En su casa se respiraba arte, pero su familia no quería que él cantara. Mucho menos que siendo todavía un niño se escapara para cantar en bares, algo que hacía con frecuencia. Un día descubrió a Gardel, quien se convirtió en su fuente de inspiración, y así desarrolló su carrera entre el tango y la ópera. Ahora se prepara para estrenar el musical de su autoría, “La Perla Negra”, en el Sodre, que estará en cartelera el año que viene. En una larga entrevista con La Mañana, el artista recordó el arduo proceso de creación de esta obra y se refirió a sus vivencias en Europa y también en Uruguay, donde por muchos años se sintió “menospreciado”.
Próximamente se estrenará el musical “La Perla Negra” en el Sodre, una obra en la que viene trabajando desde hace muchos años. ¿Cómo fue el camino recorrido?
“La Perla Negra” se está haciendo por una grabación que demoró casi un año —yo le pedí al sello Sondor que me dejara el estudio—. Se iba a estrenar en la temporada de 2013 en el Teatro Solís cuando estaba de director (Walter) Bagnasco, pero después se fue y no hubo forma, perdimos un tiempo brutal con reuniones. El productor era Juan María Vanrell y la compositora era Beatriz Lockhart, una mujer muy pasional, y fueron tantos los disgustos que hace unos años tuvo un cáncer y se fue en tres semanas.
Era todo muy complicado, las autoridades de entonces me hicieron la vida imposible, no me dieron bolilla, y decidí hacer la grabación, que tuvo muy buena aceptación dentro del mundo de la música culta —entre comillas, porque hay música clásica que es espantosa, música popular que es maravillosa, e incluso yo compongo un poco de todo—. Gracias a la grabación de “La Perla Negra”, que tuvo una acogida muy favorable, llegamos a las autoridades, y finalmente esta obra se va a hacer el año que viene en la sala principal del Sodre, y es una oportunidad magnífica. Lo que no está todavía seguro es la fecha exacta.
¿De qué se trata la obra y qué expectativas tiene?
Las expectativas son positivas. Yo creo que tiene que ser un bombazo porque es la primera vez que a nuestros hermanos negros se les hace un homenaje de este calibre —lo digo de esa forma porque a la mayor parte de mis amigos negros, la palabra afrodescendiente les cae como una patada—. Es un musical que está dedicado a la raza negra personificada en la figura de Lágrima Ríos, que fue una cantante de tango muy importante. Yo tomo algunos elementos de su vida: vivió en una pobreza franciscana tremenda, vino del interior, era muy cristiana y conoció a Gardel. Una vez se cruzaron y a partir de ahí ella quedó con una gran fascinación por él.
Entonces, yo tomo eso e invento un personaje que se llama Perla García, que muere antes de los 40 años, siendo una belleza, con una carrera internacional en el cine, en Europa, conciertos por todas partes, y Gardel se la termina llevando al cielo. Él no aparece en ningún momento, sí los fragmentos del tango “Golondrina”, que es una belleza, y la música de Beatriz Lockhart, que fue una compositora maravillosa.
También debo destacar que pudimos hacer la grabación gracias a mi guitarrista Anita Pierotti, que es muy buena compositora y sabe un montón de música. Hace 26 años que trabajamos juntos. Ella es la hermana de una cantante muy importante del Uruguay que es Raquel Pierotti, que dirige la Escuela de Arte Lírico del Sodre. En la grabación también aparezco yo, pero en esta ocasión no quiero cantar, no porque no pueda, sino por los ensayos, que son muy complicados. Yo considero que a esta altura se necesita una persona más joven para la escena, es un trabajo muy intenso. Pero esta es mi obra, no solamente la parte escrita es mía, sino también trozos musicales que yo mismo inventé.
¿Cómo fueron sus comienzos en la música?
Canto desde que tengo uso de razón. Cuando descubrí a Gardel fue como si hubiera descubierto a un semidios, y hasta el día de hoy ha sido una fuente permanente de inspiración, considerando el tiempo que le tocó vivir. Hoy un jugador de fútbol de tercera o cuarta categoría, si sale del país dos o tres años, si es inteligente, gana más plata de la que ganó Gardel en toda su existencia en aquel tiempo, así como otros grandes cantantes. Los tiempos han cambiado, el mercado funciona de una manera que a mí se me paran los pelos.
¿Por qué?
Porque me parece una locura que un grupo de rock o un jugador de fútbol ganen millones y tengamos un porcentaje enorme de la población mundial muriéndose de hambre, es un mamarracho. Desde el punto de vista ético, moral, estamos viviendo un mundo desproporcional y totalmente carente de espiritualidad. Mejor dicho, hay mucha espiritualidad, pero no se nota.
¿Quién lo incentivó a cantar?
Yo me escapaba de mi casa porque para mi abuelo, Raúl Montero Bustamante, la palabra tango era una mala palabra. Nadie quería que yo cantara. Las únicas personas que me alentaron en el canto fueron la hija menor de mi bisabuelo Juan Zorrilla de San Martín, el poeta, que se llamaba Concepción Zorrilla de San Martín de Mora —para no confundirla con “China”, porque se llaman igual—, y Juan Carlos Zorrilla de San Martín, sacerdote jesuita, que me dijeron que debía cantar.
A los 10 años ya andaba cantando por la calle. Punta Carretas era otro barrio, lleno de gallineros, de baldíos, casas muy humildes. Yo cantaba mucho en el Bar Tabaré cuando era un boliche de mala muerte, se entraba de alpargatas y a veces descalzo, era gente muy humilde. Había un personaje en el barrio que yo quería mucho y con el que hicimos conciertos juntos que era Washington Oreiro, fui muy amigo suyo y de Donato Racciatti. Con Oreiro inauguramos un boliche en Punta del Este, con Vinicius de Moraes. También conocí a Obdulio Varela, que silbaba los tangos, me hacía la orquesta y yo cantaba. Y conocí a Atilio García en la fiesta de 15 de una de las hijas, que era compañera mía de la Escuela Francia, y cuando se empezó a ir la gente, Atilio mandó buscar una botella de grappa y seguimos como hasta las 10 de la mañana, y yo cantando tango.
Viene de una familia de artistas, pero no lo apoyaban en el canto.
En mi casa se respiraba arte, por supuesto. A mi madre le gustaba mucho la música clásica, igual que a mi tío Enrique Estrázulas, el padre del escritor, mi primo hermano, con quien tuvimos unas experiencias entrañables y fue la persona que estuvo más cerca durante la mayor parte de mi vida. Sin embargo, el tema de los tangos, que yo me convirtiera en cantante no le hacía gracia a nadie, mucho menos que me escapara a los boliches.
¿Por qué decidió irse a Europa?
Eran los tiempos en los que nadie viajaba, y había que ir en barco. Me fui en el año 64 porque estaba harto de Montevideo. Yo tenía 21 años y era empleado del Banco República, pero lo detestaba con toda mi alma. No tengo simpatía por los bancos, son necesarios, pero no comparto la inmensa mayoría de las cosas que suceden ahí; vivimos en un mundo tremendamente materialista donde se ha dejado de lado la espiritualidad, que es lo que los verdaderos artistas tienen.
¿Cómo fue su vida en Europa?
Muy interesante, porque hubo gente que me ayudó mucho. El primero fue Carlucho Giambruno, que era secretario de la embajada en Roma. Después fui a parar a Milán y conocí a Germán Denis Barreiro, que era el cónsul general de Uruguay en Italia y también era cantante, pero cantaba con un seudónimo (Marcello Di Giovanni) porque no estaba permitido que los diplomáticos cantaran. Estaba muy vinculado al mundo del teatro y gracias a él me relacioné con el teatro de la ópera de Barcelona. Mis experiencias en Italia fueron muy interesantes, también conocí a un maestro muy importante que fue Riccardo Bottino, que hacía milagros con los coros y sabía mucho de voces.
Yo tuve orientadores, pero nunca tuve un maestro de canto. Aprendí a cantar observando y estudiando mi propio cuerpo. Hubo personas que tuvieron bastante influencia, como Jorge Botto, un barítono espléndido que murió de leucemia muy joven. Tuve la suerte de cantar con una parte muy grande de los cantantes más importantes del siglo XX. En Milán conocí a Pavarotti, cuando no era conocido. He cantado con Plácido Domingo, Alfredo Kraus, Nicolai Gedda, Montserrat Caballé. Fui muy amigo de Victoria de los Ángeles, José Carreras. Pero siempre tuve esa dualidad de la música clásica y el tango, me gustan mucho los románticos alemanes. Y conocí actores de cine importantísimos tanto en España como en Alemania. Canté en una especie de castillo que tenía el actor Maximilian Schell. En España tuve amistad con Paco Rabal, Fernando Rey, Sancho Gracia, José Luis López Vázquez, Ángela Molina, y estuve en programas muy importantes.
¿Tenía interés en destacarse en el ámbito internacional?
A todos nos gusta destacarnos en el ámbito internacional. Yo nunca fui un tipo popular. Me fue muy bien en Europa, de hecho, a mí el Uruguay no me daba nada, económicamente tampoco. Todo lo que tengo, todo lo que tuve, lo hice en Europa, y allí mi apellido no significaba nada: nadie conocía ni a Zorrilla ni a Montero Bustamante, yo era uno del montón. Gracias a mi familia tuve una cultura, eso sí debo reconocerlo, pero el apellido no me dio nada, y aquí en Uruguay me dio más bien patadas.
¿Por qué lo dice?
Ahora las cosas están más abiertas, no tanto como antes, pero en determinado momento, si yo cantaba ópera y al mismo tiempo cantaba tango, para la gente del tango era un pituco decadente, y para la gente de la ópera era un tipo poco serio porque cantaba tango. Yo trabajo mucho, pero lo que hago no es de fácil consumo popular, no compongo cumbia ni nada facilongo, y no está en mi espíritu hacerlo, no me sale. Ahora estoy componiendo canciones infantiles para mi hija, que tiene ocho años y es muy desenvuelta, muy canchera, no tiene miedo a nada, es lo más lindo que me ha pasado en la vida. Es una artista que tiene unas condiciones increíbles. Yo quiero vivir muchos años más simplemente para verla a ella despegar, eso es lo que más me ata a la vida.
¿Qué lo hizo volver a Uruguay?
Yo hubiera querido quedarme a vivir allí, tenía un lugar maravilloso que es Cadaqués, que era el sitio favorito de Salvador Dalí, y yo canté varias veces en su casa invitado por él mismo. Sin embargo, quedé entrampado con esta casa y tuve que hacerme cargo de ella. En el año 91 Lacalle padre me dijo que él necesitaba gente de confianza para cosas de la cultura, yo le dije que muchísimas gracias, pero que no servía para eso porque soy un pésimo diplomático, y aparte estaba muy cómodo en Europa, me iba fenómeno.
Igualmente, Lacalle hizo que yo sustituyera a mi padre aquí como conservador de la casa, donde hay una cantidad de cosas muy importantes. Mi abuelo, que era historiador, fue el presidente y fundador de la Academia Nacional de Letras, aquí tengo todos sus libros, sus publicaciones, las de él y las de mi bisabuelo Zorrilla. Al hacerme cargo de la casa, las cosas se complicaron mucho. Mientras vivió mi padre yo seguía viajando a Europa, iba y venía, pero cuando se murieron él y mi madre las cosas empezaron a complicarse. Yo tenía un apartamento muy lindo en Barcelona que me compré porque me iba muy bien, y después compré uno en Cadaqués.
¿Qué significa para usted mantener esta casa?
La verdad es que esta casa está en pie porque yo me rompí el alma. Todo esto que ves así tan lindo, que parece un museo, lo hice yo. Esto era un pozo negro, salía agua de estas paredes. Acá había una biblioteca inmensa y muchos libros se echaron a perder. Mi padre en sus últimos años estuvo muy enfermo, no estaba para nadie. Mi hermano estaba muy enfermo también, se murió en el 88. Con el dinero que yo aporté para la conservación de esta casa, no solo aquí sino en la parte de arriba, podría haber comprado un apartamento.
¿Cómo fue su experiencia en la escuela de ópera y en la radio del Sodre?
En la radio me hacía cargo de la programación. Estuve ahí al mismo tiempo que en la escuela lírica. Yo ingresé después de haber estado en Europa, y ya había cantado con varios de los mejores cantantes del mundo. Sin embargo, cuando llegué aquí me hicieron prácticamente arrancar de cero. Yo iba porque era el único lugar que había para cantar. Inclusive, habiendo ya egresado, seguí yendo, porque si no, ¿qué posibilidades había de cantar? A mí me gustaba mucho la ópera, me sigue gustando, pero hace tiempo que dejó de interesarme para cantar, sobre todo en los últimos años, porque el Frente Amplio directamente me tiró a la basura. No voy a dar nombres porque no viene al caso, pero yo fui muy menospreciado. Este es un país muy difícil, en lo artístico es dificilísimo.
De todas formas, de las gestiones frenteamplistas me gustaría destacar a Alberto Quintela, abogado que fue director general de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, que me ayudó mucho con el tema de la casa, y cuando hubo que cambiar el techo se ocupó él y lo hizo maravillosamente bien. Además, el último director de Patrimonio, Arq. Nelson Inda, se portó muy bien conmigo, hizo toda la instalación eléctrica y de la bomba de agua, porque antes se inundaba todo. También se convirtió en un gran amigo.
¿Cómo ve el nivel cultural actual?
A mí no me gusta el mundo en el que vivimos. No quiere decir que antes era mejor, antes había más valores, amabilidad. El nivel cultural lo veo patético, a las pruebas me remito: yo no puedo entender esta oposición feroz que hay con el tema de la enseñanza, que justamente ahora que va a haber cambios importantes y que se está tratando de hacer algo, es un verdadero mamarracho lo que está haciendo la oposición, raya todos los límites.
¿Y el nivel en lo que respecta a la música?
Yo estoy muy contento por el hecho de que se haga “La Perla Negra”. A mí me gustaría que la obra que yo compongo se pudiera conocer, pero es dificilísimo.
El tinte político de algunos artistas y la necesidad de irse del país
Consultado sobre si cree que debería haber más apoyo del Estado para los compositores, el cantante fue enfático al responder que “al Estado no se le puede pedir más, pues ya tiene una carga inmensa”. Por otro lado, opinó que tendría que haber más generosidad de parte de los canales de televisión, y en ese sentido lanzó: “Hay gente que ha sido muy protegida, a la que se le ha dado una manija brutal de manera casi indecente. Me refiero a músicos, pero lo puedo extender a todo el arte”.
En la misma línea, afirmó que un artista no tendría que tener ningún tinte político, aunque aseguró que durante muchos años se sintió “despreciado por pituco, o no sé por qué, por el hecho de no ser un militante del Frente Amplio”.
Este es un país que ha dado muchos artistas y lo sigue haciendo, pero para que les vaya bien “tienen que irse”, lamentó Montero. Como ejemplo mencionó el caso de “China” Zorrilla y dijo que, si ella no se hubiese ido a Buenos Aires, no habríamos tenido patrimonio de “China” en Uruguay. “Por supuesto, tengo todo el respeto y el cariño del mundo por ella, que era mi tía en segundo grado, prima hermana de mi padre, y con quien tenía muy buena relación. Pero si no se hubiera ido, aquí no habría pasado nada con ella”, agregó.
Por último, explicó que un artista necesita expresarse y que otros lo sientan y lo vean. “Uno no puede hacer solamente música para sí mismo, o sea, yo trabajo todo el tiempo y a veces me pregunto para quién escribo, para quién compongo. Es un tipo de música demasiado delicado. ¿A quién le interesa una delicadeza a esta altura del partido? A nadie. Todo es bastante chabacano”, cerró.
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