La falta de los mínimos recursos económicos de una persona para poder vivir, se presenta en el lenguaje español en forma de palabra: indigencia.
En Uruguay, según las últimas cifras presentadas por el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), al 30 de mayo de 2019, se contabilizaron un total de 2.038 personas en situación de calle, de las que 1.043 se encontraban a la intemperie, y el resto -955- en refugios del Mides.
Las noches más largas y gélidas del año son las de invierno; estar bajo techo, con calefacción y un plato de comida caliente, amortigua o anulan los estragos que las bajas temperaturas pueden causar en el organismo de las personas. Sin embargo, las heladas nocturnas son un arma letal para quienes sus sábanas son las noches, cartones, alguna manta o un trozo de nylon.
Las muertes por hipotermia parecen inevitables cuando se trata de la población en situación de indigencia, en cambio, sí existen maneras de rescatarlos y que se resguarden en un espacio cerrado, duerman en una cama y tengan el abrigo necesario. Los refugios que tiene a disposición el Mides son parte de la solución, pero no la salvación total para los más vulnerables.
En el pasado existió un programa llamado Plan Invierno, que luego comenzó a trabajar en coordinación con la Intendencia de Montevideo que, a partir del primero, creó el plan llamado Frío Polar. Luego de la transición del gobierno de Jorge Batlle al de Tabaré Vázquez, muchas personas fueron movidas de sus cargos y el programa pasó a manos del Mides, quien hoy es el ente que centraliza este tipo de iniciativas a nivel público.
“Fuimos los primeros en desarrollar un programa de atención a personas mayores, en el año 1999, el Plan Invierno. Cuando se planteó el proyecto lo hicimos de forma integral, para que no vuelvan a la calle ni a estar sometidas al frío, entonces, establecimos un programa articulado, donde captábamos gente en lo que denominábamos “el primer escalón”: los albergues transitorios, que hoy son llamados refugios nocturnos”.
Aída Lessa es doctora geriátra y gerontóloga, es una de las fundadoras del programa anteriormente descripto por ella misma en diálogo con La Mañana. Recordó que en su proyecto había un espíritu rehabilitador. “En este momento no estoy trabajando en el terreno pero no veo rehabilitación, es demasiado asistencialista y de esa manera no hay mucha salida de la situación de calle, porque no veo que se reinserten numerosas personas a la sociedad”, analizó.
Experiencias a tener en cuenta
Lessa trabajó en asesorías con personas mayores en el programa de atención integral que fundó junto a otros colegas y voluntarios. Se ha dedicado principalmente al sector gerontológico, que es más abarcativo que la geriatría ya que apunta también a lo social, psicológico y antropológico de las personas.
“Se les dada lo básico, los captábamos a las 20 horas y se iban en la mañana, se los alimentaba, abrigaba y se les daba una cama”, describió la doctora. Se trataba de una cobertura parcial y básica, pero visualizaron era un circuito sin salida, entonces agregaron un segundo escalón que lo denominaron “hogares transitorios”. Allí las personas tenían cobertura total de las necesidades básicas, con asistencia técnica, se les tramitaba la pensión a la vejez, la cédula y se lograba una reincorporación social de gran parte de ellos.
La especialista explicó que se trabajaba con un equipo multi e interdisciplinario, donde buscaban y definían diferentes perfiles. “Hay dos tipos de personas: las que están en situación de calle y las que son de la calle. Las segundas se encuentran más marginadas porque son quienes requieren atención psiquiátrica permanente, por ejemplo. En cambio, las que están en la situación, son las que han sufrido un empobrecimiento económico o de sus vínculos, y pueden restablecerlo ya que son pasibles de una solución definitiva”.
Se les daba una vivienda por el programa de jubilados y pensionistas del Banco de Previsión Social o, a través de una evaluación de la capacidad cognitiva, determinaban si no eran competentes de valerse por sí mismos, y optaban por conseguir cupos en hogares de ancianos.
“Llegamos a tener un hogar autogestionable por las personas rescatadas, donde solamente ellos manejaban el lugar, cocinaban, limpiaban y lograban armar un núcleo familiar. Muchos de ellos volvieron luego con sus familias y a otros logramos conseguirle referentes”, relató Lessa.
Internación compulsiva
En estos años aumentó la población que vive en la calle y que tiene un consumo problemático de sustancias. En las personas mayores fundamentalmente es el alcohol, y esto es un riesgo importante debido que empeora los estados de hipotermia al dilatar los vasos sanguíneos; también se ve afectado el sistema nervioso central, como el cardiovascular. La entrevistada afirmó que en una situación de consumo ni siquiera son conscientes de que tienen frío, no lo perciben estando drogados y es mucho más fácil llegar a la hipotermia.
Lessa sostuvo que la internación compulsiva es necesaria en algunos casos. Hoy está reglamentado solicitar la ayuda de un médico, que él constate que el paciente está en una situación de riesgo vital y después pedir una orden de juez para internarlo. “Considero que las exigencias en cuanto a controles antes eran eficientes”.
Una de las personas fallecidas recientemente murió a 50 metros de un refugio, es por esto que la entrevistada opinó que hay una corresponsabilidad del lugar para brindar coberturas, que alguien pueda asistir inmediatamente a la persona en la calle y llevarla al centro hasta que lleguen médicos y la orden del juez.
“Lo importante no es el asistencialismo puro, hay una falta de control, de trabajo en equipo, de articulación de recursos, es necesario promover la educación en lo que tiene que ver con prevención. Fundamentalmente de este tipo de situaciones y la rehabilitación también. Estos son los pilares básicos”, puntualizó.
En este marco, se intentó establecer contacto con autoridades del directorio Nacional de Protección Integral en Situaciones de Vulneración del Mides, pero alegaron que no atenderían a la prensa por el momento.
Censo a la intemperie
En el último censo realizado por el Mides el 9 de abril del corriente año, se registró que entre las 00:00 y las 6:00 horas de la madrugada montevideana, había 2.038 personas en situación de calle, 304 más que el censo anterior llevado a cabo en el año 2016.
Se registraron 756 puntos con personas a la intemperie y el Municipio B es el que tiene mayor concentración llegando a 485 personas, es decir, un 46% del total. Tres de cada 10 de estos puntos pueden identificarse como “campamentos”: lugares con carpas, colchones, cocinas, estufas o muebles.
Al igual que en 2016, no se registran niños, niñas ni adolescentes pernoctando en la calle. Nueve de cada 10 indigentes son varones, con una edad en promedio de 38 años. El 17% no son montevideanos y la edad promedio de primera situación de calle es de 25 años. El 17% declaró tener menos de un mes en la calle y 40% menos de seis meses. En tanto, 36% de los censados aseguró tener un lugar al que volver, ya que la mitad de ellos se separó de su hogar por problemas de vínculos o convivencia y un 30% por consumo problemático de sustancias.
En lo que refiere al empleo, 78% son población activa, un 63% trabaja y el 14% se encontraba en la búsqueda. El 94% trabaja en condiciones de informalidad, donde el 60% de ellos se emplea como cuidacoches y, un 19% en venta ambulante. El 82% del total están registrados en el Sistema Nacional Integrado de Salud, en tanto el 37% declaró tener problemas de salud mental o haber estado internado por eso en el pasado.
El consumo de sustancias es de las mayores causas y consecuencias de que las personas estén en la condición de indigencia. El 83% afirmaron consumir alguna sustancia y 59% son consumidores problemáticos. Las sustancias más consumidas son alcohol (68%); pasta base (60%); marihuana (50%) y cocaína (18%). Sólo 4% de los consumidores está actualmente en tratamiento y 40% cuenta o contó en alguno.
Por otro lado, un 82% dijo haber estado en instituciones con privación de libertad; instituciones de salud mental y, en menor medida, en el Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay.