Diego Carbonell es gerente general para Latinoamérica de Bettermarks, empresa que lidera la producción de plataformas adaptativas para el aprendizaje de matemáticas. Con treinta años de experiencia en la industria de la tecnología, Diego ha dirigido proyectos de alto impacto en Europa, Asia, América, y en Uruguay, donde trabajó 10 años en contacto estrecho con Ceibal y también con Anep. Entrevistado por La Mañana el analista en sistemas explicó sobre innovadoras plataformas para alumnos y docentes, sobre la inclusión de la programación en las aulas y sobre otros aspectos de una generación que crece con una nueva forma de pensar, relacionarse y aprender.
La tecnología aplicada a la educación puede ofrecer alternativas para personalizar la educación, sin sustituir al docente. A través de una plataforma adaptativa cada alumno tiene la posibilidad de conformar su propio camino de aprendizaje individualizado. Diego Carbonell explicó a La Mañana que este programa propone ejercicios a partir de errores cometidos por cada estudiante y que luego les sugirie caminos a seguir, tratando de evitar la frustración o los callejones sin salida.
Además presentan a los educadores un panorama general de sus clases, que los habilita a intervenir de una manera más eficiente a través del uso de “machine learning”. (Esto es básicamente una máquina que aprende de una enorme cantidad de datos, en función de los cuales actúa). El analista reveló que se están conectando motores de “machine learning” para detectar errores o problemas que tienen los alumnos. “Los docentes pueden ver en qué se está equivocando la mayoría, por ejemplo, y en la siguiente clase repasar ese concepto y acortar el ciclo entre actividad propuesta, evaluación, intervención y reevaluación”, señaló el experto.
Un cambio de abordaje
Para Carbonell “Lo más importante que tendríamos que promover es el uso de herramientas para crear otro tipo de aproximación al conocimiento” ya que “los gurises piensan de otra manera”. Según señala, desde el surgimiento de Youtube en adelante, los chicos “no solamente juegan con la computadora sino que aprenden cómo jugar, comparten ‘piques’ entre ellos, sin que intervenga ningún adulto”.
En ese sentido hizo mención a que “hace unos años las gurisas estaban haciendo pulseras de silicona o ‘slime’ en base a tutoriales que ellas mismas desarrollaban, no había un docente en el medio, o intermediario adulto para impartirles la enseñanza, sino que estaban utilizando el medio de una manera sumamente innovativa”.
“Siempre se habla que los gurises están desmotivados, que no hay manera de engancharlos, y en estas cosas se enganchan solos, nadie les dice ‘anda a aprender cómo se hace slime’” dijo el informático y además señaló otro hecho sumamente interesante: “al mismo tiempo que mi hija estaba haciendo pulseras de silicona en Berlín, otra hija mía lo estaba haciendo acá en Montevideo y estaban intercambiando piques y mirando videos”.
“Eso es una de las cosas que los docentes de formación más anhelan, lograr espíritu colaborativo en la clase, de autoevaluación, de intercambio, de argumentación entre pares. Eso en la enseñanza tradicional es dificilísimo de lograr”, dijo Carbonell y agregó que aún no dimensionamos el “valor intrínseco” que tienen estas herramientas como mecanismo de transferencia de información. “Al fin y al cabo, todo lo que hacemos en la vida es aprender a través de la transferencia de información entre seres humanos”, reflexionó.
¿Enseñar programación?
“Se dice que tienen que aprender programación. El tema es que la programación pura y dura es como aprender solfeo; es arduo y requiere que vos tengas primero, una actitud para eso y segundo, conocimientos de base”, dijo Carbonell y explicó que ahora existen otras maneras de acercarse a este mundo, que continuando la analogía musical, sería solo “como aprender a tocar acordes en la guitarra”.
“Todo lo que tiene que ver con ciberseguridad y el hackeo ético, (operar como hacker para identificar vulnerabilidades en un sistema y corregirlas a tiempo), el manejo de infraestructura, servidores en la nube, estructura de redes, manejo de grandes volúmenes de datos y lo relativo a la gestión propia de proyectos; son técnicas relativamente fáciles de ejecutar, que se aprenden en meses y no en años y que permiten ya ir dando una mano y que a su vez se pueden aprender en pasantías en empresas que pagan un sueldo”. Reveló el entrevistado, y dijo que en Uruguay esto casi no existe, “pero es el modelo educativo de un montón de países que siempre citamos como caso de éxito”.
Según Carbonell, aprendiendo las 10 técnicas básicas del protocolo de hackeo ético, los jóvenes pueden ejecutar determinados programas, redactar informes y prevenir ataques. “Eso está al alcance de una enorme cantidad de gurises, que a su vez no trabajarían en un camino sin salida, sino que lo harían insertos en la comunidad informática, que es altamente colaborativa y orientada a ayudarnos entre todos y a dar valor agregado porque si”, destacó.
“El hecho de que podamos hablar gratis por Whatsapp es gracias a que está basado en tecnología libre, que construyen grandes comunidades de gente extremadamente joven y nace de la voluntad que integraron de los jueguitos, de ayudarse entre ellos para alcanzar un objetivo”, dijo el analista y señaló que sin embargo “seguimos cegados con el pensamiento computacional de programación, pretendiendo que aprendan ‘Python’ o ‘Java Script’, en vez de enseñar técnicas base y que después si precisan, profundicen para mejorar su performance. No es una quimera, o un imposible, creo que estamos tratando de encorsetar la educación informática”, advirtió.
¿Plan piloto?
“Hoy por hoy quieren introducir algún cambio en la educación y la academia dice: ‘bueno pero primero hacé un plan piloto para probar que funciona porque no podemos gastar plata en algo que no sabemos si funciona’”. Carbonell explicó que esta no es la forma de operar la industria informática, si no que hacen lo que llaman “A-B testing”, que es lanzar al menos dos versiones de un producto o programa, donde una mitad de los usuarios usan una, y la otra, la segunda. Según el experto esto pasa todos los días aunque no nos demos cuenta.
“No hacen estudios de mercado, si hay focos group, pero las grandes cosas que hacen las largan todos los días y de acuerdo a cómo la gente reacciona, las dejan o las quitan. Mínimamente todos los días cambian las versiones. Así piensa la industria informática, ‘lo hacemos tres veces, lo rompemos, fallamos y lo volvemos a hacer’. Es totalmente lo opuesto a lo que hacemos en política pública, donde tratamos de asegurarnos de no cometer errores. Y justamente de lo que se trata es de aprender de los errores lo más rápido y honestamente posible”.
Para el entrevistado un buen ejemplo fue lo que se hizo con el Plan Ceibal. “Se sacó en escala de manera que no hubo forma de mandarlo para atrás, alternaron la escala y fueron corrigiendo sobre el camino. El mérito que tiene Ceibal es esa actitud, que podrá sonar reñida con toda manera de hacer política, es cierto, pero en realidad si nos quedábamos a esperar que lo aprobara el Parlamento, los docentes, colectivos y gremios, no pasaba y se perdían años de oportunidad”.
“Ceibal logró demostrar que metodológicamente podemos hacer cosas complicadas en relativo corto tiempo”. Para Carbonell este plan probó que no es tan difícil hacer algo difícil en Uruguay. En el resto de América todavía están discutiendo cómo lo van a hacer. Esto prueba que Uruguay tiene ventajas comparativas. Creemos que nuestra escala no nos permite hacer un montón de cosas, lo cual es cierto, pero también es cierto que nuestra escala nos permite hacer un montón de cosas”.
Trazabilidad educativa
En 2015 y 2016 Diego Carbonell trabajó en un proyecto de la Administración Nacional de Educación Pública (Anep) que tenía como propósito establecer una trazabilidad educativa para rastrear qué aprendió quién y de qué contexto social proviene. Hoy Uruguay es de los pocos países en el mundo que tiene información, no solo de la trayectoria educativa, sino del contexto en el que está inserto un niño.
TE PUEDE INTERESAR