La comunidad de la Catedral Basílica Virgen de los Treinta y Tres celebró el Domingo de Ramos iniciando la semana más importante para los cristianos. La liturgia estuvo presidida por monseñor Martín Pérez Scremini. El prelado pidió por las familias afectadas por las inundaciones. En conversación mano a mano con La Mañana, dijo que la Iglesia siempre está presente en estas situaciones a través de las diferentes actividades que desarrollan los cristianos en todo el mundo. Llamó a la responsabilidad en medio de una campaña electoral y anunció que la Conferencia Episcopal Uruguaya dará a conocer su mensaje en los primeros días de abril.
¿Con la celebración del Domingo de Ramos se inicia una semana especial para los católicos?
Siempre la Semana Santa es muy removedora. Más allá de ser la más importante para los cristianos, no es un eslogan, porque realmente acá se juega toda nuestra fe, la muerte y resurrección de Jesús. Es la semana que esperamos con mucha alegría, se da siempre un tipo de relación con la gente, con la comunidad y fuera de la comunidad distinta al resto del año.
El Domingo de Ramos reúne a un gran número de feligreses. ¿Por qué se da esto?
Comenzamos con el Domingo de Ramos con mucha gente, es de las celebraciones a las que más gente viene en esta semana. Espiritualmente es una semana que nos renueva mucho por dentro, porque uno está frente a muchos desafíos.
¿Qué desafíos?
Los desafíos de seguir a Jesús cambian según el momento de la historia que estamos viviendo. Permanentemente estamos preguntándonos eso. Cómo estamos respondiendo a esos desafíos desde nuestra fe. Es una responsabilidad que tenemos ante aquel que nos regaló la fe. Y la fe nos ha sido dada para llevar al mundo esa buena noticia.
¿De qué forma se vivencia esa fe de la cual usted habla?
Estamos permanentemente haciendo una conversión. Muchas veces hay cosas que tenemos que cambiar, cosas a las que nos aferramos y que ya fueron. Es parte de esa transformación, ese cambio que primero tiene que pasar por nuestra vida y después ir haciéndolo de a poco con las comunidades.
¿Para eso hay que estar presente en esa semana?
No digo que los que no vengan a la semana no tengan fe. Pero la Semana Santa así nació y después se fue de alguna manera desdibujando y se convirtió en otras semanas. Hay gente que la vive por la mitad, hay de todo en la viña del señor, pero no es que no se tenga fe, les dan prioridad a otras cosas. Yo creo que la persona de fe tiene que darle prioridad a su fe.
Florida está pasando por un momento difícil con muchas familias fuera de sus casas por las inundaciones. ¿Se le da poca publicidad a la actuación de la Iglesia en estos casos?
La Iglesia está en los miembros de la Iglesia que tienen su tarea en el mundo. Es su responsabilidad como cristianos en el mundo. Muchas veces esa presencia no es la presencia que uno está mostrando por ahí, sino que la gente está a veces individualmente a veces en grupo o formando parte de una ONG. Obviamente, la oración tiene mucha fuerza para sostener tanto a los que ayudan como a las víctimas. No nos quedamos solo en ahí. Hay mucha tarea por hacer, mucha gente por acompañar, consolar, ayudarla de muchas maneras, no solamente monetariamente.
De repente no se hace mucho ruido. Pero los cristianos actúan en el mundo con esa sencillez y esa gratuidad y después, como institución, se puede visualizar en cuanto a los lugares para que las familias puedan quedarse, toda la parte de comestibles.
¿La ayuda está más centrada en la espiritualidad?
Aunque baje el agua y la gente vuelva, esto continúa. El panorama con el que la gente se encuentra cuando vuelve a las casas es muchas veces aterrador. Hay gente que perdió absolutamente todo. Todo eso de empezar de nuevo, a volver a tener aquello que conquistó con mucho esfuerzo y mucho trabajo. No solo se necesita dinero, sino también una ayuda de la persona para sostenerla en esa lucha que tiene que enfrentar. Hubo un caso de una señora que se había encerrado con una chiquita en su casa y no quería abandonarla y el agua estaba subiendo. Pasan muchas cosas por el corazón de las personas que están viviendo estas situaciones y ahí tenemos que estar como Iglesia y acompañar esas situaciones de la mejor manera que podamos.
¿Cuál será la postura de la Iglesia ante la campaña política que ya comenzó?
El 8 de abril va a estar reunida la Conferencia Episcopal aquí en Florida y al final de esa semana se estará elaborando un mensaje para este tiempo de elecciones.
¿Personalmente qué mensaje daría?
Personalmente, el llamado permanente a la responsabilidad, a no ser indiferentes por más que a veces caemos en el descreimiento. Estar atentos, comunicados, oír todas las campanas, no perder lo esencial por más que vengan campañas muy complicadas. Que no lleguemos nunca a la violencia, ni a destratarnos, ni descalificar al otro.
¿Uruguay tiene una democracia sólida?
Estos encuentros más de una vez que han tenido los tres expresidentes parece que es un mensaje bueno para toda la gente. Más allá de nuestras diferencias ideológicas, podemos construir algo juntos y nos importa algo en común, que es la gente. Podemos discutir y hasta pelearnos fuerte, en el buen sentido de la palabra, pero no perder la dignidad.
¿Corremos ese peligro?
Es un desafío que en toda campaña electoral existe y ojalá no perdamos aquello que muchas veces nos quieren hacer distrae. Se intenta distorsionar nuestra cultura y nuestra historia con cosas que nunca hemos vivido y que también tenemos que saber poner límites.
¿Cuál es el mensaje en esta Semana Santa?
Hay que dejarse invadir por el Señor. Hay que dejar que entre en nuestras casas, en nuestras familias. Porque cuando no se mete Él, se meten otras cosas y después cuando empiezan a colonizarse sin darnos cuenta muchas actitudes que no son buenas ya es más difícil sacarlas. Dejar entrar a Jesús en nuestras vidas, caminar con Él, tenerlo presente en nuestras decisiones, en nuestras actitudes. Si vamos logrando eso de a poco vamos a empezar a ir cambiando cosas que tal vez no parezcan transformables, pero que es posible hacerlo. El cristiano siempre es una persona de esperanza porque sabemos en quién confiamos y es nada menos que Jesús resucitado.
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