Se trata, posiblemente, del mayor conocedor del río Uruguay, de su historia, su geografía e incluso la diplomacia. Fue protagonista de la demarcación de sus límites en las negociaciones con Argentina y, posteriormente, llevó su experiencia técnica a la difícil pero exitosa solución alcanzada sobre el Río de la Plata. Recordado como uno de los impulsores del Mundialito del 80, asegura que el gobierno de la época no ayudó, e incluso dificultó la organización del torneo. En entrevista con La Mañana, Flangini reflexionó sobre varios temas como las hidrovías, el puerto de aguas profundas y su relación con la política.
¿Cuál es el origen de su familia?
Vengo de una familia que se radicó acá en 1814. Eran de Venecia y cuando cayó en manos de Napoleón se hicieron serviles del rey de Portugal. En Brasil fueron de los instigadores del grito de Ipiranga. El primero de mi familia acá fue mi tatarabuelo que era ayudante de órdenes de Lecor y terminó siendo uno de los fundadores del Partido Colorado, porque eran miembros del Club del Barón, que fue el origen del partido.
¿Dónde nació usted? ¿A qué se debe su nombre guaranítico?
Yo nací en Montevideo, mi padre era aduanero y nativista. Escribía, tenía una enorme biblioteca y una gran colección de piedras, flechas, lanzas. Somos cinco hermanos y a los tres últimos nos puso Tabaré, Yamandú y Caicobé, respectivamente. Se ve que allí le dio más fuerte por el nativismo, cosa que yo he heredado. El indio Yamandú vivía en el Delta del Paraná, fue el que ayudó en el siglo XVI a Zapicán, en la lucha contra los españoles, en la isla frente a Colonia por el rapto de Abayubá, y fue uno de los que invadió la aldea que era Buenos Aires en aquella época.
¿Cuáles fueron sus primeros contactos con la Armada?
Entré en 1950. El primer destino que tuve fue el destructor Artigas que vino recién en 1953, pero donde más tiempo estuve embarcado fue en el guardacosta Salto. La zona de patrulla del Salto iba desde Juan Lacaze hasta Salto y ahí me enamoré del río Uruguay e hice todas las experiencias posibles en ese río. Yo incluso podría ahora ir hasta Salto sin mirar la carta.
Su vinculación con el río Uruguay atraviesa toda su vida y lo llevó también al ámbito diplomático. ¿En qué momento fue?
En el año 1968, que estaba como oficial de la Escuela Naval, me dieron como destino el Ministerio de Relaciones Exteriores. Para ubicarme en algún lado me llamó el secretario del ministro y me ofreció ser director adjunto del Departamento de Soberanía y Límites, que estaba hacía mucho tiempo sin dirección ni funcionamiento. Me encontré con la posibilidad de demarcar el río Uruguay y empecé a trabajar en ello. Demarqué todo el río Uruguay desde el mojón que se puso en la cabeza del Cuareim, todos los de las obras que se iban a construir como Salto Grande, puente Paysandú-Colonia y puente Fray Bentos-Puerto Unzué y el de más trascendencia de culminación del río Uruguay y comienzo del Río de la Plata.
Estudié muy a fondo el tratado del río Uruguay de 1961 al que le encontré una enorme cantidad de defectos en la redacción. Tomé también contacto con los delegados argentinos y aprendí a trabajar con ellos, de los que tengo el mejor de los recuerdos.
¿Cómo termina luego siendo pieza clave en el tratado del Río de la Plata?
En ese entonces, se presentó un problema de una prospección de hidrocarburos que llamaron los argentinos en el lecho del Río de la Plata y en el frente marítimo, que traspasaba la línea media que era la posición tradicional del Uruguay. Se llegó a formar un primer grupo de trabajo al que concurrí, pero que no tuvo mucha suerte y más bien trajo más conflicto, porque había gente que estaba en la política y que no abandonaba su criterio de aparecer como salvador del país y tomaba posiciones duras. Yo propuse que se cambie el sistema y tuve suerte que me apoyó el ministro Mora y empezó una nueva etapa. Se formó un segundo grupo, que del lado uruguayo me tenía junto a González Lapeyre, Lupinacci y Grasso.
Se trataba de un problema que se arrastraba de lejos entre ambos países…
El problema empieza en que Uruguay, en 1828, cuando fue instaurado como país independiente no tenía límites. En 1851-52 sale el tratado con Brasil que fue bastante lastimoso porque realmente lo que era la Provincia Oriental iba mucho más allá del territorio que tenemos hoy en día. Lo del río Uruguay se solucionó en base a que los dos países quisieron un tratado que diera estabilidad de fronteras para construir la represa de Salto Grande, que era de interés de ambos por el problema de la energía. Con el Río de la Plata se había quedado atrás.
¿Cómo fue el trabajo del segundo grupo?
El primer grupo había fracasado, e incluso hubo un desembarco de personal de la prefectura argentina en una isla que había emergido pegada a Martín García. Se interrumpió todo. Nosotros hicimos una gestión con la masonería para que a través de ella se pudiera lograr que los argentinos se retiraran y eso fue efectivo. Quedaba resolver cómo proceder para solucionar la situación.
Propusimos una relación directa de técnicos, sin políticos, con un documento que terminara en total silencio y secreto. Si servía, los cancilleres lo llevaban adelante, y si no lo tiraban a la papelera, sin enconos ni consecuencias públicas. Ese trabajo duró desde el 69 al 72. Al terminarse en la reunión de estilo el presidente argentino Lanusse pidió a Pacheco que se pospusiera porque Perón había mandado decir que él quería participar en la firma y arreglar el problema.
El tratado se firmó el 19 de noviembre de 1973 en una ceremonia donde todo salió muy bien, excepto que se cometió una gran injusticia al no permitir participar al coronel Barros que estaba retirado y era el director de Límites. Él no tenía nada que ver con lo que vino después y un general, que supongo yo quien fue mandó a decir de parte del Esmaco que Barros no podía concurrir por una cuestión personal con él, porque Barros no los apoyaba. Cuando terminó la ceremonia, por moción de los argentinos fuimos a la casa de Barros a buscarlo y fuimos todos a comer al Águila juntos, como desagravio a esa situación que había padecido. Yo nunca tuve relación con el gobierno de facto y nunca me consideraron para nada tampoco. Por la relación que tuve con el coronel Barros se figuraba que yo estaba alejado de todo.
Por otro lado, usted se vinculó al mundo del fútbol y llegó a ser presidente de la AUF. ¿Cómo se dio ese paso?
Un día yo estaba en el Club Naval jugando a las cartas y había una reunión de clubes de la divisional B, entre los cuales estaba el club Uruguay Montevideo, que había sido producto de la unión de dos cruceros allá por 1904. La tradición era que siempre un oficial de marina estuviera en la directiva y en ese momento había un camarada amigo del presidente del club. Había una situación de acefalía en la B y me pidieron que agarrara. Yo era más del básquetbol, vinculado siempre a Bohemios, aunque mi suegro de mi primer matrimonio había sido fundador de Defensor y uno de los olímpicos del 24. Pero acepté por espíritu de servicio, pese a que no conocía a nadie, ni sabía dónde quedaba la sede de la AUF.
“En las comisiones de CARU y CARP hay designaciones políticas que barrieron con todos los técnicos y se han creado unas republiquetas que distorsionan lo que dice el tratado”
A los dos años se produce el caso con el periodista Víctor Hugo Morales, que tenía fama de hablar mal de todo el mundo y el consejo ejecutivo de la divisional A lo declaró persona no grata. Se ve que él tenía alguna relación con alguien del gobierno de facto y consigue desde Rivera, donde estaba la Junta de Comandantes, se revocara la decisión. Eso hizo que el presidente Garbarino de la AUF renunciara. Los clubes se reunieron y se propuso buscar a alguien que no fuera vetado por el gobierno y me eligieron por ser militar. Con el tiempo, uno de esos dirigentes me confesó que buscaban a alguien que parara la intervención de la Asociación que veían venir.
Le tocó ser uno de los impulsores del famoso Mundialito del 80. ¿Qué recuerdos tiene?
Primero tuvimos la satisfacción de los campeonatos juveniles que se ganó todo. Además, se formó el Consejo Único Juvenil porque las divisiones formativas estaban desperdigadas. Tuve la suerte que me tocó un tiempo de una gran generación de futbolistas como Francescoli, Paz o Ramos.
Cuando llegué a la presidencia de la AUF, el comando de la Armada pensó que lo del mundialito era una jugada que yo estaba haciendo y se opusieron, e incluso el almirante Márquez me dijo que no tendría ningún apoyo y tenía prohibido hablar de cualquier mundial porque no querían prensa en el país. El que propuso el campeonato fue un delegado de Wanderers, Cataldi hizo de gestor y consiguió el interés de un griego que buscaba hacer curriculum para obtener la televisación del mundial de España del 82. La copa de oro fue un éxito deportivo y económico.
¿Vio el documental sobre el Mundialito?
Sí, todo mentira. Lamentablemente, algunos querían tirar abajo el torneo para que no apareciera nada que tuviera éxito y pudiera ser adjudicado al gobierno. Entonces inventaron muchas mentiras, como que el campeonato era por el plebiscito. Pero la verdad es que a nadie del gobierno se le ocurrió eso, incluso lo contrario, se opusieron. En nada nos ayudó el gobierno. Lo que sí es cierto, que cuando Uruguay venía ganando y que las tribunas se llenaban de banderas uruguayas, allí se presentó gente del gobierno a los palcos y tal es así que los ejecutivos nos fuimos a otro.
¿Tabaré Vázquez integró una comisión?
Era el presidente de Progreso. Aparte del comité ejecutivo, los demás presidentes todos eran jefes de un área. Y Vázquez intervino si mal no recuerdo en la tesorería. Pero no tiene nada que ver con ninguna simpatía con el gobierno, el fútbol no tuvo nada que ver. El fútbol era autónomo. Lo que tenía incidencia era la Comisión de Educación Física, en la que sí había un director que era puesto por el gobierno.
¿Tenemos pendiente el proyecto del puerto de aguas profundas?
Con respecto a esto se hizo todo mal y no me refiero solamente a la última etapa con ese manoseo que hubo. Se tiene que hacer un gran puerto, pero no uruguayo, sino al servicio de una región. Eso necesitaba muchas más negociaciones y ofertas hablando con los países de la región, que buscando los metros de profundidad. Nunca se hizo esa gestión. Podría haberlo hecho como los Países Bajos que sacan la mercadería por Amberes y Amsterdam.
Hay que mentalizarse que vender geografía no es vender soberanía. En ese puerto no podrían entrar leyes uruguayas ni sindicatos uruguayos, tiene que ser absolutamente libre como en el norte de Europa, operando bajo las normas del país de su bandera. Si ese puerto funcionara así, le digo que alrededor se fundaría si no la primera, la segunda ciudad del territorio uruguayo.
Por otro lado, parece ser un momento en que surgen múltiples iniciativas de hidrovías en la región. ¿Cómo lo ve?
La del Paraná está funcionando y no hay dudas. Los que hablan de la hidrovía del río Uruguay desearía que hablaran con los que realmente conocen. No solo materialmente podría ser un imposible, sino que si se hiciera podría no tener uso. Por varias cosas, por una razón económica ya que implica enormes inversiones, por la parte jurídica y la necesidad de abrir un tratado de límites en una época que no es aconsejable.
“Se tiene que hacer un gran puerto, pero no uruguayo, sino al servicio de una región”
No estoy en contra ni a favor del proyecto de la hidrovía del río Uruguay, pero quiero que me contesten varias interrogantes. Hay que cuidar al presidente de la República y no se le puede embalar en proyectos que fracasan antes de nacer. Al final, de lo que estoy convencido es que a Uruguay lo que le falta es un ferrocarril, que daría mil veces más soluciones.
¿El tren de UPM podría haber salido por Nueva Palmira?
No, hubiera preferido que salga directamente a Rocha, con un puerto mínimo allí. Utilizando el máximo de capacidad de los barcos.
Ahora desde Argentina se plantea también iniciar las obras del canal Magdalena en el Río de la Plata. ¿Qué reflexión le merece?
Yo no voy a juzgar lo que los argentinos consideran que les conviene. El tratado del Río de la Plata permite que aquel que haga obras que mejoren la navegación nadie se va a poner en contra. Si ellos hicieran ese canal, no necesitan más el Punta de Indio. Si no lo necesitan más, todos esos barcos que vemos en el horizonte en Montevideo se van. Barcos que por servicios que reciben en nuestro puerto dejan entre US$ 100 y 150 millones por año.
Antes no se hizo porque el banco Inglés se comía todos los barcos, yo naufragué allí y es peor que el infierno, pero ahora los barcos usan GPS. Ahora aparecen algunos que dicen que el Magdalena al salir de Sanborombón encuentra fondo de piedra y sería muy caro del dragado. No me extrañaría porque el plegamiento es corrido desde la Cuchilla Grande.
¿Cómo se resuelve el asunto?
Con ingenio de crear algo que sea superior al beneficio que les da el Magdalena. Eso sería el puerto de aguas profundas. Pero antes que empezaran a dragar para hacer el canal ya tendrían que hacer la propuesta. Después que lo otro está hecho lo veo muy difícil.
Existe una gran preocupación por la situación de las capacidades de la Armada y lo que es la defensa de nuestros recursos. ¿Cómo ve usted la situación?
Hay un estado de calamidad. Cuando estuve en la Dinara le pedí a la ANP que no recibiera más a los barcos extranjeros que son, generalmente, de tercera bandera y son piratas. El código de conducta de pesca responsable dice que la pesca no reglamentada y no controlada es irregular y no debe ser aceptada por los países adherentes. La consecuencia es que los países pueden dejar de comerciar con nuestro país, por lo menos respecto a la pesca, donde pasaríamos a vender en negro.
La ANP consideró siempre que esos barcos dejan buenos dividendos, pero para el país es un defecto. Debe haber un pueblo de barcos en la milla 201, pero la forma de combatirlos es a través de la unión de varios países perjudicados, ir a Naciones Unidas y pedir una reforma de la Convención, que los declaren piratas y se pueda actuar. Lo del puerto chino hubiera sido un desastre, hubiera sido erradicar a Uruguay del mercado y no solo de la pesca posiblemente.
¿Hay posibilidades de impulsar la construcción naval en Uruguay?
Yo no debo opinar sobre lo que decide el comandante en jefe actual, es un tema de los activos hoy. Pero si preguntan mi opinión soy partidario de la construcción en Uruguay. Considero un despropósito jugar a tener barcos de guerra con misiles si no tenemos ni siquiera a quien tirarle. Vendieron parte de la Escuela Naval para invertir en comprar cañones Bofors, y lo único que hicieron fue perder los terrenos porque nunca se le tiró a nadie y no sirvieron para más nada. Hoy sería lo mismo con la venta de la Escuela Naval. Sería descapitalizarse y perder algo que se armó por cincuenta años para comprar chatarra y barcos viejos.
Usted integró en el pasado la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos y la Comisión Administradora del río Uruguay. ¿Qué piensa de la creación del Ministerio de Ambiente y de las críticas a la CARU?
Lo que pido es que no se utilice lo del medio ambiente para justificar gente que no sabe nada de nada. Hay gente que sí sabe y mucho. Hay un discurso que es fácil de decir y no hacer. Que se cuide el medio ambiente nadie puede estar en contra, pero que no sea utilizado por cuatro vivos, que no es el caso de los que están ahora.
Los políticos deben saber de política, pero no meterse en cargos que no les corresponde. Yo estoy muy resentido porque en las comisiones de CARU y CARP hay designaciones políticas que barrieron con todos los técnicos y se han creado unas republiquetas que distorsionan lo que dice el tratado y son una cueva de grandes salarios. Hay salarios hoy de US$ 8.500 por mes que me parece más que un abuso, una indecencia. Durante una punta de años estuvimos en la comisión y nunca cobramos nada. A partir de 1985 se inventó esto suave y luego explotó desde 2005, con grandes acomodos. El senador Manini hizo un pedido de informes acerca de esto.
¿Cómo ha sido su relación con la política partidaria?
Fui dos periodos diputado suplente en el Partido Colorado. En 2010 la lista de Jorge Batlle se dispersó y me fui de la política. Cuando aparece Cabildo Abierto le di apoyo a amigos míos. Una vez terminada la elección había decidido salir de la política fuera cual fuera el resultado y hoy apoyo desde afuera.
Ahora me dedico a escribir sobre cosas nativas y hago viajes por todo el país. Una vez que me retiré, y al quedar viudo, compré una camioneta grande y empecé a recorrer los pueblos más increíbles. También fui presidente del Club Filatélico, durante 12 años; ahora la filatelia ya no tiene solución porque no hay cartas.
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