El cultivo de girasol vuelve a tomar protagonismo nuevamente por tratarse de una opción atractiva como cultivo de rotación. Ante ello, el Parlamento busca declarar a San Javier como Capital Nacional del Girasol en vista de que el pueblo fue fundado por inmigrantes que introdujeron esta semilla al Uruguay. También allí se organiza una festividad que impulsa la actividad turística, a través de la cual se recaudan fondos para distintas instituciones de la localidad.
¿Cuál es la conexión entre el aceite de girasol que utilizamos a diario y un grupo religioso del Cáucaso? Pues que si hace cien años este último no hubiese encontrado su tierra prometida aquí, tal vez la siguiente noticia no tendría la importancia que tiene hoy. Para conocerla debemos adentrarnos en la figura de un personaje histórico, Basili Lubkov, conocido como el tercer y último profeta de la Nueva Israel, una corriente religiosa fundada en Rusia Central a mediados del siglo XIX. Sus integrantes eran mayormente campesinos y se distanciaban de los ritos de la Iglesia ortodoxa, lo que le valió al grupo la persecución por parte del zar.
Lubkov fue desterrado al Cáucaso. Allí lo siguieron las familias integrantes de la religión y nuevos creyentes que se sumaron en el camino. El grupo se volvió heterogéneo y estaba integrado por rusos, ucranianos, gitanos y cosacos. En busca de tierras donde pudieran cultivar y profesar su religión, el grupo se dividió en dos. Una parte emigró a Canadá en 1911, la otra decidió esperar el llamado de lo divino.
Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia al sur, José Batlle y Ordóñez intentaba establecer una ley de colonización para poblar el campo de inmigrantes que trajeran consigo conocimientos de agricultura.
En 1912, el cónsul uruguayo radicado en Francia, José Richling, escuchó hablar de un grupo religioso en la lejana Rusia que buscaba un trozo de tierra para “la paz y el pan”. Visitó la comunidad y envió un informe resaltando sus valores, cualidades para el trabajo y cultivos, dentro de los que figuraba el girasol. Batlle y Ordoñez dio el visto bueno. Lubkov recibió esta noticia y en julio de 1913 conoció el lugar donde habrían de radicarse: sobre los márgenes del río Uruguay, al norte del departamento de Río Negro, en los Esteros de Farrapos. El religioso encontró tierras negras y fértiles, un río lleno de peces y el silencio de un campo habitado apenas por algún que otro vecino. Supo que se trataba de la “tierra prometida”. Ese mismo día envió la orden a las 300 familias inmigrantes que lo esperaban en Montevideo de instalarse allí. Fue el inicio de San Javier.
Las flores de los rusos locos
Las dificultades de un idioma desconocido no fueron traba para que los campesinos desarrollaran sus conocimientos. Traían en sus valijas sus tradiciones y su fe, y en sus bolsillos unas semillas extrañas que les valieron el mote de “rusos locos” por parte de los uruguayos, pues estos no podían entender por qué, en tanta tierra fértil, pretendían plantar esas extrañas y desconocidas flores amarillas. Pero esas flores servían para elaborar aceite, por lo que levantaron la primera industria aceitera del Uruguay a la que le siguió una cooperativa. Quienes no podían trabajar por ser muy mayores o muy pequeños, cortaban piedras con las que luego se construyó un enorme galpón donde almacenar las semillas.
En el año 1927 Lubkov retornó a Rusia. Lo acompañaron algunas familias a las que les pesaba fuertemente la nostalgia por su Patria, entre las que había niños uruguayos. En el Cáucaso fundaron una ciudad similar a San Javier. Por el sur del mundo no se supo más del líder religioso. Corrieron rumores de que había sido fusilado en Siberia.
La fiesta del Girasol: una oportunidad para recaudar fondos
En San Javier la siembra de girasol prosperó hasta la década de los 50. Luego, en el marco del proceso industrial que vivía Paysandú, que instaló su propia aceitera, y por otras razones, el molino dejó de funcionar y se vendió el girasol que se producía en la zona a la capital vecina. Más tarde, la oleaginosa cayó a favor de cultivos que resultaron más rentables. El cierre de la aceitera de Paysandú y el posterior boom de la soja hizo que, poco a poco, los campos del litoral se transformaran de amarillos a verdes.
En el pueblo el girasol quedó ligado como un elemento identitario y hoy da creces en otro sentido. Desde 2006, en el primer fin de semana de Semana Santa, San Javier organiza la Fiesta del Girasol en honor al recuerdo de la cosecha de este plantío. La ocasión genera divisas en un pueblo que vive de la producción agropecuaria, forestal y más recientemente, turística.
La última edición de la fiesta congregó a cuatro mil personas en un mismo día, el doble de la población del pueblo. De esta forma, el centro de equinoterapia de la localidad pudo recaudar fondos para atender a las 30 personas que reciben tratamientos y que llegan también desde parajes cercanos. También participó la escuela vendiendo shashlik (carne asada al estilo cosaco) y el Club Atlético San Javier –dedicado a las formativas y el baby fútbol– pudo solventar sus gastos gracias a lo recaudado en el servicio de cantina. Otras instituciones también se vieron beneficiadas. El girasol significa una importante fuente de ingreso para el pueblo, pero podría serlo aún más.
Un proyecto de ley recibido con alegría y orgullo
La semana pasada el Senado dio media sanción al proyecto de ley que prevé declarar a San Javier como Capital Nacional del Girasol. La legislación fue presentada por el senador Sebastián Da Silva, quien señaló que se busca identificar la raíz productiva de San Javier con un oleaginoso que se encuentra en una nueva fase de cultivo, ideal para las rotaciones agrícolas. Da Silva resaltó que en la última zafra pasaron de plantarse 500 hectáreas a 12.500 y situó también la coyuntura internacional en donde los commodities comienzan a registrar altas cotizaciones. Hoy el girasol se posiciona como una siembra que libera los campos un mes y medio antes que la soja.
Esta noticia fue recibida con “alegría y emoción” por los habitantes de San Javier, pero también con orgullo. El alcalde de la localidad, Washington Laco, dijo a La Mañana: “Para nosotros recibir este reconocimiento es tan importante como lo es la flor del girasol. Tiene mucho valor sentimental. De aprobarse, se nos abriría una ventana más turística ya que más personas nos conocerán”. A la vez, valoró que “poco a poco” vayan logrando los objetivos relacionados a la gestión de la localidad en base al turismo.
En tanto, Leonardo Martínez, referente cultural y turístico de la localidad, dijo a La Mañana: “Estamos muy contentos porque el proyecto tiene el espíritu de dar a conocer y reivindicar el orgullo que sentimos como descendientes de fundadores de San Javier”. Mencionó que representa un gran desafío pues “la idea es plasmarlo en actividades a realizar en el pueblo”. Asimismo, advirtió que esta decisión repercutirá positivamente, ya que el turismo se renueva permanentemente, y que impulsará aún más el trabajo público-privado.
Este año, contó Martínez, se vieron nuevos plantíos de girasol en la zona, lo que los pone “muy contentos”. Además, el municipio plantó girasoles de jardín en distintos espacios públicos con el fin de visualizar esta siembra. También, en casas de los vecinos, hay algunos que otros girasoles. Son distintos a los ornamentales: de anchas cabezas amarillas y tallos altos. Son un puente con el pasado: frutos de las semillas llegadas a estas tierras hace más de un siglo que hoy, poco a poco, vuelven a buscar su lugar en nuevas generaciones.
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