La exposición de distintas razas en la muestra de la Expo Prado abre una ventana para la generación de vínculos y amistad entre distintos cabañeros que encuentran pasión en lo que hacen. Tal es el caso de Julio Camparo, un criador de Orpington Negro de Aguas Corrientes que contó a La Mañana cómo llegó al Prado y lo que vive en cada muestra.
Dentro de los distintos galpones de la Expo Prado hay uno que sobresale por sus sonidos: el de las aves. A través de los pasillos internos de la barraca, decenas de animales de diversas razas esperan para ser expuestas. Allí uno puede ver brillantes plumajes, carnes generosas y sorprenderse por la calidad de los ejemplares.
Julio Camparo es uno de los productores que expone en la muestra. Oriundo de Aguas Corrientes, Canelones, charló con La Mañana y contó cuál es su motivante a emprender tal tarea que, como exige cualquier tipo de producción, es exigente. En diálogo, defiende que lo hace por entretenimiento, como un mero hobbie que es en realidad, una gran pasión. Camparo, quien nació en el año 1952 se crió en una chacra que tenía su familia en Carrasco del Sauce, sobre la ruta 33. Había allí un pequeño establecimiento donde se criaban gallinas New Hansen y Barradas y, si bien no tenían fines competitivos, sí estaban separadas por razas con el fin de que no se mezclaran. Podría decirse que el hobbie ya comenzaba a tomar forma, cuando en el año 1974 conocieron la Expo Prado. “Vinimos para acá y fue algo explosivo. Ahí compramos y al año siguiente comenzamos a presentar. Desde ahí, prácticamente no hemos parado”, recordó.
Esa influencia que vivió en sus primeros años fue la que hizo que hoy, ya jubilado como funcionario de aduanas, dedique todo su tiempo a las aves. “Acá no hay intención comercial de ningún tipo, es para mantener la pureza de las razas, venir y competir”, explicó. Y tal es este objetivo, que coronó el espacio destinado a sus animales con una bandera que reza “Avicultura de raza es amistad y competencia”.
En este sentido mencionó que hay una diferencia entre dedicarse a la producción de gallinas y ser cabañero. “Son dos cosas diferentes. Criadores de gallinas hay muchos y es muy respetables. También está el que las tiene porque les gusta verlas en el campo, sueltas. Pero ser cabañero es otra cosa. Cada 60 días hay que desparasitar los endoparásitos y ectoparásitos con mucha constancia”, ejemplificó.
Si bien Camparo se ha dedicado a la producción de distintas razas, actualmente sólo se dedica a la producción de Orpington Negro, una raza inglesa de carne con gallos que pueden superar los cinco kilos. Claro está, para lograrlo la protección y vitaminización de los mismos demanda una especial atención.
Pero, ¿qué se hace con un animal de estas características una vez que logran un premio principal? Al respecto, el cabañero respondió: “Todas mis aves que han llegado a campeonas se quedan en casa hasta el final de sus días. Lógicamente están en un gallinero aparte, pero tienen el mismo tratamiento”.
En tanto, el encuentro con otros cabañeros en cada edición de la Expo Prado formó vínculos entre los expositores, con quienes además exponen en otras competencias tanto del país como de Argentina. Con la pandemia, estas ocasiones se redujeron y las visitas al vecino país se pausaron. “Estoy limitado porque no puedo exponer a mis animales y a la vez no los puedo vender para recuperar algo de dinero”, describió sobre los cambios que impuso la pandemia en su actividad. No obstante, mencionó: “A pesar de todo, acá estamos y seguiremos estando. Es esto lo que hacemos, lo que nos divierte, y valoramos poder reencontrarnos con amigos. Durante todo este tiempo en que no nos hemos visto hemos estado comunicándonos y por fin hoy nos encontramos. Es este tipo de cosas que une nuestra amistad”, sinceró.
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