Los pescadores artesanales de Rocha han tenido que resignificar el oficio, ya que, si bien continúa siendo una tarea manual, se debieron adaptar a las nuevas condiciones del ecosistema y tecnología. Sebastián Silva lleva unos siete años trabajando en el rubro y relata la actualidad de la pesca en La Paloma.
Sebastián Silva es un pescador que vive en Punta Rubia, Rocha. Si bien estuvo involucrado casi toda su vida a la pesca porque su abuelo lo hacía, comenzó a trabajar en la pesca artesanal en 2018. Actualmente trabaja para una empresa, pero antes lo hacía en kayak de costa. Hoy no es viable hacerlo de esa manera debido a los cambios que se han dado a causa de la pesca industrial, lo que implica ir cada vez más profundo y, por ende, contar con barcas mejores y más grandes.
Hoy el sistema de pesca se divide entre los empresarios que ponen el barco y los pescadores que ponen la parte humana. Los empresarios establecen el precio del pescado y luego de la pesca se les efectúa el pago a los trabajadores, quienes deben descontar el combustible, comida e insumos como las redes.
“De artesanal ya no tenemos nada porque no fileteamos el pescado como se hace en Punta del Diablo o Valizas”, aseguró el pescador a La Mañana. Dijo que la realidad de cada puerto es diferente. Los pescadores artesanales el poco pescado que obtienen lo procesan y comercializan ellos mismos.
A la pesca se la continúa llamando artesanal debido a que las barcas son parecidas a lo que fueron hace 30 años, pero cargan entre 12 y 15 mil kilos de pescado, por lo que se pasó de artesanal a semiindustrial. Sin embargo, lo humano prevalece en los dos casos.
“Artesanalmente hay un mundo de manos que trabajan detrás de una barca, y en la industrialización de pesca artesanal también hay un montón de gente detrás, porque el trabajo sigue siendo a mano”, explicó Silva. Lo trabajadores pescan con redes, llevan guinches, además hay fábricas, camioneros, personas que levantan las cajas, personal de planta, el trabajo sigue siendo el mismo, solo que hay más volumen de captura.
Señaló que en La Paloma casi no quedan pescadores artesanales, solo hay dos barcas familiares. Sí cuentan con dos empresas grandes que filetean el pescado que procesan a través de una cuadrilla de fileteros. Los artesanales en Punta del Diablo capturan mil o dos mil kilos y los procesan para salir a venderlo en sus propios vehículos, y en La Paloma hay una operativa de más de 30 barcas, por lo que se nuclean unas 300 familias que viven de eso, directa e indirectamente.
“En el pueblo hacemos dos tipos de capturas: con anzuelo (palangre), y pesca de enmalle. Ahora estamos en la zafra de la brótola, que se pesca palangre, y atrás del pescador está la familia que alista la piola con anzuelos, es un hilo de 200 metros con 100 anzuelos, y eso lleva un trabajo artesanal que se hace en el hogar de los pescadores”, relató.
En ese sentido, aseguró que en La Paloma si no hay pesca no hay economía, ya que el turismo deja muy poco y solo le sirve a un grupo reducido. “Cuando había bailes en la zona sí podíamos vivir de quienes venían 15 o 20 días, y el resto del año se vivía de la pesca y la construcción, pero hemos tenido malas economías administrativas, casi no tenemos construcción y vivimos solo de changas, cortar el pasto y la zafra de pesca”, agregó.
Cambiaron los medios, pero no el rol humano
La pesca tiene varias zafras al año. Ahora es la época del lenguado con malla clara, es una especie con un precio importante en el mercado y también se persigue a la brótola. Entre junio y setiembre se da la zafra de la corvina, anchoa y pescadilla. Luego viene la zafra del cazón, que se va hacia el este a buscarlo, así como del tiburón. Cada tres meses hay una temporada y suelen coincidir con el cambio de estación y las corrientes de agua.
Hace 40 años se pescaba a 500 metros de la costa, es decir que se hacía a remo, pero la industrialización, a través de plantas gigantes, rompieron las costas donde se desenvolvían los pescadores artesanales. Al realizar pescas de arrastre de grandes dimensiones –unos 50 mil kilos cada barco– se degradó el ecosistema y los cardúmenes no llegan a la costa.
“Las especies ya no tienen nada para comer cerca, es por esto que debemos implementar nuevas tecnologías, como el GPS con el que navegamos más lejos”, sumó Silva. La navegación es satelital y se recorren muchas millas para buscar peces. “Necesitamos mejores equipos porque estamos dos o tres días en barcos sin baño, unas cuatro personas en dos metros cuadrados”, dijo el pescador.
Silva comentó que cada vez se pesca menos y se debe ir más lejos en barcas más grandes. Para hacer un buen jornal de 10 mil pesos cada pescador, por ejemplo, se deben capturar con 8 mil kilos de pescado. Según la especie disponible es la preparación que deben tener. “Algunos rincones son seguros ir para sacar pesca, pero también utilizamos tecnología para ver dónde hay más peces”, explicó.
El problema de la pesca ilegal
Silva comentó que hay un punto geográfico nombrado “la cuna del gatuzo” al que se dirigen los brasileros ilegalmente para pescar y no hay ningún control en el área, En La Paloma solo se cuenta con una patrullera. “A veces llegamos al límite de Punta del Diablo, que está cerca de los pescadores brasileros, y hay más barcas de ellos que nuestras”, indicó el entrevistado.
Comentó que esporádicamente se ve alguna avioneta o helicóptero de control, pero es cuando pasa algo muy importante o muchas denuncias. “Cuando se denuncia y la patrullera llega a destino, la barca ilegal ya se fue al lado brasilero, no es efectivo, y no hay presencia de la Prefectura ni la Armada”, lamentó.
Esto afecta a los pescadores uruguayos, debido a que los brasileños tienen barcos más grandes y, por ende, se llevan la captura local. Silva aseguró que cada año hay menos peces, “viajamos 10 horas, en la zona de pesca estamos 10 horas más, trabajamos 6 horas y viajamos 10 horas más de vuelta, sin nada, gastando combustible, aceite, comida”.
Los pescadores artesanales como los de Punta del Diablo o Valizas, además del problema de la distancia de los peces, sufren la superpoblación de lobos marinos. “Más allá de que el mar es su lugar, hay demasiados lobos y es una problemática porque se comen a los peces que se acercan a la orilla”, relató.
El pescador dijo que las distancias que se deben recorrer y los pocos permisos que se brindan hacen que la barca se vuelva pirata, ya que tienen permisos de 15 millas del puerto a la redonda, pero si van a Punta del Diablo son unas 50 millas o más. Indicó que es un riesgo la pesca y que las autoridades no lo entienden, “tenemos que ir más lejos a buscar el pescado, precisamos más herramientas y comodidad, pero mientras sigamos en un sistema pirata donde no tenemos permisos ni seguridad, los empresarios no nos van a poner un baño en los barcos, ni un tanque con 500 litros de agua”.
Comentó que los pescadores son independientes y no se genera un movimiento colectivo. Si bien ha habido intentos y se logró llevar los concejos de pesca a La Paloma, donde los trabajadores pudieron exponer las problemáticas, no se hizo nada al respecto. “Uruguay tiene políticas de espalda al mar y a la pesca artesanal”.
Devolver al mar algo de lo que brinda
Más allá de lo económico, los pescadores tienen la vocación: “Nacimos en la orilla del mar, nos criamos en el agua y el mar es parte de la vida, juntar algas y mejillones es parte de la rutina del playero”, expresó. Silva indicó que existe un tema de respeto y compromiso con el mar, con devolver algo de lo que brinda. Silva recibió a escuelas de todo el país en el puerto porque estaba como pescador referente en el año internacional de la pesca artesanal. El CURE de Rocha armó un itinerario con la Intendencia para que escolares conozcan el mar y sus realidades. “Me encargué de contarles la aventura de salir a pescar, lo hice durante un año. Tengo un gran compromiso con la zona y con la pesca”, aseguró.
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