La Pastoral Penitenciaria es la acción de la Iglesia en el ámbito penitenciario. El objetivo es llevar la paz y serenidad de Cristo resucitado a quienes están privados de libertad, trabajar para evitar el ingreso en prisión, y ofrecer caminos de reinserción para que la persona privada de libertad pueda normalizar su vida al salir de prisión.
Como reacción a lo sucedido en el Módulo 4 del ex-Comcar, donde por razones que se procuran esclarecer seis internos murieron calcinados encerrados en su celda, desde la Pastoral Penitenciaria de Montevideo, se emitió un comunicado expresando la solidaridad de la Iglesia católica con las familias de las víctimas. En una parte del comunicado expresaban: “Lamentablemente, este episodio se suma a otros, de variada gravedad, que se han producido últimamente en cárceles de Montevideo, atentatorios de los derechos humanos y reveladores de un sistema que, a pesar del esfuerzo de sus autoridades y de los funcionarios penitenciarios, en términos generales no logra garantizar el respeto y dignidad de las personas, ni asumir con eficacia el cometido de su rehabilitación”.
En nota concedida a La Mañana, el Dr. José María Robaina, en representación de la Pastoral, se refirió al hecho en cuestión y las dificultades que se les presentan a la hora de cumplir con su misión.
Ustedes emitieron un comunicado exhortando a las autoridades responsables de los centros de rehabilitación, y están trabajando mucho desde la Iglesia católica. ¿Cómo entienden esta situación que les toca vivir?
En realidad, nosotros no solo nos dirigimos cuando hacemos esa exhortación a las autoridades del sistema carcelario, sino también a las públicas. Creemos que la responsabilidad va mucho más allá, ya que alcanza al Poder Judicial y Legislativo. También creemos que hay una responsabilidad de la sociedad civil. La primera aclaración que quería hacerle es que nuestra exhortación va más allá. Tiene por destinatario mucho más allá de las autoridades del propio sistema.
¿Hay un aumento de privados de libertad en los programas que ustedes presentan? ¿Sigue siendo una dificultad conseguir que se adapten?
Nosotros tenemos una muy buena receptividad por parte de los privados de libertad, lo que sí hemos tenido son problemas de acceso a ellos a veces. Cuando llegamos a una unida nosotros anunciamos nuestra presencia e invitamos a los privados de libertad que quieran concurrir. Lo que sucede es que se nos ha restringido los lugares de acceso, por lo tanto, alcanzamos a menos de los que podríamos. Esto es algo que sucede según la unidad, porque el sistema es heterogéneo. Hay unidades en donde los jerarcas colaboran e incluso los funcionarios, pero hay otras unidades en donde a veces las unidades hacen primar el paradigma de la seguridad sobre el disciplinamiento, nos restringen el acceso en otros porque hay falta de personal y naturalmente hay problemas. En otros casos hay coincidencia de horarios, entonces los muchachos optan por otras actividades porque redimen pena. Hay una serie muy variadas de circunstancias. Hay unidades que nos abren las puertas con mucha generosidad, pero otras lamentablemente no.
Cuando hablamos de dificultades, ¿nos referimos a centros de máxima seguridad?
Las unidades a las que vamos son cinco, en Montevideo. Yo considero que, más allá de ser unidades de máxima seguridad, la impronta la marca la dirección más allá de peligrosidad. Cuando se privilegia la seguridad y el control buscando que no haya problemas el resultado es que prima la seguridad con criterios restrictivos. Lo que sí quiero subrayar es lo heterogéneo de la realidad, ya que hay lugares en que trabajamos bien, hay funcionarios que hacen enormes sacrificios para atendernos y atraer a los privados de libertad a las reuniones.
¿Han tenido ningún tipo de incidentes en alguna de las charlas?
Jamás. Nunca en la historia de la Pastoral Penitenciaria hemos tenido situaciones de conflicto o en las que pudiéramos haber sufrido alguna dificultad o peligro. Ellos nos respetan porque valoran particularmente lo que hacemos. Para muchos de ellos nosotros somos la única visita, porque sus familias no los visitan. Nos ven ir llueva, truene, haga calor o haga frío. Ellos nos valoran y nos lo agradecen permanentemente. Y es por eso seguramente que, en el marco de ese respeto, tienen especial cuidado de cuidarnos.
Luego de la recuperación de libertad, ¿los han buscado fuera del centro de detención?
No, nosotros desarrollamos las tareas dentro de las unidades. Ese es un tema que realmente nos preocupa, porque después de haber estado con ellos en un vínculo semanal durante años, cuando se van, no sabemos más de ellos y nos sentimos realmente también comprometidos con su suerte a partir del día después. Afuera de la cárcel hay otros servicios, incluso servicios de la Iglesia, que se ocupan de esa reinserción social. Nuestra tarea específica se desarrolla dentro de la cárcel.
¿Cuál es su visión desde su sentir católico ante un hecho como el que se dio hace estos días, cuando se encerraron a seis personas en una celda y se las hizo morir de una forma terrible?
Estos hechos son hechos que no se producen sino dentro de un contexto en donde, de alguna forma, son posibles. No es cualquier contexto, son situaciones generadas por ciertas condiciones. Me estoy refiriendo básicamente, por ejemplo, al hacinamiento, al ocio compulsivo, que existen en muchas cárceles donde muchísimos de los muchachos no tienen actividad. Me estoy refiriendo a las enfermedades mentales, al consumo. Es decir, es una situación protagonizada por personas que están en situaciones realmente deshumanizantes. Desde nuestra concepción cristiana hay una enorme preocupación. Además de una condena de este tipo de situaciones, una enorme preocupación por que las cárceles recuperen su condición de ámbito de humanización, en donde la persona sea respetada en sus derechos y sometida a programas de rehabilitación que le permitan, una vez liberado, construir un nuevo proyecto de vida. Desde nuestra condición de cristianos y de nuestra concepción de la dignidad de la persona humana, son hechos que ofenden a Dios porque nos ha hecho a su imagen y semejanza y, en definitiva, nos ofenden a todos porque son hechos que tienen por víctima a nuestros hermanos.
Estas dificultades que ha tenido para la Pastoral desarrollar la tarea, ¿han sido escuchadas por las autoridades nacionales del Instituto de Rehabilitación?
Las dificultades están ahí. No quiero cargar las tintas sobre todas las autoridades del sistema, porque hay distintas actitudes frente a nuestra actividad. Nosotros hemos tenido en el inspector Mendoza a un colaborador, siendo él director del Instituto Nacional de Rehabilitación, y siempre reconocemos esa disposición de ayudarnos. Pero después las unidades, en buena medida, desarrollan su normatividad y su régimen en función de los criterios de los directores, y ahí es donde se producen los inconvenientes.
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