La ausencia del papa Francisco en la COP28 no significó la ausencia de su mensaje. El cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, fue el enviado del sumo pontífice, y entre los puntos más destacables de su discurso estuvo la necesidad de encontrar modos adecuados para condonar la deuda económica externa que grava a los países subdesarrollados, teniendo en cuenta la deuda ecológica que hay en favor de ellos. La Mañana dialogó sobre cuál es papel de la Iglesia en la defensa del medioambiente con Humberto Podetti, presidente de la Comisión Nacional de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Argentina e integrante de la coordinación de la Red Eclesial Justicia y Paz en la Patria Grande de América Latina y el Caribe.
Por razones de salud, el papa Francisco no ha podido asistir a la cumbre del clima COP28. ¿Qué implicancias tiene su ausencia y qué destaca de su discurso enviado para la apertura de la cumbre en Dubái?
La presencia de Francisco hablando en el plenario de la conferencia y dialogando en las muchas reuniones que había organizado con jefes de Estado hubiera incrementado las posibilidades de que la COP28 diera pasos significativos para enfrentar la grave crisis humanitaria y de la naturaleza que vivimos. Pero, de todos modos, su mensaje ha llegado preciso, fuerte y claro. Reitera a los miembros de la conferencia que es urgente un acuerdo para cambiar el rumbo que llevamos y les formula claramente la pregunta: ¿trabajamos por una cultura de la vida o de la muerte?
También les recuerda que sería justo encontrar modos adecuados para condonar la deuda económica que grava sobre los pueblos, teniendo en cuenta la deuda ecológica que hay en favor de ellos. Y señala el camino: el multilateralismo, subordinando el interés de la cada nación al bien común global. Francisco reitera que el multilateralismo es válido para cuidar la casa común y también para construir la paz. Para ello solo es necesario salir del atolladero de los particularismos y nacionalismos, y abrazar una visión común, para la que aseguró el compromiso y respaldo de la Iglesia Católica.
Exhortó a abandonar las posiciones catastrofistas o indiferentes, ambientalistas radicales o negacionistas climáticos. Y oró para que 2024 marque el punto de inflexión, recordando que en 1224 Francisco de Asís compuso el “Cántico de las criaturas”: “¡Dejemos atrás las divisiones y unamos las fuerzas! Y, ¡con la ayuda de Dios, salgamos de la noche de la guerra y de la devastación ambiental para transformar el futuro común en un amanecer luminoso!”.
¿Cuáles son los principales pilares de Laudate Deum y cuál es el pedido del Papa?
La exhortación apostólica Laudate Deum tiene una riqueza extraordinaria y cada una de sus afirmaciones señalan el camino para salir de la situación en la que estamos e iniciar la construcción de una nueva sociedad humana. Elijo cinco pilares entre los muchos que propone.
El primero es la advertencia acerca de la gravedad de la crisis climática y social global: “el mundo se va desmoronando y acercándose a un punto de quiebre”, nos dice Francisco y agrega más adelante, citando al pensador ruso Soloviev: “Un siglo tan avanzado que era también el último”.
El segundo es la reiteración del “origen humano indudable” de esta crisis y que “las naciones y las personas más ricas son las principales responsables”. En este sentido, Francisco agrega la necesidad de “reconocer el cambio climático elimina muchos más puestos de trabajo que el inicio responsable de transformaciones”.
El tercero es el carácter irreversible, o que llevará cientos de años revertir, de los daños que estamos causando a la naturaleza.
El cuarto es la reiteración de la denuncia del paradigma tecnocrático que “se retroalimenta monstruosamente” y la urgencia de poner normas al desarrollo de la inteligencia artificial y las tecnologías de punta. Francisco nos dice que “provoca escalofríos” advertir que estas capacidades dan a quienes tienen el conocimiento y el poder económico un poder impresionante e ilimitado.
El quinto es la convocatoria que hace Francisco a un “multilateralismo desde abajo”: “Reconfigurar el multilateralismo de acuerdo con la nueva situación mundial y reconocer tantas organizaciones de la sociedad que ayudan a paliar las debilidades de la comunidad internacional […] creando dinámicas eficientes que las Naciones Unidas no logran; el principio de subsidiariedad a la relación mundial-local”.
¿Quiénes conforman la Red Eclesial Justicia y Paz en la Patria Grande de América Latina y el Caribe?
Actualmente la red está integrada por las Comisiones de Justicia y Paz episcopales, las Comisiones de Justicia, Paz e Integridad de la Creación de la vida religiosa, y equipos de pastoral social o Cáritas de quince patrias hermanas de América Latina y el Caribe: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá. Paraguay y Perú. La coordinadora actual es Carmen Donoso de Chile, el subcoordinador Daniel Seidel de Brasil e integramos el equipo de coordinación Ángeles Vázquez de México, Manuela Urbina de Bolivia y yo. El obispo asesor de la red es monseñor Jorge Lugones s.j. de Argentina.
¿Cómo surgió dicha red?
Se inició en 2021, siguiendo la inspiración de Aparecida: Una y plural, América Latina es la casa común, la gran patria de hermanos (Documento de Aparecida, 528). Las Comisiones de Justicia y Paz de Argentina, Bolivia, Brasil y Chile comenzamos a reunirnos virtualmente para compartir los desafíos y pensar juntas la promoción de la justicia y la paz en el continente. Paulatinamente, fueron incorporándose las comisiones y equipos de otras patrias hermanas.
Después de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, como red asumimos como principal el Desafío 31: “Promover la integración latinoamericana y trabajar por el fortalecimiento de la democracia”, siguiendo otra orientación clave de Aparecida: “Creemos que un factor que puede contribuir notablemente a superar los apremiantes problemas que hoy afectan a este continente es la integración latinoamericana” (Aparecida, 521).
¿Cuáles han sido las principales acciones Red Eclesial Justicia y Paz?
Ese año participamos del encuentro mundial “Las Comisiones de Justicia y Paz al servicio de la integración humana”, convocado por el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral del Vaticano en noviembre de 2021 y del que participaron comisiones América Latina, América del Norte, Europa, Asia y África. Sostuvimos, en ese encuentro, la urgencia de abrir las fronteras a quienes migran por la violencia militar o económica, la necesidad de detener el extractivismo que daña nuestros bienes naturales y la necesidad de promover el desarrollo humano integral.
En marzo de 2022 nos integramos como red al Consejo del Centro de Redes y Programas de Acción Pastoral del Celam. También ese año comenzamos a participar como red en el proceso de formación de la Plataforma Paz, Democracia y Derechos Humanos del Celam.
Este año, junto con Justicia y Paz de Europa, dirigimos una carta a la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos (Celac) y la Unión Europea, celebrada en Bruselas el 17 y 18 de julio de 2023. En la carta propusimos diversas medidas respecto del daño a los bienes naturales y de las personas causados por empresas europeas en nuestro continente.
¿Qué destaca del contenido de la carta abierta dirigida a los gobiernos de todas las naciones de América Latina y el Caribe, la Celac?
Destacamos que la situación de la naturaleza y de la humanidad han empeorado pese a la convocatoria lanzada hace ocho años por el papa Francisco en Laudato Si y que es urgente la adopción de medidas para cambiar el rumbo que llevamos como humanidad. Con ese fundamento, pedimos a los gobiernos de América Latina y el Caribe que propongan en la COP28 la adopción de procesos obligatorios y eficientes de transición energética, para contar en plazos determinados con sistemas de generación de energía distribuida (miles de pequeños y medianos generadores) y sustentable, en reemplazo de la generación concentrada (unas pocas grandes empresas transnacionales) y mediante combustibles fósiles.
También pedimos a nuestros gobiernos que denuncien las deudas públicas de nuestras naciones, porque son ilegítimas e impagables y contribuyen a la consolidación de modelos económicos especulativos y extractivistas, y que, por lo tanto, reclamen en la COP28 la condonación de al menos cincuenta por ciento de esas deudas, con el compromiso de aplicar las sumas reducidas a la transformación energética.
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