Su nombre resonó muy fuerte al comienzo de la pandemia, al haber sido señalada como una de las que ingresó el covid-19 al Uruguay. Eso la llevó a cerrar sus locales, lo que implicó una importante quiebra en su vida. Sin embargo, hoy, a más de tres años de lo sucedido, contó su versión y aseguró que quiere seguir adelante. En estos años logró volver a empezar y su marca está cada vez más posicionada a nivel internacional, según dijo a La Mañana. Además, recordó sus inicios en el mundo de la moda y habló sobre las dificultades de ser empresaria en nuestro país.
¿Dónde nació y qué recuerda de su infancia?
Tuve una infancia difícil. Mis padres vivían en Melo, que fue donde mi padre puso la primera estación de servicio Shell. Mis cuatro hermanos se criaron allá, yo soy la menor, pero como mis papás se separaron cuando yo tenía solamente tres años, nos vinimos para Montevideo y nos fuimos a vivir con mis abuelos maternos. Yo igual fui una niña muy feliz porque tenía el cariño de mis padres y éramos muy unidos los cinco hermanos. Tuve una infancia complicada porque una separación en aquella época no era fácil, mi madre tenía tan solo 28 años, pero por suerte tenía el respaldo de mis abuelos. Yo crecí en Pocitos, cerca de la Plaza Gomensoro, y cuando me casé me fui a Carrasco.
¿A qué pensaba dedicarse cuando fuera grande?
Desde chica me gustó la moda, es más, tenía una tía que hacía muchas cosas de beneficencia y yo desfilaba. Siempre me gustó la actuación también. Me encantaba la ropa, yo me diseñaba mis propias cosas.
¿Cuándo empezó en el mundo de la moda?
Empecé a trabajar desde muy chica, a los 14 años, porque tenía que llevar plata a mi casa, en una boutique de moda para señoras en la Galería Yaguarón. Se llamaba Clementina. Yo era la encargada de ir a los talleres a supervisar. A los 16-17 años lo dejé para entrar a trabajar en un banco, porque también me gustaba la atención al cliente y me presenté a un concurso; tenía conocimientos de contabilidad, de inglés, y trabajé ahí hasta que me casé, a los 21 años. Mi marido tenía curtiembre y ahí empecé con el rubro de cueros, al principio, como decoradora de interiores, pero a la vez yo me vestía con cueros.
Siempre me gustó la moda y crear cosas por mí misma, y comencé en el rubro de ropa para niños. Puse una boutique en Carrasco con mi madre y una amiga, y le puse el sobrenombre que me decían mis hermanos, “Goldie”. Después mi amiga se quiso abrir y yo seguí hasta que tuve mi primer hijo, a los 26. Luego inicié con el rubro de chaquetas de cuero, que las vendía por los ministerios, por la Intendencia de Montevideo. Yo iba, me contactaba con gente que me conocía y quería ver mis cosas. Ahí mi marca ya era mi nombre, y después empecé a crecer en Punta del Este y a nivel internacional.
¿Cómo surgió la idea de crear su marca propia?
Me incitó mucho el público. En Punta del Este trabajé con una marca alemana a la que nosotros le vendíamos todos los cueros, y la puse al lado de Louis Vuitton. Esa marca nunca había estado en Sudamérica con un local. Y después la gente empezó a pedirme que creara mi propia marca, hice una clientela muy buena en los años 2004, 2005, 2006, y empecé a vender mi propia marca. Dejé lo que tenía arreglado con la empresa alemana y me solté con la marca “Carmela Hontou”.
¿Cuáles fueron los hechos que la marcaron a nivel profesional?
Mi marca creció muchísimo durante años de mucho esfuerzo. Una marca lleva años para hacerse. A veces a la gente no le importa si la prenda le gusta o no, por usar esa marca se la pone igual, pero yo busco la excelencia. De a poquito fui haciendo cosas muy exclusivas, de modo que la persona que llevara mi marca no vea a otra persona con el mismo diseño. Mi logo lo hizo mi hermano, que falleció el 25 de agosto del 2022, “Ombú”, el caricaturista (Fermín Hontou). Hoy lo extraño muchísimo, pero tengo el honor de llevar el nombre hecho por él, porque lo dibujó con sus manos.
Yo empecé como empresaria de Punta del Este, porque por más que en Montevideo vendía, no tenía un local físico. En el 2017 di un gran empujón y abrí no solamente un local de ropa y de zapatos —de la marca Guido, que es argentina—, sino también un local de decoración, porque siempre fui decoradora y me encanta el diseño de decoración. Jamás pensé que iba a estar en Montevideo, yo me quería quedar en Punta del Este porque sabía que era, a nivel internacional, el lugar donde la gente miraba. Pero aposté al Uruguay, que es un país muy pequeño y eso te dificulta mucho cuando tenés una marca y confeccionás todo. No traigo productos de otros lados, puedo comprar cuero en otros lados, pero el producto lo manufacturo en Uruguay.
¿Cómo definiría su marca?
Es una marca muy exclusiva, pero para cualquier cliente, desde chicas de 20 años hasta señoras de 85. Soy una persona muy accesible en el sentido de que me gusta que cualquier persona lleve un “Carmela Hontou”. Tengo mucho público de todos lados en Montevideo, en lugares que por ahí no te imaginás. Al tener un local en Punta del Este, la gente cree que es solamente para cierta clase social, y no. Hoy cualquier persona puede acceder, yo doy crédito. Si quieren tener una prenda mía, hago que la tengan, les doy financiación, la pueden pagar en cuotas. Lo que más distingue mi marca es la exclusividad de los modelos que hago, que son todos diferentes. Hay modelos que los repito porque hay cosas que se llevan siempre, que la gente las vuelve a pedir.
¿Es un rubro competitivo?
La moda en general sí, pero en mi caso, que es el cuero y la piel, te diría que no, porque hoy no hay más peleterías. Todas las curtiembres se han ido, se han fundido, se han cerrado y ya no existen.
En una entrevista con La Mañana, la exmodelo Sonia Baldi contó que cada vez se hacen menos desfiles y la mejor época del rubro ya pasó. ¿Lo percibe de la misma forma?
Yo no coincido mucho con ella. Con respecto a los desfiles te podría decir que no creo que pase la moda. Si ya no se ven, es en Uruguay, porque a mí me han abierto las puertas todos los países. De hecho, ahora estoy en España y acabo de venir de hacer un desfile en Sotogrande, que es un pueblito muy chico cerca de Marbella. En 2018 me llamaron nada menos que de la Fashion Week de Milán y fui invitada a hacer desfiles ahí. Yo creo que en Uruguay, como somos tan chicos, se pierde un poco. Ahora estuve en la Fashion Week de París y todos los desfiles fueron impresionantes. Voy porque saco ideas, porque me contacto, y en esos mercados es al revés, cada vez crecen más.
Por supuesto que el mundo ha cambiado y la tendencia es llevar las cosas más a las redes, se vende mucho por Instagram. Se valora el diseño exclusivo, entonces, se pierde un poco la pasarela uruguaya, pero no comparto esa teoría, aunque respeto la opinión de otras personas. Hoy mi marca está cada vez más posicionada a nivel internacional, es mucho más conocida, y me da una satisfacción muy grande que a pesar de todo lo sucedido en mi país me estén llamando del primer mundo. Me están reconociendo y valorando invitándome a presentar mis colecciones en otros lugares del mundo.
Pero reconoce que el hecho de que el mercado uruguayo sea tan chico es una limitación.
Sí, te limita un poco. El comerciante también tiene que buscar un poco al cliente, siempre tenemos que mostrarle productos diferentes, cosas nuevas, innovadoras, exclusivas. Es cierto que como Uruguay es un país muy pequeño, los empresarios tenemos muchas dificultades. Siempre tuve el local abierto todo el año, los siete días de la semana, en invierno y verano, con personal trabajando tanto en fábrica como en Punta del Este, y eso es un costo realmente muy alto. Sin embargo, los comerciantes de Punta del Este jamás tuvimos un incentivo para poder sobrellevar los meses duros, porque, aunque no entre nadie durante dos o tres días al local, tenés que pagar los costos fijos todo el año.
¿Cómo se encuentra la marca a nivel internacional?
Yo tuve que empezar de nuevo, no tengo más local en Uruguay, tuve que cerrar todas mis tiendas por todo el acoso que sufrí y eso me llevó a una quiebra bastante grande, no solamente a nivel físico, sino también psíquico, emocional y económico.
Hoy, a tres años de lo sucedido, ¿qué reflexión hace?
La reflexión que hago hoy es que la falta de información y el miedo a una pandemia tan grande como la que hubo, donde se perdieron vidas, se deterioró lo económico, lo social, llevó a tratar esto de forma equivocada. Siempre miro el vaso lleno y me gusta quedarme con todo lo lindo que me pasó, de tanta gente que ni siquiera sabía quién era yo, que me ha dado su apoyo, que me ha dicho que siga para adelante. Hay personas que todavía no me conocen personalmente y me siguen escribiendo. Entonces, prefiero dar vuelta la página, mirar hacia adelante.
¿La prensa trató mal el tema?
Sí, lo trató muy mal, pero no fue solamente culpa de la prensa, ellos no fueron los únicos que dijeron mentiras; acá hubo mucho ocultamiento del gobierno, que fue muy culpable, no dijo la verdad ni el gobierno saliente ni el entrante. Fue mucho más fácil buscar un culpable, acusarme, y así lo siguió haciendo todo un país. Si el propio ministro sale y dice en televisión “vector Carmela”, ¿qué puedo pedir yo que diga la gente, que ni siquiera sabía lo que era el coronavirus? Creían que estábamos en una isla, que éramos inmunes, entonces, quisieron hacer de mí un chivo expiatorio, dijeron muchas mentiras, eso fue muy cobarde y de mucha malicia.
En un país nadie puede marcar a nadie. Yo he conocido gente a la que estigmatizan por ser gorda, por ser fea, esas cosas son muy dañinas y jamás piensan que atrás de eso hay un ser humano, en mi caso no lo pensaron. Me sorprende que hoy sigan diciendo mentiras. Hace poquito, cuando se cumplieron los tres años, se publicó una carta abierta que hice y El Observador puso de vuelta algo tan erróneo como que yo llegué de Milán enferma y que igual salí.
¿Cuál fue la verdadera historia?
Yo no llegué ni de Milán ni enferma, yo llegué totalmente sana, es más, doy gracias de que jamás tiré ni un papel de todos los médicos que me vinieron a ver, que deben haber sido 10. Desde el día 8 de marzo de noche, que yo llamé, que empecé con mi patología de reflujo, hasta el día 13, pasaron por mi casa más de ocho médicos. El que pasó último, que fue el que me ayudó, el Dr. Facal, infectólogo, no me conocía, y con él luchamos para que a mí me estudiaran. En todos mis reportes médicos dice que tenía reflujo, que tenía una laringitis aguda, o sea, hasta el día 13 me seguían diciendo eso, nadie era consciente de que yo podía estar cursando el virus.
Además, mucha gente ya lo tenía sin saberlo, y quedó demostrado por el Instituto Pasteur que el virus entró en Uruguay en febrero, cuando yo estaba en Madrid. Estoy convencida de que llegué al país y me agarré el virus acá, porque tampoco llegué en un vuelo privado. A ese lugar que fui de noche, a una boda y a una fiesta, yo fui sanísima, porque si hubiera tenido la mínima duda, no habría salido de mi casa, no habría visto ni a mi madre ni a la gente de mi fábrica ni a mi hijo, el menor, que me fue a buscar al aeropuerto. Mi cepa no fue ni siquiera la que encontraron al principio en Uruguay.
¿Por qué cree entonces que se dio todo ese revuelo con su caso?
La gente no tenía información, a la gente le gusta culpar, y todo el mundo fue culpable de crear lo que crearon, pero no soy una persona rencorosa, doy vuelta la página y quiero seguir para adelante. Soy un ser humano, me ha dolido muchísimo, me sigue doliendo hasta el día de hoy. Yo sufro en Uruguay y no me hace feliz estar ahí, y mis patologías se ponen peor cuando voy, tanto la de la columna –que fueron errores médicos– como la del reflujo. Tampoco me creo una víctima. Soy una privilegiada, por suerte no perdí la vida, nadie de mi alrededor la perdió, sí perdí amigos. Pero sigo para adelante. Siempre hay alguien que puede estar peor que uno.
¿En qué sentido dice que el gobierno ocultó la verdad?
Que el virus ya estaba en el Uruguay y el gobierno ya lo sabía y no lo dijo.
¿En quién se apoyó en ese momento?
Muy pocos me apoyaron. Sí lo hizo la gente de Vivai. La gente que me conoce y que sabe quién soy me apoyó muchísimo, mi familia, los verdaderos amigos, pero muchos que también me conocían me pegaron, y eso duele. Gracias a personas que ni me conocen yo estoy saliendo adelante.
¿Qué le dicen?
Mucha gente me pide perdón, me dice: “yo te juzgué, te critiqué, pero hoy me doy cuenta de que te culparon y no tenías nada que ver”, y yo lo acepto y les digo que no me tienen que pedir perdón.
¿En qué están las demandas que anunció?
Mis abogados están con eso. En cada punto de las cosas que me han hecho tanto mal voy a tratar de que la Justicia falle a mi favor, en cada persona que me difamó, así sea del gobierno, también lo voy a hacer.
¿Cómo vivió la vuelta a los desfiles en enero pasado en Punta del Este?
En enero fui invitada por Fernando Cristino, que no me conocía, pero por lo que le pasó a él se sentía identificado conmigo. Me insistió, y yo me resistía mucho a estar de vuelta en Uruguay con mi marca, solamente estaba con mis clientas. La verdad es que me sentí muy feliz de haberlo hecho, fue todo un éxito, me encontré nuevamente con el público. El día antes me sentía muy nerviosa, pero la gente fue muy linda, me dijeron palabras de aliento, que siguiera adelante. Fue un mimo a mi alma y jamás lo voy a olvidar.
¿Cuáles son sus planes a futuro?
Seguir creciendo en lo personal, y en lo profesional me están abriendo muchas puertas distintos países, entonces, estoy volcada a eso, con muchas ilusiones de nuevos proyectos. A mí me apasiona la moda, la elegancia, el diseño. Yo creo mucho con mi imaginación, hago prendas exclusivas y únicas. La actitud en la vida es todo y la energía positiva es lo que nos hace avanzar.
¿Planifica algún otro desfile en Uruguay?
Capaz que para julio hago algo.
La familia y el trabajo, dos motores para seguir adelante
Se define como una mujer con mucha personalidad, sensible, fuerte, sana, positiva, generosa y agradecida de la vida. Esto último, debido a que hoy tiene a su madre con 87 años y bien de salud. A pesar de que perdió a sus dos hermanos varones, algo que todavía le cuesta asumir, sigue para adelante.
Formó una familia con el padre de sus dos hijos, de 33 y 31 años. Además, a su nuera la siente como una hija, quien le dio una nieta, Prudencia, en uno de sus peores años: el 2021. Para fines de junio espera su primer nieto varón. “¿Qué más le puedo pedir a la vida? Mi familia es mi motor, así como toda la gente que me quiere”, reflexionó la diseñadora.
Por otro lado, admitió que su hobby es trabajar y quienes la rodean la califican de workaholic. También disfruta de viajar, caminar y hacer pilates. Otra cosa que le apasiona, pero que lo tiene “pendiente de toda la vida”, es hacer teatro. Por último, dijo que le gusta mucho escribir y adelantó que está escribiendo un libro que espera publicar este año.
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