Uruguay cuenta con tecnología para producir hidrógeno verde a partir de agua salada, sin necesidad de perforar acuíferos ni de depender de empresas extranjeras. Esta innovación, además, implicaría importantes oportunidades para el país, según dijo a La Mañana el experto en electroquímica Carlos Fernando Zinola. Por otro lado, criticó la falta de reconocimiento a los desarrollos científicos nacionales y explicó que ciertos proyectos internacionales que se presentaron como sustentables han fracasado en la práctica.
¿Cómo llegó al ámbito de la ciencia y cómo empezó a trabajar con hidrógeno verde?
Cuando entré a la carrera de químico ya tenía experiencia en industria y siempre me llamó la atención la electroquímica, que es como una ciencia interdisciplinaria que combina elementos de la física y de la química para resolver problemas. Lo que me gustó es que en cada ámbito de la ciencia hay una rama electroquímica que forma parte de ella. Luego de la dictadura, los profesores volvieron a la facultad con mucho ímpetu y una de las profesoras que lideró todo esto Emilia Yanes de Spangenberg. En el año 84 estábamos haciendo el curso de electroquímica y ella estaba muy interesada en el medioambiente. Había un proyecto para determinar la calidad del río Santa Lucía y a cada uno de los estudiantes nos tocó como trabajo final resolver un tema, a mí me tocó la determinación de metales pesados tóxicos en el agua del río Santa Lucía y su posterior uso en celdas de combustible. Ahí empecé a entrar en el ámbito del hidrógeno verde, al que le dicen así porque se obtiene por descomposición del agua, usando energías renovables.
En Europa está la controversia de resolver el tema del suministro de combustible, utilizar el hidrógeno rosado, que es el que se obtiene de energía nuclear, que es el único económicamente redituable. Francia está liderando todo esto. Hace dos años la Unión Europea (UE) definió que el hidrógeno verde ahora es rosado, o sea que introdujeron la energía nuclear como algo limpio y renovable y eso tampoco es cierto, pero como los números no dan, evidentemente “don dinero” tiene más poder que el medioambiente. Entonces, hace dos años empezaron a volcar dinero para el hidroducto, que irá desde Argelia, Marruecos, pasando por Andalucía, por Portugal, llegando al norte de España, a Barcelona y de allí en forma subterránea al puerto de Marsella. Hay decisiones que van cambiando permanentemente. La postura inicial de convocar a Uruguay, Chile, Argentina, Brasil y Paraguay para fabricar hidrógeno y venderlo a Europa, y que eso nos iba a salvar, como un gran negocio, yo venía diciendo hacía años que no iba a ser así.
¿Por qué no se conoce esto a nivel popular?
Porque la mayoría de los medios auspician determinados grupos, muchas notas están compradas, y por supuesto que tiene mucho más peso un ministro como el que era de Industria [Omar Paganini] hablando de todo esto, prometiendo fuentes laborales, que lo que yo acabo de decir. Hace muchos años que trabajo en esto. Lo que me molestó muchísimo fue el servilismo que terminó habiendo desde el Ministerio y desde Ancap frente a esto, sin pensar en otras alternativas.
¿Por qué cree que no se escucha a los que trabajan desde hace tanto tiempo en esto, como es su caso?
Yo tengo muchos desarrollos científicos y tecnológicos que fueron efectivizados en el exterior, pero Uruguay rara vez cree en la gente que tiene y no pasa solo en la ciencia, en el arte pasa igual, en la música, en la escultura, en la pintura. Uruguay sigue con ese pensamiento de pueblo. Muchas veces escuché de parte de varios políticos que determinadas cosas acá no se podían hacer, y varias veces tuve que llevar las cosas que hemos armado y mostrárselas.
¿Qué visión tiene sobre la política de descarbonización que ha llevado adelante el país?
Está bien, pero, como te comentaba, lo de Francia es una hipocresía, porque parece que todo era verde y “quien contamina paga”, ese era el lema de la UE, era como un castigo. Y después, “la necesidad tiene cara de hereje”, y las cosas empezaron a cambiar. La política de descarbonización es importante, pero hay que llevarla adelante de forma correcta.
¿Los desarrollos que han logrado son realmente viables a nivel masivo?
Mucha gente nos decía que esto no servía para nada. Sí, sirve, pero los costos son grandes, todavía no es algo que esté masificado de tal manera de que sea totalmente viable, porque de hecho acá estamos manejando cosas que no van a tener carbono. Pero hay como una falacia. En el proyecto famoso HIF en Paysandú quieren captar todo el anhídrido carbónico que está emitiendo ALUR, y esa captura del CO2, con hidrógeno verde, formar metanol. En los números y en los papeles parece que funciona, pero hay algo que es mejor todavía y en ningún momento lo pensaron: en lugar de abastecer a la fábrica de portland con gas natural, ¿por qué no la abastecemos con hidrógeno? Eso nadie lo pensó.
¿Por qué?
Porque en realidad lo que estaban planteando es un arma de doble filo, donde vinieron muchísimas empresas cuando vieron que ya estaba firmado y dijeron: “Esto es una garantía”. Ahí empezó a aparecer Chile, Japón, una cantidad de países, y después se empezó a desinflar porque las reacciones electroquímicas pueden llegar a ser 90%, hasta 100%, pero esa conversión de hidrógeno con la captura de CO2 para dar metanol no es 100% eficiente, porque hay tres o cuatro productos diferentes que siempre aparecen. Uno es monóxido de carbono, que es sumamente tóxico, y otro son las olefinas, reacciones que son más viejas todavía que esta de la electrólisis. Pero como la firma del proyecto de HIF fue a puertas cerradas y las cláusulas están vedadas, no se sabe bien cuál es el catalizador. Nosotros preguntamos y nos dijeron que era óxido de aluminio, pero es mentira, ese es el soporte del catalizador. En general, el catalizador tiene cobalto, que no es muy sano, tiene algo de óxido de cobre y algo de óxido de zinc, y se trabaja a temperaturas altísimas. Son procesos bastante más complicados. Entonces, ¿no sería mejor directamente usar hidrógeno en lugar de estar alimentando todo con combustibles que ya vienen derivados del petróleo?
Usted también ha sido crítico con el uso del agua que se le quiere dar a los proyectos de hidrógeno verde.
Parece que sumar y restar litros de agua iba a ser la ecuación para resolver todo, pero no, no es necesario usar acuíferos, se puede usar otro tipo de agua, pero es más barato el acuífero porque tiene muy poco contaminante. No es necesario usar agua dulce. El verdadero hidrógeno sustentable no es de agua dulce ni de acuífero, es de agua salada, es una fuente casi infinita de agua. La mayor parte de la gente no sabe de este trabajo que tenemos y estamos volviendo sobre el tema. Esperemos que el gobierno entrante escuche, porque esta es la verdadera posibilidad. Muchos países lo están haciendo, el camino es ese. El agua dulce era la que tendríamos que haber usado cuando estuvimos en sequía, y el acuífero también, teníamos derecho a utilizarlo y no se hizo, se mezcló directamente con agua salada. Y se ignora todo este tipo de desarrollo que Uruguay tiene. Es necesario llamar a los científicos, mostrar lo que está hecho y tratar de escalarlo, y ya con eso tenemos solucionado el tema: producir un combustible propio, como hidrógeno, sin alterar para nada el acuífero, sin alterar el ecosistema ni poner diques ni nada de lo que quieren poner estas empresas en Tacuarembó y Paysandú.
¿Qué opinión le merece el nivel de inversión en ciencia?
Hay inversión en ciencia, es pobre, pero la hay. ¿Y cuántos de esos desarrollos realmente están teniendo producción industrial, están siendo efectivos? Muy pocos. Uruguay fue pionero en muchas cosas. No todo lo que venga del primer mundo es mejor. Nosotros somos capaces de desarrollar, si es que tenemos la formación adecuada, elementos y procesos nuevos. Son desarrollos propios que están forzados por la necesidad. Entonces, ¿por qué venir al Río de la Plata a buscar el hidrógeno si ellos lo producen en el Mar del Norte? Porque desalinizar el agua para usarla en la electrólisis es un proceso caro. Acá se vio como un negocio redondo: tener una industria que venga de afuera, sin complicarme tecnológicamente, me ponen el aparato, llave en mano, y yo doy el agua y la energía. Y después, para colmo, lo vendo. Visto de esa manera, parecía que cerraba. Pero no cierra. Nadie pensó en el agua, que la precisamos.
Los alemanes no saben que se puede obtener hidrógeno directo del agua salada sin desalinizar, porque lo hablé con los emisarios que vinieron a través de la Cámara de Comercio Uruguayo-Alemana y no lo sabían. Tampoco lo sabían en Francia y por algo se pusieron a trabajar. Tampoco lo sabían en China. Lo que tenemos entre manos es buenísimo, si es que se sabe aprovechar. Y como se sigue bajando el nivel de los cursos porque se pretende que todos se reciban rápido para tener su salida laboral, estamos limitando cada vez más una formación buena que te puede permitir ser no solo un técnico de una gran empresa, sino ser un líder de una nueva idea y poner tu propia empresa con proyección internacional. No precisamos gente de afuera, precisamos inversores, y para eso está el BID, que da muchos millones de dólares para lo que puede ser una gran solución.
En el 2008-2009, cuando el ministro de Industria era Daniel Martínez, vieron la necesidad de hacer un estudio de prefactibilidad del mercado y prefactibilidad institucional y técnica de celdas de combustible e hidrógeno. A través de la OPP se convocó al BID y me nombraron consultor coordinador. Uno de los nueve consultores fue Paganini, el exministro de Industria. Nosotros pretendíamos que académicamente se pudiera colaborar con varias mejoras, varios avances, y no dar un simple asesoramiento en algo como ciencia blanda, de llenar papeles. Como habíamos construido cosas y las seguíamos mejorando, esperábamos incorporar todo eso a lo que se venía en los nuevos combustibles. No hubo eco en ese sentido. Después nos dimos cuenta de que el personal no tenía la formación en electroquímica y menos en ingeniería electroquímica, y empezamos a dictar cursos de electroquímica afuera a estas empresas como HIF. Los cursos que nosotros damos en la facultad los tuvimos que dar para esta gente. Y creíamos que todo esto iba a agilizar aún más la cosa, pero quedó en eso, no hubo más participación que esa. En el gobierno saliente tampoco conocían todo este trabajo que acabo de nombrar.
¿Es posible que Uruguay aproveche el desarrollo de tecnologías del hidrógeno como las que ha comentado, para generar empleo y fortalecer la industria nacional?
A partir de todos esos trabajos anteriores se armaron pequeñas empresas de colaboradores que se dedicaron a fabricar algunas partes para vender afuera. Lo que podemos hacer es algún material de modelo y, si es necesario que esto se escale, se puede derivar a gente que trabaja con nosotros para montar fábricas y dar trabajo a la gente, que eso es lo que le falta al Uruguay. Yo, que vengo de la industria, antes de entrar a la ciencia vi que era necesario hacer ciencia para resolver los problemas de la industria. La cadena laboral que nosotros podemos crear es mucho mejor a que venga una empresa de afuera con la tecnología y que los profesionales lo único que hagan sea controlar la conductividad, la acidez, la corrosión de los electrodos. Nosotros lo que podemos hacer es dar más trabajo todavía, armar las chapas de colectoras de corriente, las chapas de soporte, sintetizar los catalizadores, hacer los diagramas. Y todo ese tipo de fábricas instaladas producen una gran dinamización de la economía. Uruguay tiene pocas industrias y esta es una oportunidad donde puede tener, a partir de agua salada, su propio combustible directamente, y después fabricar los otros, que los necesita porque toda la infraestructura está puesta en derivados del petróleo. Convertir todo a hidrógeno tiene un costo, las válvulas, las líneas, los arrestallamas, todo ese tipo de cosas se tienen que fabricar. Por eso en Alemania fracasó toda la propuesta de la macroeconomía de hidrógeno, porque se les pedía a los usuarios que pagaran la conversión interna a hidrógeno y se negaron por completo. Y en Japón, después de la tragedia de Fukushima, también hubo un fracaso total, porque nadie tuvo el dinero para comprar el auto de hidrógeno que esperaban, que sale 10 veces más que el auto común.
¿El gobierno entrante tiene conocimiento de las oportunidades de Uruguay en esta materia?
Vamos a tener una reunión con la nueva ministra porque se desconoce por completo que Uruguay tiene un desarrollo de productor de hidrógeno por electrólisis desde agua salada sin gastar en desalinizar. Ahí tenemos una puerta abierta para tener una gran independencia. Uruguay no se puede aislar del resto, pero el hidrógeno lo puede vender de esa manera. Era evidente que eso de llenar tanques de hidrógeno, de alcohol o de metanol y que vayan en un barco a Europa era una locura, como dije varias veces. Por eso, si la UE está gastando miles de millones de euros en las cañerías esas, en los hidroductos, no van a precisar de todo esto acá. Y en el momento en que están trabajando en lo del agua salada, nosotros ya lo tenemos, es cuestión de ponerlo en práctica.
¿Por qué cree que no han sido tenidos en cuenta en los últimos años, como contaba?
En este tema nos han ignorado porque, como les cortamos el negocio, no les convenimos. Por ejemplo, hay gente que trabaja conmigo, como Erika Teliz, que está haciendo los contactos necesarios con la UTEC en Durazno y Rivera, y no sabían que existíamos. Iban a contratar cursos de electroquímica en Brasil y Argentina, y la gente que iban a contratar de Brasil era inferior académicamente a los desarrollos nuestros. Además, el gobierno saliente no creía mucho en la ciencia y en que las cosas se pueden realizar y poner en práctica acá. Hay veces que no creen que uno puede hacer desarrollos grandes, pero ya los hemos hecho.
También se ha dicho que a veces se opta por traer gente de afuera por problemas con los trabajadores. ¿Lo ha vivido?
Nadie quiere tener problemas en la ejecución de un proceso. Yo trabajé en fábricas muchos años y muchos se fueron por los problemas internos con los operarios, los obreros, era complicado. En una de las fábricas en las que trabajé éramos mil personas, había tres turnos y se hacía control de materia prima, producto terminado, se hacía todo ahí y eso traía grandes problemas. Y los dueños a veces se cansan y se van, y a veces la razón principal de traer gente de afuera es esta. Es lamentable, pero es así.