Desde que abrió los ojos siempre hubo un cuero a mano hasta para ayudar en las tareas al padre, Lides Larrosa, quien también hizo historia en la guasquería nacional. Desde hace doce años ejerce la docencia, un ejercicio heredado de su madre maestra, donde más que enseñar trata de inspirar este arte criollo. Tal vez el consejo de su padre le haya marcado a fuego, “plata no va hacer, pero hambre no va a pasar”, porque más que un trabajo, este oficio es una forma de vida.
En la casa siempre hubo manos manipulando el cuero con una gran destreza que provocaba en él las ganas de seguir esas huellas. Esas manos no eran otras que las de su padre, Lides, que ya desde una edad muy temprana, sin mediar palabras, le marcaban el destino que Antonio abrazaría para toda la vida. Y así, desde sus primeros trabajos, el oficio de guasquero se tornó su forma de vida y la de transmitir y perpetuar nuestras más ricas tradiciones.
Desde siempre, su vida estuvo relacionada con el mundo de los cueros crudos, en un país que desde la introducción de la ganadería presume tener materia prima de sobra y de la buena. Es así que desde los inicios el cuero vacuno y caballar se tornó una pieza fundamental para el rudo trabajo del campo y en nuestros días con la incorporación de accesorios más urbanos sin dejar de tener un toque criollo.
En la soledad de su taller concilia el trabajo con la música, otra de sus pasiones que a veces alterna con algunos versos criollos, ya sea como poemas o estrofas de alguna canción que le saca a la guitarra. Y así, en esta rutina, van surgiendo prendas de ensille rustico para el uso diario en los establecimientos rurales, como accesorios urbanos también representativos de nuestra cultura, como el posamate o la matera.
De una zona netamente guasquera
El boca a boca sigue siendo un medio de comunicación vigente y muy eficiente, sobre todo cuando se trata de promocionar y acceder a los artículos confeccionados por Antonio. Los clientes se contactan de esa forma, aunque él no rehúye de las nuevas tecnologías y aprovecha la red social Instagram como vidriera para mostrar su amplia gama de trabajos. Y los resultados son alentadores. “Se mueve lindo”, le dijo a La Mañana refiriéndose a las ventas, aunque siempre se lo va a encontrar explorando otras opciones, buscando las mejores posibilidades para difundir su trabajo.
Nació en Treinta y Tres aunque sus padres vivían en Batlle y Ordóñez, recaló con su familia en Pirarajá (pequeña localidad de Lavalleja) donde su madre fue maestra rural hasta que a los 20 años cambió de rumbos y desde entonces vive en la ciudad de Lavalleja. Desde entonces se transformó en un hijo adoptivo de la capital departamental, que además se la puede considerar también capital nacional de la guasquería si se tiene en cuenta el número de exponentes que han abrazado este oficio como su forma de vida.
Los procesos y sus tiempos
Tan importante como confeccionar algunos de los artículos es preparar el cuero, un proceso con varias etapas. Comienza con la cuereada (momento en el que se extrae el cuero del animal), luego viene el lonjeado (momento en el que se le quita el pelo, lo más tradicional con el cuero fresco recién sacado del animal), le sigue el secado (se debe estaquear lo mejor posible intentando que quede bien tirante y prolijo, y dejar que el clima haga el trabajo), este se soba a maceta (Antonio explicó que es la parte fundamental para empezar un trabajo bien hecho) y finalmente se corta el cuero de acuerdo al trabajo que esté previsto. Dependiendo de la época del año, el cuero puede estar pronto para empezar a trabajar entre los ocho días en el verano y algunos más durante el invierno. Siempre recuerda uno de los dichos del reconocido guasquero argentino, Martin Gómez, quien repetía “el cuero manda” como una lección arrancada de la experiencia que debía trasmitir a las nuevas generaciones e intentando explicar que todo cuero sirve para algo.
Larrosa explicó que un rebenque bien confeccionado para trabajar puede llevar entre dos y cuatro días. En tanto algunos “trabajos finos” le han ocupado 500 horas.
Su imaginación es el mejor aliado a la hora de comenzar un trabajo nuevo. “Mi trabajo se destaca siempre por intentar hacer cosas fuera de lo común”, dice. En la tranquilidad de su taller “diseña” formas y prestaciones que le impone a cada uno de sus trabajos como un sello personal. Confesó: “El mejor elogio que personalmente me pueden decir es que tu trabajo es diferente”. Esto es una marca registrada que propone en cada uno de sus proyectos.
Docencia y reconocimientos
Desde hace doce años trasmite sus conocimientos a través de cursos que lleva adelante la Intendencia de Lavalleja. Se siente cómodo ejerciendo la docencia, que sin duda heredó de su madre de la cual también confesó haber recibido la pasión por la música y la escritura. Para Antonio se trata de una actividad que es de ida y vuelta con los alumnos. “Uno va aprendiendo”, dice, convencido de que “el mejor profesor es el que inspira al otro”.
Este año fue convocado para dar clases en el ciclo básico del liceo rural de Villa Rosario. Estas experiencias le han servido para reforzar su concepto sobre la necesidad de que el país no pierda sus tradiciones. “Este oficio habría que inculcarlo desde los más chicos” porque “no nos podemos permitir como sociedad rural que somos, por nuestra matriz productiva, el desconocer los oficios del campo”. Hay veces que queda desconcertado cuando se presenta como guasquero y se le “quedan mirando como sapo de otro pozo”. “Es como desconocer una parte de tu identidad”, dice.
Pero también hay momentos de satisfacciones. Desde hace unos días la guasquería se transformó en el primer saber que forma parte del patrimonio cultural de nuestro país. Un reconocimiento que “es un paso gigantesco” para un rubro que aún tiene mucho camino por recorrer y que debe mirar más a la región y reconocerse en aquellas sociedades que impulsan prácticas de “conservación de su tradición”.
La actividad estuvo encabezada por el ministro Pablo Da Silveira y fueron reconocidos tres grandes exponentes del rubro en nuestro país. Antonio recibió el reconocimiento a la trayectoria y los premios cosechados durante toda su vida en nombre de su padre Lides Larrosa, quien no pudo estar presente y dijo sentirse muy emocionado por tan noble distinción. Además, fueron reconocidos Guzmán Puchalvert (maestro de soguería) y Heber Sosa por su vida en el oficio y haberse destacado como guasquero de estancia.
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