María Liliana Maia Lukac de Stier es doctora en filosofía por la Universidad Católica Argentina, donde se desempeñó como docente y directora del Departamento de Filosofía. Ha sido profesora visitante y honoraria en varias universidades europeas, norteamericanas y latinoamericanas. En una amena entrevista con La Mañana en Buenos Aires, reflexionó sobre temas de actualidad como la eutanasia, la subrogación de vientre y la ideología de género considerándolos a la luz del pensamiento naturalista de Aristóteles y Tomás de Aquino. Además, es miembro fundador del Consejo Académico de Ética en Medicina y secretaria académica del Instituto de Bioética de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Jurídicas.
Provenís de una familia de inmigrantes, ¿cómo fue la inserción en Argentina?
Nací en 1949, al año siguiente de haber llegado mis padres desde Croacia por la guerra y la persecución comunista. No sabían hablar muy bien el castellano, así que hasta los cinco años prácticamente no hablé una palabra de castellano. La inserción dentro del mundo argentino fue más bien a partir de la escolarización. En mi época no había preescolar, entrabas a primer grado, pero mi mamá le pidió a una maestra particular que me tomara, no para enseñarme, sino para que jugara en los recreos con los chicos y me familiarizara con el idioma. Pero jamás tuve problemas por hablar otro idioma, todo lo contrario. Lo mismo con el inglés. En casa se hablaba siempre en croata, en el colegio castellano y estudié inglés aparte. Soy primera generación acá, pero me casé con un croata nativo. Él había llegado con cuatro años. Mis tres hijos hablan perfecto el croata porque mi marido insistía que dentro de la casa no se podía hablar otra cosa y a su vez contaban con la ventaja de que los abuelos también hablaban croata. Mis hijos serían por mi parte segunda generación, pero por parte de mi marido primera.
La comunidad croata no se limitó a Buenos Aires. También se radicó en otras provincias: Córdoba, Mendoza, Santa Fe, aunque que mayormente se concentraron en Buenos Aires porque las colectividades que ya existían en el interior provenían de la primera oleada, de fines del siglo XIX y principios del XX. Los de posguerra en general venían con títulos universitarios y trataron de ubicarse en Buenos Aires porque no buscaban cultivar la tierra, como los de la primera inmigración.
Mi papá era contador, mi mamá también, pero ella nunca revalidó el título. Fue una vida sacrificada porque los fines de semana hacían contabilidad en casa y a mí me ponían a hacer cuentitas y dibujitos. Finalmente, después de la revalidación del título, mi padre se pudo ubicar muy bien y trabajó en empresas alemanas y argentinas, también se dedicaba a la bolsa, así que tuvimos una inserción excelente. Argentina es muy generosa con los extranjeros. Nunca hicieron distingos porque fuéramos de otro origen que no fuera el criollo, al contrario. Los croatas que vinieron eran todos católicos. El país es mayoritariamente católico y muy piadoso, y gracias a Dios tuvieron mucha ayuda de parte de la Iglesia argentina.
Viniendo de una familia de contadores, ¿cómo surgió tu vocación por la filosofía?
Yo quería hacer un bachillerato humanista y por suerte mis padres me llevaron el apunte, porque en ese entonces predominaba la escuela normal para ser maestra o la comercial para ser perito mercantil. Mis padres encontraron el Colegio de la Misericordia, de Flores, que tenía un programa muy lindo de bachillerato humanista. Tuve latín durante seis años, y aunque no era totalmente bilingüe teníamos una gran carga horaria de inglés. Ahí tuve mi primera profesora de filosofía. Era tomista y a partir de su enseñanza me enamoré de la filosofía. Mi mamá no entendía por qué quería estudiar filosofía. Mi papá ya había fallecido y estoy segura de que me hubiera apoyado más, pero mi mamá, hasta que no vio mi primer libro, le pareció que lo mío era inútil.
La influencia de esa profesora parece determinante: fuiste miembro de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino, en Roma, y presidenta de la Sociedad Tomista Argentina, uno de los principales centros mundiales de estudio del pensamiento de santo Tomás.
La Sociedad Tomista Argentina es la más antigua, tiene 78 años, mientras que la Sociedad Internacional Tomás de Aquino tiene unos 25. Cuando venían a la facultad tomistas importantes de Europa, se sorprendían de cuánta dedicación había al tomismo, muy fomentado en la Universidad Católica Argentina, que es pontificia. La sociedad tenía como función más bien investigar, pero la idea era poner al tomismo en contacto con la filosofía contemporánea, tratar de actualizar el pensamiento de Tomás a los problemas contemporáneos o establecer la comparación con filósofos contemporáneos. La tarea de la sociedad fue realmente extraordinaria porque de los 78 años, 48 fueron continuados, sin interrumpir ningún año la Semana Tomista, que era la actividad principal, un congreso internacional que duraba una semana. Llegamos a tener expositores muy notorios que venían de Roma, Madrid, Santiago de Chile. Era realmente un congreso internacional y muy importante. Las figuras argentinas del tomismo se hicieron muy populares. En este momento, estoy participando de un curso intercontinental de antropología tomista en castellano, organizado desde Roma. Ya habían hecho la experiencia en italiano, pero se dieron cuenta de que el mundo hispano es todavía más amplio, así que seleccionaron a tomistas destacados de lengua hispana para dar un curso a lo largo del año. Eso es muy importante.
¿Cuáles serían los principales lineamientos de la filosofía tomista?
Tomás era un filósofo realista que en la Edad Media introdujo el pensamiento de Aristóteles. Hasta el momento los primeros filósofos cristianos habían sido los Padres de la Iglesia, pero venían de una formación latina y de los griegos tomaron básicamente a Platón, porque cuando se quemó la biblioteca de Alejandría desapareció prácticamente toda la obra de Aristóteles, que rescataron los árabes cuando ingresaron a España en 1213. A Tomás de Aquino le pareció que la filosofía aristotélica era mucho más realista que la platónica. Entonces fue haciendo una lectura de Aristóteles tratando de acomodarlo al dogma cristiano. Por ejemplo, en la filosofía platónica no hay respeto por el cuerpo porque Platón lo toma como cárcel del alma. Y a Tomás de Aquino le parecía raro explicar la Encarnación de Jesucristo, que es tan importante para la fe católica, con la filosofía griega. En cambio, en Aristóteles hay un respeto y una valoración de todo lo corpóreo, por lo cual le pareció que se iba a adaptar mucho mejor. Por supuesto, como uno y otro no eran cristianos, eran politeístas, no había una religión de base, pero el pensamiento de Aristóteles sí se podía ajustar.
A veces se habla de una corriente aristotélico-tomista en filosofía, eso quiere decir que ese tomismo se basa en Aristóteles. Es una filosofía que acepta la realidad tal cual es y sostiene que los humanos podemos conocerla. Siempre va a haber un ámbito de misterio, que es lo que abarca la fe, pero el resto de la realidad, lo que no es una verdad de fe, puede ser alcanzado por la razón. Por eso, desde tiempo remoto, pero principalmente desde León XIII, la Iglesia dispone que la filosofía de Tomás de Aquino debe enseñarse en los seminarios a los que van a ser sacerdotes, porque es la filosofía que mejor combina con la teología que después tienen que hacer.
En cuanto a esa relación con el cuerpo, y pensando que has sido miembro fundador del Consejo Académico de Ética Médica, surgen temas como la subrogación de vientres.
Tener en cuenta el valor del cuerpo es tener respeto hacia él. La subrogación de vientre está en tratamiento parlamentario en Argentina. En ese sentido, se considera indigno que se use el cuerpo de la mujer como un objeto, porque en realidad es alquilar un vientre para que se desarrolle un niño, con el cual, indudablemente, la mujer que lo lleva en su seno tiene un contacto muy íntimo. Es muy difícil después, cuando el chico nace, no tener ningún contacto más. Es como si fuera un alquiler. No se puede tomar al cuerpo humano como una cosa. Ese es el motivo por el cual estamos tratando de que la ley prohíba la subrogación de vientres. Hay países donde es absolutamente libre y otros en los que no. Básicamente, el no responde a una consideración de la dignidad del cuerpo humano, es parte de la persona, así como no aceptás la esclavitud ni la compra de seres humanos. La trata de personas, además de un pecado, es un delito. De alguna manera la subrogación de vientre sería algo análogo.
Otro tema también de actualidad es el del género y su implicancia en la juventud, ¿qué nos podrías decir sobre ello?
Lo realmente científico es hablar de sexo. Cuando un niño nace es de sexo masculino o femenino y por supuesto se tienen en cuenta los órganos externos. Ahora el género aparece como algo neutro, como en los formularios en los que te ponen masculino, femenino u otro. Ese otro daría lugar a que ingresaran todos los que se autoperciben de una manera diferente al cuerpo que tienen. El tema de género empezó a difundirse a partir de 1995, cuando se hizo una conferencia mundial sobre la mujer en Beijing, ahí empezaron las feministas con el tema de la ideología de género. Porque es una ideología, no es científico que vos te autopercibas. Hay casos muy especiales en los que científicamente se puede dar la disforia de género, o sea, una persona que por una malformación nace con genitales externos de un sexo, pero lleva también genitales internos del otro, pero son casos rarísimos, patologías.
La autopercepción no es algo científico, es algo que viene de tu psicología y en cierto modo de un trastorno. El problema más grave es que hoy la legislación, por lo menos en Argentina, permite que los menores que se autoperciben con un género distinto del que tiene su cuerpo puedan ir a un hospital público y pedir un tratamiento hormonal para cambiar su vivir cotidiano. Eso es un gran peligro porque en diez años no sabemos qué va a pasar, porque todo desarreglo hormonal implica una patología. Si un menor, que todavía no está totalmente formado, empieza con una medicación hormonal, eso le va a traer un trastorno orgánico y psicológico. Tengo amigas y amigos médicos que reciben a pacientes que han tenido tratamiento hormonal y aparecen con graves problemas no solo biológicos, insisto, sino psiquiátricos. El sexo no es solamente corpóreo, la condición de la persona es sexuada, entonces todo tu pensamiento, tu psicología es femenina o masculina. Cuando la tratás de cambiar artificialmente se produce una serie de trastornos que no hace feliz a esta gente. Ese es el problema mayor, no es un problema moral: al no respetarla, la naturaleza toma venganza.
¿La filosofía tiene una rama naturalista o ecologista?
Sí, la filosofía tiene una rama ecológica, por decirlo así, tal como hoy se habla de naturalismo. Ahora bien, podríamos decir que santo Tomás de Aquino era un naturalista por respetar la naturaleza de las cosas. Para él, la naturaleza es lo que hace a la esencia de cada cosa. En ese sentido, también se habla del naturalismo aristotélico y del naturalismo de Tomás. Ese naturalismo también se sostendría para lo humano, porque el hombre tiene una naturaleza que lo hace distinto de lo animal y de lo vegetal. Y por esa naturaleza racional, aun cuando por algún accidente o enfermedad pierda la capacidad de razonar, no deja de ser humano, es una persona. Impedida de razonar no se convierte ni en un animalito ni en una planta. Por eso también el tema de no recurrir a la eutanasia, otra de las cosas que es de actualidad y sobre la que el tomismo puede iluminar. La idea de la eutanasia, generalmente, sostiene que cuando alguien ya no tiene una vida racional, para qué va a seguir existiendo, si es solamente un peso para la sociedad. Pero ese sujeto sigue siendo persona humana. Si fuera un perro vos lo sacrificarías, puesto que no tiene conciencia del sufrimiento y sería humanitario liberarlo de un sufrimiento que no tiene ningún sentido. En cambio, con el ser humano no es así. Su sufrimiento lo puede de alguna manera ofrecer, puede ser un ejemplo de vida para otros.
Más allá de los signos de los tiempos que a cada generación le toca vivir, ¿las preguntas existenciales siguen siendo las mismas?
Por supuesto, las preguntas son siempre las mismas. Pero cada uno, cuando se hace esas preguntas existenciales, tiene una realidad distinta. Sócrates era, justamente, un ideal de filósofo: juntaba gente en el ágora y empezaba a hacer preguntas porque decía que cada uno de nosotros tiene verdades dentro de sí mismo y que la función del maestro es extraer esa verdad que está dentro del discípulo o alumno. Si bien es un poco exagerado eso, no obstante, es cierto que lograba atraer a la gente para que, a partir de lo que sabía, de lo que experimentaba, pudiera ir filosofando. Ahí el maestro, el educador, tiene que orientar. Es importante saber que tenemos muchas respuestas en nuestro interior que a veces no exploramos porque el mundo contemporáneo no le da mucho espacio a la interioridad.
¿Cómo desarrollar ese ejercicio filosófico para hacer cada día un poco más profunda nuestra reflexión?
Cada persona tendría que proponerse día a día, primero, agradecer al despertarse por el hecho de estar viva, porque la vida es un don y ninguno de nosotros sabe cuándo lo pierde. Despertar y ver que estamos vivos ya es un milagro. Después, hacerse un proyecto: qué quiero hacer este día, pero con una intención un poco más reflexiva, es decir, en qué puedo ayudar a otros y en qué puedo ayudarme a mí mismo. Como la gente piensa que la filosofía es algo demasiado difícil, hay una tendencia hacia el mindfulness. No es nada nuevo, es entrar en tu interior y tratar de explorar tus sentimientos, tus pensamientos y tratar de manejar la ansiedad ante lo desconocido. Porque una de las cosas que produce la ansiedad, justamente, es no saber qué nos tocará mañana o qué es lo que vamos a vivir. Hoy sabemos que estamos vivos; mañana, no. Eso produce una especie de ansiedad que muchas veces, si no se canaliza bien, se puede convertir en una patología.
La América hispana y cristiana
aría Liliana Maia Lukac de Stier ha sido profesora honoraria de la Universidad Autónoma de Guadalajara, en México. Además, recientemente ha tenido un intercambio académico que la llevó a ejercer en Colombia. Todo esto le brindó la oportunidad de trabajar con personas de otras partes de América Latina, enriqueciendo con ello su comprensión de la compleja historia de lo que ella gusta llamar Hispanoamérica. “En México tuve una experiencia muy linda hace mucho tiempo y este año tuve una experiencia hermosa en Colombia. Y me encontré, tanto en México como en Colombia, con dos realidades”, reflexiona.
“En México encontré gente maravillosa, de una piedad enorme. La gran mayoría de la población es auténticamente cristiana, muy fiel a la Virgen de Guadalupe”, explica, aunque al mismo tiempo señala que a nivel político suele predominar “lo otro, una parte que no quiere saber nada con la Iglesia ni con ninguna fe, la parte despectiva o incluso aquellos que son indigenistas, en este caso defendiendo a los aztecas, sin tener en cuenta que cuando vino el conquistador español lo primero que evitó fueron los rituales aztecas con sacrificios humanos”. Esta contradicción, la lleva a pensar que “hay una leyenda negra sobre la conquista española, aunque hoy hay mucha literatura basada en documentación que muestra que realmente España trajo la humanización de esas tribus originarias, que eran muy sanguinarias, los aztecas, en particular”.
Algo parecido experimentó en Colombia: “Encontré gente también maravillosa, muy piadosa, mucho más que en Argentina. Encontré que el latinoamericano, en general, es una persona creyente y es una pena que a veces se hayan desviado esas creencias hacía cosas como el indigenismo”. En ese sentido, Lukac de Stier propone: “Pensemos que en Hispanoamérica los españoles no eliminaron a los pueblos originarios, se mezclaron con ellos, por eso hay mestizos. En cambio, los ingleses que llegaron a los Estados Unidos eliminaron a los indios. La América hispana preservó a los pueblos originarios, solo que les trajo el catolicismo, la fe”.
“Por eso creo que hay que eliminar la leyenda negra de la colonización americana. O por lo menos que la historia no se nos enseñe a medias”, concluye.
Maia Lukac de Stier: una vida dedicada a la filosofía
María Liliana Maia Lukac de Stier es doctora en filosofía por la Universidad Católica Argentina, de la cual es profesora emérita de Filosofía y donde se desempeñó hasta diciembre de 2018 como directora del Departamento de Filosofía. Ha sido profesora visitante en varias universidades europeas y norteamericanas. Es profesora honoraria de la Universidad Autónoma de Guadalajara, México y colaboradora extranjera en el Center Thomas Hobbes de la Université Paris 5 René Descartes (Sorbona). Miembro de la Hobbes Assosiation, se ha jubilado como investigadora independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Fue presidente de la Asociación de Estudios Hobbesianos de Argentina hasta diciembre de 2018.
Lukac de Stier fue residente de la Sociedad Tomista Argentina hasta diciembre del 2023, al mismo tiempo que miembro de la Pontificia Academia de Santo Somas de Aquino, de Roma.
Que miembro fundador del Consejo Académico de Ética en Medicina, dependiente de la Academia Nacional de Medicina, y secretaria académica del Instituto de Bioética de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Jurídicas. Es miembro de número de la Academia del Plata.
Es autora de dos libros, ha compilado otros dos, ha colaborado en quince volúmenes colectivos y ha escrito cerca de un centenar de artículos de su especialidad en revistas filosóficas argentinas y extranjeras.
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