todo sin efecto y lo sustituyó por los viejos planes asignaturistas, contenidistas, propedéuticos, es decir, esa concepción de la educación media -salvo UTU- concebida como un escalón sin un fin en sí mismo, imprescindible para llegar al fin, que es la educación terciaria o universitaria.
Tenemos que darle un sentido a la educación media cambiando los contenidos. El estudiante debe hacer un proceso progresivo de aprendizaje con la meta de lograr un perfil de egreso definido por competencias que tiene que adquirir. Yo no me creo el discurso de que hablar de competencias es tener una educación sometida al mercado, no es así.
Eso es lo que vienen sosteniendo los sindicatos.
Exacto, y yo estoy radicalmente en contra. Incluso el consejo anterior, que estableció un marco curricular, no se animó a hablar de competencias para evitar tener conflicto con las ATD, con los sindicatos. Primaria ya ha avanzado mucho en las competencias y tenemos que seguir por esa línea.
¿Cómo van a hacer para atraer a esos estudiantes que desertan porque no ven en el liceo o en el bachillerato algo realmente útil para sus vidas?
Vamos a cambiar el bachillerato. Ya hemos constituido un grupo de trabajo para generar una propuesta. Tenemos que hablar mucho con las universidades para desarrollar un bachillerato general. Hoy el 68 % de las carreras universitarias no piden un bachillerato específico, admiten cualquiera de ellos.
Es importante crear uno general que, justamente, brinde un conjunto de habilidades y saberes necesarios para un joven que culmina un nivel educativo obligatorio. Para el caso de determinadas especialidades que lo requieran, como la ingeniería, las ciencias biológicas, la tecnología, vamos a implementar una formación específica previa a la culminación.
¿Debería profundizarse el proceso de incorporación de tecnología en las aulas?
Tuvimos una evolución muy buena. Las primeras semanas de marzo teníamos 15.000 nuevos usuarios en la plataforma Crea del Plan Ceibal; ahora tenemos más de 700.000. Se confirmó aquello de que teníamos un dispositivo tecnológico donde la sociedad ha invertido mucho, totalmente subutilizado. Hemos tomado conciencia del capital que tenemos, de las posibilidades que se generan y de la importancia de que la educación dialogue permanentemente con la tecnología.
El FA hace cinco años prometió cambiar el ADN de la educación y terminó bajando a Fernando Filgueira y Juan Pedro Mir, que eran los grandes impulsores de esa iniciativa. ¿Qué falló?
Faltaron coincidencias en el marco de un proyecto educativo, que es la gran fortaleza que nosotros tenemos. Contamos con un excelente acompañamiento técnico que no está en función de una identidad político-partidaria y con muchísimas personas que conocen la organización y que han dedicado su vida a la educación. Hay un consejo que ejerce la autoridad y es consciente de las responsabilidades que tiene.
Un compromiso con la educación
Ético, honesto y sincero. Con esas palabras se define Robert, quien recuerda haber tenido una infancia muy feliz, en Tacuarembó, rodeado de muchos amigos y su familia.
“Usted, antes que nada, tiene que ser buena gente”, le decía su madre, y eso es lo que intenta cada día. “A la larga es lo que queda, más allá de las vicisitudes, porque hoy soy el presidente del Codicen, vienen muchas veces y me dicen ‘presidente’, y yo les digo: díganme Robert, porque Robert voy a ser siempre, presidente no sé hasta cuándo”, comenta a La Mañana.
En sus tiempos libres disfruta de leer, sobre todo, ensayos históricos, y le gusta reunirse con amigos y generar espacios de encuentro –con las posibilidades que permite la pandemia- y hacer algo a las brasas o chivitos.
Dice estar muy esperanzado y contento en este nuevo rol, donde cuenta con un gran equipo de gente que, al igual que él, está comprometida con la educación. “Cuando uno está en un lugar en el que hace las cosas que le gustan, está feliz y gratificado”, concluye.
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