El comienzo del año lectivo llegó de la mano de la presencialidad, y con ello educadores, familias y niños viven el desafío de una adaptación educativa que potencie el aprendizaje. Maestras valoran el trabajo en red, el apoyo en la tecnología y consideran que se vive un antes y después con la pandemia.
Con el inicio de un nuevo ciclo educativo, escuelas y colegios del país se vieron rebosantes de niños y familias que asistieron expectantes por todo lo que significa un hecho como este, pero con un diferencial importante: luego de dos años, las clases vuelven a la normalidad.
En el barrio Casavalle, el colegio Cristo Divino Obrero, de la Red de Colegios de Fundación Sophia, recibió la semana pasada a 152 alumnos de Educación Inicial y Primaria que comenzaron un ciclo educativo. Fue una jornada vivida con mucha alegría, señaló a La Mañana la directora general de Inicial y Primaria, la maestra especializada María Macarena Alzaga. “Estábamos con muchas ganas de empezar, ansiosos de reencontrarnos con los niños y niñas”, subrayó.
Los pequeños asistieron emocionados, pero también atentos a una pandemia que aún no se extingue, y preguntaron sobre los nuevos protocolos sanitarios –en este caso, el colegio aplica los indicados por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP)– la utilización del tapabocas y los contagios. No obstante, las clases marchan “de forma tranquila, con familias contentas y niños y niñas felices”.
“La diferencia con respecto al año anterior fue que teníamos experiencia de lo que sí resultaba y lo que no. Y fuimos resolviendo creativamente de forma colaborativa con toda la comunidad educativa tratando de potenciar cada instancia de enseñanza y aprendizaje. Sabiendo que nuestro objetivo es que el aprendizaje de niños y niñas sea lo más eficaz posible”, indicó la directora.
En este sentido, explicó que los colegios pertenecientes a la red de Fundación Sophia comenzaron a desarrollar desde el año pasado distintas estrategias en una plataforma virtual, teniendo en cuenta las herramientas o los recursos de contención para el acompañamiento de las familias que no lograban conectarse por distintas situaciones. “El trabajar en red nos permitió intercambiar experiencias en las buenas prácticas”, resaltó la docente.
Con el objetivo de prepararse para la presencialidad, realizaron capacitaciones en el mes de febrero en distintas áreas de aprendizaje y trabajaron en la preparación de las aulas. “Hubo mucho compromiso de todo el personal para dejar el colegio en óptimas condiciones para recibir a nuestros niños. Se cuidó mucho tener todo lo referente a las medidas sanitarias y se dio respuesta a las inquietudes de las familias en relación a esta nueva etapa”, comentó Alzaga.
Abrazar a la maestra y jugar con los amigos: lo que más extrañaron los niños
En el balneario canario de Cuchilla Alta, donde la población estable es de poco más de 500 habitantes, la escuela N° 95 reúne a 218 niños que la semana pasada comenzaron sus clases luego de dos años sin recreos, salidas didácticas, meriendas compartidas, reuniones de padres. En definitiva: sin compartir momentos imprescindibles e importantes que hacen a la escuela, ese segundo hogar.
El retorno a la presencialidad tuvo una magnitud tal para las familias que se registró un hecho particular: el día de comienzos de clases los niños asistieron acompañados por varias personas de su núcleo familiar. La cantidad de personas que rodeaban el centro educativo configuraba un escenario común a la época prepandemia, pero al cual se había desacostumbrado. Así lo recordó a La Mañana la maestra Patricia Silva, integrante de la institución en el balneario canario. “Vivimos una mezcla de nervios, felicidad y ansiedad, porque sucedió algo diferente que hacía tiempo no veíamos”, mencionó.
Silva resaltó que, a través de un juego de integración, los pequeños manifestaron que lo que más extrañaron del tiempo de la virtualidad fue “tocar y abrazar a la maestra” y mencionó: “Hoy los niños tienen más contacto con nosotras que antes, nos tocan mucho, nos acarician el pelo y nos abrazan. Antes de la pandemia no sucedía tanto”, indicó.
Otras de las respuestas de los estudiantes fue jugar con los amigos y compartir en grupo. En cuanto a las expectativas para el año, la mayoría de los niños deseó “que se fuera el covid”. “A pesar de que son chicos, ellos saben que lo que pasó fue terrible y movilizó a todo el mundo. Incluso tienen muy incorporado el hábito del tapabocas”, resaltó.
El desafío de las clases virtuales obligó la incorporación de la tecnología en el proceso de aprendizaje. El cuaderno viajero o de comunicados, debió transformarse en un grupo de difusión de Whatsapp, y fue por esta herramienta también que se enviaban los deberes. Pero, con el retorno de la presencialidad, la tecnología no se eliminó. Silva señaló que la educación vivió un antes y un después de la pandemia. “En estos momentos estamos dando la Reforma Valeriana en clase y charlando con otras maestras me pregunté: ¿acaso lo que vivimos no fue también una reforma de la educación?”, dijo la maestra. En este sentido, señaló que, aunque la tecnología facilita algunos procesos, la presencialidad permite aprender de forma más completa.
Vivir el proceso sin miedos, con entusiasmo y cariño: las recomendaciones de una especialista
Por su parte, la licenciada en Psicología, Gabriela Fraga, especializada en terapia cognitivo conductual, observó en diálogo con La Mañana: “Es un regreso diferente, ya que implica cambios en la forma de vincularse con los demás, que conlleva lidiar con el miedo al contacto directo, un tapabocas entre medio de la comunicación, volver a compartir y a construir con ‘un otro’ en el aprendizaje.
A la vez, explicó que la infancia es una etapa fundamental para el desarrollo integral del individuo, donde las experiencias vividas en ese tiempo quedan guardadas en nuestra memoria de forma permanente. “No podemos decir que el impacto de lo vivido durante estos dos años no va a afectar el recuerdo y la subjetividad de los niños”, observó. No obstante, también indicó que los más pequeños tienen una gran capacidad de adaptación, están muy abiertos al aprendizaje de nuevas experiencias, lo cual les da ventaja al momento de ir reconstruyendo el vínculo, encuentro y contacto con sus pares en un mismo espacio físico, sin olvidar que cada niño tiene sus tiempos para vivir los procesos, lo cual siempre hay que respetar”.
En tanto, Fraga indicó que es fundamental que desde el hogar se viva el proceso sin miedos, con entusiasmo, paciencia y cariño “porque la interpretación que el niño tiene del mundo y la realidad está en gran medida determinada por la visión que se le transmita desde el hogar. Es por ello que transmitirles miedo a los niños puede impactar negativamente a futuro en su forma de interpretar la realidad exterior, haciéndolo estar en un estado permanente de alerta y con ello incrementar sus niveles de estrés, impactando en su sentimiento de seguridad cuando no esté en el hogar y la forma en que se desarrollará su encuentro e intercambio con los demás niños”.
La licenciada recomendó a las familias de los niños estar atentos y calmados ante los cambios de conductas o expresiones emocionales, para poder indagar si ello está vinculado al proceso de adaptación. “Será fundamental hablar, despejar dudas en relación a las nuevas experiencias que surjan, ayudarlos a comprender sus emociones, reconocerlas y regularlas para que puedan ser sus aliadas en el crecimiento emocional y en el proceso educativo”, señaló.
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