Dentro de las iniciativas populares de diferentes grupos organizados en ayuda por la pandemia, se destaca el proyecto de voluntarios que procuran que, además del plato de comida, no falten los libros.
Jorge Artola es el dueño de la Librería Diomedes, y uno de los precursores de la olla popular ubicada desde su inicio en el Parque Rodó. En conversación con La Mañana, contó: “en marzo del año pasado definimos con un grupo de amigos que había que hacer algo, porque la situación claramente iba a implicar una crisis como no se había visto hasta ese momento, y que un montón de trabajos de diversos niveles de informalidad iban a desaparecer directamente, y a su vez un gran segmento de trabajos formales iban a quedar resentidos; todo eso iba a golpear a una población históricamente en estado muy cercano a la fragilidad”.
Lo que diseñaron, entonces, fue una estrategia sobre tres ejes: “el primero, hacer viandas de comida nutritiva, individuales, que se entregaban dos veces a la semana en la puerta de la librería, pero la cocinábamos en una cocina industrial, preservando lo que era el punto dos, un muy buen manejo bromatológico, porque el tema es que uno podía, en el afán de tratar de hacer algo, hacer algo en situaciones no aptas, multiplicando los problemas”.
“La apuesta muy fuerte fue cuidar desde el primer día de que la comida viniera sellada y caliente, y que no solamente fuese un plato de comida, que hubiese un postre y un agregado para el día siguiente, como para que la comida pudiese servir para esa noche y el desayuno”, contó Artola.
“Nosotros partíamos de que somos una librería, y que la batalla también es cultural, con un mensaje simple que es que los libros, la cultura, te hacen la vida mejor, más digna. Entonces le daba a la gente la opción de llevarse un libro de regalo”, contó Artola sobre el tercer eje.
“La respuesta de Miguel, la tomamos como lema: ‘leo porque es mi momento de dignidad en el día’”, dijo Artola.
Más allá de la olla
“En el lapso que empezamos a trabajar, detectamos que eran buenas ideas, pero insuficientes frente a la situación. Lo que estábamos haciendo era una política de tratar de socorrer al uruguayo que estuviera en una situación de extrema necesidad. Pero en realidad, lo más grave de toda esta pandemia es que gran parte de los sectores trabajadores habían resentido su capacidad de consumo, imaginate un taxista que perdió el turno de la noche, un estudiante que a su vez trabajaba en un bar. Ambas personas perdieron el trabajo”, reflexionó.
Constataron que algunas de esas personas a su vez tenían una red familiar, un lugar donde dormir, una cocina. Entonces, comenzaron a armar canastas que sirvieran como apoyatura a la alimentación, con algunos criterios alternativos a las canastas que brindan en diversas organizaciones u órdenes del Estado.
“Uno de los criterios es que proporcionamos algún insumo de tocador, desde pasta de dientes, toallas higiénicas, hasta maquinitas de afeitar, porque cuando uno va al supermercado son las cosas que habitualmente son más caras, han subido más de precio. Es habitual encontrar la polenta con un precio más o menos fijo o en oferta, pero la pasta de dientes o el shampoo no. Teníamos una población que tenía cultura de trabajo, que en función de esta situación económica estaba perdiendo posibilidades de seguir sintiéndose dignos para afrontar este momento”, aseguró.
A su vez, comenzaron a implementar otro proyecto enfocado a personas en situación de extrema necesidad. “Nosotros dábamos la comida martes y jueves de noche, pero las personas el lunes y el sábado también tenían hambre, entonces tratamos de conseguir algún tipo de apoyatura alimenticia que le pudiéramos dar en el momento, para comer en el momento o prepararlo, responder de alguna forma por fuera de los horarios de la olla”.
Artola contó “lo que nos generó mucho orgullo fue que a nadie le preguntamos ni la religión ni el partido cuando venían a pedir ayuda, y tampoco se lo preguntamos a quienes venían a ayudar. Se apelaba, por qué no decirlo de esta forma, a nuestra matriz cristiana y al concepto artiguista de socorrer al otro oriental. Y la gente lo entendió, hubo gente muy distinta, vecinos, amigos que se enteraron del proyecto y se acercaron, fueron llamando amigos, gente que cocinaba desde sus casas”.
Un nuevo año de pandemia, más desafíos
Luego de un breve parate, los voluntarios volvieron a su actividad a comienzos de 2021. “Hay una cosa muy buena en este país de darle la mano al frágil. Ese proyecto lo sostuvimos todo el año, y en noviembre cortamos porque estaban reformando el lugar donde íbamos a cocinar, y ahora volvimos a arrancar con las mismas pautas, pero las herramientas que utilizamos antes ya no necesariamente siguen siendo hábiles a raíz de que la situación se ha ido complejizando”.
Actualmente, la entrega de alimentos se realiza a unos cien metros de la librería, donde hay bancos y mesas, en Requena y Durazno, una cuadra despejada que permite mantener los protocolos.
“La primera pauta fue dividirnos en equipos, el que cocina, el que entrega, para evitar posibilidades de contagio entre nosotros, alternando los equipos. Con esas pautas trabajamos, tratando de dar una mano al frágil, sabiendo que la sociedad tiene capacidad de respuesta y teniendo en cuenta de que vendrá un mañana mejor, tratando de mantener la esperanza, sabiendo que la solidaridad y la cultura mejoran la vida”.
El librero y voluntario contó que, a pesar de ser un barrio céntrico, las problemáticas sociales están a la vuelta de la esquina. “En el área donde estamos detectamos que había varias pensiones, donde hay personas de tercera edad, con problemáticas físicas y de movilidad en situaciones económicas muy complicadas, a los cuales la única opción era que le lleváramos las viandas, y están a pocas cuadras de 18 de julio y de la rambla. El mapa que tenemos habitualmente es mucho más optimista que la realidad misma”.
“Te diría que la ficción de un Uruguay donde no había problemas económicos era algo que si soplabas quedaban desnudas todas las contradicciones de la sociedad, y había un gran porcentaje de población que era muy discutible con qué indicadores económicos se decía que habían salido de la pobreza, porque ya vemos que en treinta días luego de que se complicó la cosa quedaron rotundamente por debajo de la línea de pobreza”, afirmó Artola.
“Tenemos una población muy fragilizada, que este terremoto de la pandemia los empujó al abismo. El tema es que lamentablemente esta lucha va a seguir un buen tiempo, en un escenario donde en unos cuantos meses el covid frene, pero la situación económica -y espero equivocarme- no creo que se recupere tan pronto. Por lo tanto, creo que el esfuerzo va a tener que ser por un largo periodo, y es interesante que haya gente que se vaya acercando a estos emprendimientos, de los que hay decenas en la ciudad”.
“En el área donde estamos detectamos que había varias pensiones, donde hay personas de tercera edad, con problemáticas físicas y de movilidad en situaciones económicas muy complicadas, a los cuales la única opción era que le lleváramos las viandas”, dijo Artola.
Con el agravamiento de la pandemia, en los primeros meses del año, vieron crecer la demanda popular, “porque hay mucha gente que sabe que podemos dar una mano. Es algo para lo que la sociedad uruguaya no estaba preparada, y todavía estamos aprendiendo, creo que en lo que sigue hay que tener claro que Uruguay es uno solo y hay que tratar de minimizar diferencias”, dijo Artola.
“Nuestro distintivo es la distribución de libros junto con las viandas, estamos orgullosos de que sea parte del proyecto, es una especie de premio que nos damos a nosotros mismos. Tratamos de cumplir con ese mensaje que está en Rodó y en Artigas, Artigas abrió la Biblioteca Nacional, y Rodó continuó la tradición de Artigas de que los libros fueran exonerados de impuestos, porque había que traer libros al país, son claros referentes de quienes pensaron que este país se levantaba con cultura y con educación, y tenemos que honrar esa historia”.
“Hace unos tres años, cuando estábamos con uno de los otros proyectos que teníamos, en el que le dábamos libros a personas en situaciones complejas, puesto que era parte de nuestra forma de entender la responsabilidad, la posibilidad y el orgullo de tener una librería, una de esas personas fue fotografiada leyendo, y el fotógrafo le preguntó por qué leía, y la respuesta de ese hombre, Miguel, la tomamos como lema: ‘leo porque es mi momento de dignidad en el día’. Eso pasó a ser una responsabilidad, y asumimos el desafío”, concluyó Artola.
“Bienvenida cualquier persona que quiera dar una mano, o ayudar a cocinar”
Para interesados en colaborar se reciben alimentos no perecederos en Librería Diomedes, Bulevar España 2129, de 08:00 a 20:00 h, o al teléfono 092 415 616.
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