Bernd Penner es integrante de la comunidad Colonia El Ombú. Esta comenzó de cara a la llegada al país de un grupo de familias que partieron refugiadas de Alemania por la guerra que se vivía en el viejo continente. Desde 1948 que pisaron tierras uruguayas, y hoy, 75 años después, su resiliencia, trabajo y fe, son un ejemplo de una sociedad que funciona con éxito.
Quienes crearon la colonia, salieron como refugiados de Alemania, de la zona de Prusia, en la época de la Segunda Guerra Mundial. Pasaron unos tres años y medio como refugiados por no tener un hogar, hasta que logran obtener papeles y permisos que les permitieron embarcarse para llegar, en principio, a Paraguay donde podrían ingresar ya que contaban con la autorización.
Sin embargo, un día antes de llegar al destino, el 26 de octubre de 1948, ellos recibieron la autorización para bajarse en Uruguay y el 27 de octubre de 1948 llegaron al país. “Fue todo un acontecimiento, una alegría poder ser recibido”, relata Penner al ser consultado por La Mañana.
Al llegar a Uruguay se dividieron en dos grupos que fueron a barracas militares, una de las partes fue alojada en Colonia del Sacramento y otra en la zona de las Termas del Arapey. El grupo consiguió la entrada a Uruguay con la condición de que debían dar un buen ejemplo de comportamiento y que residieran en el campo para dedicarse a la agricultura. Estas condiciones fueron marcadas por el gobierno nacional del momento.
Luego se buscó dónde localizar la colonia y había dos opciones: una en Tacuarembó o en Río Negro donde actualmente se encuentra (ruta 3 kilómetro 248, en Río Negro, Uruguay). “Un grupo de cinco personas recorrió los lugares y prefirieron este predio. Después se tuvo que pagar el campo antes de tomar posición. Cuando se pagó la última cuota entonces sí pudieron pasar, el 17 de abril de 1950”, dijo el entrevistado.
Los primeros refugiados que llegaron vieron la posibilidad de generar un nuevo hogar en estas tierras. “Nuestros pioneros estuvieron enfocados en que había que trabajar mucho, plantar, edificar, pero para que llegue a hacer un hogar se deberían ver los frutos del espíritu, que son amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, mansedumbre y, siendo la regla de oro, el perdón”, sostuvo Penner.
Llegaron 776 personas que integrarían la comunidad y el predio adquirido contaba con unas 1.200 hectáreas. “Al comprarlas, el Instituto Nacional de Colonización les permitió parcelar todo en 35 hectáreas, y eso se respetó tal cual fue exigido”, aseguro el integrante. Antes de instalarse en el lugar, un grupo de representantes consultó a personas de la zona, con experiencia en el trabajo de la tierra, cuántas hectáreas había que trabajar para sobrevivir y ellos respondían que se debían ser unas cinco por familia.
“En cada una de las 35 parcelas iban a vivir dos o tres familias. Primero llegaron cinco integrantes y luego ocho a dividir todo, y cuando los vieron los vecinos dijeron que era imposible sobrevivir siendo tan pocos, pero les respondieron que llegarían 80 familias”, rememora Penner.
Así comenzó la Colonia El Ombú y después, en setiembre de 1951, se fundó la cooperativa agropecuaria “Las Flores de Río Negro”. Este hecho se dio ya que la comunidad entendía que solos no podían, “porque ellos no llegaron con recursos, sino con voluntad y disposición. Había viudas, niños y madres solteras. Con la cooperativa se pudo avanzar”, aseguró.
Legado para las nuevas generaciones
De los primeros pobladores hoy no quedan muchos, pero sí quedan algunos y lo que siempre han transmitido, según expresó el entrevistado, es la buena convivencia y la fe como la base y el fundamento de todo. “Eso se mantiene hasta ahora, se sigue transmitiendo. Hoy ya no somos una comunidad cerrada, es decir, se puede ingresar a la comunidad a pesar de no ser una persona con el mismo trasfondo”, explicó.
“Es un lindo desafío compartir historias y también poder entendernos unos a otros, y saber por qué algunas cosas nosotros las hacemos automáticamente”, dijo. “Quienes ingresan desde fuera no perciben las cosas de igual forma que quienes nacieron aquí, ni les dan el mismo valor, porque no conocen las raíces. Se busca que se pueda transmitir el porqué de los valores y los principios”.
Para los integrantes menonitas es primordial la fe y se basan en ella para vivir. “Si bien todas las personas tenemos algunos altibajos en nuestra vida, siempre debemos seguir manteniendo nuestra base espiritual y cultivarla. Tratamos de enfocarnos lo máximo posible en esta área porque es importante no solo por nuestra historia sino también por las experiencias personales”, relató.
Penner argumentó que la fe es el fundamento con el que siempre se vuelve a encontrar entre las personas, y que uno de los pilares es el perdón. “En una comunidad chica que hay muchos roces o posibles roces, la base de la fe y el perdón es lo principal para poder vivir unos con otros”.
Esto se vincula directamente con la iglesia, que es un espacio y una actividad de mucho valor para la comunidad, así como lo es el sistema cooperativo que está muy arraigado en la colonia. Penner describió que se trabaja en conjunto con el que se le hace más fácil y con el que se le hace más pesado, “todos tienen la misma oportunidad de recibir esa ayuda”.
El sustento
Las condiciones que, al principio, solicitó el gobierno nacional para que el grupo pueda ingresar y establecerse en el país estaban en sus raíces, ya que los antecesores eran agricultores. “No era un problema para ellos sino un anhelo y oportunidad”, señaló el entrevistado. Hoy en día se sigue trabajando así y el sector más fuerte es el lácteo. También se trabaja en el rubro de la agricultura, ganadería y apicultura. Otros rubros más pequeños tienen que ver con la producción de nueces pecan, aceite de oliva, huertas familiares y algunas gallinas.
“Gracias a la disponibilidad de diferentes careos universitarios en el país, muchos jóvenes se han desarrollado académicamente y esa parte permite que desplieguen diversas profesiones, algunas vinculadas al campo y la industria, y otras que no, por lo que trabajan por fuera de la colonia”, comentó.
Como se dijo anteriormente, la comunidad formó una cooperativa para seguir siendo sustentable hacia el futuro. Esta organización cuenta con una planta de raciones para animales. Ya que la mayoría de los pobladores son productores lecheros, se vieron en la necesidad de producir ración para el ganado.
“Empezó cada uno con lo suyo, con una moledora común, y después se siguió desarrollando, se puso una mezcladora y hoy está la fábrica donde se producen diferentes alimentos que se venden en todo el país. También hay un equipo de servicio de maquinaria agrícola, que es para los colonos, los vecinos y más allá. Se trabaja donde hay posibilidad”, indicó.
Para la comunidad de la Colonia El Ombú hay valores que son fundamentales para vivir en sociedad; estos son la puntualidad, la disciplina, el sacrificio y la dedicación. Esa dedicación y motivación no debe estar cargada de interés personal, sino comunitario. “Tanto el trabajo en nuestras empresas como en la iglesia o la escuela, siempre busca no estar basado en beneficios económicos propios, sino en aportes a la sociedad, en dedicación a fortalecer la unidad. Los trabajos en educación y las diversas comisiones no tienen beneficio económico, siempre se trabaja en que cada uno hace su parte, pero juntos hacemos todo”, sostuvo Penner.
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