Una foto de la economía en la actualidad, del agro en particular, provoca emociones encontradas. Se puede pasar de la depresión y el terror, al alivio, y hasta el entusiasmo, según cómo se mire.
Para empezar, habría que evitar subirse a la ola en la tabla de surf de la inmediatez: el escenario se mueve velozmente y tanto avanza como retrocede bruscamente sin transición ni aviso alguno; de un momento a otro cambia completamente. Por lo tanto, lo principal es conservar la calma y tratar de mirar lejos, buscando la orilla, la playa mansa que por momentos no se avizora.
Cualquier enumeración de elementos negativos que caracterizan el momento resulta abrumadora.
En el mundo, la pandemia se sigue expandiendo, y aunque lo haga a ritmos diferentes según países y regiones, sigue provocando daños humanos y generando pánico en todas las sociedades. El impacto en la producción, el consumo, el comercio, la logística, el turismo, resultado de la paralización de actividades, es devastador.
Para mirar desde nuestro lugar, si bien predominan los elementos negativos, el panorama es disímil, y pueden detectarse atisbos de mejoras en algunos terrenos, en los que surgen o se reafirman oportunidades a perseguir.
EEUU, Europa, nuestros referentes en tantos terrenos, están seriamente heridos; los países de la región, nuestros grandes vecinos, sacudidos por el temporal, caminan por la cornisa. Solo China y algunos otros países asiáticos empiezan a jugar en la cancha de la producción y el comercio, pero como los principales mercados para sus manufacturas, los países occidentales desarrollados, están pinchados, su marcha hacia la recuperación todavía es lenta y cautelosa.
La caída de las economías desarrolladas asume dimensiones históricas. En EEUU, en un solo mes, hubo 20 millones de desocupados; el índice de desocupación, que estaba en 4.5 % saltó 10 puntos y en estos momentos – 10 de mayo – está en 14,5 % de la población económicamente activa, algo inaudito en ese país, aunque ese porcentaje todavía sea inferior al de varios países europeos, como España, por ejemplo.
La inflación es un gran problema, pero contenerla a expensas de la competitividad del sector exportador del país, que más que nunca necesita recaudar divisas, sería como repetir el mito de Sísifo
Prácticamente todos los países ricos prevén para este año caídas de varios puntos de sus PBI, en las que el consumo ocupa el lugar principal. Y con la gente enclaustrada en sus casas y los comercios cerrados, no hay forma de que se recupere. La economía transcurre por una recesión global y amenaza con caer en una depresión del nivel de la de 1929.
En nuestra región, la situación es aún peor, más profunda y ominosa. En toda América Latina la epidemia avanza provocando enormes perjuicios en los ámbitos sociales y económicos.
Nuestros vecinos del barrio sufren además porque imbricados en la pandemia intervienen factores políticos que agudizan la incertidumbre y la inestabilidad.
En Argentina, más allá de la difícil coyuntura que imponen las restricciones sanitarias, los problemas económicos precedentes afectan la capacidad de pagar la deuda externa. La amenaza de incurrir en un nuevo default, que tendría serias consecuencias para el futuro, domina el debate económico en estos días. Las estimaciones de los expertos varían de 7 al 10,5 % de caída del PBI para este año.
Brasil, aunque cuenta con otra musculatura económica, también enfrenta un escenario plagado de incertidumbre, con aspectos políticos involucrados. Allí también el dólar se disparó: el último dato disponible, del 11 de mayo, se pagaba a R$ 5,80, un impresionante aumento de 5 % desde el inicio del año, sobre todo para una economía de baja inflación, del orden del 4 o 4,5 % anual.
En Uruguay
También en nuestro país, los impactos sobre economía son relevantes y así lo reflejan los indicadores financieros y económicos.
En abril, la inflación trepó dos puntos de un salto; considerando los 12 meses pasados llegó casi a 11 %. El desempleo alcanzó el 10,5 %; el déficit fiscal, que se consideraba insostenible porque representaba el 5 % del PBI, puede llegar al 8,5 %, según los expertos. Se estima que en los últimos dos meses más de 100 mil personas cayeron en la pobreza.
La caída del PBI que se registrará este año puede rondar el 3,5 al 3,8 %, según las previsiones de los expertos.
La marcha de las exportaciones también refleja la adversidad: en abril registran una baja de 19,4 % respecto a abril de 2019, y en el primer cuatrimestre la baja acumulada es de 11,3 %.
Esta información procede de Aduanas, que no releva las exportaciones que se realizan desde las zonas francas. Si se agregan los datos de esta fuente – que toman en cuenta además las ventas de celulosa, concentrado de bebidas y productos farmacéuticos -, la baja en la recaudación respecto al primer cuatrimestre del año pasado trepa hasta el 14,7 % y en abril fue de 22,7%. No obstante, cuando se compara el cuatrimestre con los años anteriores, la baja en la recaudación de los principales rubros agropecuarios no es demasiado significativa, como se aprecia en el cuadro adjunto.
El vaso medio lleno
Hasta aquí todo luce mal. Pero hay bemoles, todo podría ser peor, y aparecen rendijas por las que entra la luz, señalando el camino de salida.
La temporada turística fue relativamente magra, pero en el primer bimestre del año, cuando se concentra el mayor movimiento y el ingreso de visitantes y de divisas, no fue tan baja como se pronosticaba. Las empresas y las personas vinculadas a la actividad turística, que obtienen el grueso de su peculio en esos dos meses, pudieron aprovecharlo. Todo se cortó, pero a partir de mediados de marzo, cuando el partido principal ya había finalizado con bastante buenos resultados.
Para este sector, el futuro aparece todavía más oscuro, por lo menos por un año; la ciencia tiene la palabra.
En cambio, a pesar de las neblinas del momento, las exportaciones de bienes agropecuarios, el nivel de actividad en el campo, la producción ganadera, se muestran fuertes y promisorias.
Las exportaciones del sector cárnico siguen el camino inverso al turismo: tuvieron un primer cuatrimestre de baja intensidad, pero no catastrófico, y tienen buenas perspectivas de revitalizarse en el futuro inmediato.
Lo más importante es la salud de las empresas agropecuarias, que sin ser una maravilla, no está en su peor momento. El año pasado la ganadería se benefició de precios excepcionales, y los actuales, aún en medio del torbellino, no son malos. El endeudamiento que acarreaba el sector, que se reflejaba en un estancamiento productivo y en la retracción de las inversiones, fue revertido en gran medida, aprovechando las condiciones favorables que se dieron, aunque como era sabido, respondían a una situación coyuntural que no iba a perdurar demasiado tiempo.
El sector ganadero está invirtiendo en puntos importantes, pasturas, infraestructura, genética, e interactúa con otras actividades – agrícolas, forestales -, en acciones que delinean sinérgicamente un perfil propio de la producción de nuestro país.
La industria golpeada
No obstante hay puntos débiles en la cadena cárnica.
Los ganaderos rápidamente recompusieron sus maltrechas finanzas hasta cierto punto, pero los que sufrieron un estrangulamiento prolongado, que hizo eclosión con las turbulencias actuales, fueron los frigoríficos.
Los problemas de la industria fueron agravándose en los últimos años, al punto de que algunas plantas pueden cerrar, algunas empresas dar quiebra. Esto puede ocurrir: está en la esencia del sistema, lo único que puede hacerse es minimizar los costos en lo posible. Los ganaderos tienen amargas experiencias de bolsones de haciendas que se remitieron a faena y no se pagaron: un frigorífico de media tabla acumula en 45 días (el plazo habitual para el pago) una deuda de un volumen importante con decenas de productores remitentes.
También los obreros y empleados suelen sufrir incumplimientos en sus salarios y otros beneficios; de todos modos, los trabajadores de la planta cobran a plazos más cortos y tienen preferencias en el cobro de lo que se rescate. El problema es que normalmente no tienen resto para enfrentar atrasos ni pérdidas de ingresos.
Afortunadamente hace muchos años que no ocurre una quiebra de un frigorífico grande, pero ahora aparecen atrasos y problemas diversos para el cumplimiento de los contratos, consecuencia de la prolongación durante mucho tiempo de las condiciones negativas para las empresas industriales.
El presente y el futuro
Está claro que el viento sopla en contra y a veces con ráfagas huracanadas, pero no necesariamente ese escenario habrá de continuar indefinidamente. Observar la realidad al vaivén de la ola puede marearnos.
Un ejemplo de estos días; actualmente el mercado del ganado gordo está bastante deprimido; hace 15 días la demanda industrial y los precios venían entonándose, respondiendo al mercado chino, que se recuperaba rápidamente. Sin embargo, sin aviso, el cuadro cambió y la misma demanda se retrajo. ¿Qué ocurrió? Lo explican los operadores; al parecer, una enorme cantidad de carne que estaba en depósitos de países vecinos a los puertos chinos, que se habían acumulado cuando la paralización de la actividad, ahora se descargaron en destino, lo que desbordó las capacidades disponibles. Resultado: la gran disponibilidad instantánea de carne provoca una baja, pero que muy probablemente sea circunstancial, de muy corto plazo; no vale la pena profundizar en su observación.
Estos vaivenes pueden sobrevenir por distintos motivos, pero lo real, lo indiscutible, es que China adolece de un gigantesco déficit de carne, que no puede cubrirse por ninguna provisión de ninguna parte del mundo y que la aquejará durante bastante tiempo (un par de años como mínimo). Más a largo plazo, los cambios estructurales en el consumo de esas sociedades gigantescas – no solo la China sino también otros países asiáticos -, le darán a la carne vacuna un lugar de creciente importancia en esos mercados infinitos, tanto en volúmenes como en la valorización de distintos productos.
Así que, más tarde o más temprano, el escenario va a cambiar para bien.
Apretado contra los yuyos, el agro uruguayo, el país todo, sabrá aguantar el vendaval y encontrar la oportunidad para retomar la marcha.
Exportaciones de bienes agropecuarios seleccionados
Primer cuatrimestre de cada año. Millones de dólares
El dólar
Uno de los factores principales que determinan un escenario más auspicioso para la producción agropecuaria, y la ganadería en particular, es la recuperación sostenida del tipo de cambio que desde hace un año y medio se viene dando en nuestro país. No necesariamente se corresponde con una mejora de la competitividad porque nuestros vecinos devaluaron mucho más.
Cuando se desencadena la epidemia entre nosotros, el 13 de marzo, el dólar había subido respecto a la misma fecha del año anterior un 30,7 % (de $ 33,10 a $ 43,25), mientras que el IPC había aumentado un 9 %. Pero ahora, dos meses después del desencadenamiento del problema, luego de varias subas y bajas, el dólar sigue cotizando a precios similares a ese entonces, pero la inflación subió un 3 % y casi 11 % en estos 12 meses.
Sería de esperar que este movimiento, que redujo sustancialmente la brecha entre el precio del dólar (en recuperación después de un largo período de atraso cambiario), y la inflación, no sea una señal de que vuelve a instalarse un escenario de aplastamiento del dólar para frenar el aumento de los otros precios de la economía. Máxime porque nuestros vecinos, como dijimos, están devaluando mucho más. La inflación es un gran problema, pero contenerla a expensas de la competitividad del sector exportador del país, que más que nunca necesita recaudar divisas, sería como repetir el mito de Sísifo, el que sube una roca hasta la cima de la montaña y antes de llegar vuelve a rodar hasta el valle, una y otra vez por toda la eternidad. Pero con menos poesía.
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