Salvador García Pintos fue un padre de familia, médico, periodista y político uruguayo, nacido en Montevideo en 1891. Su vocación de servicio y su vida excepcional provocaron que la Iglesia Católica promoviera la apertura del proceso de canonización.
Pablo García Pintos, el menor de los siete hijos de Salvador y María Esther Baracco, fue quien decidió reunir la memoria de su padre en un libro publicado en 2010, con una serie de testimonios y anécdotas de su vida y obra, y unos años después comenzó junto a un reducido grupo de familiares y el apoyo de la Iglesia Católica, el proceso de canonización de su figura.
En diálogo con La Mañana, Pablo contó que “cuando muere papá yo tenía 14 años, por lo que tengo flashes de mi padre. Lo he estudiado mucho, porque quedé sorprendido a medida que iba creciendo con la cantidad de referencias positivas que me contaba la gente de como era él. Vecinos, pacientes, compañeros legisladores, gente que lo había tratado, todos me decían que había sido una personalidad de excepción, que era un referente en cualquier actividad de las múltiples que hubiera cometido”.
Si bien tuvo poco contacto con su padre, García Pintos relata su vida con lujo de detalles: “Fue una persona de acción, que luchó en desventaja. Perdió a la madre a los 7 y al padre a los 10. Entonces fue adoptado por los salesianos en Talleres Don Bosco. Los curas ven que están ante un tipo de excepción, y de la mano del Doctor Lenguas, su padrino en la vida, y de Monseñor Camacho, su padrino espiritual, emprende su viaje para comenzar los estudios para sacerdote, en Lovaina y Roma”.
En Lovaina, mientras estudiaba filosofía y teología, Salvador fue alumno de Joseph Mercier, de quien aprendió la doctrina social de la Iglesia. En ese pasaje por Europa, entendió que “quería volcar su amor por el prójimo a través de la medicina, pidió la dispensa en su carrera sacerdotal y estudió allí tres años de medicina, hasta que lo corrió la guerra en 1914”.
De vuelta a Uruguay, retomó sus estudios de medicina. Antes de recibirse, Salvador fue practicante de medicina en la cárcel de Punta Carretas y profesor de francés. Por entonces comenzó a formar su familia: “En ese tiempo se casa con mi madre. Posteriormente es nombrado médico del Círculo Católico y del Correo”.
La defensa de la vida
En 1934 se aprueba el “Código Penal de Irureta-Goyena”, donde se había incluido la figura del aborto libre. Y siendo un médico ya con algún renombre, Salvador comenzó con la famosa campaña contra el aborto en forma enérgica. “Tal fue el éxito, el convencimiento popular que se hacía a través de artículos y conferencias, que empezó a formar entre la gente un fervor multitudinario, y en el año 1937 se aprueba la ley en la cual se deroga el aborto libre y se hacen modificaciones permitiéndolo solamente en casos excepcionales”, cuenta Pablo.
Política como vocación de servicio
Estos acontecimientos marcaron el inicio de su vasta carrera en política. Desde la Unión Cívica vieron con buenos ojos su formación y trayectoria y lo invitaron. En 1937 fue nominado como diputado por Colonia, pero no resultó electo por muy poco. Ya en 1942 ingresó como diputado, donde tuvo una actividad avasallante, siendo electo cuatro veces.
Pablo analiza la actividad política de su padre vinculada a su formación cristiana: “si uno mira la cantidad de proyectos ve reflejado ahí el pensamiento social cristiano que le había enseñado Mercier, primero las defensas contra los llamados vicios sociales, y después las condiciones de trabajo digno. Promulgó proyectos sobre asuntos sociales como el derecho a huelga, protección a la familia campesina, entre otros. Tal fue su labor que al morir se colocó en su lugar en la Cámara de diputados, donde funcionaba la Comisión de ganadería una chapa que reza: “desde aquí sirvió un gran legislador”, cosa que nunca se había realizado” comenta orgulloso su hijo.
Siervo de Dios
Salvador García Pintos murió en 1956 mientras pescaba junto a algunos amigos a escasos metros de la orilla en La Floresta, su pequeño barco se dio vuelta y falleció en el acto. “A partir de ahí nace la leyenda”, relata Pablo.
Años después, en 1982, Pablo se encontró con una señora a la salida de un acto político, que aseguró que su padre le había curado un fibroma, a lo cual respondió que su padre había muerto hacía muchos años. La mujer aseguró haber invocado a Salvador y tiempo después no sintió más dolor, sin ser operada. Entonces, su doctor le dijo que ya había sido intervenida, y ella aseguró que solo le había pedido a Salvador García Pintos que la ayudara a través de la oración.
Pablo restó importancia al asunto y le mandó a su hermana Marta la información que le había dado la señora. Ella le llevó material, y trató de hablar con ella, pero ella los devolvió diciendo: “Veo que usted no me cree, no tiene fe en lo que le digo, pero sucedió así, yo estaba en la estancia de La Aurora donde voy siempre, y donde a veces su padre aparece”.
En 1984, Pablo fue hasta la estancia La Aurora, y habló con Tonna, dueño del campo, muy devoto del Padre Pío. “Tonna me cuenta del hermano Salvador, que interviene en casos de sanación a pedido del Padre Pío. Me dijo que hablara con el doctor Domínguez, de Misiones. Le escribí y a los 20 días recibo la respuesta, que decía: “en tiempos que estoy tratando a alguna persona que no sé cómo enfocar pido la invocación de su padre, se me despejan las dudas, y sé cómo tratarlo”.
“Si uno mira la cantidad de proyectos en su actividad legislativa, ve reflejado ahí el pensamiento social cristiano”
Referente de la Iglesia Católica en el campo civil
Los hermanos García Pintos mantuvieron la historia en secreto durante un tiempo, hasta que un día Pablo lo puso en conocimiento de algunos de sus sobrinos. “Luego escribí el libro, para que no se perdieran todos los registros. El libro llega a manos del cardenal Daniel Sturla, y nos dijo que valía la pena iniciar la causa para la canonización, porque entre otras razones, fue elegido como uno de los 12 referentes que en 200 años tuvo la Iglesia Católica en el campo civil. Nos aseguró que si nos organizabamos él le metía para adelante para iniciar el proceso de formación de causa de canonización, hace unos 7 años”.
“Fue un triunfador en cualquiera de sus actividades, un ejemplo de virtudes. Sturla nos dijo que divulgáramos la causa. La fanpage la hicimos y tuvimos más de 50 mil visitas. A partir del libro sucedieron otras manifestaciones y homenajes públicos”.
Los obispos votan mandar la causa a Roma, y hace dos años vuelve con el primer paso aprobado, el de siervo de Dios. “Actualmente hay tres en Uruguay, el Padre Cacho, Walter Chango y papá”. Luego de la designación, se instala la comisión histórica y el tribunal eclesiástico, que hoy está tomando su última audiencia sobre este tema antes de mandarlo a Roma para el segundo paso, que es venerable. El tercer paso es el de beato, y finalmente, Santo”.
“Estamos ante un caso emblemático, decía Sturla, que reivindica además la posibilidad de ser objeto de santidad y ser un hombre público. Hemos recibido muchas señales de fe popular, señoras del barrio y personas que le rezan sin haberlo conocido. El hermano Salvador de vez en cuando se manda alguna sanación. Es muy difícil para un laico, padre de familia, que tiene que vivir en el mundo, ser santo. Era increíble la profundidad de su pensamiento, la facilidad con que entraba a la esencia de los temas, su vitalidad” concluye Pablo García Pintos visiblemente orgulloso.
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