Su sueño era ser modelo, pese a que su familia estaba en desacuerdo. Un día convenció a su madre de acompañarla a un casting y así fue que terminó inmersa en el mundo de la alta costura, en la época dorada del modelaje en Uruguay. En una extensa entrevista que brindó a La Mañana, Baldi recordó sus inicios, repasó su trayectoria y habló de algunos mitos existentes en torno a la carrera de modelo relativos a la competencia y los trastornos alimenticios. También, reflexionó sobre el Uruguay de hoy, sus bondades y los problemas que, según su visión, deberían solucionarse.
¿Cómo fueron sus primeros años y cómo empezó en el modelaje?
Mis primeros años fueron muy lindos. Nací en el Prado. Yo soy hija única, mamá y papá siempre fueron muy amorosos, incluso demasiado protectores. Mi padre trabajaba y mi madre era ama de casa. Ya desde chiquita soñaba con ser modelo. Cuando recién había aparecido la televisión yo veía a las modelos, y un día mandé una carta a Canal 4, que vaya a saber uno a dónde fue a parar. Quería ser modelo y al principio mis padres y toda mi familia estaban contra; en aquella época, “modelo” era una mala palabra.
Un amigo de la familia comentó en casa que tenía amigos en una agencia y que estaban haciendo castings, y a mí se me pararon las orejas. Al final, mi mamá me acompañó. Era la agencia Teleprogram, que ya no existe más.
¿Cuáles fueron sus primeros trabajos como modelo?
Enrique, el dueño de la agencia, me mandó a Canal 12 para hacer un casting para ver cómo yo fotografiaba, y empecé a hacer comerciales de Burma, los sweaters, para televisión. También comencé a trabajar de a poquito en “El show de la elegancia” que era un programa del canal, con Susy Ferrero. En esa época estaba lleno de modistos y de boutiques que traían ropa de Europa, y empecé en la moda con Alicia Bernal y José, su esposo, que era sastre. Yo era la más chiquita. Fue maravilloso. Eso era lo más lindo que había. Te estoy hablando de los 70.
¿Cómo era ser modelo en esa época en Uruguay?
No había escuelas. Yo tuve una escuela de modelos por 30 años, pero en esa época no había, eras tú la que les ibas copiando a las demás, a las grandes, y mirabas revistas, poses. A mí me gustaba tanto que fui progresando y así fue que comencé a entrar en la alta costura. En Uruguay hemos tenido maravillosos diseñadores; se han hecho fantásticos desfiles en Punta del Este, en Montevideo. En aquel entonces mucho no viajabas, quizás a la Argentina o a Paraguay, que íbamos por las embajadas, pero no es como ahora, que la modelo se mueve de otra forma.
Pero teníamos muchísimo trabajo, mucha publicidad en televisión, y había fábricas, como Sudantex, que hacía unos desfiles espectaculares; trabajábamos prácticamente todo el día durante un mes con las colecciones de invierno y las de verano. Todas las boutiques iban a comprar las telas a Sudantex, entonces, hacían un diseño con cada tela, y después estaban las fábricas de mallas, de lencería. Yo me asombro ahora con las modelos porque realmente no sé qué trabajó hacen, hay algunos desfiles, pero es muy poco, y nosotras no dábamos abasto, estábamos de un lado para el otro.
¿Por qué ahora no hay tanto trabajo como en esa época? ¿Qué cambió?
Todo tiene su tiempo y su etapa. Con todo lo que es la tecnología, muchos de los desfiles son por la web, y acá hay poquísimos, a veces se hacen algunos en los shoppings, pero muy poco. Fue un cambio paulatino. Los desfiles en Punta de Este, en el ex-Conrad, se hacían casi todos los días. Lo mismo en el Club de Golf, donde hacíamos todos los fines de semana. Había una continuidad, y todo eso fue desapareciendo. Ahora es muy poco lo que se hace. En el Radisson se hacían siempre. Gerardo, el coiffeur, tenía una inventiva tan maravillosa y todos los viernes salíamos en la limusina de Martinelli a recorrer los mejores restaurantes de Montevideo, por Carrasco, por Pocitos, por el Centro. Nos vestíamos en el hotel, quedábamos como unas princesas, con peinado, vestido, zapatos, guantes, maquillaje, estábamos perfectas.
¿A nivel económico se podía vivir de eso en Uruguay en ese momento?
Sí, era fantástico, todas vivíamos muy bien. Después todo eso fue disminuyendo. Las chicas inventaban desfiles para hacer en algún lugar, porque empezó a disminuir. Hoy en televisión no hay un show de moda como antes, no hay nada, no hay desfiles, porque la gente hoy los ve por la web, por el celular, por la computadora. Esa fue una época dorada.
¿Llegó a plantearse viajar al exterior para trabajar?
Me acuerdo cuando vino Nina Ricci, que desfilamos en el Radisson, y en un momento se habló de que me querían llevar, pero yo ya estaba casada, tenía un nenito chico y no era fácil en ese momento. Ahora es diferente, te tomás un avión, vas, volvés, antes no era así. Sí desfilé en Argentina, en Paraguay, en Brasil, pero era cerca, ya irte a París era muy lejos. Fue una pena, si no hubiera estado casada, habría ido.
Priorizó la familia.
Exactamente, y no me arrepiento para nada, porque también es la parte importante de uno, la familia. Yo fui muy feliz. Tuve una época maravillosa y después pude transmitir todo eso que aprendí en mi escuela de modelos, que la tuve durante 30 años.
¿Cómo se dio la creación de la escuela?
Susy Ferrero fue la que empezó y yo la acompañé, la ayudaba, y cuando falleció, yo seguí con esa escuela 30 años más. Era muy integral, se daban clases de gimnasia, de ballet, de fotografía, televisión. Teníamos médico, nutricionista, fotógrafos. Era muy completo. Y tengo la alegría de que hasta el día de hoy me encuentro con mis alumnas, que ya son grandes y casadas, y con mucha felicidad me vienen a saludar. Yo lo hice de corazón, con tanto amor, me encantaba ver a esa niña, ese diamante en bruto que veías cómo se iba transformando, me maravillaba. Yo aceptaba alumnas de los 12 años en adelante, porque a veces me venían a pedir que ingresaran más jóvenes, pero no me gustaba. Al final del curso hacíamos un desfile con presentación, muy lindo. Yo lo disfruté muchísimo y tengo los mejores recuerdos.
Muchas veces se habla de la competencia que hay dentro del mundo del modelaje. ¿Qué hay de cierto y qué hay de mito?
Hay competencia, siempre hubo. Nosotras, que hasta el día de hoy somos amigas, éramos un grupo de alta costura que nos hicimos muy amigas, hemos viajado juntas a Europa. Siempre hay un poco de competencia, pero yo no la sufrí mucho. Nosotras teníamos tanto trabajo que no dábamos abasto. Sé que después, para las chicas más jóvenes, a lo que fue faltando el trabajo, la competencia se hizo más brava, porque cuando hay poco trabajo, peleás por un lugar; es lógico.
¿Cómo afectaba en usted el cuidado del peso y la figura, las exigencias sobre el cuerpo que tiene un rubro como este?
Por eso yo tenía nutricionista y médico en mi escuela, donde vi algunas chicas anoréxicas, que eran un palo y me decían mirándose al espejo “mirá lo que soy”, y yo tenía que llamar a los padres. Yo empecé muy jovencita y lógicamente estaba más llenita, pero tú comenzabas a cuidarte en la comida. Nunca jamás dejé de comer mis cuatro comidas; sí me cuidaba, hasta el día de hoy lo hago. Además, como soy gimnasta a muerte, conservo el mismo peso. Tenés que alimentarte bien y hacer ejercicio, por eso en la escuela, al entrar, lo primero que se daba eran clases de ejercicios, de ballet, para la posición del cuerpo, de la columna, el movimiento. Es importantísimo para la modelo en la pasarela tener una buena figura, derecha, estilizada, pero la comida para mí es importantísima, es fundamental tener un equilibrio entre la comida y el ejercicio. En mi escuela había anorexia, bulimia, y enseguida se llamaba a los padres y se controlaban esos casos con los médicos, para eso estaban.
¿Hoy tiene una rutina de gimnasia?
Yo hago dos o tres horas por día siempre, nunca dejé de hacer ejercicio. Soy del club Nautilus, en la rambla. Me levanto de mañana, desayuno y me voy al gimnasio, es mi costumbre, me encanta. Hago spinning, ritmo, gimnasia.
¿Cómo se manejó en su momento con la fama y el ser conocida?
Algún momento fue bravo. Yo me divorcié, tuve una pareja que me dijo “no puedo con esto”. Pero ya pasó el tiempo. A veces la gente me mira, me conoce, porque yo estuve en televisión además de ser modelo. Ahora ya hace muchos años que dejé todo eso. En un momento sí lo sufrí, porque a veces te hacés demasiado pública, perdés un poco la privacidad. Ahora mi vida es otra, es diferente. Yo tengo una nieta, voy al club, hago gimnasia, salgo con mis amigas, voy al teatro.
¿Qué mensaje le daría a alguien que quiere seguir la carrera de modelo?
Que la siga, pero que sea profesional. Lo más importante en la pasarela no es la modelo, es la ropa, es todo el trabajo que hay atrás, de un modista, de una fábrica, del sastre, entonces, la modelo tiene que ser consciente de que tiene que lucirlo de cierta forma; es una vendedora, no una vedete. A mí me encantan las modelos argentinas, son divinas, pero las he visto vedetes, y no sé si esa modelo vende. La modelo es una vendedora, es el final de todos los obreros y modistas que hay detrás, entonces, lo que tenés que hacer es vender esas ropas, que a la gente le guste esa prenda, los zapatos, el maquillaje, el peinado. Hay que ser profesional siempre, en una pasarela, en la televisión, donde sea, saber respetar los horarios, a la gente, al modista. La higiene es importantísima, tu ropa interior tiene que estar impecable. Así enseñé yo en mi escuela, que hay que ser excelente, cumplir con los horarios y ser profesional. Ese para mí sería el mensaje, y que lo disfruten mucho porque es precioso.
Saliendo un poco del mundo del modelaje, ¿cómo ve al Uruguay de hoy?
Yo amo a mi país. Es un país muy caro, pienso que para la gente no es fácil. Yo vivo a una cuadra y media de la rambla, en una franja que es muy especial, pero si tú vas un poquito más arriba, la gente no lo pasa muy bien, y hace muchos años que no lo pasa bien y que este es un país caro. Creo que la gente también es muy culpable por no prepararse. Hay que prepararse. Este es un mundo en el que, si no estás preparado, no llegás a nada, en lo que sea, en un oficio, en una profesión. Yo no estoy de acuerdo con que a la gente se la ayude sin que dé nada a cambio. Que se la ayude sí, pero que aporte algo. Yo te ayudo, pero aportame algo. No estoy de acuerdo con que se le dé dinero, porque se fomenta el ser haragán. Yo te doy dinero, pero tú hacé algo, limpiame un jardín, pintame una pared, porque si no, ¿qué estamos haciendo?
Y te voy a decir más, me tiene asombrada la droga. ¿Viste lo que es Punta del Este, las fiestas? Los chicos empiezan temprano, después siguen hasta de noche, tardísimo, y de mañana de nuevo, y vuelven a las 12. ¿Cómo se mantiene eso? Con drogas. Eso me tiene asombrada. En nuestra época yo no vi la droga, ni siquiera la olí. Sabíamos de algunas personas, eso sí. Nosotros íbamos a bailar, pero no veíamos eso. Nunca supe lo que es la droga, no sé lo que es un porro. A veces subo del Nautilus y hay amigas que dicen “mirá qué olor a marihuana”. Sí, ahora hay por todos lados olor a marihuana, pero yo nunca en mi vida fumé. Es cierto que los tiempos cambiaron y hay que aggiornarse, pero no voy a hacerlo con la droga.
¿Siente que los valores han cambiado?
Absolutamente. Yo entiendo que hay que reformar la educación, porque lo que me enseñaron a mí no sirve para mucho en el mundo actual. Con eso hay que aggiornarse totalmente. Hoy en el teléfono tenés todo. Yo amo la tecnología. Eso que dicen de que los tiempos de antes eran mejores, sí, en algunas cosas, en valores, pero después, en la tecnología, soy una hincha a muerte.
¿Por qué era mejor antes en cuanto a los valores?
Porque se han perdido los valores, quizás el avance de la droga tenga que ver con eso. Antes íbamos todos al colegio, ahora se abandona, se deja, no siguen los estudios. ¿Por qué pasa eso? La familia ha cambiado. Yo tenía un papá y una mamá, mi mamá no trabajaba y yo trabajé toda la vida, ahí tenés una diferencia. Yo tengo una nieta ya grande, es una señorita, pero yo me acostumbré a que cuando me siento en una mesa, cuando vienen a almorzar o a cenar a casa, los celulares no están, conversamos, y eso se ha perdido. Yo lo entiendo, hay que trabajar, pero hay otros valores. Parece que el dinero ha pasado a ser lo más importante en algunos hogares, entonces, por el dinero se pierde esa comunicación con los hijos. No quiero generalizar, pero eso pasa en muchos casos.
¿Cómo se lleva con las redes sociales?
Uso algunas. El Facebook lo uso muy poquito. En Instagram estoy porque ahí están mi nieta y mis amigas, pero no soy fanática de eso. Sí tenemos entre nosotras nuestros grupos por WhatsApp. Facebook en un momento fue una novedad, fue interesante porque había gente que inclusive no vivía en el país, que no veías hacía mucho tiempo y con la que te reencontraste, eso fue muy lindo. Y a veces para comunicar alguna cosa es interesante. En Twitter estoy muy poquito, casi nada. Allí predominan los temas políticos, es tanta la información política que tenemos, con este señor Astesiano, por ejemplo, que ya estoy harta. Estamos muy informados, nos bombardean con tanta información. Por eso la educación tiene que cambiar, no pueden estar con lo mismo que hace añares, es imposible.
¿Ve con buenos ojos esta reforma que se está planteando?
Hay cosas que son buenas y otras que no tanto, pero no quiero entrar mucho en detalle, no quiero ir a la parte política. Hay que hacer una reforma, pero hay que tener cuidado, no es fácil. Fijate cuántos años hace que se está tratando y no se ha podido. También hay gente que es muy tradicional o que está en contra, porque todo es “no”, entonces, es complejo. Hay gente que está arraigada a las tradiciones, no se aggiornan, no viven el día de hoy, no se dan cuenta de que las cosas cambiaron. Yo me doy cuenta de que el mundo cambió. Si no te ponés al día, estás muerto, desapareciste, es una realidad.
Vida cultural, familia y deporte
Baldi mantiene una vida activa. Pasa las mañanas en el gimnasio del club Nautilus, donde se encarga del área cultural. Además, toma clases de Historia del Arte con la profesora Estela Abal, y también de Literatura, con la escritora y gestora cultural Alicia Escardó, que además es columnista de “Sábado Sarandí” de radio Sarandí. De hecho, el conductor del programa, Jaime Clara, ha ido en más de una ocasión al club a brindar charlas. “A mí la parte cultural me encanta y trato de promocionarla”, confiesa la exmodelo.
Sobre su familia, expresó: “Yo tengo un hijo y una nuera que para mí es como mi hija, mi nieta, y un nieto del corazón, así que mi familia es chiquita porque yo soy hija única, pero estamos muy unidos”.
En su día a día, aparte de la gimnasia, que ocupa un lugar importante en su agenda, va mucho al teatro, al cine, se reúne con sus amigas y disfruta mucho de la lectura.
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